Autor Charles Simpson

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. (lsaías 9:6-7).

Isaías profetizó que el Mesías reinaría como Rey y dispondría Su reino. Cada vez que Jesús es aceptado como Señor, inmediatamente se dispone a poner las cosas en orden sobre un fundamento firme. Las consecuencias son la justicia y la paz.

Cuando uno acepta a Jesús como Señor, recibe la promesa de la vida del reino. Sin embargo, entre la promesa y su cumplimiento está el proceso de preparación, que involucra fundamentación en la verdad y maduración bajo supervisión adecuada.

El diagrama de arriba se aplica tanto a los israelitas cuando Moisés los condujo hacia la Tierra Prometida como a nosotros en nuestra jornada hacia los propósitos de Dios. El Señor no entregará la autoridad espiritual a un pueblo sin preparación.

Las Escrituras nos recuerdan que los del mundo son a menudo más sagaces que los cristianos. Ningún gobierno natural intentaría conquistar y gobernar sobre alguna área sin preparar a los conquistadores. El comunismo ha anunciado que su meta es controlar al mundo. Sin embargo, no confronta de inmediato al gobierno central de una nación con Guerra abierta. El comunismo establece pequeñas células en cada pueblo y ciudad. Estas células se vierten en un gobierno sobre sus adeptos. Cuanto más extiende su influencia, tanta más gente gobierna. El tiempo llega cuando el partido comunista en una nación gobierna sobre un apreciable número de personas. Sus adeptos están dedicados y disciplinados para tomar el poder eventualmente.

Entre tanto, el gobierno en función pierde el contacto con aquellos que están bajo la influencia del comunismo. La imagen del gobierno es manchada por la propaganda y por su propia ineptitud y fracasos. Finalmente, el partido y las naciones comunistas reconocen la jefatura comunista como al «legítimo gobierno del pueblo» en esa nación. Ahora hay un estado dentro del estado.

Cuando estén listos habrá un golpe de estado. El gobierno anterior habrá sido derrocado y conquistado. Cuando los comunistas conquistan, no tienen que formar un gobierno; ya habrá sido dispuesto y preparado para que funcione. En realidad, ya habrá estado funcionando. La toma de las cortes y de las oficinas gubernamentales son sólo formalidades.

Muchos cristianos están esperando ingenuamente que Jesús venga y confronte a los gobiernos corrompidos de este mundo que están ligados por el sistema del anticristo en contra de Dios. Ellos se imaginan que Jesús hará frente a la oposición en Armagedón, los derrotará y allí mismo entregará a las naciones en manos de cristianos bien intencionados, miembros típicos de las iglesias para que gobiernen. El milenio se terminaría antes de empezar. El Reino de Dios es ahora. El gobierno ahora y cualquier aumento de autoridad les será dados a aquellos que son fieles ahora.

El Señor está disponiendo Su gobierno en todos los pueblos y ciudades. La iglesia es un estado dentro del estado. En el cumplimiento del tiempo habrá una confrontación entre el Señor Jesús, el poseedor legítimo de toda la autoridad, y la oposición egoísta que ha desafiado a Dios bajo la inspiración de Satanás. Jesús vendrá con sus ejércitos (Apocalipsis 19: 10-21). Conquistará y el Señor entonces delegará el gobierno de Su Reino. ¿A quiénes lo dará? Lo dará a aquellos que ya han sido dispuestos y que están gobernando bajo Su señorío. A ellos dará autoridad sobre las naciones (Apocalipsis 2:26.) ¿Radical? Así es. El cristianismo está en guerra para reconquistar la administración sobre la creación. Adán perdió su derecho de gobernar. Otro Adán vino y es digno. Esta es la manera de pensar que envió a la muerte a muchos cristianos del primer siglo.

Obstáculos en el establecimiento  

Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque habiendo sido probado; recibirá la corona de la vida, que el Señor ha prometido a los que le aman (Santiago 1:12).

Antes de recibir la «vida que Dios ha prometido», está la prueba. Perseverar bajo la prueba significa que hay que conquistar o ser conquistado. La única manera de tener dominio en la vida es por la gracia de Dios. Los que pasan la prueba por la gracia de Dios, reinarán por la gracia de Dios.

