Autor Jimmy Moore

¿Qué haría usted si Dios se invitara para ir a su casa?

Zaqueo», dijo el hacedor de milagros de Galilea. «date prisa y desciende porque hoy debo quedarme en tu casa». ¡Nadie estaba más sorprendido de esta invitación que Zaqueo! Este hombre de Jericó, de pequeña estatura, había sido sorprendido tratando de echar un vistazo, no muy de cerca, a la conmoción abajo, mientras se escondía en las ramas de un conveniente sicómoro. Zaqueo no era un hombre religioso y había por lo menos dos fuertes razones por las que nunca llegaría a serlo. Era un cobrador de impuestos y también un hombre rico. Pero entonces vinieron las palabras positivas de Jesús: «Zaqueo … hoy debo quedarme en tu casa» (Lucas 19:5).

Buena parte del ministerio de Jesús estaba centralizado en los hogares. El no le invitó a la «iglesia» sino que le sugirió que se reunieran en su casa. Más tarde, Jesús le dijo: «Hoy ha venido la salvación a esta casa … » En otra ocasión Jesús le dijo a un hombre después de liberarlo de demonios, «Vete a tu casa, a los tuyos y cuéntales» (Marcos 5: 19). Verdaderamente los hogares deberían ser los primeros en recibir las buenas nuevas. Jesús quiere venir a casa con nosotros. Pablo le dio estas buenas nuevas al carcelero en Filipo cuando dijo: «Serás salvo, tú y toda tu casa» (Hechos 16: 31) Hoy en día se repiten las mismas palabras que fueron dichas a Zaqueo. ¡Jesús quiere venir a nuestro hogar con nosotros!

A mí, me llegó por necesidad y no por elección. Investigando lo que Dios estaba haciendo con el bautismo en el Espíritu Santo, me encontré «subido a un árbol» mientras alguien me cortaba la rama. Como resultado de haber sido bautizado en el Espíritu Santo, fui relevado de mis responsabilidades pastorales y yo y mi familia nos vimos forzados a reunirnos en los hogares para orar y estudiar la Biblia.

Durante mi vida como pastor, había experimentado frecuentemente la frustración de ser alejado por la vida religiosa al costo de mi vida familiar. Me parecía que las actividades eclesiásticas, las reuniones, las bodas y los funerales, estaban compitiendo con mi familia para ocupar el primer lugar. De hecho, cuando quería encontrar más tiempo para mi familia, me sentía culpable por no amar a Dios más que a mi familia. Me molestaba siempre la posibilidad de vivir bajo la condenación de «poner a la familia primero y no a Dios». ¡De todos modos, lo último que necesitaba era tener una iglesia en mi casa! Como una feligresa fiel expresó en su frustración: «Pastor, yo no puedo ser una buena madre y hacer todo lo que la iglesia espera de mi».

Toda esta situación vino a mi mente mientras preparaba un sermón para el Día del Padre. Lo iba a llamar, «Un Hombre de Dios para el Día Moderno», y tendría sus tres puntos acostumbrados. Primero, lo que un hombre de Dios debe ser en la iglesia. Segundo, lo que se espera de un hombre de Dios en la comunidad. Tercero, lo que se espera de un hombre de Dios en su hogar. Después de hacer una lista de deberes para los primeros dos puntos. se me hizo evidente que si un hombre hiciera todo lo que se espera de él, especialmente en la iglesia, no habría tiempo para la familia. Este fue un sermón que nunca fue predicado.

Este incidente fue el inicio de una lección que Dios me ha hecho aprender vez tras vez. «Como son más altos los cielos que la tierra. así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos» (Isaías 55:9). Cuando Dios trató mi vida con este «segundo toque», el fuego de Su Espíritu penetró hasta lo más profundo de nuestra vida familiar. Hubo un derretir y un fundir de espíritus entre Dottie y yo, como esposo y esposa y hubo un nuevo amor y aprecio entre Eric y Kay, nuestros dos hijos. Fue el principio de muchas lecciones de cómo las «buenas nuevas» probaron ser buenas nuevas para nuestro hogar. Las palabras de Jesús vienen rasgando las edades como un rayo de luz, «Hoy debo quedarme en tu casa».

Nunca me había sido tan claro que el lugar para practicar la vida cristiana es en casa. Mientras íbamos de casa en casa compartiendo los estudios Bíblicos y las oraciones, descubrimos una comunión íntima con otros cristianos que parecía ser el mismo corazón del evangelio. Nos costó bastante tiempo acostumbrarnos a la atmósfera informal del «hogar» sin sentirnos amenazados, pero al fin lo logramos. De repente el evangelio era mucho más pertinente. Rodeado por ventanas sencillas en lugar de vidrieras de color, me hacía recordar constantemente que la aplicación del evangelio celestial es terrenal.

