Autor Don Basham

Los tiempos de crecimiento espiritual demuestran ser, inevitablemente, tiempos de controversia espiritual. El crecimiento implica cambios, y por naturaleza, tendemos a resistirlos, especialmente en el área de nuestras vidas religiosas. Las tradiciones y puntos de vista religiosos luchan hasta la muerte por permanecer en nosotros. Un conservador religioso es el que cree que jamás se debería hacer algo por primera vez.

Esta clase de conservadurismo es la fuerza que se ha opuesto a cada paso de la renovación espiritual y de la restauración en la historia de la Iglesia, con una resistencia determinante y hasta violenta. En el pasado más reciente, esta controversia ardió intensamente alrededor de la renovación carismática y de la restauración de la sanidad divina y del hablar en lenguas. Luego se volvió a encender en relación con el ministerio del exorcismo, o de echar fuera demonios. Ahora el Cuerpo de Cristo está pasando a través de un conflicto aún más intenso en la controversia sobre el «pastorado- discipulado-­ sumisión. «

Antes de discutir algunos de los errores y de los abusos de autoridad que acompañan esta fase en particular de la restauración espiritual, debiéramos de hacer una pausa y agradecer a Dios que algo de inmensa importancia está sucediendo. Debajo de toda la crítica, los rumores, los abusos, los errores, los testimonios conflictivos y las contra reclamaciones, algo bueno está sucediendo. Ajustes grandes, esencialmente saludables, se están llevando a cabo entre el pueblo de Dios. El mismo hecho que el diablo está atizando todo ese malentendido y toda esa confusión, es una señal clara para los que hemos sobrevivido en el pasado a otras tormentas, que Dios está realizando Sus propósitos eternos en la tempestad sobre el «discipulado».

Clasificación  

Contendemos con la tensión inevitable que acompaña a toda fase de la renovación y restauración espiritual; es lo que yo llamo «la laguna entre la revelación y la realización.» Porque una cosa es ver ciertos principios en la Escritura, y otra aplicarlos efectivamente en la vida cotidiana. Consecuentemente, las primeras aplicaciones de las verdades recién descubiertas, son a menudo toscas y desfiguradas por las equivocaciones.

La tarea inmediata que nos confronta en la controversia sobre el «discipulado» es la necesidad de clasificar la crítica justa de entre la injusta y lo cierto de las fabricaciones de abusos. Es una experiencia humillante para los que estamos involucrados en una relación estrecha de pastor y oveja, o en el discipulado, encontrar que algunas acciones groseras e imprudentes, ejecutadas en nombre del discipulado han herido y ofendido verdaderamente a nuestros hermanos cristianos.

A menudo, el problema no es más complicado que la expresión orgullosa de un «pastor» ultra entusiasta que ofende a los otros ministros en su localidad con su actitud de superioridad y aire sufriente hacia todos los que no están «dentro del discipulado».

¡Algunos de nosotros que escuchamos con verdadero dolor las objeciones legítimas de tal comportamiento, hemos deseado secretamente que una centella del cielo pudiera sacudir a estos que exhiben tanta imprudencia! No es de extrañar que Pablo hiciera la advertencia de que un «supervisor» o pastor no fuese «un recién convertido, no sea que se envanezca y caiga en la condenación en que cayó el diablo» (1 Timoteo 3 :6).

Pero hay otras ofensas que han causado daños más serios. Más de un relato nos ha llegado de algún pastor que ha sobrepasado los límites de su función para insistir que la esposa abandone su conciencia cristiana y ceda a alguna demanda inmoral de un marido cruel, todo en nombre de la «sumisión.» Esta clase de abusos de autoridad pastoral pueden dañar un matrimonio irremediablemente.

Además de las equivocaciones, tenemos que confrontar también el problema de aquellos que abusan deliberadamente de la enseñanza para gratificar sus propios deseos de poder. La siguiente es una de muchas cartas que he recibido pidiendo ayuda y consejo.

Hace como un año que me uní a un grupo dirigido por un hombre que dice ser un apóstol. El profetizó que yo debía unirme a su grupo y ayudarle a levantar una iglesia donde «todas las cosas se tuvieran en común.» Di todo mi salario y mi nuevo automóvil y comencé a recibir un subsidio de $10.00 a la semana.

