Autor Morris Cerullo

Un Examen de la Gran Comisión

Hace dos mil años que la Iglesia de Jesucristo nació, no como consecuencia de una gran enseñanza o de gran predicación, sino por medio de las señales sobrenaturales que fueron la clave para la explosión que extendió el Evangelio a través de la iglesia primitiva.

Doscientos años después de la muerte de Cristo, casi todo el mundo conocido era cristiano. ¿Cómo se logró? Una de las primeras cosas que Pedro dijo en la Biblia después de la muerte y resurrección de Jesús, y una de las más poderosas en la declaración que hizo al cojo de la puerta la Hermosa: «No tengo plata ni oro, mas lo que tengo, te doy» (Hechos 3:6). Lo que la iglesia primitiva tenía y la manera en que lo demostró al mundo, es la clave, no sólo para el evangelismo de ese tiempo, sino también para el evangelismo apostólico de nuestros días en toda la tierra.

¡Qué fácil es para nosotros hoy en día predicar el evangelio en comparación con los discípulos de hace años! Ellos tuvieron que predicar a un mundo que había conocido a Jesús; lo habían visto, lo habían sentido y tocado en la carne. Hace dos mil años la gente miraba a los discípulos y decían: «Pero si le vimos, lo tocamos y lo sentimos. ¿Cómo puede ser El el Hijo de Dios? Murió en la cruz. Era de carne y hueso».

La tarea principal de los discípulos entonces era producir pruebas de que Jesucristo era el Hijo del Dios Viviente; que era el Dios desde la fundación del mundo; que Él era el Verbo desde el principio (vea Juan 1: 1). Tenían que dar la evidencia de que Jesucristo no estaba muerto sino que era el Señor resucitado.

El patrón fundamental de esta evidencia que ellos dieron se encuentra en la declaración de Pedro: «No tengo plata ni oro, mas lo que tengo, te doy: En el nombre de Jesucristo el Nazareno, ¡anda!»

Cuando el cojo fue sanado, corrió por el templo exclamando: «¡Pedro y Juan lo hicieron!»

«Al ver esto Pedro dijo al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué nos miráis así, como si por nuestro propio poder o piedad le hubiéramos hecho andar? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y repudiasteis en presencia de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad» (Hechos 3: 12-13).

Ellos dijeron: «Está muerto.”

Pedro dijo: «Esperen … no he terminado todavía. No está muerto. Está vivo. Ustedes lo crucificaron pero Dios lo levantó de los muertos.»

¿Cuál fue el resultado? ¡Cinco mil personas que oyeron este mensaje creyeron!

En los primeros doscientos años después de la muerte y resurrección de Cristo, los cristianos conquistaron al mundo conocido. Sin embargo, la Iglesia de Jesucristo en nuestros días no ha hecho el impacto esperado de ella.

Uno se debe preguntar: ¿Qué pasó? ¿Cómo es que la iglesia se ha apartado tanto de su tarea? ¿Cómo se desvió de su comisión de producir la evidencia, de mantener los hechos delante del mundo de que Jesucristo es en verdad el Hijo resucitado del Dios Vivo?

Para regresar a la tarea que Jesús nos encomendó – evangelizar a todo el mundo – es necesario que volvamos a exhibir las características básicas demostradas por la primera iglesia llena de fuego. Examinemos el desafío, la tarea y los métodos que emplearon para cumplir con ella.

El desafío del evangelismo 

El desafío en su tiempo era que el mundo creía que Jesús estaba muerto. La tarea era dar pruebas de que estaba vivo.

No es sólo la iglesia de hoy la que está en un momento crítico de la historia; lo que es más importante es que también lo está el liderazgo de la iglesia. Cada departamento del organismo de Dios en la iglesia – desde la junta oficial, los ancianos, los diáconos, los maestros de Escuela Dominical, hasta el ministro mismo – está frente a la encrucijada más decisiva del siglo 20. Hay fuerzas externas que se lanzan contra el fundamento de la iglesia de maneras tan sutiles que se necesita el discernimiento de Dios en el corazón del hombre y el caminar en el Espíritu para poderlas reconocer siquiera.

