Cambiando de dirección

Autor Ern Baxter

Antes de tocar el tema del arrepentimiento, necesitamos recalcar primero la importancia de tener un buen fundamento en la vida cristiana. La mayoría de los problemas que encaramos como cristianos y muchos de los impedimentos para nuestro crecimiento personal, son el resultado de no haber puesto fundamentos sólidos desde el principio.

La mayoría de los creyentes dicen haber puesto un buen fundamento. Sin embargo, al conversar con ellos acerca del arrepentimiento nos damos cuenta que muchos de ellos no saben nada al respecto. Quien los trajo al Señor, se olvidó de asentar un buen comienzo.

Quisiera ilustrar este punto con una experiencia persona que, a pesar de ser dolorosa, tiene su lado humorístico.

Durante los años de la depresión tuve muchas privaciones; aún de cosas como arreglarme los dientes. Cuando tuve con qué hacerlo, necesitaba tratamiento en varios dientes. Como no soy un amante del dolor, busqué en la lista de dentistas y encontré uno que decía hacerlo «sin dolor». Y en verdad que el Dr. Sin Dolor era tan bueno como su anuncio. Me empastó cinco o seis muelas y casi ni las sentí. Pensé: «¡ Que extraordinario!» Pero como seis meses después mis dientes comenzaron a dolerme continuamente. En vez de volver al Dr. Sin Dolor, fui adonde otro dentista y después de radiografiarme los dientes me dijo: «Creo que sé quién empastó estos dientes.» Cuando le dije que había sido el Dr. Sin Dolor, él me dijo: «Así lo pensé. Las placas revelan que las prótesis fueron sin dolor porque no se removió todo el mal, sino que se hicieron sobre las caries.»

«Ahora, «me dijo mi nuevo dentista, «usted va a sufrir más dolor del que hubiera pasado si él hubiera hecho un buen trabajo. Debemos de quitarles sus empastes y limpiarle no sólo la caries que él dejó sino más aún.» Con esa experiencia aprendí que es mejor tener un poco de dolor al principio que mucho más al final. También aprendí de esa experiencia que si no saca toda la basura en el principio de su caminar cristiano, sino que trata de cubrirla, algún día Dios va a levantar la cobertura y a excabar profundo para sacar lo que queda. Pienso que es mejor que las personas tengan su dolor al principio. Esto se aplica principalmente al arrepentimiento.

Ahora, no se puede hablar de arrepentimiento sin hablar del pecado. Aunque el pecado pudiera ser un tema totalmente aparte, debemos discutirlo porque Jesús no vino a «llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento» (Lucas 5:32). «Arrepentimiento de obras muertas» es como la Biblia describe esta parte de nuestro «fundamento cristiano.»

Las obras muertas proceden de la separación moral, y para todo hombre fuera de Jesucristo, todo lo que hace, no importa la forma que toma el pecado en su vida, se constituye en obras muertas. La pregunta que algunos harían sería: «¿Qué quiere decir ‘la forma que toma el pecado’?» En la epístola a los Romanos, Pablo habla de tres clases de pecadores. En primer lugar están los pecados obscenos. La mayoría de nosotros tenemos la tendencia de verlos como a los «verdaderos» pecadores – el homosexual, la persona inmoral, el idólatra. Toda esa podredumbre sórdida, sensual y obscena de las relaciones humanas impropias que se expresan en los apetitos carnales es lo que para muchas personas constituye el pecado.

Pero en el segundo capítulo de Romanos, Pablo continúa diciendo: «Por lo cual, no tienes excusa tú que juzgas, quienquiera que seas, pues al juzgar a otro, a ti mismo te condenas, porque tú que juzgas practicas las mismas cosas.» A los que hacen alardes diciendo: «Yo no me rebajo a esa clase de comportamiento humano,» yo los llamaría «pecadores filosóficos» – «pecadores académicos», o «pecadores intelectuales». Están demasiado ocupados pecando con sus mentes para pecar con sus cuerpos; demasiado ocupados traficando con Freud y toda la otra clase de incredulidad literaria para participar físicamente en el pecado. Todo su pecar se lleva a cabo en sus torres de marfil.

Entonces viene una tercera clase a las que Pablo llama la clase religiosa y esta es una área incómoda. Pablo dice: «Tú llevas el nombre de judío … « (Romanos 2: 17) y procede a descubrir la hipocrecía del pecador religioso.