Moisés era uno de esos hombres. Después de cuarenta años de vida en la realeza egipcia, escogió identificarse con el pueblo de Dios que estaba en la esclavitud en vez de disfrutar el reino de este mundo. Quería que Israel fuese libre para resolver sus propias disputas y para ejercer su propio gobierno. Este deseo lo llevó al exilio. En el desierto, donde pasó cuarenta años, aprendió a dominar la furia del desierto. Regresó a Egipto para llevar a los israelitas a la libertad.

Las Escrituras dicen que Moisés fue fiel (Hebreos 3:5). La fidelidad de Moisés en la preparación de Israel en el desierto es asombrosa cuando uno considera los obstáculos. Israel no tenía madurez en el gobierno espiritual ni en el natural. La esclavitud había entorpecido y casi destruido su capacidad de pensar por sí mismos, de hacer decisiones y de llevarlas a cabo.

Además de la falta de disciplina y de madurez de Israel, estaba la hostilidad natural del ambiente. Esta hostilidad ambiental forzó a Israel y a Moisés a buscar a Dios para que les diera las soluciones. Estas soluciones sirvieron para introducirlos a un orden, un gobierno funcional. Una vez que el Reino funcionara en el desierto, estaría listo para operar en Canaán. Las realizaciones del futuro dependen de la preparación y de la obediencia del presente.

Cuando Israel salió de Egipto era una multitud desordenada. Nadie sabía cuál era su lugar. Todavía no habían emergido líderes experimentados. Eran una muchedumbre gloriosa que se movía impetuosamente. Tan pronto seguían el capricho de la multitud como el ejemplo de Moisés. El cuchicheo y la murmuración recorrían el campamento repitiendo cuentos sin comprobar su origen. A menudo esos rumores afectaban su deseo de seguir a su líder.

Prácticamente todo Israel era de doble ánimo. Continuamente trataban de caminar hacia adelante mirando hacia atrás. Todavía saboreaban el ajo y las cebollas. Se acordaban del olor de la carne cocinando en la brisa de la tarde.

Una lista detallada de los obstáculos encontrados por Moisés para lograr el éxito, sería tan larga como la lista de los nombres de la gente que dirigía. Pero «fue fiel». ¡Qué declaración más profunda! El tenía la tarea imposible de transformar a esa muchedumbre de esclavos en un ejército y en una nación. Se pudo haber hecho en unas pocas semanas si el pueblo hubiese obedecido. Sin embargo, el hecho que lo hizo en cuarenta años es un logro que las generaciones subsiguientes apreciaron.

La falta de madurez, la hostilidad, el gobierno de la masa y el doble ánimo son apenas algunos de los problemas que confrontan los líderes de esta generación en su anhelo de ver que Dios establezca a Su pueblo. Nosotros no sólo tenemos problemas, nosotros somos los problemas. Pero por la gracia de Dios podemos ser gobernados y podemos aprender a gobernar en preparación para Su regreso.

Compartiendo la autoridad  

En Egipto, Israel había sido dominada para impedirles que obtuvieran autoridad. Ahora Moisés usaba la disciplina para capacitarlos a ejercer autoridad. A menudo es difícil distinguir entre el dominio y la disciplina. Mucha gente rechaza la disciplina por temor de llegar a ser dominada. La actitud, los motivos y los resultados son totalmente diferentes. La diferencia fundamental es esta: la dominación destruye la voluntad libre; la disciplina le da forma y conduce a la madurez.

Es imprescindible sujetarse a la autoridad como preparación para asumir autoridad. Cuando alguien se sujeta, el proceso de disciplina comienza a formarlo para darle madurez y eventualmente el ejercicio de autoridad. El que se sujeta lo hace voluntariamente y queda libre para irse en cualquier momento. Jesús les dijo a Sus discípulos en cierta ocasión: «¿Queréis vosotros iros también?» (Juan 6:67). La disciplina no ata y es abierta.