La Teología moderna y un clero orientado a lo social han jugado un papel de tremenda importancia para distraer la atención del punto crucial de que Dios está muy vivo e interviene milagrosamente en los asuntos de los hombres de este día. Por años se han distinguido las fuerzas de los que creen en la Biblia. Han sobresalido en la vida de la comunidad y en el ambiente religioso. Ahora el modernismo corre desenfrenado Y es popular transigir con base en la teoría que los tiempos han cambiado y que debemos guardar paso con las corrientes modernas.

La gente cambia. La sociedad cambia. Las normas cambian. Las metas denominacionales y sus principios bíblicos cambian. Pero Dios ¡nunca cambia! ¡La Biblia nunca cambia! ¡El pecado nunca cambia! ¿Cuál era la necesidad del mundo hace diez años, cincuenta, cien, doscientos años? Es la misma en la actualidad. El éxito futuro del movimiento de avivamiento descansa en las manos de aquellos (ministros y laicos) que tengan la respuesta a esta pregunta: «¿Qué debemos hacer, para poder hacer las obras de Dios?» (Juan 6:28).

En Marcos 16: 15-20 Jesús presenta la gran comisión: «Id … Y predicad el evangelio a toda criatura. El que ha creído y ha sido bautizado será salvo; pero el que no ha creído será condenado. Y estas señales acompañarán a los que han creído: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán con nuevas lenguas; tomarán serpientes en las manos Y si bebieren algún veneno mortal, no les causará daño; sobre los enfermos pondrán las manos y sanarán. y así, el Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue recibido en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. y ellos salieron Y predicaron por todas partes, obrando el Señor con ellos, y confirmando la palabra por medio de las señales que seguían.»

«Obrando el Señor con ellas.» Estos eran los mismos hombres que una vez negaron a Cristo y dudaron de Su resurrección. ¡Eran como todos nosotros que en una ocasión u otra hemos tenido nuestras dudas!

«Obrando el Señor con ellos.» Siempre hemos pensado en trabajar para el Señor y no nos damos cuenta que en el fondo de la realidad espiritual, el Señor anhela trabajar con nosotros.

Un fenómeno extraordinario ocurrió cuando Jesús le dio a Sus discípulos la gran comisión:

«Id … predicad … » El Dios que creó los cielos y la tierra, este gran Dios, comenzó a obrar con los hombres.

¿Por qué habría de hacerlo

Dios? ¿Cuál era la clave? Estos discípulos habían sido cambiados de hombres temerosos, incrédulos y llenos de dudas a hombres de

autoridad. Cuando usted es trans­formado en un hombre o mujer de autoridad, tiene el fundamento para hacer las obras de Dios. Dios obraba con ellos porque ahora eran hombres de autoridad.

Nuestra autoridad  

¿Cómo convertirse en una persona de autoridad y en la autoridad de quién hay que levantarse para hacer las obras de Dios?

Toda autoridad comienza y termina en Jehová. Todo poder y toda autoridad está en Dios. Cuando Jesús vino a la tierra, lo hizo como el Hijo de Dios con poder y autoridad. ¿De dónde sacó Jesús Su autoridad? La recibió de Su Padre, Dios»

¿Cree usted que Dios mandaría a Su hijo al mundo sin poder para enfrentarse con el diablo? ¿Cree usted que Jesús, el hijo de Dios, nos mandaría a usted y a mí a enfrentarnos con ese mismo diablo sin poder y sin autoridad?

Jesús dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en los cielos y sobre la tierra» (Mateo 28:18). El reconoció que el Padre le había dado la autoridad. Los líderes religiosos lo miraron … «Y todos se asombraron, de modo que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva con autoridad! El da órdenes aún a los espíritus inmundos, Y le obedecen» (Marcos 1 :27).

Jesús dio su propio testimonio en la sinagoga cuando abrió el libro de Isaías y leyó: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para predicar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos … y cerró el libro y lo devolvió al asistente, Y se sentó; y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura que habéis oído» (Lucas 4: 18,20,21).