Entre más avanzaba el tiempo más exigente se ponía el pastor. En una de las reuniones profetizó que cualquiera que dejara el grupo experimentaría la ira y el juicio total de Dios y que no habría ninguna ayuda para nosotros aparte de su ministerio. El no acepta ninguna clase de crítica o sugerencia personal. Al fin no pude soportarlo más y dejé el grupo.

Rev. Basham, quiero preguntarle dos cosas: ¿Qué es lo que pasa con el ministerio de ese hombre? y ¿cree usted que hay alguna manera de recobrar mi automóvil?

Podría seguir dando ejemplos de casos obvios de abuso de autoridad. Tal vez sería más ventajoso ver algunas clases comunes de abusos de autoridad y por qué suceden.

Razones por las que hay abusos  

1. El intento de hacerlo operar en la carne:

Cuando Pablo escribe a los filipenses dice: «Estoy seguro precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros una buena obra, la perfeccionará para el día de Cristo Jesús» (Filipenses 1:6).

En esencia, lo que Pablo dice es lo siguiente: lo que Dios comienza, Dios tiene que terminar. Aun en el discipulado; podemos tratar de hacer en la carne lo que Dios ha prometido hacer en el Espíritu.

En Génesis 15:4, Dios promete a Abraham que su propia descendencia sería como las estrellas en los cielos. Abraham creyó a Dios, pero luego trató de cumplir la promesa de Dios a su manera. Tomó las cosas en sus manos, con el permiso de Sara y la cooperación de Agar y engendró a Ismael, creyendo satisfacer así las demandas de Dios de un heredero legítimo.

El nombre de Ismael se ha convertido en un sinónimo del intento del hombre de cumplir la voluntad de Dios con el brazo de la carne. Este mismo problema ha plagado a cristianos diligentes a través de la historia de la Iglesia.

Muchos de los abusos de los principios en el discipulado, pastorado y la sumisión brotan del entusiasmo de hombres que ven un destello del propósito de Dios, pero que carecen de la sabiduría y sensibilidad necesarias para llevarlo a la práctica de acuerdo a la dirección de Dios.

2.Desprecio por la Autoridad Legítima.

Las controversias más agitadas en el discipulado han surgido en situaciones conflictivas entre autoridades coincidentes. Estos conflictos no son fáciles de resolver. El siguiente es un ejemplo típico:

José es miembro de una iglesia denominacional donde el pastor no simpatiza con la renovación carismática. Tampoco endosa los grupos de células ni que se establezcan relaciones de pacto entre la congregación. Pero José, su familia y tres otras en la iglesia son carismáticos y están involucrados en una célula donde los miembros están comprometidos unos con los otros y sujetos a un «pastor» que no ha sido ordenado formalmente; pero que es reconocido en la ciudad como un líder carismático.

Ambos pastores, el de la iglesia denominacional y el del grupo de célula, son hombres de convicción y de integridad, pero cada uno desconfía del otro. El pastor de la iglesia se siente amenazado por la influencia y el ministerio efectivo del pastor de la célula, razonando que no tiene ninguna aprobación eclesiástica para ser un líder espiritual.

El pastor de la célula ve al otro como un hombre que se está perdiendo los propósitos de Dios para hoy y critica su oposición al «movimiento del Espíritu Santo en su pueblo.»

La familia de José y la de los otros tres miembros de la iglesia están entre fuego cruzado. Sienten que Dios los quiere en la iglesia, pero también aprecian grandemente el ministerio y la ayuda que reciben en la célula.

El conflicto es entre la autoridad institucional y la no institucional; entre la autoridad existente y la emergente. Es evidente que hay incomprensión en ambos lados de la naturaleza de la autoridad. Cada ministro necesita reconocer y respetar la autoridad de Dios en el otro.

Los ministros institucionales deberán reconocer que Dios está obrando en grupos para-eclesiásticos. Hay mucho ministerio vital que se está llevando a cabo tanto al lado como adentro de las iglesias históricas. De la misma manera el pastor fuera de la institución debe reconocer y respetar la legítima autoridad espiritual que descansa sobre cada pastor debidamente reconocido dentro de una denominación, sin tomar en cuenta su falta de interés o aún su oposición a los ministerios carismáticos o a las relaciones de pacto. En estas situaciones tensas se necesita un conocimiento más amplio de lo que es «autoridad espiritual»

La falta de reconocimiento de la autoridad legítima y de la esfera de ministerio en ambos tipos de pastores, resulta en acusaciones serias y daños graves para el Cuerpo de Cristo. Más adelante discutiremos algunos pasos positivos que se pueden dar para corregir y ayudar a ambos, los «pastores» y las «ovejas», que se ven involucrados en este tipo de conflictos.