Hace algunos años que hablé con un joven hindú quien me dijo que jamás había probado el tabaco ni el alcohol, y que jamás había puesto manos sobre una joven. Mientras hacía su lista de las cosas que no había hecho, se parecía exactamente a Saulo de Tarso: » … en cuanto a la justicia que es en la ley, hallado irreprensible.» Cuando hice el reclamo de Jesucristo sobre su vida, su respuesta fue la de poner su lista de acopios morales externos más arriba que Jesucristo. Como no estaba dispuesto a confesar su pecado religioso y «sofisticado ,. declaraba que su propia «religión» sobrepasaba la justicia que Dios prescribía. Así que, cuando hablamos de la naturaleza básica del pecado, debemos darnos cuenta que un pecador no siempre se caracteriza por el pecado obsceno.

El Nuevo Testamento usa 9 palabras griegas para describir el pecado y contiene 21 listas de pecados que consisten en 202 pecados definidos. Si eliminamos todas las repeticiones encontramos que hay 103 pecados apuntados. Aunque es importante ver el pecado como actos definitivos especificados en la Palabra de Dios, hay un peligro de pasar por alto la naturaleza del pecado. Todas las obras de los hombres no regenerados, emanan de la muerte moral y por lo tanto son obras muertas. Son las obras de hombres muertos en delitos y pecados.

El principio esencial de todo pecado es el egoísmo que define ampliamente Isaías 53:6: «Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.» «Cada cual por su camino». El equivalente en el Nuevo Testamento está en 2 Corintios 5:15: «Por todos murió, para que los que viven ya no vivan para si, sino para Aquel que murió y resucitó por ellos.» lsaías y Pablo concuerdan que el pecado es esencialmente «hacer lo que yo quiero en una situación determinada y no lo que Dios quiere que haga en esa situación». Todos nosotros hemos caído en la trampa. Gracias a Dios que tenemos algo que se ocupa del pecado; se llama arrepentimiento. Ahora que hemos visto que el arrepentimiento tiene que ver con el pecado, nos concentraremos en el arrepentimiento mismo.

Hay dos palabras en el Antigüo Testamento que se traducen «arrepentimiento». Una significa «lamentarse o afligirse» o «tomar un curso de acción diferente.» Ambas son usadas para referirse tanto a Dios como al hombre. La otra palabra, usada extensivamente, por los profetas, es empleada generalmente para expresar la idea común de arrepentimiento. Significa «un cambio radical en la actitud de uno hacia el pecado y hacia Dios.»

En el Nuevo Testamento también hay dos palabras que se traducen arrepentimiento. Una es similar a la primera palabra en el Antigüo Testamento. Significa «un sentimiento de preocupación o de pesar.» Se acerca mucho al remordimiento, pero remordimiento no es necesariamente arrepentimiento significa sencillamente que uno se siente mal. Pero la otra palabra del Nuevo Testamento, «metanoeia» significa «un cambio de parecer» o «tener otro juicio». El arrepentimiento es en verdad cambiar el juicio que se ha tenido sobre cualquier cosa y aceptar lo que Dios ha revelado sobre el mismo asunto. «Metanoeia» está asociada también con la palabra «volver» e implica una decisión personal de volverse del pecado y entrar en comunión con Dios.

Se ha hecho muy poco énfasis sobre el arrepentimiento en la confrontación contemporánea del pecador. El pecador, no sólo debe cambiar su juicio sobre Dios, sobre sí mismo, sobre sus acciones y el mundo que le rodea, sino también debe tomar pasos definitivos en una acción moral que ejecute su cambio de parecer. Ampliando este proceso, arrepentimiento es informar a la mente y cambiar de parecer, animar y dirigir las emociones para urgir el cambio requerido y la acción de la voluntad entregada para volver al hombre completo en dirección contraria al pecado y hacia Dios.