El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo» (1 Juan 3:8).

Jesús reconoció la autoridad que Dios le había dado y dijo: «El Hijo no puede hacer nada por Su cuenta. – .. » (Juan 5:19). «Yo no puedo hacer nada por iniciativa mía … » (Juan 5:30). «Cuando levantéis al Hijo del Hombre, sabréis que yo soy y que no hago nada por mi cuenta … » (Juan 8:28).

Cuando Jesús envió a Sus discípulos, les dijo que de la misma manera en que el Padre lo había enviado, con toda autoridad, así los enviaba El: «Sanad enfermos». (Lea Mateo 10:1-8, 18:18- 20, 20: 19-20).

Yo no estoy diciendo que todos vayamos a sanar a los enfermos indiscriminadamente. Lo que quiero dar a entender es que por el temor, las dudas y las inhibiciones espirituales, no hemos llegado a reconocer las obras de Jesús y nuestra posición en Su reino como apóstoles, discípulos y ministros del siglo 20. Cuando nos enfrentamos a la enfermedad y con los corazones quebrantados y cautivos, nos hemos excusado diciendo : «Yo no tengo ningún poder para sanar», porque en realidad no estamos en contacto con el fluir divino.

Pedro dijo: «¡Lo que tengo te doy!»

Todavía existen en los Estados Unidos muchas aldeas pequeñas con una sola tienda para alimentos, que también es el correo, la estación de gasolina, etc. Les decimos paradas de pito. Son los lugares que se dejan atrás con solo bajar por un lado de la colina y subir por el otro.

Digamos que un camión de 10 metros de largo viniera cuesta abajo a una velocidad de 100 kilómetros por hora, violando el límite de 40 kph., y que un hombre vestido con un uniforme azul estuviera sentado frente a la tienda » lo viera venir. Sin un momento de titubeo se para en medio de la carretera, levanta la mano y hace que el camión se detenga estrepitosamente.

Lo peculiar de todo esto es que el hombre que se paró en la carretera es una persona de edad avanzada – un minero pensionado «el único oficial de policía de la aldea – que ha sido designado para velar por el pueblo y mantener la paz. A los 70 años, su estatura no es mayor de 1.72 metros y su peso de 150 libras.

El anciano se dirige al camión y con una voz que truena por toda la aldea dice al conductor:

«¡Salga del camión!»

Se abre la puerta y por ella sale un rudo hombre de 1.82 m. y de 240 libras de peso. El anciano le apunta con el dedo y le dice: «¿Adónde cree que va con esa prisa? ¿Qué intenta hacer, matar a alguien?»

«¡No, señor!» dice el conductor del camión. «Lo siento, señor. No fue mi intención violar el límite de la velocidad. Cuando me di cuenta ya estaba sobre el pueblo y lo siento de veras, señor.»

«¡Sígame!» le dice el anciano y lo lleva a la tienda (que también es la estación de policía); le hace un parte y lo multa allí mismo.

El conductor paga la multa y se marcha silenciosamente.

Mi pregunta es la siguiente: «¿Cree usted que el conductor del camión, un hombre de 1.82 ms. de alto y de 240 libras de peso le tenía miedo al viejo minero? Por supuesto que no. Sería absurdo pensar de esa manera. Lo pudo haber hecho papilla, pero no lo hizo. ¿Por qué? Porque sobre el pecho de ese hombre había un distintivo. Era una placa de su autoridad que en efecto decía: «Es­ te hombre representa el estado de Pennsylvania y lo respalda todo el poder del estado. Si eso no es suficiente, tras de todo está el poder del gobierno de los Estados Unidos.»

Yo no presumo decirles que el diablo tiene miedo de Morris Cerullo. No. Él no me tiene nada de miedo. Pero yo le tengo noticias – yo tampoco le temo. ¿Saben por qué? Porque yo no me le enfrento como Morris Cerullo, sino como un hijo redimido del Dios Vivo, comprado por la sangre del Señor Jesucristo. Me le enfrento con todo el poder y toda la autoridad de Dios contra todo el poder del enemigo.

