Autor Charles Simpson

Descubra el secreto que hizo a la Iglesia Primitiva viva, dinámica y creciente.

Se requiere de células saludables para producir cuerpos sanos. Las células son las unidades estructurales y funcionales más pequeñas de todos los organismos. Ellas absorben y dan vida a todo el cuerpo cuando son alimentadas y purificadas por la sangre.

El Señor comienza tanto la vida natural como la espiritual en las células. Cuando están sanas, éstas se multiplican y proporcionan lo que un cuerpo vivo necesita para cumplir con su propósito más amplio. Mi objetivo en este artículo es examinar la unidad básica del cuerpo espiritual del Señor. El mismo Señor que creó los cuerpos naturales ha creado su cuerpo espiritual, y hay patrones paralelos de los que podemos aprender.

Mi padre fue misionero en el sureste de Luisiana entre el pueblo de habla francesa. Él conoció a mi madre allí y yo pasé allí mis primeros años. Papá conoció a mi madre cuando empezó un pequeño grupo en el hogar de su familia y, a medida que el tiempo avanzaba, ellos comenzaron otros grupos caseros. No había recursos para construir un edificio que albergara una iglesia como en la que él había crecido, ni la cultura católica local de aquella época era favorable para eso. Por lo tanto, para mí, «iglesia» era unas pocas personas, en su mayoría parientes, congregadas en un hogar para adorar y estudiar la Biblia.

La mayoría de los que se reunían nunca habían tenido una Biblia y venían con gran anhelo de oír las enseñanzas bíblicas. Papá, más que deseoso de compartir con ellos la palabra de Dios, a veces usaba la versión católica de la Biblia. Las reuniones a menudo se extendían por muchas horas porque los reunidos querían escuchar lo que la Biblia decía. Aunque papá continuó en el ministerio por más de 60 años en otras partes, nunca olvidó el entusiasmo y el hambre en esos grupos caseros.

La Iglesia Primitiva

Muchos años más tarde, después de comenzar mi ministerio, yo también reflexionaría en esos días, si bien hacía mucho tiempo que nos habíamos ido de esa área. Aunque pastoreaba en un ambiente tradicional, me impactaba leer que Jesús ministró en la casa de Pedro, donde sanó a la madre de su esposa. Ministró en la casa de Lázaro, María y Marta; en la casa de Mateo donde se reunió con pecadores: en la casa de Simón donde una mujer lavó sus pies; en la casa de Zaqueo y en el Aposento Alto donde instituyó el  Nuevo Pacto. Jesús fue de aldea en aldea y de casa en casa predicando el reino de Dios. El reino es su gobierno en nuestras vidas.

Jesús envió a los doce discípulos, y más tarde a setenta, a aldeas, de dos en dos, en busca de un hogar que los recibiera, y para que hicieran lo que habían visto hacer. Ellos regresaron regocijándose y Jesús se gozó con ellos. Después de Pentecostés, los apóstoles continuaron su modelo, y Jerusalén se llenó de pequeños grupos de creyentes que comían juntos, compartiendo y siguiendo el modelo de los apóstoles. Encontraron fuerte oposición, fueron perseguidos, golpeados y a algunos mataron, pero crecieron y se multiplicaron por el poder del Espíritu Santo. ¡Eran una iglesia dinámica!

Jesús no sólo había dado a sus discípulos una estrategia de crecimiento, les había dado vida abundante y ésta se derramaba en todo el mundo.

Mi despertar

Crecí creyendo en la Biblia, incluso cuando no la vivía. Sin embargo, después de pastorear durante siete años y de predicar la Biblia, no estaba viendo lo que yo predicaba. Esto despertó en mí una gran hambre espiritual. Visité un pequeño grupo de personas que habían sido bautizadas en el Espíritu Santo, y allí yo también fui bautizado en el Espíritu Santo. Consecuentemente, nuestra iglesia comenzó una transformación radical mientras buscábamos redescubrir nuestros fundamentos espirituales. Fue una temporada muy apasionante y fructífera, como nunca había presenciado.

Nuestra transformación no fue sin oposición y errores, pero pequeños grupos comenzaron a estudiar la Biblia con nuevos ojos y buscar al Señor juntos. Prosperamos y nos multiplicamos a pesar de todo. Luego, en 1966, descubrimos un folleto titulado, «El secreto perdido de la Iglesia Primitiva». El folleto venía con una carta de advertencia que decía que el concepto de iglesias en las casas había sido probado y habían fracasado. No obstante, empezamos a organizarnos en grupos pequeños. Algunos tuvieron éxito y otros fracasaron.