La disciplina es el resultado de nuestro propio ministerio sacerdotal delante de Dios. Somos un reino de sacerdotes. Eso quiere decir que somos sacerdotes que funcionan bajo un gobierno. A Israel también se le llamó para que fuese un reino de sacerdotes. (Vea Éxodo 19:6 y 1Pedro 2:9). Entre más ejerzamos nuestra relación personal con Dios, más sumisos nos volveremos a la autoridad. Entonces, se nos confiará mayor autoridad. Una persona tiene siempre libertad de apartarse de la autoridad. A veces Israel lo hizo, pero las consecuencias fueron siempre serias.

La naturaleza de Satanás es de codiciar la autoridad (Isaías 14:12-15). La naturaleza de Dios es compartir la autoridad con sus administradores fieles (Génesis 1:26-30). Yo tendría mucho cuidado de alguien que agresivamente buscara mi sumisión.

Éxodo 18:10-12 relata la conversación de Jetro, el suegro de Moisés. Séfora, la esposa de Moisés había resistido el llamamiento de su esposo y Moisés la había enviado junto con sus hijos a casa de Jetro. Poco después de la liberación de Israel, Jetro (un sacerdote de Madián) vino a ver a Moisés y le trajo a Séfora. Después de oír el testimonio de Moisés y de ver los resultados, reconoció el poder de Dios y le ofreció holocausto.

Al día siguiente, Jetro vio a Moisés juzgar a Israel. Moisés se sentó todo el día consultando al Señor y aconsejando al pueblo en sus problemas y en sus asuntos. Era natural que todo el pueblo gravitara hacia Moisés para que le asistiera puesto que él conocía la voz del Señor … él había tenido la experiencia de la zarza ardiendo … él tenía la autoridad. También tenía toda la responsabilidad y lo estaba matando. No se puede divorciar la autoridad de la responsabilidad. Si quieres la una, tienes que aceptar la otra.

«No está bien lo que haces,» le advirtió Jetro. «Desfallecerás del todo, tú y también este pueblo que está contigo; porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo.» (Éxodo 18:17-28). Se ve bien que uno sea el líder ocupado y heroico, «llevando toda la carga por amor a Jesús». Pero no es bueno. El líder sufre y el pueblo también. Un hombre no lo puede hacer todo.

Hace varios años aprendí la lección de Jetro aunque en una escala mucho más pequeña. Yo no estaba estableciendo a nadie para que tomase responsabilidades. Operaba el «Departamento de Cuna de Simpson». Todos me traían sus bebés espirituales. Yo los alimentaba, les cambiaba las mantillas, les sacaba el gas y los mecía. Pronto cambió mi aspecto de «novia» y comencé a parecerme a una esposa fatigada. Era como la viejecita que vivía en una bota … tenía tantos hijos que no sabía qué hacer. ¡Y seguía orando por más! Mis hijos espirituales seguían teniendo más bebés y trayéndomelos a mi para que los criase. Hasta que se colmó todo mi deleite. El chineo, el llanto y los cambios de mantillas, acabaron con el romance de mi vida cristiana.

«¿Señor, qué me está sucediendo?

No tengo tiempo para orar. No me alimento espiritualmente y me siento agotado todo el tiempo».

«No tienes que criar a tus nietos … » me impresionó el Señor».

«¿Qué? ¿Quieres decir que no tengo que criar a todos esos bebés espirituales? ¿Que no te enojarás conmigo?» .

«No. Además, no lo puedes hacer; no es mi propósito. Deja que tus hijos críen a sus propios hijos … » Esa revelación me salvó la vida. Algunos de mis hijos espirituales lo aceptaron – otros no lo hicieron. En ambos casos yo estaba libre.

«¡Pastor, mire lo que le traje … un recién nacido! ¡Lo acabamos de traer al Señor! Aquí está … es todo suyo … aleluya!» Cuando venía el domingo, a menudo encontraba a los bebés que habían sido dejados en el altar con una nota en la canasta: «Lo engendré, pero no lo puedo criar. Por favor cuídemelo y cuando crezca mándemelo a la universidad».

Algunas veces daba con los fértiles padres antes de que salieran de la sala… «¿Es este su bebé?».

«Sí… ¿por qué?

«Quiero que se lo lleven a su casa y lo cuiden», les exhortaba.

