La libertad que se obtiene a través del ministerio de liberación tiene que ser defendida.

En casi todas las transacciones entre Dios y el hombre, existen dos parte: la de Dios y la del hombre. El hombre no puede hacer la parte de Dios y Dios ha escogido no hacer la que le corresponde al hombre.

Esta es una norma que se aplica a todas las provisiones principales de Dios que se reciben por medio de la fe en Cristo. Solamente Dios puede perdonar y limpiarnos de pecado. Pero después, el creyente es responsable de caminar en la luz. Sólo Dios puede llenar con el Espíritu Santo. Pero después de la experiencia inicial, el creyente es responsable de seguir recibiendo y mantenerse continuamente lleno.

Lo mismo se aplica con la liberación de espíritus malignos. Solamente Dios puede liberar. Pero después, la responsabilidad es del creyente de mantenerse libre.

Yo mismo aprendí esta lección en mi experiencia personal. Durante varios años, después de haber entrado en el ministerio, sufrí con terribles ataques de depresión. Un día, Dios me mostró en Isaías 61:3 que esta condición se debía a un espíritu de angustia que me estaba oprimiendo. Entonces me dirigió a Joe1 2:32 donde dice: «Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo». Yo me apropié de esta promesa, oré específicamente en el nombre de Jesús para que me liberara del espíritu de angustia y Dios contestó mi oración poderosamente.

Sin embargo, descubrí después, que mi responsabilidad era mantenerme libre. La mayor dificultad radicaba en el área de mis pensamientos. Estaba habituado a inclinarme hacia los pensamientos negativos y pesimistas. Dios me mostró que esto era en realidad una negación de mi fe en Cristo, ya que Romanos 8:28 asegura que «todas las cosas cooperan para bien … de los que aman a Dios … los «que son llamados conforme a su propósito». Deliberadamente, me propuse reeducar mi propia mente, «poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo» (2 Corintios 10: 5). Cultivé las reacciones y los patrones del pensamiento positivos y optimistas, basados directamente en las declaraciones y las promesas que nos dan la Palabra de Dios. Este fue el inicio de un estricto proceso de disciplina mental que duró por varios años. Al final, sin embargo, mi «liberación» no era sólo temporal; estaba «libre en verdad» (Juan 8:36).

Más tarde, Dios me impulsó en esa dirección, en un ministerio público de predicar y ministrar liberación a muchos cientos de personas. La experiencia de aquellos que recibían su liberación, corroboraba una y otra vez la misma verdad que ya había sido probada en mi propia vida. Una cosa es ser «liberado» inicialmente y otra mantenerse permanentemente «libre». He descubierto que hay un número de requisitos básicos para mantener la liberación. Los siguientes son imprescindibles:

  1. Entregue deliberadamente toda área de su vida al Señorío de Jesús. En Mateo 12:43-45 Jesús nos advierte que cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, buscará la manera de regresar para entrar de nuevo en el hombre. Si lo logra hacer, traerá consigo siete espíritus más depravados que él. Jesús describe la condición del hombre que permite el reingreso del espíritu inmundo como «desocupada, barrida y en orden». La palabra clave aquí es «desocupada». Un hombre así se ha librado del espíritu inmundo, pero no ha permitido que Cristo tome posesión del lugar que quedó «vacante». Por lo tanto le está ofreciendo al espíritu la oportunidad para que regrese.

Es menester, cuando una persona es liberada de un espíritu en cualquier área de su vida, que inmediatamente se la entregue a Jesús como Señor y le pida que entre y tome su control completo. Ningún espíritu podrá entrar donde Jesús tenga el control efectivo.

  1. Si aún no ha sido bautizado en el Espíritu Santo, busque esta llenura y manténgase continuamente lleno de ahí en adelante.

Efesios 5:18 exhorta a todos los creyentes a ser «llenos del Espíritu». No es opcional; es imperativo. Vivir a un nivel inferior, es vivir por debajo de la voluntad revelada de Dios y vulnerable a los ataques de Satanás.

  1. Viva en y por la Palabra de Dios (Las Escrituras).

En Mateo 4:4 Jesús dice: «No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que salga de la boca de Dios». No permita que su vida sea controlada por sus emociones, sus hábitos o sus tradiciones religiosas. Estas no ofrecen ninguna protección contra Satanás. Cuando Jesús mismo fue tentado por el diablo, El respondió siempre con «escrito está … » – es decir, citando directamente la palabra escrita de Dios. Es necesario que usted aprenda a hacer lo mismo.

Recuerde que no es suficiente sólo creer la Palabra de Dios en su corazón; es necesario que la confiese oralmente con atrevimiento (vea Romanos 10:8-10). Jesús es el «Sumo Sacerdote de nuestra confesión» (Hebreos 3: 1-margen). Si usted mantiene una confesión bíblica y atrevida de su fe, Jesús la respaldará. Pero si su confesión es negativa, temerosa e incrédula, se estará privando de Su ministerio como Sumo Sacerdote en favor de usted.

La referencia de Pablo en Efesios 6:17 es a la Palabra escrita de Dios:

«Y tomad … la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios … » Note que su responsabilidad es «tomar» esta espada. Después el Espíritu Santo le ayudará a «usarla».

  1. También necesita vestirse con toda la armadura del creyente.

(Efesios 6: 14-17): El cinto de la verdad; la coraza de justicia; el calzado de la preparación del evangelio de la paz; el escudo de la fe; el yelmo de la salvación. Todo este equipo es para su protección. La única arma de ataque es la espada de la Palabra de Dios.