La historia dice que los idealistas a menudo tienen una buena idea pero fracasan en la implementación. Puede ser que algo vital no estaba presente o que el momento de probarlo no era el correcto. Sin embargo, había tenido éxito en el Nuevo Testamento y la mayoría de los avivamientos habían comenzado en grupos pequeños. Estos avivamientos comenzaron, no porque tuvieran un plan, sino porque la gente estaba desesperadamente hambrienta de ver a Dios moverse y se reunían para orar con amigos cercanos.

De casa en casa

Es asombroso cómo interviene nuestra genética en las decisiones, incluso sin que estemos conscientes de ello. En 1971, renuncié como pastor de esa iglesia y me mudé a otra ciudad muy lejana. Allí, reuní a un pequeño grupo de amigos en nuestra casa y juntos buscábamos al Señor. Todos anhelábamos estar juntos para encontrarnos con el Señor. Finalmente, cada uno de los que se reunían se convirtió en ministro y comenzaron otros grupos.

En 1973, me trasladé a la costa del golfo de México en Mississippi, donde tenía algunas relaciones espirituales de hacía mucho tiempo. Ya ellos se estaban reuniendo en los hogares. Era impresionante ver cómo los integrantes de esas células estaban siendo llenos con el Espíritu Santo y pasaban el tiempo en el estudio de la Palabra. Nuevamente hubo oposición y crítica, pero los grupos estaban llenos de vida y la comunión era vibrante. Eventualmente, el número de las células creció a 55 en un radio de 160 kilómetros. Todas las células se reunían una vez al mes y alcanzamos a tener mil o más personas. Entonces, algunos líderes comenzaron a mudarse a otras áreas y comenzar otras células.

La oposición era a menudo feroz, algunos decían que éramos una «secta», aunque nuestra teología, y práctica era bíblica. Tal vez por razones prácticas, o por reacción, compramos terrenos y construimos instalaciones para reuniones. Con el tiempo, nos volvimos «normales». Habíamos soportado una investigación del Servicios de Impuestos Internos que duró tres años y medio y una fuerte oposición. Habíamos ganado éstas, pero algo se había perdido.

Las células se convirtieron en «grupos de cuidado». Los grupos se volvieron más introvertidos y se formaron «equipos» para apoyar la vida de la iglesia: equipos de adoración, equipos de ministerio, equipos de divulgación, equipos de ujieres y muchos más. Todo servía un propósito útil, pero para ser sincero, no eran células vivas. El crecimiento de la iglesia no era por multiplicación celular. Como líder, asumo la responsabilidad por eso.

Hoy, a la edad de 80 años, he estado en el ministerio durante 62 años, y todavía predico regularmente en iglesias, algunas grandes, otras pequeñas. Sin embargo, todavía anhelo la íntima y vibrante comunión de amigos cercanos que buscan al Señor y comparten lo que él está diciendo a través de su Palabra. Al decir esto, no menosprecio los nobles esfuerzos de aquellas iglesias que buscan enseñar y vivir la Palabra de Dios. Sin embargo, mi genética espiritual y la Biblia aún me llaman para reunirme con amigos cercanos alrededor de la presencia de Dios y buscar su voluntad para los días venideros.

A menudo, cuando el Señor nos habla personalmente, podemos ver lo que él está diciendo en todas partes de la Biblia. Dios creó la familia, y la familia es una célula. Daniel tenía tres amigos que oraban juntos. La iglesia primitiva estaba compuesta de células. Jesús iba de casa en casa. Después de su ascensión y después de Pentecostés, los apóstoles siguieron el mismo patrón y fueron de casa en casa. El apóstol Pablo a menudo cerraba sus cartas con saludo de su «casa» a sus casas, y leían sus cartas de casa en casa (ver Romanos 16: 5, 10, 11, I Corintios 16: 15-19, Colosenses 4:15).

Todos los ejemplos anteriores y otros eran dinámicos, tenían un impacto multiplicador y se interrelacionaban a través de la supervisión apostólica. Los organismos vivos son fructíferos; es decir, tienen un impacto multiplicador. Cruzaron todo tipo de fronteras para finalmente dominar Roma, a pesar de la persecución promovida por la inspiración demoníaca.

Ingredientes

Debo aclarar que no tengo ningún escrúpulo con las iglesias tradicionales. Jesús las ama a todas, y yo también. La mayoría de ellas son una parte vital del cuerpo de Cristo y sirven grandes propósitos. No estoy abogando por una organización en conflicto con la tradición. No obstante, creo que para que cualquier grupo tenga éxito, hay ingredientes que son necesarios. Mi definición de éxito puede variar de algunas otras, pero para mí el éxito viene con la obediencia a Dios y a su Palabra. Ofrezco a continuación algunos ingredientes que creo son vitales para el éxito de un grupo pequeño o una célula viva:

Vida orgánica. Tales grupos son guiados por el Espíritu Santo. Eso los hace el cuerpo de Cristo. La vida orgánica es más que un programa. Son personas que comparten una vida común entre sí y con el resto del cuerpo de Cristo. La sangre de Jesús circula, nutre y limpia (ver 1 Juan 1: 7).