Cuando le hablamos a un pecador, nunca temamos hacerlo moralmente responsable de venir delante de Dios. La primera vez que leí los escritos de Charles Finney, el gran evangelista, los cerré diciendo: «Es un humanista.» Resentía el hecho de poner la responsabilidad moral sobre el hombre. Era la época en que, debido a mi tradición religiosa, sostenía que el hombre era totalmente incapaz de hacer cosa alguna. Esto por supuesto, no es correcto. El hombre es capaz de oír el Evangelio. El hombre es capaz de hacer la decisión de decir: «me volveré a Dios.» De lo que no es capaz es de volverse él mismo, se requiere la gracia de Dios para volverlo. Pero la decisión de hacerlo entra dentro de su capacidad y por lo tanto debe ser hecho moralmente responsable por esta decisión de su voluntad por medio de la cual dice: «Dios, aquí estoy. Dame vuelta y seré vuelto.»

Definición de arrepentimiento  

Estamos endeudados con Finney, especialmente por algunas de sus definiciones que son casi finales. La siguiente es la definición que él da de arrepentimiento: » … implica una renuncia intelectual y del corazón de toda controversia con Dios sobre todos y cada uno de los puntos en cuestión. Implica la convicción de que Dios está totalmente en lo cierto y el pecador totalmente equivocado, y un abandono completo y sincero de toda excusa y disculpa por el pecado.» Apreciamos que Finney haya incluido intelectual en su definición. La mayor parte de la predicación evangélica asume que uno debe cortarse la cabeza para creer con el corazón. Pero Dios habla a nuestra mente y hacemos decisiones con nuestras mentes. El arrepentimiento también tiene que ver con la mente. Los que dicen que la mente no juega ningún papel en la conversión, debieran tener grandes avivamientos en las instituciones mentales.

La «convicción de que Dios está completamente en lo cierto» establece un principio significativo y continuo. Si aceptamos este principio en los comienzos de nuestras vidas cristianas, entonces en los encuentros subsecuentes con Dios, sobre cualquier asunto, El estará de nuevo completamente en lo cierto.

Finney también dice que el arrepentimiento es «un abandono completo y sincero de toda excusa y disculpa por el pecado.» Eso significa que debemos enfrentar honradamente la gravedad y profundidad de nuestro pecado, para poder apreciar la totalidad de la gracia limpiadora de Dios. Vanee Havner, un escritor cristiano de renombre, dice: «Hoy en día se predica una gracia barata que es recibida por una fe barata que da como resultado cristianos baratos.»

Hay otra cita más de Havner que nos da un equilibrio delicado en lo que hemos compartido hasta aquí. «No es asunto fácil predicar arrepentimiento de una manera que no desanime a las almas verdaderamente humilladas, o proclamar el amor perdonador de Dios de una manera que estimule la presunción y el descuido.» ¿Dónde está el equilibrio entre enfrentar a una persona con: «Hombre, como pecador debes estar totalmente de acuerdo con Dios que estás perdido y arruinado y debes volverte de tu pecado», y hacerle saber a la vez: «El amor de Dios es tan ancho como el océano y El te perdonará de todos tus pecados y te salvará»? ¡No es fácil guardar este delicado equilibrio! Debemos predicar el arrepentimiento a aquellos que han sido tocados sensiblemente por Dios sin que se vayan bajo una carga de desaliento, y al mismo tiempo sin despojar el amor de Dios de Su demanda de responsabilidad moral para que estas mismas personas no se vayan presumiendo de la gracia de Dios.

Catorce razones para arrepentirse  

Queremos examinar un número de escrituras sobre el arrepentimiento. ¿Por qué es importante el arrepentimiento?

(1) El arrepentimiento es importante porque Dios lo ordena; inmediata y universalmente. Pablo en su discurso en el Areópago dice: «Dios ahora declara a los hombres, que todos, en todas partes, se arrepientan» (Hechos 17:30). El mandamiento de Dios requiere una aplicación universal y una obediencia inmediata.

(2) El arrepentimiento fue una de las razones por la cual vino Cristo al mundo. Lucas 5:32 dice: «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.» Diciéndolo de una manera positiva, Jesucristo dijo: «He venido a llamar a pecadores al arrepentimiento.»

(3) El arrepentimiento es parte de la comisión del Señor para nosotros. Lucas 24:47 dice: «En su nombre se predicará el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones.»

(4) El arrepentimiento es necesario para evitar la destrucción. «Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente» (Lucas 13:3,5).

(5) Es necesario para obtener la vida eterna. «Así que también a los gentiles ha concedido Dios el arrepentimiento que conduce a la vida» (Hechos 11: 18).

