Autor Bob Sutton

Un examen del lado espiritual del noviazgo

Por siglos, la sociedad fue bastante rígida en lo que respecta a la conducta exigida en el noviazgo. Todo hombre o mujer joven que alcanzaba la edad para cortejar sabía exactamente lo que se requería de ellos y cuáles eran los límites sociales aceptados. Pero con la libertad del siglo veinte, el trastorno de las normas en la moralidad tradicional y los cambios en el entendimiento del matrimonio y la familia, la juventud moderna ha sido lanzada dentro de un dilema filosófico y moral que sus abuelos nunca conocieron. Donde antes la sociedad dictaba lo que era conducta aceptable en los encuentros sociales con personas del sexo opuesto, ahora la responsabilidad del comportamiento es descargada directamente sobre los jóvenes mismos.

Esta situación presenta un problema peculiar para los jóvenes que han vivido con una norma de libertad moral y social antes de conocer al Señor y de entrar en Su Reino. Porque no tienen una norma de conducta clara en las relaciones sociales y en el noviazgo, estos jóvenes se encuentran a menudo con dificultades que se llegan a convertir en tropiezos en sus vidas cristianas. Por lo general, las normas que les hacen falta debieran venir del hogar, pero cuando los padres no son salvos o cuando los jóvenes no viven en el hogar, estas deben emanar del Cuerpo de Cristo.

Con el consejo y la ayuda del Cuerpo de Cristo, los jóvenes pueden determinar y vivir de acuerdo al dechado que se establezca para las relaciones con los miembros del sexo opuesto que se ajuste a su caminar con el Señor. Una disciplina así desarrollará responsabilidad y madurez de incalculable valor en los jóvenes que se acercan a la vida adulta y al matrimonio.

Una de las dificultades que se encuentran cuando se hacen conclusiones para regular la conducta en las citas entre jóvenes del sexo opuesto es la diversidad de edades. No podemos esperar la misma libertad y responsabilidad para una persona de 16 años que la otorgada a alguien de 26 años y que viva fuera del hogar paterno. Ningún conjunto de «reglas para citas» puede desarrollar la responsabilidad y la madurez que demanda este aspecto en las relaciones sociales. Por lo tanto, el énfasis de este artículo no es asentar reglas, sino más bien explorar algunas normas o guías que se pueden aplicar a las diferentes y variadas situaciones que existen.

Citas sociales

La palabra «cita» es usada para cubrir una gran variedad de relaciones, desde el encuentro ocasional entre amigos hasta el noviazgo. Los jóvenes empiezan a salir juntos entre los doce (más jóvenes en algunas partes) y diez y seis años. Comienzan la costumbre de pasar un rato social juntos con miembros del sexo opuesto. Aparte del simple hecho que esta costumbre es parte de nuestra sociedad, hay tres razones que se ofrecen generalmente a favor de salir en una cita social u ocasional. La primera, es para tener compañerismo con personas del sexo opuesto. La segunda, es para aprender a relacionarse con ellas y la tercera, es para comenzar el proceso de seleccionar un cónyuge.

Salir socialmente o tener una cita ocasional es diferente de lo que podríamos llamar «cortejar» en que las citas, en el período del cortejo, son en serio, limitadas generalmente a un solo individuo con el que existe cierta forma de compromiso, ya sea para el matrimonio o la consideración del matrimonio. Por lo general, la costumbre es salir en citas sociales con diferentes individuos dentro de un período de tiempo, aunque hay relaciones exclusivas de salir con una sola persona, que se desarrollan por razones de seguridad y posición social.

Para el joven o la joven cristiana que busca su potencial pleno y su felicidad como individuos, es muy fácil caer bajo la presión de aceptar este sistema como una parte inseparable de su realización personal, simplemente porque nuestra sociedad parece aceptarlo de esa manera. Pero cuando tratamos de caminar dentro del Reino de Dios, a menudo tenemos que cambiar, no sólo nuestra conducta, sino también toda nuestra perspectiva de la vida. Si en verdad, nosotros los cristianos somos una sociedad extranjera bajo el régimen de otro gobierno, entonces no nos debería de sorprender que el Soberano de ese Reino haya establecido los medios divinos para realizarnos como individuos y para llenar las necesidades que el mundo trata de encontrar en sus situaciones como las de salir en citas.