Jesús dijo: «Como el Padre me ha enviado a mí, así también yo os envío a vosotros» (Juan 20:21).

Yo soy un hombre de autoridad. Esta insignia me da esa autoridad y el diablo no la puede violar. Los poderes de Satanás y del mal tienen que obedecer a esta autoridad.

El diablo no nos teme a nosotros, pero sí a Jesús. Le teme a la placa de autoridad que llevamos, porque no estamos solos. Detrás de nosotros está Jesús. Detrás de Jesús está Dios el Padre. Con Jesús y Dios el Padre están todos los ángeles y una hueste de seres celestiales listos para cumplir con el mandato de Dios Omnipotente.

«y ellos salieron y predicaron por todas partes, obrando el Señor con ellos» (Marcos 16:20).

«y cuando vayáis, predicad, diciendo: El Reino de los cielos se ha acercado.

Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios; gratuitamente recibisteis, dad de la misma manera» (Mateo 10:7-8).

«En verdad os digo, todo lo que atéis en la tierra habrá sido atado en los cielos; y todo lo que desatéis en la tierra habrá sido desatado en los cielos.

También os digo, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo aquí en la tierra sobre cualquier cosa que pidan, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.

Porque donde dos o tres se han reunido en mi hombre, allí estoy en medio de ellos (Mateo 18: 18-20).

y Jesús llegó y les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en los cielos y sobre la tierra.

Id por tanto, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y sabed que yo estoy con vosotros todos los días. hasta el fin del mundo» (Mateo 28: 18-20).

Nuestra tarea de hoy  

La tarea de la iglesia hoy es la misma de hace 2.000 años. Enfrentamos hoy lo que los discípulos enfrentaron entonces. No es sólo predicar sobre las condiciones sociales, sino que el objetivo de nuestro ministerio sigue siendo probar al mundo que Jesucristo es el Hijo del Dios Viviente.

Cuando el cojo de la puerta la Hermosa fue sanado, los líderes religiosos le dijeron a Pedro: » ¡No te atrevas a hacerlo de nuevo!»

Pero Pedro contestó: «Nosotros no lo hicimos – no nos miren como si por nuestro propio poder lo hemos hecho andar. Es sobre la base de la fe  en el nombre de Jesús que este hombre está delante de vosotros perfectamente sano.»

Los líderes religiosos exclamaron: «¿Jesús? ¡Imposible! ¡El está muerto!»

«¡No, señores! dijo Pedro.

«Fue con fe en el nombre de Jesús a quien vosotros crucificasteis, pero a quien Dios levantó de los muertos que este hombre ha sido sanado.»

¿Qué hacía Pedro?

Estaba dando la evidencia del Hijo del Dios Vivo. El acontecimiento es casi paralelo a la experiencia de Elías cuando estuvo sobre el monte y dijo: «¡Preparemos un altar! El Dios que respondiere por medio de fuego, ¡ése sea Dios!»

La gran pregunta es la siguiente: ¿Son estos casos pertinentes a nuestro día? ¿Hay hoy, delante de un mundo ateo, despiadado y belicoso, menos necesidad de demostración que la que hubo en el tiempo de Elías?

Si los discípulos necesitaron este poder para que la iglesia naciera, nosotros lo necesitamos en una demostración aún mayor, para preservar a la iglesia y para terminar la tarea de la gran comisión.

Dios no hubiera mandado a Su Hijo Jesús al mundo sin darle poder; sin darle la autoridad para cumplir con la tarea que le encomendó. Si Dios no mandó a Su Hijo al mundo sin darle el suficiente poder y la autoridad necesaria sobre el diablo y las obras del pecado, ni se le ocurra por un momento que ese mismo Dios lo enviaría a usted a enfrentarse con el diablo … el mundo … y el pecado … sin darle poder y autoridad suficientes.

