Autor Hugo M. Zelaya

      Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios (Romanos 8:14).

      Uno de los propósitos por el cual el Espíritu Santo fue enviado es para cambiarnos de manera que lleguemos a parecernos a Dios. Jesús le dijo a Nicodemo que le era necesario nacer de nuevo (ver Juan 3:3). Dios no está interesado en remodelar al hombre viejo. Sólo una persona totalmente nueva puede satisfacer su deseo para nosotros. En el nuevo nacimiento recibimos una naturaleza nueva. Dios en la persona del Espíritu Santo viene a vivir en nosotros. Su vida va produciendo cambios de lo que éramos sin él a lo que él es en nosotros. El verdadero cristiano no se parece en nada al mundo. Piensa, siente y actúa como un hijo de Dios. Si por alguna razón dejamos de parecernos a nuestro Padre celestial, él nos meterá en un proceso de pruebas y circunstancias que nos hagan volvernos nuevamente a él y colaboremos con el Espíritu Santo para que crucifiquemos los deseos del mundo y permitamos que su vida vuelva a fluir a través de nosotros.

      El mundo sólo puede ofrecer una falsificación de lo legítimo que Dios da solamente para los que lo han recibido en su corazón, que son los que componen la verdadera Iglesia. Lo que el mundo ofrece es temporal y está lleno de remordimiento y tristeza. En cambio, la bendición del Señor es un tesoro; nunca viene acompañada de tristeza (Proverbios 10:22). La versión RV1960 dice que su bendición enriquece. Uno de los sinónimos de riqueza es “abundancia”. Una de las características del hijo de Dios es que abunda en todo. De no ser así, sería conveniente preguntarse si mi vida, y su vida espiritual es completamente saludable. Pablo dice en Gálatas 5:16: “Vivan según el Espíritu, y no satisfagan los deseos de la carne. 17 Porque el deseo de la carne se opone al Espíritu, y el del Espíritu se opone a la carne; y éstos se oponen entre sí para que ustedes no hagan lo que quisieran hacer.”

      El hombre fue creado para contener a Dios. La Biblia habla de dos cuerpos preparados para Jesús: el cuerpo que María le dio y el otro cuerpo que somos nosotros cuando el Espíritu Santos nos pone en la Iglesia (ver 1 Corintios 12:13). Estas no son sólo imágenes para facilitar una explicación de la función de la Iglesia. Son realidades que debemos aceptar para que el Señor siga cumpliendo con la voluntad del Padre en la tierra antes de su segunda venida. Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia (Colosenses 1:18). Por lo tanto la Iglesia debe funcionar igual que Jesús en su primer cuerpo.

Para eso es que Jesucristo viene a vivir en el hombre como individuo y colectivamente como parte de su cuerpo. A Dios no le sirve la naturaleza vieja porque está viciada por el pecado. Ni siquiera la toma en cuenta. El hombre en la carne está muerto para Dios. Jesús clavó al hombre viejo en la cruz y a cambio le ofrece su naturaleza divina. La naturaleza de Dios ha venido a vivir en quienes aceptan el sacrificio de Jesús en la cruz, y eso los hace peregrinos y extranjeros en este mundo (lea Hebreos 11:12 y 1 Pedro 2:11). Pablo dice en Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”

La Iglesia

La Iglesia (uso mayúscula para designar a la verdadera y única Iglesia del Señor Jesús) es un organismo vivo. 1 Pedro 2:5 dice:Y ustedes también, como piedras vivas, sean edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepte por medio de Jesucristo.”  La Iglesia nació en el día de Pentecostés; su origen es en el cielo y no se parece en nada a este mundo. Está aquí representando una cultura con prácticas, hábitos, costumbres, conocimientos, y expresiones totalmente diferentes. Está en el mundo pero no es del mundo. Está aquí para reproducir las obras de Cristo. Jesús dijo en Juan 14:12:El que cree en mí, hará también las obras que yo hago; y aún mayores obras hará, porque yo voy al Padre.”

         Somos la Iglesia cuando nos juntamos en su nombre y la plenitud de Cristo (su carácter, pensamientos, y propósitos) se manifiesta en y a través de los que la componemos. Nadie duda del poder y majestad del Señor a la diestra del Padre. No obstante, uno de los propósitos esenciales de Jesús para su Iglesia es que sea una demostración viva de cómo quiere Dios que vivan los hombres. Muchas veces el mundo se confunde porque hay quienes dicen ser miembros de la Iglesia pero no demuestran la naturaleza de Cristo. No es extraño entonces que en el mundo haya quienes no quieren ser parte de algo que es igual a ellos. Cuando el mundo ve a la Iglesia, debiera ver la naturaleza de Cristo.