Cuando examinamos las tres razones que se dan para salir socialmente – compañerismo, aprender a relacionarse con miembros del sexo opuesto y la selección de un cónyuge – encontramos que Dios ha tomado las medidas necesarias para llenar estas necesidades dentro del Cuerpo de Cristo, eliminando los peligros insospechados que acompañan a las citas sociales.

Antes de ir más adelante, queremos que quede perfectamente claro que el propósito de este artículo no es probar que salir en citas con personas del sexo opuesto es «malo». Las Escrituras no lo prohiben directamente ni en principio. Eso es algo que cada individuo tiene que decidir por sí mismo. El propósito del artículo es, sin embargo, el de presentar una alternativa para aquellos que están buscando un camino satisfactorio para desarrollar relaciones adecuadas con personas del otro sexo.

La esfera principal en donde los jóvenes aprenden la relación entre los sexos, es en el hogar. La mayor parte de los mal entendidos respecto al sexo y al matrimonio se pueden reseguir hasta un hogar en donde no existía una relación saludable entre los padres. Cuando los jóvenes miran la manera en que los padres se relacionan entre sí y con los hijos del sexo opuesto, aprenden las lecciones más profundas y perdurables sobre cómo relacionarse con los demás. Un muchacho comienza a entender lo que es ser hombre y la manera en que un hombre trata con una mujer, no saliendo en citas con muchachas o tomando un curso de educación sexual, sino observando la manera en que su padre se relaciona con su madre. Del mismo modo, una muchacha aprenderá a relacionarse y a mirar su posición con respecto a los hombres observando la relación que su madre tiene con su esposo. Para cuando llega el tiempo en que los jóvenes empiezan a salir en citas, ya tienen una impresión establecida – a veces trágica – de cómo tratar con el sexo opuesto.

Una vez que los conceptos fundamentales sean incrementados, dentro del orden divino en el hogar, las relaciones entre muchachos y muchachas pueden llegar a ser desarrolladas plenamente dentro del Cuerpo de Cristo. Las situaciones de grupo eliminan las presiones y las responsabilidades que se encuentran en las citas a solas y ofrecen libertad y cobertura para que el individuo disfrute del compañerismo mixto al nivel que su edad y madurez lo permitan. ¿Estamos diciendo que un cristiano nunca debe de salir en citas sin terceros que le acompañen? Repetimos de nuevo, nuestro deseo no es el de dictar restricciones específicas de conducta, sino mostrar una alternativa de lo que el mundo ha establecido como lo aceptado en las relaciones entre los sexos.

Las personas solteras tienen innumerables oportunidades para interactuar dentro del contexto del Cuerpo de Cristo, en la rutina normal del pueblo de Dios, en la comunión, la adoración, el servicio a la comunidad, la recreación y en el diario vivir. Las relaciones que se desarrollan en este ambiente se destacan particularmente por su estabilidad, su realidad, su sinceridad y la cobertura que fluye en la vida de la comunidad cristiana.

La selección de un cónyuge

Entre los adultos solteros, especialmente entre las mujeres, el asunto de encontrar un compañero, se puede convertir fácilmente en una preocupación continua.

Las universitarias, por ejemplo, el último año de estudios las puede hacer susceptibles a una enfermedad muy común que podríamos llamar «la fiebre de las graduadas». Como saben que pronto comenzarán su vida de adultos en el mundo donde las posibilidades de encontrar esposo son más difíciles, se sienten presionadas para «encontrar uno antes que sea demasiado tarde». Las jóvenes cristianas, que no están inmunes a este mal, a menudo caen en un juego mental de medir a cada hombre que llegan a conocer con este pensamiento:

«Talvez este sea el que Dios me tiene reservado». Con frecuencia las citas se convierten en el medio de «estar disponibles para la dirección de Dios,» con la tendencia de sentir que entre más citas se tenga, mejores serán las oportunidades de encontrar al «indicado». Esta actitud refleja una falta de confianza en la fidelidad de Dios de que traiga a quien El haya escogido a su debido tiempo. Dios hizo a Eva y la trajo a Adán; no la escondió para hacer que Adán saliera a buscarla detrás de cada árbol.

