Autor Stephen Simpson
Me considero un hombre joven, aunque cuando uno es más viejo que muchos de sus médicos, esa es una señal de que no es tan joven como cree. Aunque no estoy totalmente «acabado,» soy lo suficientemente viejo para recordar cuando ser parte de una familia «nuclear» (padre y madre, los dos presente en casa criando a sus hijos) se consideraba la norma; y muchas familias disfrutaban de la presencia de la familia extendida viviendo a no muy larga distancia: abuelos, tías, tíos y primos. A medida que la cultura ha ido cambiado dramáticamente en el último medio siglo, la realidad de la estructura de la familia occidental también ha cambiado.

Hoy, es difícil imaginar que un momento así alguna vez haya existido. Los resultados de la movilidad, los cambios de trabajos, la presión financiera, la crisis moral, y otros factores reales significan que cada vez hay menos familias que permanecen juntas; cada vez menos niños son educados en hogares biparentales. De hecho, más niños que nunca están siendo criados por abuelos, guarderías u otros medios. Aparte de la gracia y el excepcional cuidado de Dios, los factores de riesgo para los jóvenes se elevan exponencialmente sobre la estructura de la familia bíblica tradicional.

Gracias a Dios por los valientes padres solos y madres solteras, abuelos, tutores, y pastores que están dispuestos a ponerse en la brecha para una generación desesperada. Mi propia hermana y mi cuñado en Costa Rica han atendido a muchos niños en riesgo que de otro modo vivirían en las calles o en los «precarios» (asentamientos ilegales con poco o nada de plomería o electricidad) o en hogares plagados de violencia. Saludamos a todos los que ofrecen una familia a los que no han tenido ninguna.

Al mismo tiempo, como pueblo profético, estamos llamados no sólo a traer sanidad y redención a situaciones desintegradas, sino también a hacer frente a las causas fundamentales y lograr un cambio social. La sanidad es una bendición; la restauración de la verdad con el fin de evitar la devastación es aún más bendecida.

Recientemente, Charles Colson, Robert George, y Timothy George autores de un documento importante titulado «La Declaración de Manhattan», ofrecen una perspectiva bíblica sobre la santidad de la vida humana, la sacralidad del matrimonio según el diseño de Dios, y las responsabilidades de la libertad. Este documento fue revisado y firmado con cuidado y oración por más de 75 líderes de las tres corrientes principales del cristianismo: protestantes, católicos y ortodoxos. Después de leerlo en línea en www.manhattandeclaration.org, me uní a más de 400.000 que firmaron esta declaración, y espero que después de orar usted considere hacer lo mismo.

Este documento es un recurso excepcionalmente valioso para las familias, ofreciendo una imagen clara del propósito de Dios para las familias, y por qué debemos respetar la norma bíblica. La defensa de la verdad no niega la misericordia, o el plan redentor de Dios. Lo que hace, sin embargo, es que nos da una brújula moral por medio de la cual podemos navegar, de manera que cuando perdemos el rumbo, podamos encontrar nuestro camino de regreso a casa. Los autores de las Escrituras detectan nuestro llamado intergeneracional como creyentes para recibir la verdad, declararla, y pasarla a la siguiente generación. Al igual que aquellos que nos han precedido en la fe, los cristianos de hoy somos llamados a anunciar el evangelio de la gracia costosa, para proteger la dignidad exclusiva de la persona humana y pararnos firmes para el bien común. Siendo fiel a su propio llamado de hacer discípulos, la iglesia por medio del servicio a los demás, puede hacer una profunda contribución al bien público. Como un “Tweener” 1 siempre he sentido la carga de establecer contacto entre las generaciones.