3. El ejercicio legalista de la Autoridad.

Muchos de los casos de abuso de autoridad que han llegado a nuestra atención se deben, no tanto a la usurpación de autoridad, como a la aplicación legalista de autoridad genuina y reconocida. Esto surge muy a menudo dentro del matrimonio. Muchas esposas amorosas, que buscan cómo obedecer la amonestación bíblica de sujetarse a sus maridos, son continuamente lastimadas y frustradas por la actitud dominante de sus esposos. Los maridos a menudo se olvidan de la naturaleza de la amonestación de Pablo en Efesios 5. El mandamiento para sujetarse es para las esposas: «Esposas, someteos a vuestro esposo como al Señor» (Efesios 5: 22). Pablo no dice con eso a los esposos: «Esposos díganle a sus esposas que se sometan a ustedes!» El consejo de Pablo para los esposos es: «Maridos, amad a vuestra esposa, así como Cristo también amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella» (Efesios 5:25).

Un marido pierde en el momento que demanda sujeción u obediencia a su esposa. Recuerdo la noche cuando mi esposa y yo regresábamos a casa después de una reunión. Discutíamos un asunto que requería una decisión. Nuestros puntos de vista eran distintos y entre más hablábamos más a la defensiva me ponía yo, hasta que finalmente pensando que ella estaba desafiando mi autoridad, decidí hacer valer mi «influencia.»

«Yo soy la cabeza de esta casa y quien hace las decisiones!» Luego proseguí diciéndole a mi esposa que lo haríamos «a mi modo».

Su única respuesta fue: «Es cierto. Tú eres la cabeza de la casa.» El resto del trayecto lo viajamos en un silencio tirante. Yo sabía que no había actuado bien, pero me llevó varias horas sobreponerme a mi «justa indignación,» pedirle disculpas a mi esposa por mi arrogancia y abrir el asunto de nuevo para que lo discutiéramos mutuamente. Nuestra decisión final fue mucho más aceptable para ambos y para el Señor y me comprobó la inutilidad de intentar ejercer autoridad, aún reconocida, con un espíritu áspero y dominante. A menos que se ejerza la autoridad con un amor como el de Cristo, el resultado no tendría ningún parecido con Cristo.

4. No alcanzar a ver que distintas clases de relaciones requieren aplicaciones distintas de autoridad.

Hay una tendencia general de sobre simplificar los problemas y por 10 tanto las soluciones. Sucede repetidamente, que los cristianos que reciben 10 que Dios está haciendo últimamente, tratan de que eso sea la respuesta para todo. Cuando un creyente nuevo descubre que Dios en verdad contesta la oración, la ve como la solución instantánea de todos los problemas. O que el Bautismo en el Espíritu Santo puede resolver todas las cosas. O la liberación de demonios. O la sujeción.

Algunos de los abusos que nos están confrontando ahora, provienen de la equivocada idea de que toda autoridad y sumisión se cortan con el mismo patrón… ¡De ninguna manera!

En una conferencia sobre autoridad espiritual, Steve Clark, uno de lo, principales coordinadores de la Comunidad de la Palabra de Dios, en Ann Arbor, Michigan, describió cuatro clases distintas de relaciones de autoridad que las Escrituras presentan y señaló la necesidad obvia de aplicar la autoridad pertinente en cada caso.

(1) La relación entre los Ancianos y el pueblo:

Esta es la relación que tiene como propósito básico el de gobernar a una sociedad. Los ancianos o gobernantes ejercen la supervisión y la administración necesarias para mantener una sociedad cultural, política o religiosa. Una estructura así requiere el reconocimiento y la obediencia a la autoridad, pero no necesita tener una relación muy estrecha entre los ancianos y el pueblo.

(2)  La relación entre esposo y esposa:

Esta relación tiene como propósito básico (convertirse en «una sola carne»), establecer una unidad familiar. El intercambio de autoridad entre los esposos y padres e hijos es tanto intensa como íntima por la misma naturaleza de la relación.