Muchos jóvenes cristianos andan buscando detrás de cada árbol en vez de hacer lo mismo que Adán – permanecer donde Dios lo quería y hacer lo que El le había ordenado – y esperar confiadamente para que Dios le traiga un o una compañera a su tiempo justo. El Espíritu Santo hace las parejas perfectas. También se da cuenta de las presiones y los problemas más peculiares en la vida de los solteros. Jesús fue soltero también. El Espíritu Santo puede atraer entre sí a quienes El desee dentro de la atmósfera libre de la comunidad cristiana, cuando los jóvenes se juntan, no con la idea de emparejarse para el matrimonio, sino con el deseo de servir al Señor y de ser usados en Sus propósitos.

LA TRAMPA AMOROSA

Muchas de las angustias y peligros más grandes que se encuentran cuando se sale en citas, son el resultado de la mala comprensión de la constitución humana – sus emociones y reacciones. De algún modo nuestra sociedad ha desarrollado la idea de que la experiencia emocional de estar «enamorado» es un fundamento sólido para el matrimonio. Es interesante notar que los matrimonios en los tiempos bíblicos estaban fundados sobre bases menos románticas – política, estado social, economía o conveniencia – y el porcentaje de divorcios era substancialmente más bajo, como lo sigue siendo aún en estos tiempos modernos en las sociedades orientales.

El amor de Dios, ágape, comienza con nuestra voluntad y termina con nuestras emociones. El amor emocional, eros, comienza y se centra en nuestros sentimientos y tiende a dominar nuestra voluntad. Estar «enamorado» es generalmente eros y. aunque por definición este es el amor sexual, no tiene que ser necesariamente físico. Es sencillamente una expresión de un profundo deseo de relacionarse con personas del sexo opuesto; un deseo normal, saludable y diseñado por Dios. Sin embargo, no se le debe interpretar como la aprobación de Dios en una relación, o como la única base para el matrimonio.

Dios nos hizo con voluntad propia para que, estando sujetos a El, gobernáramos nuestro intelecto y nuestras emociones. Si permitimos que nuestras vidas sean dirigidas por nuestras emociones estaremos quebrantando el orden divino e invitando al engaño y al peligro. Dios nos creó con emociones y debemos disfrutarlas. Muy a menudo, la dirección de Dios viene acompañada con las emociones adecuadas – pero estas deben acompañarla y no dominarla.

Como Dios hizo a la mujer un ser «sentimental» en contraste con el hombre que tiende a ser más analítico, ellas son las más susceptibles de caer en la «trampa amorosa». Dios hizo a la mujer para que respondiera al amor y a la iniciativa del hombre y por eso, si se deja llevar estrictamente por sus sentimientos, le es a menudo difícil discernir cuál es la voluntad de Dios en las relaciones con sus amigos que la citan. Una mujer comenzará inevitablemente a corresponderle a un hombre que salga con ella y eventualmente se «enamorará» porque Dios la hizo de esa manera. Para una mujer que salga con un hombre y diga: «Señor, no permitas que mis sentimientos se involucren en esta relación si no es de Ti», es lo mismo que lanzarse en un precipicio y decir: «Señor, no permitas que toque el fondo». Es una ley natural, como la ley de la gravedad, que una mujer corresponda al estímulo de un hombre con quien pasa el tiempo. Dejarse llevar por sus sentimientos como una forma de discernir la voluntad de Dios es invitar al desastre.

Las emociones fuertes que se sienten hacia otra persona pueden ser causadas por muchas otras cosas que la atracción del Espíritu Santo. Las siguientes son las más comunes:

Cuando alguien nos muestra afecto. Es una ley natural (Lucas 6:32, 33). Es natural corresponder al amor que nos demuestran los demás.

Afinidad natural. Nos gustan las mismas cosas: caminar por el bosque. la música clásica. El buen tiempo que se disfruta juntos en actividades que nos gustan tienden a edificar sentimientos de intimidad y afecto. Las similitudes en la personalidad tienden a hacer lo mismo.

Acercamiento y comunión espiritual. ¡Préstele mucha atención a esta! Hay algo en la contextura humana que nos hace muy abiertos y receptivos cuando estamos en una atmósfera espiritual (adoración, oración, comunión). Muchas personas que no han entendido esto, mal interpretan el acercamiento y los lazos que ambos sienten en una comunión espiritual profunda, como el lazo de amor que Dios les da para tener una relación especial. Muchos casos tristes de adulterio y de relaciones ilícitas han ocurrido cuando un hombre y una mujer han comenzado a orar juntos y a tener comunión, aún cuando en el principio sus motivos eran sinceros y sus corazones estaban puros. Motivados por el acercamiento espiritual que sienten, creen que Dios ha puesto Su sello celestial sobre sus relaciones. Por esta razón, las personas solteras deben ejercer mucha cautela con respecto al tiempo que pasan juntas y a solas en oración y adoración prolongadas.