Quien hace uso completo de este equipo, está protegido desde la cabeza hasta los pies – con una condición: ¡que no vuelva la espalda! No hay nada que Dios haya dado para proteger la espalda. Si se da vuelta con temor para huir, Satanás aprovechará la oportunidad para herirle por la espalda.

La razón por la que necesita esta armadura está en Efesios 6:11-12. El compromiso es guerra total contra Satanás y todas sus huestes espirituales de maldad. En relación con este conflicto, Pablo dice en Romanos 12:21: «No seáis vencidos por el mal, sino venced con el bien el mal». Las alternativas son sólo dos: vencer o ser vencidos. No hay una tercera.

  1. Debe aprender a llevar puesto, en todo tiempo, el «manto de alegría (alabanza}».

Esta es una protección especial contra el «espíritu de angustia» (Isaías 61:3). Cuando se vive en una atmósfera continua de alabanza y de acción de gracias para Dios, quien sale turbado es el diablo y no usted. Usted jamás caerá presa de la depresión ni de sus actitudes y emociones negativas.

Haga la misma decisión que hizo David en el Salmo 34:1: «Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca». Recuerde que David escribió estas palabras cuando era un fugitivo en la corte de Aquis (o Abimelec), rey de Gat. David tuvo que fingir que estaba loco para salvar su vida y dejaba correr la saliva por su barba y escribía con las uñas en las portadas de las puertas (vea 1 Samuel 21:10-15). Si David pudo alabar al Señor bajo estas circunstancias, entonces usted también puede hacerlo cuando pase por tiempos de prueba y de presión.

  1. Cultive buenas relaciones.

Una de las advertencias que hacen los Alcohólicos Anónimos a sus miembros es esta: «El resentimiento es un lujo que ya no se puede dar». Lo mismo se aplica a todo aquel que ha sido liberado de espíritus inmundos, especialmente si han sido en el área emocional. Un buen ejemplo es el testimonio personal de Pablo delante de Félix:

«En vista de lo cual me esfuerzo por conservar (yo mismo practico-margen) una conciencia irreprensible (sin ofensas) tanto delante de Dios corno delante de los hombres» (Hechos 24:16). Se requiere el «ejercicio» espiritual para mantener una buena relación con Dios y los hombres, de la misma manera que un atleta requiere ejercicios físicos para mantener su cuerpo en buenas condiciones.

En Efesios 4:26-27, Pablo advierte: «Airaos, pero no pequéis, no se ponga el sol sobre vuestro enojo, y no deis oportunidad al diablo». Nunca permita que la impaciencia, el resentimiento o el enojo lo impulse a cometer algún acto pecaminoso. Ceder al enojo es «darle oportunidad al diablo»; es abrir un área de su personalidad al diablo y permitirle que entre y la ocupe. Mantenga sus cuentas a corto plazo con las personas cercanas a usted. Antes de acostarse todas las noches, asegúrese que está limpio de enojo, resentimiento y amargura.

  1. Sujétese a la disciplina bíblica.

La Biblia compromete al creyente a sujetarse a varias formas de disciplina: la disciplina divina; la autodisciplina; la disciplina del hogar y de la iglesia; y la disciplina de obediencia al gobierno secular. Se nos dice en Hechos 11 :26 que fue a los «discípulos» a los que se llamó «cristianos» por primera vez. Como lo indica la palabra, un «discípulo» es uno que está bajo «disciplina». Las personas que no están dispuestas a entrar bajo disciplina, no tienen ningún derecho de llamarse cristianos.

Es de particular importancia que encuentre el lugar que Dios ha designado para usted en el cuerpo de Cristo, en una comunidad de creyentes con el mismo sentir. Allí entrará bajo la autoridad de aquellos a quienes Dios ha puesto como líderes. La autoridad espiritual provee una cobertura de protección para el creyente. Si usted rehusa sujetarse a esa autoridad, estará espiritualmente «descubierto» y ofrecerá un blanco fácil para el ataque del enemigo.

  1. Finalmente, ponga a Jesús en el centro.

La experiencia de la liberación de espíritus inmundos es a veces emocionante y dramática. Con frecuencia abre los ojos a un aspecto de la verdad bíblica del que nunca se había recibido ninguna instrucción. El impacto es a veces casi sobrecogedor. Hay una tendencia de atribuir a los demonios todo tipo de problemas. Esto, por supuesto, no es bíblico. No todos los problemas son la consecuencia directa o indirecta de demonios.

Nunca permita el desequilibrio en su énfasis espiritual. Es posible irse a los extremos con muchas cosas, tales como las lenguas, la sanidad, la liberación, el orden de la iglesia, etc. Todas estas cosas son importantes, pero ninguna de ellas es céntrica. Únicamente Jesús es el centro de toda experiencia bíblica. Ponga a Jesús en el centro y los otros aspectos de la verdad se acomodarán gradualmente en su debido lugar, alrededor de El.

En Juan 12:31-32 Jesús dijo: «Ahora el gobernante de este mundo (Satanás) será echado fuera. Y yo, si soy levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo». El orden aquí es claro y práctico. Primero, Satanás debe ser expulsado. Después, Jesús debe ser exaltado. La seguridad y el éxito son el resultado de poner a Jesús en alto.  

Revista Vino Nuevo Vol 1-Nº 6- abril 1976