(6) El arrepentimiento es necesario para obtener el perdón. Una cantidad de escrituras testifican de esto.

“Y Pedro les dijo: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).

“Arrepentíos y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que tiempos de refrigerio vengan de la presencia del Señor” (Hechos 3: 19).

Sin embargo, una de las ilustraciones más gráficas está en Lucas 17:3 donde dice: «Si tu hermano peca contra tí repréndele; y si se arrepiente, perdónale.» No dice solamente que si peca contra ti que le perdones. Su perdón lo libera a usted, pero sin arrepentimiento él no obtendrá ningún beneficio. El perdón debe ser anhelado para que sea completo. Asumamos que mi amigo José me ha hecho un mal. Yo vengo donde él cuando está enojado conmigo y le digo con sinceridad: «José, te perdono.» El bien pudiera decir: «¿Y quién te lo pidió?» Yo no puedo forzar mi perdón sobre él. Mi perdón le beneficiará únicamente cuando él se arrepienta o lo pida.

Tampoco Dios impone Su perdón sobre nosotros. La Palabra dice: «Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos … « (1 Juan 1 : 9). Dios no puede perdonar automáticamente. Si así fuera no hubiera necesidad de predicar el Evangelio. Una persona debe ejercer ese acto de la voluntad que diga: «Estaba equivocado, por favor perdóneme.» La limpieza viene tanto en el arrepentimiento como en el perdón.

(7) El arrepentimiento es necesario para entrar en el Reino de Dios. «Arrepentíos; porque el reino de los cielos se ha acercado» (Mateo 4: 17). Se requiere si se va a estar involucrado en el Reino de Dios sobre la tierra.

(8) El arrepentimiento trae el conocimiento de la verdad. Pablo dice en 2 Timoteo 2:25: «Corrigiendo tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les dé el arrepentimiento que conduce al conocimiento de la verdad.» Aquí habla de los que se «oponen» a sí mismos con su actitud obstinada de permanecer en su error.

El punto es que no se puede conocer la verdad de Dios sin arrepentirse en su corazón. La falta de arrepentimiento detiene el fluir de la revelación y de la inspiración. Ninguna cantidad de habilidad académica puede sobreponerse a un bloqueo moral. La única esperanza que tienen estos que se oponen a sí mismos descansa en la doble estipulación de Pablo: (1) «Si Dios les da el arrepentimiento… (2) conocerán la verdad». En otras palabras, aunque están en el error y la confusión, el problema verdadero no está en sus cabezas sino en sus voluntades. Si reconocen que están equivocados, es decir, si se arrepienten, entonces la obstrucción desaparecerá y verán la verdad. Se puede ser un doctor brillante y un hombre malo a la vez. O un químico excepcional y un hombre malo. Pero no se puede ser un buen cristiano y un hombre malo a la vez. El conocimiento divino, comprendido intelectualmente está ligado con la obediencia moral. Es imposible conocer a Dios si la voluntad no está entregada a El.

Una vez conocí a una enfermera que cuidaba de un hombre sumamente inteligente e internacionalmente famoso. Más tarde me decía: «Jamás quisiera volver a cuidar de un hombre como ese. Era un hombre brillante en muchas áreas pero cuando se trataba de cosas espirituales estaba totalmente en la obscuridad. Todo su conocimiento académico no podía hacerle frente a la verdad más sencilla.» Hay hombres que se obsesionan tanto con lo que son sin Dios, que edifican una barrera casi impenetrable.

En cierta ocasión arrendamos un departamento del que era dueño un profesor de antropología de la universidad local. Era un hombre gentil, cortés y muy inteligente: era autor de varias distinguidas obras en su especialidad. Conversábamos a menudo y una vez mientras hablábamos de nuestras vocaciones tuve la oportunidad de presentarle el reclamo de Cristo sobre su vida. Jamás olvidaré la manera en que señaló aquella cantidad de literatura técnica sobre la antropología que tenía en los estantes de su biblioteca y en que dijo: «Revdo. Baxter, mi mente está tan llena de esto, que sería imposible recibir lo que me está diciendo.» Había tal finalidad en sus palabras que era casi como oírlo pronunciar su propia muerte. Tan determinante era que me refrené de seguir insistiendo.

