Autor Hugo M. Zelaya

¿Traerá el hombre provecho a Dios?  (Job 22:2 – RV1960)

El título de este artículo refleja una inquietud personal desde hace algún tiempo; se trata de si mi ministerio está siendo de provecho espiritual y para quién. Quiero hacerlo extensivo al ministerio en general, pero sin entrar en juicio de otros siervos de Dios. Sin embargo, espero que esta reflexión personal sirva a nuestros lectores a responder la pregunta en Job, se considere usted o no un ministro de Dios. La Biblia dice que todo hijo de Dios, miembro de su cuerpo, es llamado a contribuir con el crecimiento de éste. De manera que todos hemos sido llamados a ministrarnos unos a otros (Efesios 4:16).

La pregunta en Job 22: 2 son las palabras de Elifaz, uno de sus amigos que creen venir a “consolarlo.” Pero más bien se le acercan con juicios personales inflexibles, basados en sus propios razonamientos y no en la realidad de que Job había perdido bienes, familia, amigos y su salud porque Dios estaba estableciendo un criterio de cómo debe ser nuestra relación con él. El permiso de Dios para que pruebe a Job establece una verdad conocida de que todo lo que nos viene, lo califiquemos bueno o malo, viene directamente de Dios o con su permiso. También que su permiso viene con limitaciones.

Al final de la historia aprendemos que la razón de nuestra existencia en este mundo es que demos testimonio de él basados en un conocimiento real de su persona, sin importar cuáles sean nuestras circunstancias. Sus bendiciones vendrán en algún momento si Dios no elige otra opción. También que todo hijo de Dios debe rechazar la noción del humanismo que hace al hombre el centro del universo. Jesús nos enseñó que Dios es el centro.

Notemos que Dios había dado este testimonio de Job primero. “…¿Y no has pensado en mi siervo Job? ¿Acaso has visto alguien con una conducta tan intachable como él? ¡No le hace ningún mal a nadie, y es temeroso de Dios!” (Job 1:8). Ahora le toca a Job dar testimonio de Dios, pero no sabe cómo y Dios permite la prueba para enseñarlo. Con todo lo justo que era este hombre, todavía no conocía a Dios como lo llegaría a conocer. Al final del proceso de Dios, “Job reconoce su atrevimiento” y dice: “Yo había oído hablar de ti, pero ahora mis ojos te ven. Por lo tanto, me retracto de lo dicho, y me humillo hasta el polvo y las cenizas” (Job 42:5 y 6). Me pregunto ¿cuántos de nosotros en la Iglesia conocemos a Dios de esta manera y podemos testificar de él como lo hizo Job?

Sus amigos lo creían culpable de pecado oculto porque tenían la noción popular, errada, de que la adversidad sólo viene a los hijos de Dios que han cometido pecado y no se han arrepentido. Muchas veces es todo lo contrario. (Salmo 73). Evidentemente Job es inocente del sufrimiento, y no es fácil explicar por qué él sufre y los malos aparentan ser felices, sin que tomemos en cuenta que conocer a Dios es más que hablar bien de él.

Todos sus sufrimientos le valieron la pena porque le enseñaron a tener un conocimiento de persona a Persona como lo vemos en los últimos capítulos de este libro que son una conversación entre Dios y Job. Nos recuerda cuando Dios descendía en el huerto para conversar con Adán. Yo creo que ahí es donde Dios quiere llevar a todos sus hijos, a tener una relación íntima con su Dios por medio de su Hijo Cristo Jesús. Los amigos de Job partían de proposiciones equivocadas y, por lo tanto, las conclusiones eran equivocadas. Sin embargo, en el desarrollo de conversaciones dicen verdades validadas por la misma Escritura. Una de estas verdades es lo que dijo Elifaz, que nada de lo que haga el hombre le trae provecho a Dios. He meditado en esto y he llegado al convencimiento que de no ser así no sería el Dios de las Escrituras: completo, perfecto, sin necesidades. Entonces, ¿por qué, para qué y para quién nos llama Dios al ministerio?

Un objetivo

Un objetivo de esta reflexión es desear ser de provecho espiritual. Y si nada de lo que yo haga le trae provecho a Dios, entonces ¿a quién? Hago la diferencia entre agradar a Dios y serle de provecho.

El Señor me llamó al ministerio, a su servicio, hace cuarenta y siete años y por muchos de esos años intenté servirle con un conocimiento equivocado de lo que eso significa. Tenía la noción popular de que servir a Dios depende en gran parte de la capacidad personal y que, por lo tanto, era imperativo pasar por un entrenamiento religioso en instituciones creadas para tal propósito. No digo que todas sean innecesarias. Las que preparan a sus alumnos apegados a la Biblia como la revelación inherente de la voluntad de Dios, son de gran ayuda.