Química Sexual. Las presiones de la vida de soltero y el deseo normal de tener relaciones físicas sexuales pueden llegar a convertirse en las fuerzas motrices en una relación.

En este caso, los cristianos deben permitir que Dios, por medio del Espíritu Santo, guíe sus relaciones y no hacer decisiones con base en sus emociones.

¿Con quién debo salir?  

Pablo especifica claramente en 2 Corintios 6:14 que un cristiano no debe unirse en yugo desigual con alguien que no es creyente. Aunque algunos intentan aplicarlo al matrimonio, un examen minucioso de este pasaje revelará que el matrimonio no se menciona ni remotamente en el contexto. El «yugo desigual» significa más bien una relación en la cual el incrédulo se puede convertir en una influencia diluyente y mezcladora en nuestras vidas (1 Corintios 15:33). Esta consideración debe ser el primero y el más importante criterio para juzgar cualquier relación – especialmente las que tengan potencialidad de convertirse en un envolvimiento emocional.

La excusa más común que se da es la siguiente: «Si salgo con él, le podré testificar y ganarlo para el Señor». ¡Dios ha usado estas situaciones para alcanzar a muchos jóvenes, pero habiendo mejores alternativas disponibles, el cristiano demostrada gran sabiduría en no jugar con su suerte saliendo muy a menudo con una persona incrédula! Casi siempre, lo que sucede en situaciones como esta es que el incrédulo se convierte en la influencia predominante y el cristiano termina descarriándose o frustrado y confuso en su relación con el Señor. La evangelización se lleva a cabo con mejores resultados en una situación de grupo y no en una cita. Si una persona tiene realmente hambre espiritual, estará dispuesta a venir a algún grupo para encontrar al Señor.

Una muchacha universitaria en su último año de estudios le decía a sus amigas cristianas con respecto al hombre con quien planeaba casarse:

«Yo sé que en lo profundo de su corazón él ha aceptado a Cristo, pero no ha tenido la misma oportunidad que nosotras de aprender acerca de El. Yo sé que después de que nos casemos Dios lo va a tocar» Años más tarde, después de una frustración continua causada por la actitud tibia de su marido quien le era un estorbo en su vida espiritual, ella le dijo a sus amigas: «Quizás cometí un error».

Unas cuantas y sencillas preguntas, antes de entablar una relación con una persona del sexo opuesto, serían de gran ayuda para los cristianos en el discernimiento de los beneficios o peligros espirituales «que pudiesen estarte esperando.

Primero, ¿es su compromiso al señorío de Cristo el mismo que yo tengo? Este no es ningún intento para juzgar a nadie en su madurez o sinceridad; pero cuando un cristiano tiene hambre de Dios y un deseo de servirle a toda costa, le estaría abriendo la puerta a las dificultades si se involucrara con alguien que no desee más que calentar la banca de atrás en alguna iglesia por el resto de su vida.

Segundo, ¿nos ayudará esta relación a crecer espiritualmente? Dios ha propuesto que nuestra relación sea de alguna manera una revelación de Si mismo. Deberia ser obvio para nosotros y para aquellos que entran en contacto con nosotros que hay algo del amor y de la hermosura de Cristo revelada en nuestra relación de un modo que no se pueda ver a través de ninguno de nosotros como individuos.

Tercero, ¿nos sentimos cómodos y abiertos con nuestra relación delante de nuestros padres u otros cristianos maduros? Una buena prueba para saber si es o no es de Dios, es someterla al examen de la autoridad que está sobre nosotros.

Estas tres defensas reducirán las posibilidades considerablemente, pero para eso están diseñadas: para ayudarnos a eliminar la pena, los callejones sin salida y la pérdida de tiempo. Para las relaciones que crezcan bajo estas condiciones habrá la libertad de ser abiertos y de disfrutar la compañia uno del otro sin temor ni recelo de lo que pueda venir. Habrá la libertad de expresar cándidamente los sentimientos de cada uno y de crecer juntos en los propósitos de Dios.