Si alguien puede ir más allá del punto de redención sentí que este profesor lo había hecho. Pareciera que hay un punto donde Dios dice: «Mira, no contenderé más contigo.» En relación con esta gente, Pablo dice: «Por si acaso Dios les dé arrepentimiento.» Su última esperanza es que Dios motivado por la gracia de Su corazón, les permita despertar a la realidad de sí mismos, para que dejen de abusar de la gracia de Dios, para que reconozcan su error y se arrepientan de verdad.

(9) El arrepentimiento es el deseo de Dios para todos los hombres. «Porque el Señor… es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento» (2 Pedro 3:9). Es interesante que la Palabra no dice para que vengan a Cristo, o a la gracia, sino al arrepentimiento. El arrepentimiento aquí es todo inclusivo de lo demás. Si un hombre se arrepiente, cambiará su juicio en cuando a su dirección, a Dios, a la eternidad y a Cristo. El arrepentimiento es «el cambio total que recibe la revelación total de Dios en Cristo y en las Escrituras.»

(10) Otra razón por la cual el arrepentimiento es importante es la que mencionamos al principio de este artículo: es parte de nuestro fundamento cristiano; un fundamento de arrepentimiento de obras muertas (Hebreos 6: 1).

(11) Otra razón aún es que Juan el Bautista lo predico: «Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado» (Mateo 3:2).

(12) Jesús predicó el mismo mensaje en Mateo 4: 17: «Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado.»

(13) Los apóstoles lo predicaron: «Y ellos se fueron, y predicaban que los hombres deberían de arrepentirse» (Marcos 6: 12).

(14) Finalmente, Pablo predicó el arrepentimiento. Hablando de la naturaleza de su ministerio, Pablo dice en Hechos 20: 21: «Testificando solemnemente, tanto a judíos como a griegos, del arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo.» Esa era la nota de apertura de su mensaje dondequiera que Pablo predicaba:

Arrepentimiento. «Debes de cambiar tu modo de pensar. Es necesario que se produzca un cambio y comienza con el oír la verdad.»

Factores que conducen al arrepentimiento  

Después de haber establecido su importancia, nuestra próxima pregunta es: ¿Qué es lo que conduce al hombre al arrepentimiento? En primer lugar está la bondad de Dios .. » ¿Tienes en poco las riquezas de su bondad, tolerancia y paciencia, ignorando que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento?» (Romanos 2:4). ¿Qué bondad? Bueno, pues la que nos permite vivir a pesar de nuestro pecado. La bondad que a veces se mal interpreta como indiferencia. Si Dios aparentemente nos deja continuar en nuestros pecados, eso no es indiferencia, eso es bondad y paciencia. Nunca confunda la paciencia de Dios con la indiferencia. Tarde o temprano Dios se encargará del pecado, porque El es el autor de la moralidad universal y está moralmente obligado a hacerlo. El es el Dios que hizo las leyes y El también debe adherirse a ellas. Alguien ha dicho que si Dios violase una de Sus propias leyes, que todo el universo se desintegraría porque El «sostiene todas las cosas por la palabra de Su poder» (Hebreos 1:3). Así que, aunque Dios en Su bondad tiene el derecho de ser paciente, en Sus propias palabras, «de ningún modo tendrá por inocente al culpable» (Números 14: 18). La paciencia de Dios no irá más allá de la persistencia del hombre de no arrepentirse. Su bondad tiene por intención llevarnos al arrepentimiento.

La segunda cosa que conduce a los hombres al arrepentimiento es el llamado general del Evangelio dado por Cristo. «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento» (Lucas 5 :32). Todo el propósito de la venida de Cristo fue para abrir el camino que conduce a Dios, haciendo saber a los hombres que Dios en Su gracia se había dispuesto en favor de ellos, si se volvían de sus pecados. Si vinieran a Dios, El pondría en operación todo lo que está de Su parte para darles el perdón, la regeneración y la santificación. El propósito total de Jesucristo en Su venida fue el de proclamar que toda la energía de la bondad divina empezaría a operar si los hombres se arrepintieran.

La tercera cosa que conduce a los hombres al arrepentimiento es la predicación. «Los ninivitas se levantarán con esta generación en el juicio y la condenarán, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás» (Mateo 12:41). Si el hombre se arrepintió con la predicación de Jonás, un profeta menor, pero no se arrepiente con la predicación de Jesús, los del día de Jonás se levantarán en el día del juicio y acusarán a los del día de Jesús con un pecado más grande.