Un día un centurión vino a Jesús y le dijo: «Maestro, un criado mío es paralítico y está postrado en casa sufriendo mucho.»

Jesús le respondió: «Vamos a tu casa y lo sanaré.»

El centurión se volvió a Jesús y le dijo: «Maestro, eso no es necesario. No tienes que venir a mi casa. Si dices la palabra desde aquí, mi siervo que está a muchos kilómetros se sanará.»

Ninguna persona en toda la Escritura que podamos ver – ningún discípulo, ni líder religioso había entendido a Jesús o lo había visto de la manera en que El era realmente; sin embargo, este centurión captó un destello del Maestro.

El centurión vio un paralelo entre Cristo y él. Cada día que un capitán del ejército se pone su uniforme, coloca también sus barras que lo identifican como un oficial. Cuando el capitán ordena a un soldado que vaya, éste va; y a otro que venga y viene. Un soldado obedece a su capitán porque a éste se le ha dado autoridad. El centurión le dijo a Jesús. «Tú eres como yo. Tú eres un hombre de autoridad. No es necesario que vengas a mi casa. Puedes quedarte aquí y decir la palabra, y hasta allá donde está mi criado postrado, la parálisis obedecerá Tu voz. Saldrá del cuerpo de mi criado, Te obedecerá porque Tú eres un hombre de autoridad sobre las enfermedades y sobre todos los poderes del diablo.»

Esta es la clave de la autoridad de Jesús y para la nuestra también. Jehová Dios no mandó a Su hijo a la batalla sin los implementos de guerra necesarios para combatir al enemigo. ¡Así corno Dios envió a Su Hijo, Su Hijo, nuestro Capitán, nos envía en el poder de Su Espíritu, para hacer la obras de Dios! El nos ha equipado con poder y autoridad sobre todas las obras de Satanás por me­ dio de la unción del Espíritu Santo.

Ahora podemos entender a Pedro, produciendo la evidencia frente a la puerta del templo cuando dice: «No tengo plata ni oro, ¡pero lo que tengo te puede sanar! ¡Lo que tengo puede sanar tus piernas paralizadas! ¡Lo que tengo puede abrir los ojos de los ciegos! ¡Lo que tengo puede abrir los oídos de los sordos! ¡Lo que tengo puede sanar el cáncer!

¡Lo que tengo puede soltar a los cautivos! ¡Lo que tengo puede sanar a los quebrantados de corazón! ¡Lo que tengo puede liberar a los oprimidos!

Nuestra tarea hoyes la misma que la de los discípulos de hace 2000 años: ¡Producir las pruebas de la resurrección! ¡Mostrar al mundo que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios Viviente.

Si la iglesia se hubiese mantenido fiel a su tarea, el mundo no estaría en la condición de ahora. En vez de ser la mitad del mundo que conoce a Cristo, ya hubiéramos cubierto el mundo entero con el mensaje. En vez del modernismo y de la apostasía, tendríamos un «organismo vivo y vibrante, la iglesia triunfante, la iglesia gloriosa.

Si nos atrevemos a poseer la tierra, encontraremos una insignia de autoridad que nos ha estado esperando. No estamos solos; detrás de nosotros está Jesús; detrás de Jesús, Jehová, y a Su lado todos los ángeles del cielo listos para hacer Su voluntad.

La tarea suprema de la iglesia es evangelizar al mundo. Levantémonos para terminar la tarea que nos fue confiada hace 2000 años:

«Id … » (Marcos 16: 15).

» … obrando el Señor con ellos. . . confirmando la Palabra … » (Marcos 16: 20).

» … y ahora, Señor, … permite que tus siervos hablen tu palabra con toda confianza, mientras extiendes tu mano para sanar, y hacer señales y prodigios mediante el nombre de tu Santo Hijo Jesús» (Hechos 4:29-30).

» … y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles» (Hechos 2:43). Y

Adaptado del libro Proof Producers de Morris Cerullo, copyright 1972, P.O. Box 700, San Diego, Cal. 92138. E.U.A.

Revista Vino Nuevo Vol 2- #1