El Espíritu y la Palabra. El Espíritu Santo nos vivifica y la Palabra de Dios nos establece, nos guía y es nuestro pan de cada día. La Palabra es la lámpara y la luz para nuestro camino. Proporciona los límites de la comunión y el comportamiento; es la semilla que sembramos (vea Marcos 4:14). Cuando vivimos su Palabra en el Espíritu Santo, tenemos y compartimos la vida del reino (ver Romanos 14:17).

La oración. La oración y el estudio de la Biblia deben seguir siendo el corazón de nuestra reunión como lo fue para los grupos apostólicos. Aprender a orar bíblicamente y con fervor se puede lograr mientras meditamos en la Palabra de Dios y observamos a los que la modelan para nosotros. La oración real va más allá de repetir frases gastadas, sale del corazón, y se hace con fe. Sugiero un estudio cuidadoso de la oración de Jesús en Juan 17. Todas las cosas son posibles si las creemos.

Amistad verdadera. Jesús llamó a sus discípulos «amigos» porque él fue capaz de darles a ellos todo lo que él tenía; incluyendo su vida, y las verdades que el Padre le había dado. Ellos eran con quienes él «deseaba fervientemente» estar antes de sufrir. Ellos eran sus hermanos de pacto con quienes estableció un nuevo pacto (ver Lucas 22: 14-20).

El deseo de edificar. El propósito de nuestra reunión es edificar y unificar (ver Efesios 4: 12-16). Para tener éxito en el propósito de Dios, debemos ayudarnos mutuamente. No venimos para derribar, sino para decir la verdad en amor. Cuando Pedro cuestionó a Jesús acerca del futuro de Juan, la respuesta de Jesús fue ¿a ti qué? Nuestra comunión debe permanecer positiva. Si hay ofensas, deben ser manejadas de acuerdo con Mateo 18. Es importante que se permita que todos compartan mientras otros escuchan. Nadie debe dominar la conversación.

Enfoque hacia fuera. Cuando nos juntamos para tener comunión, orar y estudiar la Biblia, un enfoque externo es esencial para obedecer la comisión del Señor y nos ayuda a evitar caer en la introversión y la introspección. Debemos mantener en nuestras mentes y en nuestras oraciones a los que aún no conocen al Señor. Haga espacio para los testimonios de aquellos que traen a otros a Cristo.

Multiplicación. Las células sanas se multiplican. No existimos sólo para alcanzar a los necesitados y a los perdidos, sino para reproducir células sanas. Eso significa entrenar a nuevos líderes de células. Eso se puede hacer dentro y fuera de la reunión. No todos serán llamados para crear o dirigir una célula nueva. Recomiendo los libros de Larry Kreider y del Dr. Michael Peters para ayudar en la comprensión de la vida celular y el liderazgo. También es necesario hacer una evaluación ocasional de la célula para ver si cumple con estos criterios. Si no es así, coméntelo con otros líderes. Cada célula necesita rendir cuentas a un supervisor; de lo contrario, puede convertirse en una «célula maligna». A eso llamamos «cáncer». Una evaluación nos ayudará a determinar si necesitamos hacer ajustes para alcanzar el éxito. Cuando concebimos que hay mejoras que pueden y deben hacerse, eso produce «crecimiento».

No hay células perfectas porque no hay gente perfecta. Sin embargo, podemos estar en proceso de perfeccionamiento y maduración si seguimos las pautas e incorporamos estos ingredientes. Muchos ya han iniciado este proceso. Si usted no lo ha hecho, consulte con un líder maduro antes de comenzar. Después de comenzar, manténgase en contacto con otros líderes que lo están haciendo bien. Además, oro para que las bendiciones de Dios vengan sobre usted. Estas promesas son increíbles para aquellos que lo hacen bíblicamente. Recuerde las palabras de Jesús:

“Una vez más les digo, que si en este mundo dos de ustedes se ponen de acuerdo en lo que piden, mi Padre, que está en los cielos, se lo concederá. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos” (Mateo 18: 19-20).

 

Notas
Citas bíblicas de la versión Reina Valera Contemporánea

Tomado de One-to-One Magazine Primavera del 2017

CHARLES SIMPSON es el Editor en Jefe de One-to-One Magazine. También ministra extensamente en los Estados Unidos y en otras naciones. En 2015, celebró 60 años de ministerio.