«Pero … ¿qué voy a hacer? No sé cómo criarlo. Llora … «.

«Oren mucho y estudien sus Biblias. Llorarán con él a veces. Ustedes madurarán criando a sus hijos».

Si los jóvenes pudiesen tener hijos y traerlos a mamá y papá para que los críen, pronto tendríamos una sociedad irresponsable y caótica. Es verdad que algunas personas no son lo sufucientemente maduras para criar a sus hijos y estos estarían mejor si fueran adoptados. Pero nuestra meta es enseñar a la gente para que compartan la autoridad y la responsabilidad.

Volviendo al pasaje en Éxodo 18 encontramos en el verso 20 y 21 que Jestro le dice a Moisés: «Enseña a ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino por donde deben andar, y lo que han de hacer. Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez».

Se necesita más fe para confiar que Dios dirija a otros que la que se requiere para ver Su dirección en su propia vida. Pero si seguimos a Dios, aprenderemos a confiar en otros. Moisés tuvo que aprenderlo.

La enseñanza es el comienzo necesario para delegar autoridad y establecer el gobierno. Esdras siguió ese proceso (Esdras 7:10,25). Pablo instruyó a Timoteo a que enseñara a hombres fieles que pudieran enseñar también a otros (2 Timoteo 2:2).

Pronto Israel había sido estructurada en grupos de diez hasta mil. A medida que cada hombre encontraba su lugar en el gobierno, los problemas se resolvían donde se suscitaban. De esta manera el pueblo maduró. Moisés se entregó a la comunión con el Señor. Justicia y paz fueron los resultados. Los apóstoles aplicaron estos mismos principios 1500 años después (Hechos 6:1-7).

En Éxodo 23:29-30, Dios le informa a Moisés que no echará de Canaán al enemigo en un año no sea que Israel tome más territorio del que pueda gobernar. Los echaría poco a poco para que pudieran poseer y cultivar la tierra conquistada. Como cristianos muchas veces hemos sido más hábiles para conquistar que para cultivar y mantener. Cuando alcanzamos más de lo que podemos gobernar, probamos que somos indignos. Cuando gobernamos bien, Dios aumenta nuestra esfera de supervición. Nuestra parte no es el logro, sino gobernar bien. Dios no va a poner a un glotón encargado de una tienda de golosinas.

El arca en el centro  

Muchos años antes de Moisés, Dios había instruido a Noé para que construyera un arca. Cuando la terminó de construir, Noé y su familia entraron en ella y fueron librados del gran diluvio. Ahora Dios manda a Moisés para que construya otra arca … esta era mucho más pequeña – 1.14 metros de largo por 68.6 centímetros de ancho y de alto y la puso en el tabernáculo. Moisés construyó el tabernáculo e Israel acampó a su alrededor.

La primera arca señala nuestra liberación en Cristo. La segunda a Cristo liberando a su pueblo en medio suyo. Ambas se aplican en nosotros. (1) Cuando confiamos en Cristo, somos plantados en El para salvación. (2) Cuando nos congregamos con la iglesia, el pueblo de Dios, Cristo está en medio nuestro para dirigirnos en el camino de la salvación. Toda autoridad proviene de su señorío. La autoridad para establecer a un pueblo no proviene de teorías de segunda mano, ni siquiera de verdades ajenas. La autoridad procede directamente del trono de Dios. Una idea no es autorización – aunque sea una buena idea.

«Sube ante Jehová … » Estas palabras introducen el capítulo 24 de Éxodo y la historia de la segunda arca. Moisés y los setenta ancianos adoraron a Dios en las laderas del Sinaí. Vieron el humo. el fuego. la gloria, la sobrecogedora presencia de Dios. Dios estaba allí… un poco más arriba de la montaña que temblaba. Por seis días comieron y bebieron en Su presencia.

Entonces, Dios habló otra vez a Moisés: «Sube a mi…» Moisés y Josué subieron la montaña y desaparecieron en la nube y estuvieron allí cuarenta días. Durante este tiempo Dios le dio a Moisés un plan detallado del tabernáculo que habría de ser un santuario móvil que pudiese ser llevado en su jornada. Moisés recibió dos revelaciones de eterno significado en la montaña la ley y el tabernáculo. La ley fue quebrantada aún en el momento cuando Dios la estaba dando. El tabernáculo sería el lugar donde podrían encontrar la gracia y el perdón. Estas son revelaciones equilibradas de la naturaleza de Dios.