Hay evidencia desde Génesis hasta Apocalipsis – desde la creación hasta la consumación – que el hogar es el enfoque del trato. de Dios con el Hombre. En el principio Dios creó a la familia. Sin duda pudo haber creado a muchos individuos para empezar la raza humana, pero es – un hecho que empezó con una sola familia. El origen común de la familia humana es la base de su unidad física. (Por supuesto, sabemos que en Cristo Je­ sús la familia de Dios es una unidad espiritual, y no una relación natural).

Es importante que al ver la unidad total de la familia de Dios, veamos también los límites que El ha señalado alrededor de la familia individual. El nunca va a cambiar estos límites. Jesús cita Génesis 2: 24 cuando dice: «Por esto un hornbre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa; y los dos serán una sola carne» (Mateo 19:5). Jesús confirma» una vez para siempre que Dios no ha cambiado su pensamiento acerca de la permanencia de la relación matrimonial. Pablo cita la misma Escritura en Efesios 5:30 y muestra que el entendimiento de este gran misterio de Cristo y Su Iglesia es hallado en la relación matrimonial.

Aqui vemos la obra colectiva como también la obra individual de la familia. Podríamos compararla al cuerpo en relación con las células. La Iglesia es el cuerpo en total, pero las familias son las células que la componen. Las células no son individuos. Sino familias. ¡Cómo necesitamos entender este principio! Es por esto que una familia propiamente ordenada es una demanda básica para el obispo y el diácono (1 Timoteo 3: 1-13).

En el Antiguo Testamento vemos ejemplos de la aplicación de este principio. Contrasta el testimonio que Dios dió de Abraham y el juicio enviado contra Elí. De Abraham, Dios dice en Génesis 18: 19: «Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él». De Elí, Dios dice en I Samuel 3: 11-13. «Jehová dijo a Samuel: He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le reteñirán ambos oídos. Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado».

Tal vez no haya otro lugar donde se señale más vívidamente la importancia del hogar que en la liberación de los Israelitas de Egipto. La fiesta de la pascua en Exodo 12 era una celebración nacional llevada a cabo en un nivel familiar. Las instrucciones eran: «Un cordero por familia» (verso 3), «y tomarán de la sangre. Y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer» (Verso 7).

«Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto » (Verso 13).

«Por siete días no se hallará levadura en vuestras casas; (Verso 19).

«Y Moisés convocó a todos los ancianos de Israel., y les dijo: Sacad y tomaos corderos por vuestras familias, y sacrificad la pascua. Y tomad un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre que estará en el lebrillo; y ninguno de vosotros salga de las puertas de su casa hasta mañana. Porque Jehová pasará hiriendo a los egipcios; cuando vea la sangre en el dintel y en los postes, pasará Jehová aquella puerta., y no dejará entrar al heridor en vuestras casas para herir (Versos 21-23).

«Y cuando os dijeren vuestros hijos: ¿Qué es este rito vuestro? vosotros responderéis: Es la víctima de la pascua de Jehová, el cual pasó por encima de las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando hirió a los egipcios, y libró nuestras casas … » (Versos 26-27).

Obviamente. la pascua era la liberación de las familias de Israel que fueron obedientes a Su Palabra. Es también evidente que las familias que no siguieron las instrucciones no fueron liberadas. El símbolo de la pascua puede muy bien señalar la salvación (o liberación) de las familias más acertadamente que la salvación del individuo. Note algunos principios básicos hallados en esta historia. El cordero, que es un tipo de Jesús (1 Corintios 5:7), es esencial para cubrir cada miembro de la familia. El hombre de la casa era quien tenía que proveer el cordero para su casa, esto nos enseña el sacerdocio del padre sobre la familia. El echar afuera toda la «levadura vieja» representa la santificación de la casa. El santuario del hogar en las horas de oscuridad; el lugar propio para la instrucción de los niños en las verdades espirituales; y finalmente, la liberación de toda la nación, vino hasta que las familias mismas fueron liberadas – estas son unas pocas de las muchas lecciones obvias directamente relacionadas con el hogar que se pueden sacar de este pasaje.

Deuteronomio 6 y 11 es uno de los pasajes más instructivos que contiene preciosas promesas para la familia. En el capítulo 6 encontramos dos de las escrituras que Jesús usó contra Satanás cuando fue tentado en el desierto. Es un pasaje que merece mucha meditación. La herencia de Israel es descrita como una tierra «Que fluye leche y miel». Pero, para recibir esta herencia, el pueblo debía establecer el Señorío de Dios sobre sus vidas. Este Señorío sería establecido cuando ellos hicieran lo siguiente: «Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra», todos los mandamientos, los estatutos, y los juicios que el Señor su Dios les había mandado que hicieran. La motivación para llevar a cabo estos mandamientos era un amor completo (verso 5). Finalmente, para completar la relación de pacto, y para asegurar las bendiciones de Dios sobre ellos, los caminos de Dios debían ser enseñados a sus niños. El énfasis en Deuteronomio 6 es puesto en vivir la vida en el hogar (Versos 6-9-20), de tal modo que los niños investigaran el significado de las observancias.