Yo personalmente he experimentado y presenciado el valor de la fraternización y el diálogo entre generaciones múltiples. Las generaciones más jóvenes pueden aprender de la sabiduría de los mayores; y los más viejos pueden rejuvenecerse en su propósito y llamado. El Salmo 145.4 lo expresa así: «Una generación declarará tus obras a otra”. Sin embargo, estoy encontrando que esta excepcional oportunidad se debe enfatizar más. Demasiados jóvenes cristianos han sido influenciados por los valores de la sociedad secular relativos al envejecimiento y a las personas mayores de una manera sorprendente. Las cuestiones de honor, respeto, humildad, la voluntad de servir y escuchar han sido demasiado a menudo descartadas en favor de la moda, la elegancia, lo fugaz, y lo vano; la capacidad de decir «salidas graciosas » es demasiado a menudo más valorada que la capacidad de recibir con humildad la sabiduría; los videojuegos y las comunidades virtuales han reemplazado el valioso tiempo cara a cara para la edificación de relaciones reales; mimarse a sí mismo se valora sobre servir a los demás; hablar se valora más que escuchar. En semejante ambiente, el ruido puede hacerse pasar por verdad; el crepúsculo puede verse como sol de mediodía; y lo malo puede ser llamado bueno.

Si criamos o permitimos que nuestros jóvenes tengan este tipo de actitudes y si así los formamos en la vida, les estamos haciendo un perjuicio a ellos y a nuestra civilización, porque estaremos produciendo una sociedad de sociópatas. ¿Quién está formando su cosmovisión en el tema del matrimonio, la familia, la crianza y la educación? ¿Quién está dando a sus hijos formación en la visión del mundo?

Y para que no sea acusado de ser «chapado a la antigua » le diré a mis hermanos y hermanas mayores que este no es el momento para que las generaciones mayores interrumpan el paso por el puente levadizo y lancen piedras a la generación emergente, guarnecidos tras la aparente seguridad de sus murallas. El discipulado no puede llevarse a cabo a la distancia.

Hablar e interactuar con una persona más joven a veces puede ser intimidante. Si bien su idioma fluye libremente entre ellos, pueden volverse monosilábicos o como monjes con un voto de silencio cuando están en compañía de personas de la tercera edad (para ellos, mayores de 35 años). En cierto modo, su cultura es tan diferente de la cultura de la generación de adultos mayores como los peces lo son de las aves. Pero no tema. Siga adelante. No se deje intimidar, frustrar o desanimar. El amor trasciende la edad y la cultura; sobre todo el perseverante amor ágape de Jesús.

Aunque no soy ingeniero, me gusta la arquitectura, la ingeniería y la construcción. He aprendido que cuando se trata de la construcción de puentes, estos se construyen para unir dos lados. Mi oración es que podamos formar a nuestros hijos, desde el nacimiento, a valorar el patrimonio y la familia extendida (natural y espiritual); a animar a nuestras generaciones mayores a mantener su compromiso de interactuar personalmente con la generación naciente; a orar por los pródigos y alentar a su familias, y creer a Dios por su restauración; declarar y demostrar la verdad redentora del reino de Dios en relación con las familias, en un mundo que se ha vuelto confuso y fraccionado. La oportunidad ante nosotros es histórica; las consecuencias del fracaso inimaginable. Servimos a un Dios de redención y reconciliación que nos ofrece su Espíritu Santo para llevar a cabo esta misión.

Notas
1. “Tweener» es un preadolescente demográfico, cuyo cumpleaños cae entre la generación de “Baby Boomer” (período demográfico entre 1946 y 1964, caracterizado por un incremento notable de la natalidad) y la «generación X». Este lapso incluye «La Generación más grande» (de la Segunda Guerra Mundial y la Era de la Gran Depresión) hasta alcanzar a los «Mileniales».
No me sorprende que “Tweener», sea el nombre de un sitio web muy popular en los medios sociales.

Acerca del autor: Stephen Simpson es el Editor de One-to-One, correo electrónico onetreesteve@bellsouth.net. También puede seguir sus comentarios en Twitter@ Bamastephen.