Querido amigo en Cristo:

Hace muchos años, mi padre me dijo: «Con frecuencia los humanos preferimos reaccionar que accionar. Esperamos ver lo que el enemigo va a hacer para decidir qué vamos a hacer nosotros. Lo correcto es tomar acción en base a lo que el Señor dice, y dejar que el enemigo reaccione”. En ese momento yo me estaba aislando de mi cultura como una forma de reacción.

Tal vez, lo que el Señor me está diciendo a mí ahora no sea para todos. De todas maneras, la palabra que oigo que él me está diciendo es: «Colabora, no te aísles».

Desde luego que esto no significa que podamos incumplir la Palabra de Dios, rebajar sus principios espirituales, o preferir no enfrentar lo que esté malo al trabajar con otros. Lo que creo que significa es que ni usted ni yo podemos cumplir con la misión que hemos recibido de Dios solos. Debemos solidarizarnos con los que tienen una inspiración común que están dispuestos a arriesgarlo todo para cumplir la voluntad de Dios. Está claro que resulta necesario que me integre efectivamente en esta lucha sin socavar las verdades de Dios.

¿Será este un mensaje bíblico? ¡Sí! En 1 Tesalonicenses 3:2, Pablo manda a Timoteo que es un servidor de Dios y colaborador de nosotros… En 1 Corintios 3: 9 Pablo dice que nosotros somos colaboradores de Dios, y en 2 Corintios 6:1 Pablo apela a que somos colaboradores de Dios, para amonestar a los corintios a no tomar su gracia en vano.

Colaborar es sencillamente trabajar con otros para lograr un propósito. Significa compartir ideas, estrategias y recursos para lograr ese propósito. La raíz de esta palabra es labor o «trabajo». Colaborar es trabajar, no sólo conversación, ideas o compañerismo; es acción. La comunión del Nuevo Testamento era acerca de la misión, no sólo de la reunión. Es por eso que mucha de la colaboración ocurría fuera de la reunión e incluso fuera de la Iglesia. Los apóstoles colaboraron y afectaron al mundo de su día.

Seamos realistas, gran parte de la Iglesia está aislada de la cultura o limitada por la cultura. Gran parte de la colaboración dentro de la Iglesia es sólo acerca de la Iglesia, no de nuestra misión en el mundo, en nuestro país y en el extranjero. Por supuesto los movimientos misioneros son una excepción definida, así como algunas iglesias locales.

¿Qué nos aísla? El hábito, la rutina, el miedo, nuestras diferencias con el mundo, la cultura y distinciones entre nosotros mismos. La mayor parte del aislamiento parece provenir de nuestra mentalidad, miedo o mera pasividad. El aislamiento nos roba valiosos recursos y oportunidades.

Hacedores

Cuando el apóstol Santiago dijo: Pero pongan en práctica la palabra, y no se limiten sólo a oírla, pues se estarán engañando ustedes mismos, estaba dirigiéndose a un problema obvio (lea Santiago 1: 22). Había demasiados «creyentes» escuchando pasivamente. Jesús a menudo advierte de tener cuidado en cómo escuchamos. Escuchar sin responder con acción es trivialidad y desobediencia.

Lucas 8: 1-18 narra la parábola del sembrador. Tenga en cuenta que «sembrar» es una acción realizada por un agricultor que quiere resultados. En la parábola, Jesús advierte que debemos tener cuidado con lo que oímos. Escuchar sin acción conduce a ser incapaz de oír y a la falta de productividad. ¿Será que la pasividad y la inacción ha llevado a muchos en la iglesia a la sordera espiritual? En muchos casos creo que sí.

Los apóstoles que escucharon y testificaron de los actos de Jesús eventualmente se convirtieron en hacedores, al igual que la mayoría de la Iglesia Primitiva. Ellos literalmente dieron sus vidas al igual que todos los que vivieron por la fe verdadera (lea Hebreos 11). La fe es para la acción, no meramente para hacer declaraciones de fe (credos). Hebreos 11 cataloga los actos de fe realizados por nuestros antepasados.