El arca, las tablas, las barras, las cortinas, el mobiliario, las vestiduras, los sacrificios, los altares, los aceites y el incienso para el tabernáculo le fueron descritos en detalle a Moisés. Dios nombró artesanos llenos del Espíritu para que hicieran el trabajo (Éxodo 31:2-3). Todo sería un prototipo de la encarnación de Dios en Cristo.

El tabernáculo tendría un atrio y un santuario, compuesto del lugar santo y del lugar santísimo, separados por un velo muy grueso. Ninguno que no fuese el sumo sacerdote podría entrar y él una vez al año con la sangre de la expiación. En el lugar santísimo había sólo una pieza del mobiliario – el arca. Estaba construida de madera cubierta de oro puro por dentro y por fuera. Dentro del arca estaba la vara de Aarón, las tablas de piedra y una vasija con maná. El arca era lo más sagrado que tenían los judíos. Era la representación misteriosa del Cristo encarnado … la autoridad de Dios … la Palabra de Dios … la vida de Dios hecha carne. Sobre el arca estaba el propiciatorio, un altar de oro fino. Un querubín de oro en cada extremo se inclinaba sobre el propiciatorio. Los querubines cubrían el altar con sus alas extendidas y miraban hacia abajo maravillados por el misterio de la reconciliación. Cuando el sumo sacerdote rociaba la sangre sobre el altar, la gloria de Dios llenaba e iluminaba el lugar.

“Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo mandare para los hijos de Israel” (Éxodo 25:22)

Moisés construyó el tabernáculo fielmente. Puso cada cosa en su lugar designado. El arca estaba en el centro de Israel. La encarnación, la Palabra, la autoridad, la vida, la misericordia y la gloria. Al norte, al este, al oeste y al sur acampaban las tribus, tres en cada dirección, cada una bajo su estandarte y detrás de sus líderes. Los capitanes sobre mil estaban cerca del tabernáculo, detrás de ellos los capitanes sobre cien y más atrás los capitanes sobre diez. Cada hombre, cada familia en su lugar.

Es tan nítido y tan sencillo que nos inclinamos a decir: «Desearía que nuestro grupo fuese así». Una realización tal no viene deseándola. La Escritura nos dice que fue en realidad una tarea monumental llena de pruebas, amenazas de amotinamientos, plagas, juicios – ¡y todo eso en el desierto! Por eso es que la evaluación de Dios de la fidelidad de un hombre va más allá de un examen de teología o la recitación de un credo – se basa en la casa que construye. «Si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?» La pregunta la hace Pablo cuando le escribe a Timoteo.

«¡Con sabiduría se edificará la casa!» Salomón hizo esta declaración y hablaba con experiencia pues él había construido el templo en Jerusalén y ordenado el reino en su generación. Una reina del sur, de Sabá, oyó que Salomón era un hombre sabio y vino para probar su sabiduría. Cuando vio la casa que él había construido, la comida de su mesa, el estado de los que servían, la atención de sus coperos, los vestidos y la manera en que él y todo su cortejo entraban en la casa del Señor, se quedó asombrada (2 Crónicas 9:3-8).

Así Jesús, el Señor del Reino, hará con la iglesia. ¡Ella afirmará! El dará a conocer Su sabiduría a todos los principados y potestades por medio de la iglesia, que es su casa (Efesios 3: 10).

Así como Moisés numeró y ordenó a Israel, así también el Señor contará a aquellos con los que pueda «contar» y pondrá a cada uno en su lugar bajo Su bandera y sus líderes. Algunos querrán volverse, algunos se rebelarán, algunos rechazarán las leyes, algunos murmurarán, algunos encontrarán ídolos – pero muchos serán establecidos y entrarán.

¡Señor, prepáranos para «recibir un reino inconmovible»!

Reproducido de la revista Vino Nuevo Vol 1-Nº 8 agosto 1976