Pero no todas son así. Hay unas que desde el inicio enseñan a sus alumnos a no creer todo lo que está en la Biblia sin razonarlo y buscarle explicaciones lógicas y naturales, desconociendo que la dimensión de Dios es la eternidad espiritual y que, sin la revelación de Dios no los podemos entender; siguen siendo “misterios” y opacan  la fe de quienes pasan por sus puertas. Como que todo es una alegoría y no se debe tomar como la realidad espiritual que Dios ha establecido. Sí, la Biblia está colmada de símbolos naturales que enseñan realidades espirituales. He leído explicaciones absurdas como que las aguas del mar Rojo no se partieron como dice la Biblia, sino que la marea en ese entonces estaba muy baja y así pudieron pasar. El problema que no explican es cómo se ahogó todo el ejército egipcio en un charquito. Si se elimina lo sobrenatural de la Biblia, hacemos a un lado al Dios sobrenatural y no somos diferentes a cualquiera otra religión.

Cuando Dios nos llama a un ministerio específico, tenemos que tomar en cuenta la sobrenaturalidad de Dios y que desde ahí él inicia toda su obra. Nuestro ambiente natural, es donde operamos nosotros y se subordina a la iniciativa de Dios. Este orden es esencial en el ministerio y en todas las cosas. Nunca puede ser al revés y agradar a Dios. Es imposible que el hombre inicie algo para “bendecir” a Dios y que le sea de provecho, por más buenas intenciones que se tenga. Ciertamente, Dios produce el querer como el hacer.

El ministerio cristiano y estar al servicio de Dios, tiene que ser siempre en obediencia a lo que él ordene que hagamos y digamos. Nunca son nuestras palabras o lo que nos parece bueno hacer. Nuestro ejemplo es el Señor Jesús (Lea Juan 5:19 y Juan 8:28).

El Dios de lo imposible

Dios siempre nos manda a hacer lo imposible para el ser humano. Creo que esta es una de las razones por las que algunos de sus siervos se excusaron inicialmente a aceptar su llamado. Cuando Dios llamó a Moisés éste dijo: “No sé hablar.” Jeremías: “Soy un niño.” Gedeón: “Soy el menor de una familia pobre.” Hoy quizá se diga: “No tengo preparación.” “No tengo vocación.” “No estoy preparado.” “No tengo dinero.” “Tengo que velar por mi familia.”

Pero ninguna excusa es válida porque Dios no llama al hombre para que haga prodigios y milagros que sólo él puede hacer. Ningún humano es capaz de hacerlos. Y si alguien piensa que sí o que el poder es suyo, eso sería una arrogancia imperdonable. Entonces, ¿por qué nos llama? Bueno, partamos de dos realidades incuestionables. Una ya la mencionamos, Dios es perfecto y no tiene necesidades. Segundo, Dios es soberano y eso significa “que él posee y ejerce la autoridad suprema e independiente.”2 Si Dios quisiera, él podría intervenir directamente en nuestros asuntos y en ocasiones lo ha hecho. Pero, él ha decidido hacerlo a través de seres humanos. Creó a Adán y a Eva con este propósito y lo invistió con su autoridad para que gobernara la creación. Adán y Eva le fallaron y Dios mandó a su Hijo unigénito para que como hombre redimiera el propósito de Dios para nosotros. Jesús hombre, nunca usurpó el lugar del Padre y sólo hizo y dijo lo que veía y oía al Padre hacer y decir.

Jesús pudo haber hablado y actuado por su cuenta y no lo hizo para establecer un ejemplo para nosotros. Aun en su estado físico más débil, venció al diablo cuando lo tentó para que actuara por su cuenta (Mateo 4). Varias veces el Padre dijo de Jesús hombre: “Tú eres mi Hijo amado, en quien me complazco” (Marcos 1.11). Elifaz pregunta si hay algo que el hombre haga para provecho de Dios. Una respuesta obvia es “No, no hay nada.” Pero hay otra respuesta que nos dejó la vida de Jesús. Podemos complacer al Padre haciendo sólo lo que él nos muestre y diciendo sólo que él diga que digamos.

Hay una tercera respuesta. Podemos ser de provecho espiritual para la Iglesia. Y para esto fuimos llamados por Dios al ministerio iniciado por Dios y ejercido de una manera obediente. El servicio a Dios es principalmente para la iglesia y para aquellos que tienen un corazón para Dios, pero que todavía no han sido incorporados por el Espíritu Santo en la iglesia.

