Autor Stephen Simpson

En honor al pastor John Duke (1940 – 2014)

En diciembre de 2014, el pastor John Duke, uno de mis héroes y uno de los mejores amigos de mi padre, se fue a su morada para estar con el Señor. En sus últimos años John había luchado con valentía la enfermedad de Parkinson.

Para mí, personalmente, el valor de su vida, el ejemplo, el amor y la sabiduría son incalculables. Lo conocí toda mi vida, está en mis primeros recuerdos. Él y su extraordinaria esposa, Ellen (una heroína singular), siempre estuvieron cerca de mis padres, y nuestras familias fueron muy unidas. John Duke es la amistad personificada.

Tuve el honor de crecer observándolo, escuchándolo, siendo alentado por él, corregido por él y, en última instancia, recibiendo una bendición profética sobre mi vida y la de mi familia que siempre atesoraré. John Duke era humilde, y prefirió la credencial de siervo en lugar del servido. Y, desde luego, no quería que se hiciera pompa ni alboroto sobre él. Por lo tanto, no lo llamaré «profeta» aquí, pero no se equivoquen: él era profético y llevaba el manto de profeta. Estuvo en el ministerio activo por más de 50 años en los EE.UU. y en Nueva Zelanda, donde él y su familia vivieron durante 2 años.

Fue un poderoso predicador, con profundas revelaciones. Entre los muchos grandes sermones que escuché del hermano John, uno me ha afectado especialmente; un mensaje que predicó en 1984 acerca de Job titulado, «¡Pórtate como hombre, y prepárate!» Esa noche, él inspiró a cientos de jóvenes a seguir el llamado de Dios en sus vidas y a buscarlo sin tregua.

Nunca he visto a un hombre más leal o fiel que John Duke. Fue tenaz en su deseo de servir a Dios y al pueblo de Dios. Era riguroso consigo mismo, como ningún otro hombre que haya visto jamás. Más de una vez, vi su rostro, cabeza y orejas ponerse rojas con la intensidad de su deseo de hacer el bien, y para que el bien triunfara. John Duke era un trabajador, y atrajo a personas entusiasmadas por el trabajo. Nunca exigió más a cualquiera de lo que se exigía a sí mismo; de hecho, nunca se consideró estar cerca de lo que se exigía a sí mismo.

El hermano John era sincero y apasionado en sus oraciones. Era un privilegio ser testigo del diálogo que tenía con Dios mientras oraba. Quería escuchar al Espíritu Santo, y oraba de lo que le oía decir. A veces reía, a veces lloraba. Se ponía de pie con las manos en el aire, o se acostaba en el suelo, boca abajo, clamando por Dios. Y el sentido tangible de la presencia de Dios en la habitación era electrizante.

Implacable como guerrero de oración, muy tierno con su familia; su esposa, hijos, nietos y bisnietos eran preciosos para él y disfrutaba de estar con ellos. Tenía una confianza inquebrantable en la fidelidad de Dios, y que de hecho perdura de generación en generación. Y hasta el final, él también hizo discípulos entre muchas generaciones, hasta que falleció. Los jóvenes se sentían atraídos por él, para aprender y para recibir una impartición de su espíritu. El hermano John les deja un legado excepcional.

Casi 30 años antes de su muerte, fundó la Iglesia Vida Pacto en el área de Atlanta, Georgia en EE.UU. A principios de 2014, comenzó la transición con el Pastor principal, Curtis Forman y ahora Chris Hyatt. La familia de la iglesia está en buenas manos con estos dos fieles hombres y con el destacado equipo de liderazgo que está alrededor de ellos. Continuamos orando por la familia del hermano John y la iglesia en Atlanta. Gracias, Jesús, por la vida de tu siervo, John Duke. Que seamos dignos de la herencia que hemos recibido, y que podamos servirte con la misma alegría y fidelidad que él lo hizo.

Stephen Simpson es el Editor de One-to-One, correo electrónico onetreesteve@bellsouth.net. También puede seguir sus comentarios en Twitter@ Bamastephen.