(3) Relación entre padre e hijo o maestro y discípulo:

Esta es la relación que tiene como propósito básico llevar a la madurez a quien está bajo autoridad. La definición de Charles Simpson de lo que es un discípulo lo expresa muy bien: «Un discípulo es aquél que está bajo la autoridad y la disciplina de otro con el propósito de recibir instrucción para producir madurez.»

La comprensión es mutua que esta relación es temporal y no para toda la vida. Cuando el hijo o discípulo madura, se le releva de las disciplinas más rigurosas de sus años de entrenamiento, aunque, por supuesto, permanece una relación de amor y de respeto.

(4) Relación entre el general y el soldado:

Esta relación entre oficial y recluta es básicamente una función militar para mantener el orden y para pelear las batallas. Se entiende que el entrenamiento y la disciplina en semejante relación es más exigente. En un tiempo de guerra la obediencia que se requiere es instantánea y sin preguntas.

Hay muchas dificultades que pueden surgir si no se reconocen adecuadamente las diferentes clases de relaciones y el particular ejercicio de autoridad que se requiere en cada una.

La autoridad espiritual no es simple cuestión de saber quién es el que gobierna y quién el que obedece. El marido que trata a su esposa y a sus hijos como un sargento de entrenamiento trata a sus reclutas, está llevando a su familia al desastre. Tampoco se puede expresar la autoridad de los ancianos en una sociedad de la misma manera que esta opera dentro de la intimidad del hogar.

La supervisión pastoral generalizada de un anciano entre los creyentes, tampoco puede producir la formación de carácter, ni impartir el entrenamiento específico para el liderazgo que una relación de maestro y discípulo está diseñada a producir.

Es fácil ver, si tenemos estas distinciones en mente, que una concepción muy simplificada de los principios de autoridad y sumisión, pueden acarrear múltiples problemas.

5. Los peligros de la autoridad independiente.

Una de las razones finales del abuso que mencionaremos es el ejercicio independiente de autoridad. Es un hecho conocido que «el poder corrompe.» Los abusos más escandalosos que se nos reporta generalmente tienen que ver con pastores que andan sueltos «haciendo lo suyo.» Es decir, que están ejerciendo gran autoridad sobre otros, sin reconocer ninguna autoridad sobre ellos mismos. Son unos rebeldes. Hace algún tiempo que mantuve contacto por correspondencia con un grupo de cristianos que se hallaban bajo un liderazgo abusivo. La siguiente es cita de una de sus cartas:

            Nuestra iglesia no tiene diáconos ni ancianos. El pastor es el dueño de la iglesia y por lo tanto, hace lo que quiere. No tenemos una junta administrativa y nunca se da un reporte financiero a la congregación. Cuando algunos de los hombres fueron a pedirle que se nombrara una junta consejera, él contestó que esa era su iglesia y que él la manejaría como Dios se lo indicara. Nadie le iba a decir cómo manejar su iglesia y que él  estaba sujeto a Dios y a nadie más.

La carta continuaba diciendo sobre la moralidad del pastor, lo siguiente:

            Hace muchos años que empezó a invitar a muchachas para que vinieran a vivir con él  en la casa pastoral. El problema se hizo tan grave que su esposa lo dejó y ahora está divorciado. En estos momentos hay cuatro muchachas solteras que viven en la casa pastoral y cuando sale del pueblo para predicar, por lo menos una de ellas va con él.

            Tenemos una iglesia que podría acomodar a mil personas, pero no crecemos. La gente viene, se queda por un tiempo, se da cuenta de la situación y se va.

Aunque estos extremos no son tan comunes, sin embargo apuntan la necesidad absoluta para que cada ministro o pastor que ejercite autoridad espiritual sobre otros, se sujete él mismo a la autoridad de un pastor o grupo de pastores.

Pasos para reconocer y corregir abusos  

Quiero agregar la siguiente lista de sugerencias a nuestros comentarios co­ mo pasos provechosos para corregir abusos de autoridad espiritual.

1. La Utilización de «Autoridad Trans-local. »

Las disputas en el Nuevo Testamento eran referidas a menudo a las autoridades fuera de la iglesia local. El conflicto entre Pablo, Silas y los judaizantes, que se registra en Hechos 15, fue referido a un consejo de ancianos en Jerusalén.

Muchas veces hoy, las disputas relacionadas con el abuso de autoridad no se pueden resolver entre los ofensores y los ofendidos, sino que deben ser referidos a una autoridad de afuera para su solución.