      Tenemos que creer la Biblia cuando dice que somos el cuerpo de Cristo. Si ponemos la atención en el vaso de barro (ver 2 Corintios 4:7) nos va a costar mucho creer lo que dice la Biblia que somos. Nuestro cuerpo consiste de carne y hueso como todo el mundo, pero tenemos algo más que sólo la Iglesia tiene. Tenemos el Espíritu Santo y por él somos como Jesús cuando caminó por las aldeas de Galilea. El origen de Jesús no era de este mundo, tampoco el de la Iglesia, el de usted y el mío. Jesús fue engendrado por el Espíritu, también la Iglesia, usted y yo. Jesús recibió el sello del Espíritu Santo como hijo de Dios, también la Iglesia en Pentecostés, usted y yo. Jesús fue amado por el padre, la Iglesia, usted y yo también. Jesús fue ungido con el Espíritu Santo para servir; la Iglesia, usted y yo también. Jesús fue enviado al mundo para ser testimonio de la verdad; la Iglesia, usted y yo, también. Jesús fue enviado a representar al Padre; la Iglesia, usted y yo, a Jesús.

      Nada permanecía igual cuando Jesús iba a un lugar. El Espíritu Santo fue dado a la Iglesia para que nada permanezca igual donde quiera que vayamos (ver Hechos 17:6). El Espíritu Santo en Ud. cambia todo lo que usted toca, pero debemos aceptar que somos más que carne y hueso, que llevamos un tesoro divino y que ya no somos de este mundo. Ahora le pertenecemos totalmente a él. Entregamos nuestra vida a cambio de la vida de Jesús. Si él vive en usted su vida debiera de manifestarse en usted, a menos que usted se lo impida y eso no lo hará por mucho tiempo.

El Espíritu Santo

      En Juan 7.37-39 la Biblia dice: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y en voz alta dijo: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. Del interior del que cree en mí, correrán ríos de agua viva, como dice la Escritura.» Jesús se refería al Espíritu que recibirían los que creyeran en él. El Espíritu aún no había venido, porque Jesús aún no había sido glorificado.”

      Era la fiesta de Los Tabernáculos y Adam Clarke observa en su Comentario que “la ceremonia en la que los judíos daban testimonio de mayor gozo era el derramamiento del agua, que se hacía en el octavo día de la fiesta. Un sacerdote sacaba agua del estanque de Siloé, en un recipiente de oro, y la traía al templo; y a la hora del sacrificio de la mañana, estando las piezas del sacrificio sobre el altar, subía y derramaba esta agua mezclada con vino … Probablemente nuestro Señor habló estas palabras mientras el sacerdote vertía el agua a los pies del altar. Porque, como la ceremonia lo señalaba a él como la verdadera fuente de donde el agua debía proceder, invitó al pueblo a beber de él, para que pudieran recibir el Espíritu Santo y su vida.”1

      También el Señor hace el contraste entre un pequeño recipiente de agua y un río. La Biblia usa la figura de los ríos a menudo por su significado de un caudal de agua que fluye constantemente, que nunca se agota, y porque el agua es siempre fresca. Se podría decir que es el contraste entre tener religión y llevar a Dios con usted. Hay vida dondequiera que usted va. El poder de Dios se manifiesta dondequiera que sus hijos van.

      Desde luego que el parecido de los hijos de Dios con su Padre no es físico. La imagen y semejanza de Dios son los atributos espirituales que él nos ha revelado. Mencionamos unos pocos aquí para que veamos cómo debemos ser sus hijos. Él es luz (ver Isaías 60:1 y Apocalipsis 21:23). Dios es recto y justo (ver Deuteronomio 32:4). Dios es santo (ver 1 Pedro 1:16). Dios es amor (1 Juan 4:8 y 16). Dios es verdad (Juan 3:33). Dios es misericordioso (Deuteronomio 4:31). Este modesto intento no comienza a describir a un insondable Dios; nos llevará una eternidad comenzar a conocerlo.

      Si usted ha nacido de nuevo, Dios entró en su corazón y quiere que lo represente en su hogar, en su trabajo o escuela, en su comunidad y adondequiera que él lo mande. Él quiere que usted lo lleve a todas partes que vaya y que le permita influenciar a todos  que lo rodean.                         

La Iglesia está destinada para reinar con Cristo, pero no será con gente que manifieste atributos del hombre muerto para Dios. Todo lo que somos él lo ha hecho, todo lo que tenemos él lo ha dado y no hay mayor privilegio que parecernos a él.     

“Haced todo sin murmuraciones ni discusiones, para que seáis irreprochables y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como lumbreras en el mundo ” (Filipenses 2:14,15).

Notas

  1. Comentario de Adam Clarke en Power Bible CD

A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de la Reina Valera Contemporánea.

Hugo M. Zelaya es fundador y pastor de la Iglesia de Pacto Nueva Esperanza en Costa Rica. Él y su esposa Alice viven en La Garita, Alajuela, Costa Rica.