Las palabras en Deuteronomio 11: 18- 21 son casi idénticas en lo que concierne a la enseñanza de los caminos de Dios en el hogar. Tal vez sería bueno recordar que la enseñanza era dada tanto por ejemplo como por palabras. El pasaje termina con las palabras: «Para que sean vuestros días… como los días de los cielos sobre la tierra» (Verso 21). «Como el cielo sobre la tierra «, es la promesa para aquellos que son fieles en establecer su hogar sobre la Palabra de Dios y enseñar a sus hijos la Palabra de Dios.

El nuevo Testamento está también lleno de revelación que concierne a la familia. Muchas veces está escondido a nuestros ojos porque leemos con nuestros anteojos tradicionales, o si no vemos la acción de Dios en aquel día pero razonamos, «ciertamente nosotros los modernos podemos producir un método mejor». Si tiráramos a un lado nuestras anteojeras, nuestros ojos podrían ver el propósito y la provisión de Dios para nuestros hogares.

Cuando Jesús estaba aquí en la carne desarrolló una gran parte de Su ministerio en hogares. También hoy, estando presente por Su Espíritu, Jesús efectuaría una gran porción de Sus sanidades, enseñanzas, disciplina y liberación en el hogar. Cuando Jesús entraba en una ciudad para ministrar, instruía a sus discípulos para que buscaran un hogar en donde morara un «hijo de paz», para que la paz fuese ministrada al quebrantado.

¡En la práctica aprendemos a vivir en la familia de Dios viviendo con nuestra familia en la carne!

Es de particular interés el hecho de que el Nuevo Testamento guarda un extraño silencio en relación al entrenamiento religioso para los niños. No hay ninguna evidencia de que la iglesia desarrollara algún programa con ese propósito. Pablo escribe en Efesios 6:4 que es la responsabilidad del padre «criarlos en la disciplina e instrucción del Señor». Sin un programa tal, es bastante evidente que los principios de enseñanza para los niños, establecidos en el Antiguo Testamento, fueran continuados en el Nuevo Testamento. Este ha sido siempre el método de Dios y no puede ser mejorado jamás.

Mucho del ministerio de la enseñanza, de la predicación y de la sanidad en el Libro de los Hechos fue practicado en los hogares. Empieza en un aposento alto y termina en la casa alquilada de Pablo en Roma. El pueblo no solamente había sido enseñado en reuniones públicas sino también de casa en casa (Hechos 20:20). Dios ha empezado a restaurar esta visión a la iglesia de hoy. Como con­ secuencia mucho se ha escrito sobre «la iglesia que está en la casa», una frase que Pablo usa en cuatro ocasiones (Romanos 16:5; 1 Cor. 16:19; Colosenses 4:15; Filemón 2). Ahora, es obvio que Dios va a usar el hogar para hacer Su obra, porque allí está verdaderamente su obra más grande.

En los últimos años han brotado muchas comunidades hogareñas alrededor de todo el mundo. Muchos están animados, y con mucha razón, porque el Señor se ha complacido en visitar su hogar para hacerlo un faro espiritual para otros. Hasta se han escrito manuales de instrucción sobre cómo tener una iglesia en su hogar. Algunas iglesias establecidas han empezado a utilizar este nuevo método para formar una organización más fuerte. Para otros, es casi una teología nueva de conducta eclesiástica.

No sea engañado en esta etapa de la obra. Dios no está buscando un método mejor o un tipo nuevo de reuniones. ¡El quiere ser Señor en nuestros hogares!

He visitado muchos grupos carismáticos en los hogares y he encontrado a veces una extraña falta de unción. Algunos de los grupos que habían sido bendecidos grandemente ahora se han enfriado. Esto es difícil de confrontar, especialmente si Ud. ha sentido que la iglesia en el hogar era la respuesta de todos los problemas de la iglesia. Sin embargo, algunas personas me han llamado aparte y preguntan: «¡.Qué pasa con nuestro grupo?» Algunas reuniones se acabaron, no por falta de asistencia, sino por falta de unción. Esto me inquietaba profundamente.

Después de buscar una respuesta de Dios, el Espíritu me impresionó con este pensamiento: «El Señor no sólo quiere una iglesia reuniéndose en tu casa, él quiere que tu hogar sea una iglesia». Recordé que el requisito para un anciano es: «Si un hombre sabe gobernar su propia casa … «, y no si él sabe conducir una reunión de oración en su hogar.