Cuarto. La reprensión. «Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale (Lucas 17:3). A veces el arrepentimiento es impulsado por la reprensión. ¿Cuántos de nosotros somos fieles en reprender o lo suficiente maduros para aceptar la reprensión y arrepentirnos?

La quinta cosa que conduce a los hombres al arrepentimiento es la tristeza conforme a la voluntad de Dios. «La tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación» (2 Corintios 7: 10). Cuando Pablo dijo esto tenía en mente al hombre que estaba viviendo en incesto con su madrastra y de quien había dado instrucciones a los ancianos de la iglesia en 1 Corintios 5 para que fuese expulsado. Ahora les urge para que lo dejen regresar, «no sea que en alguna manera él sea abrumado por tanto pesar.» (2 Corintios 2: 7). Pablo indica que la tristeza del hombre según la voluntad de Dios había producido arrepentimiento. Esta tristeza delante de Dios, en términos del mal que hemos hecho, produce arrepentimiento.

Sexto. El arrepentimiento en sí mismo como don divino. La misma capacidad de arrepentirse. «También a los gentiles ha concedido Dios el arrepentimiento que conduce a la vida» (Hechos 11: 18). Yo estoy convencido que en la naturaleza misma del Evangelio va inherente la capacidad de arrepentimiento si el hombre responde a su llamado. Es de gran aliento saber que cuando confrontamos a alguien con el Evangelio, Dios está allí presente para darles la capacidad de cambiar de actitud.

Principios relacionados con el arrepentimiento  

A través de las Escrituras se hace evidente que los principios más importantes están frecuentemente entrelazados y cuando estudiamos el arrepentimiento, no debemos pasar por alto sus «amigos». Cuando examinamos el arrepentimiento dentro del contexto de sus temas correlativos, no sólo equilibramos nuestra comprensión al respecto, sino que también nos guardamos de caer en error.

El primer principio asociado lo encontramos en Apocalipsis 2: 21. Hablando de Jezabel, el señor dice: «no se quiere arrepentir.» La voluntad está relacionada con el arrepentimiento. Dijimos al principio que en toda predicación efectiva, la mente debe ser informada, las emociones conmovidas, pero que finalmente es la voluntad la que debe ser ordenada. El que escucha puede estar de acuerdo y aún emocionarse con lo que oye, pero si no toma un curso de acción no se salva. En la parábola del sembrador, los que recibieron la semilla con alegría, lo hicieron intelectual y emocionalmente, pero no tenían raíz. La acción que tomaron fue en la superficie nada más. Por lo tanto, para que haya un arrepentimiento verdadero, la voluntad debe ser motivada.

Debido a que una persona es moralmente responsable de lo que quiere hacer, es por lo tanto responsable personalmente de querer ser salvo. Antes de recibir la influencia de Finney en mi vida, había cometido el error de confundir la capacidad del hombre de hacer algo con la capacidad de su voluntad de querer hacerlo; la diferencia es muy grande. Yo no creo que un hombre sea capaz de convertirse a sí mismo. Yo no creo que un hombre sea capaz de hacer cualquier otra cosa que decir: «Quiero.» Pero en el momento que lo dice, Dios le da la fortaleza de volverse del pecado y caminar hacia Dios y de hacer lo que Dios quiere que haga. El hombre tiene la capacidad y la responsabilidad de determinar su decisión de «querer».

El segundo principio relacionado con el arrepentimiento es la fe. «Arrepentíos y creed en el evangelio» (Marcos 1: 15). En Hechos 20: 21, Pablo sintetiza su mensaje completo tanto a judíos como a gentiles como «arrepentimiento para con Dios y fe en nuestro Señor Jesucristo.» El arrepentimiento y la fe van juntos. Hablar de la salvación por la fe sin incluir el arrepentimiento es dar la impresión de que la fe es sencillamente una aceptación intelectual a una proposición libre de toda respuesta moral correspondiente.

Desafortunadamente, esto es lo que vemos funcionar en el evangelismo moderno.

«¿Crees que eres pecador?» «Sí. «

«¿Crees que Cristo murió por ti?» «Sí. «

«¿Lo recibes como tu Salvador?»

«Sí. «

«Firme aquí.»