El provecho es principalmente espiritual, pero los ministros y la iglesia vivimos en una dimensión natural y Dios no la pasa por alto. Pero es trágico invertir el orden. El servicio no se origina en lo natural sino en la dimensión espiritual de Dios. De manera que el ministerio basado en activismo y proyectos iniciados por hombres no tiene los efectos espirituales que el Señor ha designado. Tienen efectos naturales que podemos ver en muchas instituciones religiosas. No digo “Iglesia” porque quiero reservar el nombre para los miembros del cuerpo de Cristo nacidos de nuevo que responden a la iniciativa de Dios.

El deseo de ser de provecho espiritual

Filipenses 2:13 dice: “Dios es el que produce en ustedes lo mismo el querer como el hacer, por su buena voluntad.”

El pastorado no irá a ningún lugar con Dios sin este deseo. Es el deseo dominante de muchos siervos de Dios maduros que son de provecho espiritual para la Iglesia y que siguen activos en sus ministerios. Muchos son los ministros que han descuidado el aspecto espiritual de sus llamados y que han abandonado sus ministerios. Dice Noticia Cristiana1 que “cerca de 1500 pastores abandonan el ministerio cada mes en los Estados Unidos.” La situación es similar en otros países del mundo. Una de las razones que se da es “agotamiento moral, espiritual.” Esto indica que son los pastores que están ejerciendo en sus fuerzas y no en las de Dios.

En primer lugar, este deseo sirve de regulador en nuestra motivación de por qué respondimos a su llamado para servirle. La motivación nunca debe ser para provecho personal. Dios se encarga de nuestras necesidades que Mateo 6:33 llama añadiduras. Con la petición de querer ser de provecho espiritual para la iglesia, busquemos la corrección de Dios si hubiere otra razón. (Salmos 139:23). Dios requiere integridad de corazón para hacer sólo su voluntad. Sansón creyó ser dueño de la fuerza de Dios y terminó ciego y moliendo para el enemigo.

En segundo lugar, el deseo de ser de provecho espiritual actúa como un filtro que descarta todo lo que no cumple con el propósito de Dios. Lo pesa todo, decide, dirige y establece prioridades. Abre el camino para que Dios haga su voluntad a través de sus siervos.3 Los ejemplos más sobresalientes han sido los discípulos del Señor y particularmente Pablo.

Pablo se propuso dejar que Dios se manifestara en él en toda circunstancia. En 1 Corintios 2:1-5 él escribe:

“Así que, hermanos, cuando fui a ustedes para anunciarles el testimonio de Dios, no lo hice con palabras elocuentes ni sabias. Más bien, al estar entre ustedes me propuse no saber de ninguna otra cosa, sino de Jesucristo, y de éste crucificado. Estuve entre ustedes con tanta debilidad, que temblaba yo de miedo. Ni mi palabra ni mi predicación se basaron en palabras persuasivas de sabiduría humana, sino en la demostración del Espíritu y del poder, para que la fe de ustedes no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.”

Pienso en cuando Pablo echó fuera el demonio de la joven adivina sin meditar en las consecuencias que vendrían sobre él y su compañero Silas. Los azotaron y los metieron en la cárcel, pero ellos no vieron lo natural sino lo espiritual. La Biblia dice en Hechos 16 que “A la medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios… y que de pronto hubo un terremoto, tan violento que los cimientos de la cárcel se estremecieron. Al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.” El resultado fue que el carcelero y toda su familia fueron bautizados. Requirió un conocimiento real de la persona del Señor Jesús.

No creo que Pablo ni Silas supieran la razón por la que Dios permitió que los echaran en la cárcel. Quizá sus planes eran otros. No estaban nada cómodos pero confiaron en Dios, oraron y cantaron y Dios se manifestó en favor de ellos. Diría Dios (si no lo dijo lo pensaría): Pablo y Silas son mis hijos amados, y me han complacido. Muévete tierra y quita sus cadenas.” (Ninguna cita)

 Deseo y obediencia

Deseo sin obediencia es una condición pasiva y la pasividad no hace la obra de Dios. (Santiago 2). La obediencia requiere acción. No es uno en exclusión de la otra. Es querer y hacer. Cristianismo institucional es una designación errónea porque cristianismo significa ser como Cristo, no como una institución humana. No obstante, la realidad presente es que hay instituciones que se denominan cristianas, pero están fundadas en la sabiduría de los hombres y no en el poder de Dios (1 Corintios 2:5). Muchas tienen pasión por la obra y el servicio que prestan, pero es pasión y servicio motivados por un celo humano sin provecho espiritual para la institución.