Los recién convertidos deben de ser especialmente estrictos consigo mismos en sus citas durante el primer año de su andar con el Señor. Cuando los jóvenes salen del mundo, su fibra espiritual viene deshecha de vivir por una norma de ética y conducta que es diferente a la del Reino de Dios. Sus mentes han sido «programadas» para reaccionar y pensar según esas normas y eso hace que sea muy dificil que de pronto «cambien de marcha» y comiencen a reaceíonar y a discernir como hijos de Dios. Esta es la razón por la cual muchos cristianos sin madurez son engañados por las diferentes experiencias emocionales – porque reaccionan según el conjunto de normas viejas.

Para ayudar a vencer esto, se necesita un periodo de estricta disciplina para que contribuya a implantar en sus corazones principios nuevos que edifiquen la fibra espiritual para percibir y reaccionar de acuerdo al modelo de Dios en las relaciones.

La cobertura en una relación   

La facilidad con la cual se mal interpretan los sentimientos y las emociones como formas de dirección, amerita la necesidad de una cobertura cuando las relaciones se ponen serias. Esto no significa un acompañante para que escrutine todos los movimientos de una pareja, sino más bien un padre o pastor que pueda interpretar lo que Dios esté diciendo en esa relación. Hay gran alivio y alegría, especialmente para una joven cristiana que sabe que no está llevando sola todo el peso de la responsabilidad de oír de Dios para determinar si las relaciones con las personas con quien está saliendo están dentro de la voluntad Suya.

La cobertura puede ser una protección y una bendición, no sólo para confirmar lo que Dios está diciendo, sino también para ayudar a moldear la relación. Muchos de los problemas en el matrimonio son causados por situaciones que no fueron resueltas adecuadamente cuando la pareja estaba empezando a entablar relaciones. Si durante este tiempo, cuando los problemas son menos intensos y la responsabilidad no es tan grande, se le pudiese enseñar a una pareja cómo funcionar mutuamente en los papeles que Dios les ha otorgado, se evitarían muchas experiencias dolorosas y frustrantes en el matrimonio.

Algo que está ocurriendo con frecuencia en estos días es la prisa que muestran las parejas para casarse. «Sabíamos que era de Dios y nos casamos en seis semanas», oimos decir. El celo que se despierta en los jóvenes cuando el Espíritu del Señor está operando en sus vidas hace que sientan ciertas direcciones con respecto a sus relaciones entre si y en un momento de excitación espiritual se apresuran a casarse. A menudo los resultados son trágicos porque mal interpretan una corriente de celo espiritual por la voz del Señor, o adelantaron la aplicación de lo que Dios estaba diciendo e hicieron en seis semanas lo que Dios quería que hicieran en un año. Demasiados jóvenes han usado el matrimonio rápido como un escape de una mala situación en el hogar, problemas sexuales, frustraciones personales o las presiones de soltero.

Hay, por supuesto, casos válidos en los que Dios ha predispuesto y ordenado que haya un matrimonio rápido. Pero muchos no pueden ver los dos factores importantes que generalmente están presentes en estas circunstancias. Primero, ambas personas son lo suficientemente maduras en su caminar con Dios y tienen cierta experiencia en el conocimiento y discernimiento de Su voz. Segundo, generalmente pertenecen a un cuerpo de creyentes que son también lo suficiente maduros para discernir la voluntad de Dios. Es por lo general, con la cobertura y el consentimiento de este cuerpo, que la pareja finalmente hace la decisión de casarse. La siguiente observación debe estar siempre presente en tales circunstancias: ¡Si es realmente de Dios, esperará! ¡Aunque tengan que esperar seis meses o más para estar seguros que es de Dios, qué es eso cuando la prisa podría traer años de dolor y de remordimiento!

El sexo en las citas     

La gran pregunta en cuanto al sexo cuando se sale en citas es «¿hasta adónde y cuándo?» Muchos son los jóvenes que vivieron vidas promiscuas antes de conocer al Señor, que después de haber estado expuestos en esta área encuentran particularmente difícil mantenerse puros en sus relaciones. Dios creó el sexo para que fuese disfrutado y realizado dentro de los lazos protectores que El estableció. Hay una ley establecida en las Escrituras, clara y explicita, en principio y en expresión, que el sexo debe ser experimentado dentro del matrimonio. No podemos entrar en una discusión prolongada; algunas escrituras donde Dios habla claramente al respecto serán suficientes: 1 Corintios 6:9, 13, 15-20; 7:1-9, 36, 37; y Hebreos 13:4.