Una vez que la persona asiente intelectualmente a tres requisitos legales, tiene la idea de que eso lo convierte automáticamente en un cristiano, sin el arrepentimiento necesario que afecte proporcionalmente los cambios morales en su vida.

El Dr. R.A. Torrey cuenta la historia de un hombre en una de sus grandes campañas en Australia que le dijo que quería aceptar a Cristo, pero que le estaba resultando difícil hacerlo porque era un borracho. Más tarde el Dr. Torrey reflexionó y se convenció que fue el Espíritu Santo que lo impulso a decirle al hombre: «¿Quieres dejar de beber?»

El hombre sorprendido le contestó:

«No, no quiero.»

La fe y la acción moral por medio del arrepentimiento van juntas. Lo vemos en el relato de Jesús del joven rico. Cuando Jesús le retó a probar la fe que profesaba con un acto tangible, vender todo lo que poseía, el joven se fue.

Tercero. El bautismo está relacionado con el arrepentimiento. Hechos 2:38 dice: «Arrepentíos y sed bautizados.» Alguien preguntará «Me puedo arrepentir sin bautizarme?» ¿Por qué no querer hacerlo? Si el arrepentimiento significa un cambio de juicio para estar totalmente de acuerdo con Dios en todas las cosas, y la Palabra de Dios dice arrepiéntase y bautícese, ¿por qué hacer la pregunta siquiera?

El principio número cuatro relacionado con el arrepentimiento es la conversión, que significa «volverse». «Por tanto, arrepentíos y convertíos (Hechos 3: 19). En Hechos 26:20, la conversión se expresa con la frase «volverse a Dios.» Dice así: » … los gentiles, que debían arrepentirse y volverse a Dios, haciendo obras que demuestren arrepentimiento.» Este verso hace eco a Juan el Bautista: «Por tanto, dad frutos que demuestren vuestro arrepentimiento» (Mateo 3:8). De nuevo se nos confronta con la necesidad de manifestar la evidencia que respalde nuestras decisiones. Si verdaderamente tenemos intención de volvernos a Dios y de estar de acuerdo con El en cualquier punto, entonces el fruto de ese acuerdo será un cambio en nuestro comportamiento que demostrará nuestro arrepentimiento.

¿Se arrepienten los creyentes?    

La pregunta final con la que queremos tratar es muy importante. ¿Se arrepienten los cristianos? La respuesta, muy sencillamente es: donde hay pecado debe haber arrepentimiento. Recuerdo los días en los que dedicaba la mayor parte de mis energías predicando sermones de avivamiento. Avivamiento significa la restauración de la salud y energías a la vida que se ha disminuido o que ha caído en condiciones subnormales. Mi apuro era que aparentemente no había material para esta clase de sermones en el Nuevo Testamento. Si quería predicarlos tenía que ir a los profetas, Isaías, Jeremías, Habacuc, etc. Esto me molestaba porque pensaba que debería haber textos de avivamiento en el Nuevo Testamento. Eventualmente los encontré, pero no salen a la superficie sino hasta alrededor del año 96 A.D. en el libro de Apocalipsis. La razón es que Apocalipsis se relaciona con las iglesias del primer siglo como los profetas con la nación de Israel en su tiempo. Así como el ministerio de los profetas fue necesario para llamar a los israelitas para que se volvieran al Señor, después de haber perdido el ánimo que tuvieron en su éxodo de Egipto y entrada a la tierra prometida, de la misma manera, el libro de Apocalipsis hace un llamado a las iglesias para recobrar la vitalidad que se había menguado desde Pentecostés y los primeros días de la iglesia. De la misma manera en que los profetas nunca enseñaron doctrina nueva sino que siempre llamaron al pueblo de Dios para que regresara a la verdad fundamental, así es el material para avivamiento en el libro de Apocalipsis. Nuestro Señor dice a la iglesia de Éfeso: «Recuerda, por tanto, de dónde ha caído y arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio.» (Apocalipsis 2:5). De manera que es necesario que los cristianos se arrepientan si han caído.