Algunas denominaciones históricas ya tienen la estructura eclesiástica necesaria para topar con este tipo de problemas. Los grupos en la «iglesia libre» o la «no institucional» hallarían provechoso valerse de la autoridad ya establecida para que ayuden a cuidarse de este tipo de situaciones.

Charles Simpson ha dicho juiciosamente que «sin autoridad trans-local no puede haber unidad local.» A menudo se necesita una autoridad de afuera que pueda ver el problema objetivamente para discernir si el ministro ha hecho abuso de su autoridad, o los que se quejan se están rebelando en contra de la autoridad legítima.

2. Aprobación y respaldo de una pluralidad de ministerios.

Este es otro factor que nos puede ayudar cuando tratamos con abusos alegados o reales en este asunto de autoridad. Muchos ministerios sueltos que han buscado sus propios intereses y que han caído en vergüenza, pudieron haberse frenado o salvado, si hubiese existido un presbiterio de ministerios en la localidad que interviniera temprano en el desarrollo del problema.

Estoy convencido que Dios está activo instituyendo estos consejos de ministerios en cada ciudad que puedan colectivamente aprobar, respaldar o corregir cualquier ministerio individual que pudiera llamarse a cuentas. Si existiera un consejo de esta naturaleza, muchos de los ministerios molestos y que ‘operan en contra de las normas establecidas para su conducta, podrían ser corregidos o resistidos hasta que se desintegren o sean forzados a dejar la comunidad. En ambos resultados el pueblo de Dios sería librado del abuso.

3. Todo Ministro debe estar bajo autoridad.

Este principio es muy parecido al que acabamos de discutir. Se basa en el conocimiento comúnmente reconocido . que «el poder corrompe». La única salvaguardia adecuada contra el excesivo abuso de autoridad es que «quien tenga autoridad esté bajo autoridad.» O como lo dice un maestro:

«Si eres muy grande para que te dirijan, eres muy pequeño para dirigir.» Todos los ministros y pastores necesitan obedecer la amonestación de Pablo: «pero os rogamos hermanos, que reconozcáis a los que con diligencia trabajan entre vosotros, y os dirigen en el Señor, y os instruyen … « (1 Tesalonicenses 5: 12).

Si un hombre – no importa el don que tenga de Dios – persiste en rehusar reconocer su necesidad de darle cuentas a alguien o a algún grupo que le pueda aconsejar, amonestar, corregir y si es necesario, disciplinar, podemos predecir correctamente de él que alguna caída le espera en el futuro.

Ninguno de nosotros es tan sabio, espiritualmente maduro, o se puede valer por sí mismo que no necesite el ajuste de hermanos que con amor nos confronten con las debilidades o los engaños que no podemos o no queremos dejar. La guerra espiritual en que estamos es demasiado peligrosa para el cristiano individual para enfrentarse con ella estrictamente él solo. Nos necesitamos mutuamente.

Conclusión  

Después de que hemos admitido los abusos de autoridad y sugerido algunas vías para enfrentar los problemas, tal vez una amonestación final esté en orden. Vivimos este día expuestos a la agresión total de Satanás en su papel de «acusador de los hermanos» (Apocalipsis 12: 10). Con este conocimiento, debemos determinar ser aún más amorosos, pacientes y perdonadores unos con los otros, no sea que contribuyamos con combustible al fuego del enemigo.

Debemos recordar que no hay tal cosa como un pastor perfecto o el ejercicio perfecto de autoridad.

Debemos recordar que no es el Espíritu Santo quien nos hace tan hábiles para descubrir las faltas de nuestro hermano y tan ciegos para no ver las nuestras.

Debemos recordar que en una época de rebelión como la nuestra, donde ha habido tan poco o nada de reconocimiento de autoridad espiritual, la aparición de cualquier autoridad parece excesiva.

Finalmente, debemos recordar que únicamente a través de experiencias dolorosas aprendemos la manera correcta de ejercer autoridad y de someternos a ella. Si podemos aprender a someternos, aún a los intentos torpes de ejercer autoridad, y si podemos darnos cuenta que Dios nos prueba en situaciones como estas para tratar con nuestra «rebelión dulce», entonces habremos dado un paso adelante en dirección a nuestra madurez espiritual.

Reproducido de Vino Nuevo Vol 1-Nº 10