Una de las debilidades básicas del hombre es que voluntariamente cambia al Maestro por el método. Esto es cambiar nuestra Primogenitura por una porción de lentejas. Con paciencia y entendimiento podemos tener ambos. Si nuestro hogar es verdaderamente una «iglesia», una casa de oración en donde la Palabra de Dios es más que servicio de labios … una habitación de Dios por Su Espíritu … viviendo en el orden divino de Dios, entonces de lo más profundo de nuestro hogar saldrá un fluir de vida hacia otros. Pero, si es sólo un «cultito» en nuestro hogar a ciertas horas determinadas, tenemos un método que pronto se secará. Jesús debe ser Señor de nuestro hogar.

Como es posible que el tener reuniones en su casa pueda estorbar lo que Dios está tratando de hacer entre esposo y esposa, o entre padre e hijos, el Espíritu puede traer a su fin las reuniones. Las reuniones en su casa no son un substituto para tener a Jesús como Señor de todas las actividades y relaciones hogareñas. Es asombrosa la manera en que el Espíritu está hablando con tanta consistencia a la Iglesia acerca del hogar. Donde quiera que ministro sobre este tema, el Espíritu Santo ya me ha pre­cedido. Muchos vienen a mi confesando: «Dios ha estado tratando por algún tiempo de decirme esto».

Dios no solamente está hablando. sino también está actuando para restaurar la vida familiar. Muchos de los ministros que viajamos, que hemos sido cautivados por un ministerio público popular, hemos estado operan­ do de un celo para Dios que no es según la sabiduría divina. Como resultado hemos sido enviados de nuevo a nuestros propios hogares para ponerlos en orden. Los que resisten esta dirección están fracasando …algunos sin esperanza de reparación.

Si esto le suena extraño, considere lo que dice de Moisés en Éxodo 4:24: «El Señor le salió al encuentro, y quiso matarlo». El acababa de empezar su viaje de regreso a Egipto en obediencia al llamamiento de Dios. ¿Por qué quería matarlo Dios? No lo dice directamente pero, la implicación está clara: era porque no había circuncidado a su hijo. Dios no iba a permitir que Moisés regresara como líder de Su pueblo con su propio hogar fuera del orden divino. Jaime Buckingham expresa lo que muchos sien­ ten de esta manera: ¿Cómo puedo ser el sacerdote de mi hogar si nunca estoy allí… o si estoy demasiado ocupado para cumplir algunas funciones sacerdotales como jugar fútbol… ir a pescar … o ayudar a mi hijo en su tarea?» .

Lo que Dios busca es más profundo y más importante que un método nuevo de enseñanza o de evangelismo.  

El está decidido a purificar donde comienza la misma fuente de la vida espiritual: ¡el hogar! La mayoría de los problemas en la iglesia y en la sociedad son reflejo del desorden que existe en el hogar, incluyendo los hogares cristianos.

Es lo más probable que cuando el grupo que se reúne en su hogar no está fluyendo como debe, que Dios está tratando de hablar a su hogar. Una casa dividida contra sí misma’ caerá, así también el hogar que no está construido sobre la roca firme. Y si una raíz de cizaña de amargura, rebelión, envidia, soledad, incomprensión, dureza, orgullo o egoísmo ha sido sembrada y adquiere espacio para crecer, debe ser arrancada y lo más pronto posible.

Tal vez la esposa necesita actos concretos de amor y que la escuche .. EI esposo puede necesitar atención y honor. Los hijos, que generalmente no se impresionan mucho con nuestra «fachada» religiosa y carismática pueden necesitar comunión, enseñanza o disciplina. La amonestación de Pablo en I Timoteo 5:8, declara este caso claramente: «Pero si alguno no provee para los suyos, y particular­ mente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo».

Ya no me preocupa cuando no hay unción en las iglesias que se reúnen en las casas, ni tampoco me acusa la conciencia al descontinuar las reuniones -pensando que el Reino de Dios se viene abajo. ¡La iglesia en el hogar y el Reino de Dios están aquí para quedarse! Esto es sencillamente el Espíritu Santo que nos recuerda: «Yo quiero tu hogar- no tu reunión».

No se deje tomar por sorpresa, si sentado en su rama religiosa, contemplando a Jesús desde una distancia relativamente segura, oyera aquella misma voz que habló a Zaqueo, diciendo: «Date prisa y desciende, por­ que hoy debo quedarme en tu casa». No resista ni de razones – sólo reclame la promesa expresada por las palabras del Maestro: «Hoy ha venido la salvación a esta casa», (Lucas 19:9).

Jimmy Moore que fue un pastor bautista del Sur. Su mensaje se centra alrededor del hogar y la familia.