Los hacedores se involucran

Los hacedores quieren ver que el trabajo se haga, más que recibir el crédito. Para lograrlo, necesitan ayuda – colaboración. Dos escritores han contribuido a mi manera actual de pensar: Rex Miller y Phil Knight. Rex ha escrito varios libros incluyendo The Millennium Matrix y Humanizing the Education Machine (La Matriz del Milenio y la Humanización de la Maquina Educativa). Él es un «futurista» y en el corazón de su filosofía está la necesidad de colaborar con otros que quieren resolver un problema. Phil Knight es el fundador de Nike Shoe and Apparel Company (Compañía de Zapatos y Ropa Nike), y escribió Shoe Dog (Perro de Zapato), la historia de la compañía. Él también es un hacedor que colaboró ​​para convertirse en una persona de gran éxito.

Ambos escritores, junto con numerosos otros ejemplos, nos dicen que la clave del éxito ya no radica en aislarse; consiste en colaborar con personas con ideas semejantes y que están mutuamente comprometidas, y donde cada persona involucrada contribuye.

Rex Miller habla de reunir a líderes que vean el mismo problema y juntos busquen y promuevan soluciones creativas e innovadoras, distintas a las consabidas recetas enlatadas. Phil Knight habla de hacer retiros con personas claves, donde traten honestamente los problemas, las soluciones y las relaciones entre sí.

Yo me pregunto si la mayoría de los cristianos tiene un contexto de colaboración. Yo creo que no. La otra pregunta es si realmente necesitamos ese contexto. Mi propia respuesta a esta última pregunta es ¡absolutamente sí! Es decir, si queremos lograr el objetivo de nuestra mutua «comisión». Debemos colaborar con Dios y entre nosotros. No la podemos cumplir solos.

Mis años más productivos han sido el resultado de la colaboración. Algunos de mis hermanos colaboradores han sido personas como Derek Prince, Bob Mumford, Don Basham, Ern Baxter, Ken Sumrall y otros a quienes he servido como a mi pastor o líder compañero. La colaboración ocurría en nuestra comunión, retiros especiales y comidas. Sucedía en espacios y ambientes de colaboración donde podíamos compartir, cuestionar y vislumbrar nuestras metas.

Cambie su espacio

Rex Miller se involucró en el diseño de espacios de oficinas. Él los cambió de espacios aislados a espacios comunes de colaboración. El Jefe Ejecutivo y las personas en el terreno de acción podían reunirse junto con los otros en áreas más comunes, espacios de colaboración. Su lema era: «Cambia tu espacio; cambia tu cultura.» Las compañías más exitosas han hecho ese ajuste, incluyendo Amazon y Microsoft.

Mientras tanto, las iglesias aún se reúnen en salones con el púlpito adelante y los «oyentes» sentados en filas, poca o ninguna colaboración, excepto sobre cómo hacer crecer en número la congregación o cómo presentar alguna lección. Nuestro espacio no ha cambiado desde la Reforma y ha cambiado poco desde Constantino. A menudo escuchamos pero no colaboramos en cómo activar a los «hacedores».

Una vez, los edificios en los que se reunían las iglesias eran hogares; buenos espacios de colaboración. Después, nos cambiamos a espacios largos y estrechos, que eran pobres para la colaboración. Poco a poco, el espacio se hizo más ancho y más corto, luego espacios semicirculares como los teatros. ¿Podremos cambiar nuestro espacio para facilitar la colaboración?

A principios de los años setenta, me invitaron a predicar nueve veces en lo que era una de las iglesias de más rápido crecimiento en Estados Unidos. La iglesia se reunía en lo que una vez fuera un teatro circular que habían comprado, y podía albergar aproximadamente 3500 personas. Celebraban tres servicios cada domingo por la mañana con la casa casi llena. Aprendí allí de nuevo que cada espacio crea su propia dinámica, su propia cultura, o su propia falta de dinámica. Las relaciones reales requieren un espacio útil; un lugar para reunirse, intercambiar ideas y actuar.

La cultura de pacto

Dios es un Dios pacto (lea Deuteronomio 7: 9). El Pacto implica varios asuntos importantes: más de una persona, compromiso y apoyo mutuos, vida compartida, fidelidad al propósito, y lo que sea necesario. Dios también ha querido que seamos un pueblo de pacto. Por lo tanto, la colaboración debería ser fácil, ¿verdad? No, nunca lo es, pero es necesario hacer el trabajo y convertirnos en «hacedores».