Uno pensaría que todos los cristianos deberían de saber que el sexo fue reservado para el matrimonio, sin embargo, muchas parejas sabiendo lo que no deben hacer, se han dejado engañar creyendo que Dios ha hecho una excepción en su caso y han entrado en relaciones sexuales con resultados trágicos. Para la mayoría de las personas, no obstante, la pregunta no es si se deba tener o no trato carnal antes del matrimonio, sino hasta adónde ir con el beso y las caricias. Herbert J. Miles en su libro Felicidad Sexual Para el Joven y el Adolescente menciona dos etapas en la intimidad sexual: «abrazarse y besarse» y las caricias o el «contacto fisico con el propósito de sentir cierto placer sexual». Muchos jóvenes que jamás pensarían en permanecer a solas en un lugar solitario, se ocupan en lo que un consejero universitario llama «el juego de las manos»; es decir poner las manos en todos los lugares que son «legales» so capa de apretoncitos y palmaditas amistosas, pero con el motivo subyacente de estimularse sexualmente. El abrazo «fraternal» a las «hermanas» en los círculos religiosos también comienza a caer bajo esta clasificación cuando se lleva a cabo con el propósito de estimulación sexual.

Para la mayoría de las parejas el problema es más profundo que apretones y palmadas amistosas. A menudo llegan hasta el punto de las caricias íntimas y a tener contacto genital, evitando escasamente el ayuntamiento, con la pareja creyendo que han guardado el mandamiento bíblico de no tener relaciones sexuales antes del matrimonio. Herbert Miles dice también en su libro que las caricias íntimas son parte del plan de la naturaleza para la excitación sexual con miras al coito. La práctica de estos actos antes del matrimonio produce muchos de los mismos efectos emocionales y espirituales del coito. Cuando una pareja ha entrado en un proceso que es parte de la unión sexual, ha tenido, en lo que se refiere a su ser psicológico y espiritual, una unión sexual. Esto no significa, sin embargo, que una vez que una pareja se vea involucrada en estos preliminares que tenga que ir adelante y consumar el acto sexual sólo porque lo han hecho emocional y psicológicamente. Todavía queda una fuerte barrera bíblica alrededor del acto sexual del coito; sus efectos psicológicos, espirituales y emocionales van más allá de los actos preliminares.

Las siguientes son cinco razones por las cuales el cristiano no debe involucrarse en las caricias íntimas antes del matrimonio.

Primero, es parte del plan total para el sexo y Dios ha ordenado que se mantenga dentro de los lazos del matrimonio.

Segundo, generalmente tiende a convertirse en una preocupación que detiene al cristiano en su crecimiento espiritual, emocional e intelectual que es tan necesario en las relaciones.

Tercero, lo deja con sentido de culpa, espiritualmente vacío y frustrado, haciendo que sea casi imposible vivir una vida victoriosa en Cristo.

Cuarto, es peligroso. Es como encender la mecha en un triquitraque y ver hasta dónde la deja quemar antes de que explote. Una pareja queda expuesta a la posibilidad de ir más allá del limite intencionado y caer en fornicación.

Quinto, se pierde el respeto mutuo, debilita la relación y genera problemas, no sólo durante el período premarital, sino también en el matrimonio más tarde.

Algunas parejas que están comprometidas o cerca del matrimonio se engañan pensando que está bien si se adelantan para tener relaciones sexuales. Con frecuencia, sin embargo, allí es donde comienzan los problemas en su relación, ya que todas las cinco condiciones mencionadas arriba están todavía presentes, no importa lo cerca que la pareja esté del matrimonio.

Los años anteriores al matrimonio, cuando las relaciones se están formando con personas del sexo opuesto, pueden ser los más agradables y fructíferos espiritualmente, o los más frustrantes y perdidos que uno pueda experimentar. A la larga, es el compromiso personal al señorío de Cristo lo que determina el grado de bendición, de experiencia y de preparación que se pueden encontrar en estos años tan importantes.

Tomado de la revista Vino Nuevo Vol 1 Nº 7-junio 1976