¿Cuál fue el pecado de los efesios? Habían dejado su primer amor. Dejar el primer amor es diferente que perderlo. Si se deja algo, se puede regresar al lugar donde se dejó y encontrarlo de nuevo. Aunque la iglesia de Éfeso era una de las mejores de las siete iglesias de Asia, fue amonestada por haber dejado su primer amor. ¿Adónde lo dejaron? En el punto donde dejaron de amar cuando presentaban las exigencias de la verdad. En Apocalipsis 2, Jesús alabó a la iglesia de Éfeso diciendo en efecto: «Conozco tus obras y tus fatigas; se que has examinado a los que falsamente dicen que son apóstoles y has probado que son mentirosos. Se que has mantenido a la iglesia limpia y en la sana doctrina.» Pero cuando Jesús agregó. «Sin embargo, tengo algo contra tí,» yo creo que se estaba refiriendo al hecho de que ellos se habían vuelto tan severos y tan dedicados a estar en lo cierto, que habían entrado en una rectitud legalista y habían perdido el toque de amor.

Nosotros, cristianos dedicados a la verdad, también debemos cuidarnos de caer en la misma trampa; de convertirnos en dogmáticos sin amor, severos y sin asemejarnos al Señor. Es tan fácil, cuando estamos tan convencidos que estamos en lo cierto, de adoptar una actitud farisaica cuando hacemos presentación de la verdad. Como los efesios, todos nosotros hemos sido culpables en alguna ocasión, de legalismo sin amor.

Recientemente, en una conferencia, tuve la desagradable tarea de confrontar a un joven lleno de orgullo que sin amor y dogmáticamente insistía en los principios del discipulado y la sumisión sobre otros cristianos que no estaban familiarizados con estos conceptos. Cuando Dios me dio la oportunidad de reprenderlo gentilmente, le dije: «Muy pocos de estos hombres están donde usted está. La mayoría de ellos están oyendo esta enseñanza por primera vez. Sin embargo, usted espera que ellos se apropien instantáneamente de su entendimiento en estas cosas.» Continué diciéndole: «Debe darse cuenta que la verdad debe ministrarse en amor. La verdad divorciada del amor ya no es más la verdad, ya que una vez que el factor de amor sale de la verdad, ésta se convierte en una distorsión y una caricatura.»

Cuando hablamos a los demás acerca de la verdad, debemos comunicarles un interés amoroso, en el lugar donde se encuentran. Debemos amarles más allá de nuestro deseo de probar que nuestra doctrina es correcta.

Lo que tuvo el Señor contra los efesios fue su falta de amor en hacer las cosas. ¿Sabía usted que se puede estar tan correcto que se está mal? Porque la manera de probar su punto puede hacer mal lo que es correcto. La verdad no es un conjunto legalista de factores, sino una corriente de vida que fluye y produce los cambios mediante el poder del amor.

Jesús no solamente le habló a la iglesia de Éfeso de su necesidad de arrepentirse, sino que también mencionó otras razones a las otras iglesias. En Apocalipsis 2: 16 el Señor confronta a la iglesia de Pérgamo y dice: «Arrepiéntete; sino vendré por ti pronto y haré guerra contra ellos con la espada en mi boca.» A Sardis en Apocalipsis 3:3 dice: «Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído, y guárdalo, y arrepiéntete.» A Laodicea (v. 19) dice: «Yo reprendo y disciplino a los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.»

Las siete cartas a las siete iglesias son mensajes de avivamiento para las iglesias que empezaron bien, pero que ahora necesitaban arrepentirse. Necesitaban ponerse de acuerdo con Dios. Sí, los cristianos deben arrepentirse. Donde quiera que haya pecado, debe haber arrepentimiento. Dondequiera que haya error deliberado y desvío de la verdad, debe haber arrepentimiento y cambio de dirección hacia Dios.

El arrepentimiento en todas sus formas es el tablón principal en el fundamento de todo cristiano. No le hacemos ningún favor a nadie si le ofrecemos lo que Vance Havner llama «gracia fácil». Si no lo inducimos a que examine a profundidad su vida. Si somos como el «Dr. Sin Dolor» y no taladramos toda la caries. Si no le decimos llana y directamente que no puede venir a Dios hasta que esté dispuesto a ponerse totalmente de acuerdo con Dios en lo que sea que Dios tenga que decirle con respecto a todas las áreas de su vida.

El arrepentimiento genuino es una necesidad absoluta para establecer un fundamento adecuado en la edificación de la vida cristiana.

Revista Vino Nuevo Vol 1-Nº 10