El pacto de Dios opera en un ambiente de vida, no simplemente en reuniones. Él nunca se va, (lea Mateo 28: 18-20). La colaboración es una forma de vida para Dios y para los hacedores. Encuentran personas que tienen la misma mentalidad y propósito y trabajan juntos. Pueden reunirse en edificios, en hogares, en cafeterías o en el trabajo, pero tienen el mismo enfoque y cumplen la misma misión.

Cada creyente debe conocer a Dios de esa manera, y también conocer a otra persona de esa manera. La familia debe ser así. En Génesis 2:18, Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo». Así que, Dios dio a Adán una compañera de pacto. La parte «no es bueno estar solo» se extiende mucho más allá del matrimonio. Nos necesitamos el uno al otro. El aislamiento y la soledad son el trabajo del diablo. Estamos mejor juntos y podemos ser fecundos, multiplicarnos y llenar la tierra trabajando juntos (ver Génesis 1:28).

Pero como hemos descubierto, el matrimonio ni la colaboración son fáciles. El aislamiento parece más fácil pero es inútil a largo plazo. No podemos hacer mucho solos; no podemos multiplicarnos. Así que debemos aprender a colaborar como Jesús, los apóstoles, la Iglesia primitiva, y como están haciendo muchos afuera de la Iglesia.

Eclesiastés 4: 9-12 dice que «dos son mejor que uno y el cordón de tres hilos no se rompe fácilmente.» Si bien trabajar juntos es importante, también debo decir que es importante con quien colaboramos, porque viviremos con ellos y nos volveremos como ellos (lea Proverbios 13:20).

Consejos sobre la colaboración

Reconozca y respete a aquellos con quienes trabaja. Si Dios los unió, haga que la relación funcione; haga los ajustes necesarios.

  • Aprenda a escuchar. El mayor respeto que podemos dar es escuchar atentamente y prestar atención a lo que se dice.
  • Asegúrese de que cuando usted hable, sea para contribuir al propósito o la conversación general; manténgase en el tema y sea consciente. No domine con largos discursos o con su actitud adversaria.
  • Aprender a sintetizar y armonizar la diversidad. La diversidad es buena, pero marginar a otros o la falta de armonía no los es.
  • Manténgase en el entendimiento de que los demás están de su lado para alcanzar la misma meta y llevar a cabo la misión; y eso es lo que le permite aportar su parte. Déjese usar por el Señor para que tenga un testimonio que contribuir.
  • Mantenga su “tanque” tan lleno como pueda, leyendo, hablando con otros más allá de su grupo y manteniéndose informado.
  • ¡Ore mucho! Ore por los otros miembros del equipo, por la misión y por los que dirigen o facilitan la operación. Escuche al Espíritu Santo, el Guía que Jesús envió para guiarnos.

Soy de Alabama y nuestro estado es conocido por los deportes, especialmente el fútbol americano. El entrenador Nick Saban de la Universidad de Alabama está dedicado al «proceso». Él cree en reclutar a los jugadores adecuados, pero ellos deben «comprar» el proceso… o no juegan. Se centra en mejorar cada jugador en la práctica y en el juego. Trabajan juntos… colaboran. Los cristianos podrían aprender mucho de los deportes en equipo.

Encuentre a sus compañeros de equipo, encuentre su misión, encuentre su espacio y encuentre el éxito en el cumplimiento de la voluntad de Dios. Los campeonatos son costosos; hay errores, lesiones, enfrentamientos y trabajo real. Pero cualquier campeón le dirá: «¡Vale la pena el costo!» ¡Pregúntale al equipo de fútbol de Clemson este año!

Muchas gracias por tener a Charles Simpson Ministries en sus oraciones y por colaborar con este ministerio con sus ofrendas ¡Que el Señor los bendiga a ustedes y a los suyos este mes y siempre!

En Cristo,

Charles Simpson

Referencias bíblicas: 1 Tesalonicenses 3: 2; 1 Corintios 3: 9; 2 Corintios 6: 1; Santiago 1:22; Lucas 8: 1-18; Hebreos 11; Deuteronomio 7: 9; Mateo 28: 18-20; Génesis 2:18; Génesis 1:28; Eclesiastés 4:9-12; Proverbios 13:20

Tomado de la Carta Pastoral, febrero de 2017

CHARLES SIMPSON es el Editor en Jefe de One-to-One Magazine. También ministra extensamente en los Estados Unidos y en otras naciones.