No dudo que su intención sea agradar a Dios y bendecir a su pueblo. El inconveniente es que su hacer se basa en estrategias y proyectos fundados en la sabiduría de los hombres y no en el poder de Dios. Confían más en las estrategias de mercadeo para un crecimiento numérico; presentaciones teatrales para el entretenimiento de los asistentes; música con ritmos mundanos que despiertan sensaciones carnales; enseñanzas de superación personal a lo Dale Carnegie como lo hacen las empresas comerciales para la “formación de liderazgo y que enseña a los profesionales para mejorar las habilidades y el rendimiento. Para aprender programas de capacitación corporativa que ofrecen resultados;” 4 prosperidad natural, visualizaciones, pensamiento positivo y más. Nada de esto redunda en provecho espiritual para sus miembros. El beneficio es natural y temporal. Sus membrecías alcanzan las decenas de miles y sus templos son costosos y el pastor y su familia no dejan de beneficiarse.

Hay pastores que desean servir a Dios con sinceridad y ser de beneficio espiritual para su iglesia, pero que no han recibido la dirección del Espíritu Santo que sólo viene por revelación. ¿Cómo saber que la iniciativa es del hombre y no de Dios? Una forma es cuando vemos a la misma gente responder a nuestras invitaciones pidiendo oración por las mismas necesidades. Para que haya provecho espiritual y eterno, la acción tiene que originarse en Dios.

 Creciendo en el conocimiento del Señor

El apóstol Pablo tenía este deseo de ser de provecho espiritual para muchas iglesias. Él mismo lo expone en Filipenses 3:7-10:

“ Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida, por amor de Cristo. Y a decir verdad, incluso estimo todo como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por su amor lo he perdido todo, y lo veo como basura, para ganar a Cristo y ser hallado en él, no por tener mi propia justicia, que viene por la ley, sino por tener la justicia que es de Dios y que viene por la fe, la fe en Cristo; 10 a fin de conocer a Cristo y el poder de su resurrección, y de participar de sus padecimientos, para llegar a ser semejante a él en su muerte.”

Esta es también una reflexión personal de Pablo y apunta a una sola cosa, conocer a Cristo. El resto viene por añadidura. No es estar nerviosamente ocupados y activos en la “obra”. La energía humana no sirve al Señor y no tiene provecho espiritual para la iglesia. El Señor lo dice en Lucas 10: 41 y 42. Se lo dice primero a Marta, pero también a nosotros: «Estás preocupada y aturdida con muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará.»

Su exhortación no es a la inactividad, sino para que el trabajo en el Señor no carezca de sentido (1 Corintios 15:58). Tenemos que visitar el medio del alma. El peligro es quedarnos ahí sin regresar donde vive Dios. La naturaleza humana se satisface haciendo muchas cosas cuando una sola cosa es necesaria.

 Consejos

Requerimos de la disciplina del Espíritu Santo para no hacer nada sin la dirección de Dios. Unos argumentarán que hay muchas cosas que Dios ya nos mandó a hacer y por lo tanto no necesitamos volver a pedir su dirección. Sin embargo, no es sólo su mandamiento, también está su cómo y su cuándo, porque tampoco estamos en libertad de hacer cuando lo creamos oportuno. Para que nuestro servicio sea de provecho espiritual, la voz de mando y sus instrucciones tienen que venir del Espíritu Santo, no del alma. Esto es muy difícil para las personas con un temperamento inquieto.

Hay muchas cosas que demandan nuestro tiempo. Algunas externas, otras internas. No hagamos las externas en descuido de las internas. La caída de algunos pastores se debe precisamente a este descuido que produce el agotamiento espiritual; que aprovecha el enemigo de nuestras almas para atacar. Ataca cuando y donde estamos débiles. Dios espera que llevemos fruto espiritual primero. Será un fruto que redundará en bendición natural también.

Pidamos a Dios que ponga el deseo de ser de provecho espiritual como lo fue él y sus discípulos. No piense tanto en lo que usted puede hacer por Dios, sino en lo que Dios quiere hacer a través de usted. Pregúntese continuamente: ¿De cuánto provecho espiritual es el ministerio que me dio Dios?

Notas:

  1. http://www.noticiacristiana.com/ciencia_tecnologia/estudios/2012/05
  2. Diccionario de la Real Academia Española – Versión digital
  3. Attaining to God’s Full Thought de T.A.Sparks
  4. www.dalecarnegie.com

A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de la Reina Valera Contemporánea.

Hugo M. Zelaya es fundador de las Iglesias de Pacto en Costa Rica y pastor de la Iglesia de Pacto Nueva Esperanza en San José, Costa Rica. Él y su esposa Alice viven en La Garita, Alajuela, Costa Rica.

Revista Conquista Cristiana Vol 9 Nº 16