Autor Don Basham

Cuando Jesucristo estaba en la tierra, fue identificado como Salvador (Juan 3: 16), como Sanador (Mateo 4:23), como Bautizador en el Espíritu Santo (Lucas 3:16), y como Libertador (Marcos 1:39). Conocemos estos cuatro ministerios como la salvación, la sanidad, el bautismo en el Espíritu Santo y la liberación (o echar fuera demonios).

Pero estos ministerios no fueron solamente del Señor. Poco antes de Su ascensión, El comisionó a Sus discípulos para que los llevaran a cabo.

y les dijo: Id a todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que ha creído y ha sido bautizado, será salvo; (Ministerio de salvación); … Y estas señales acompañarán a los que han creído: En mi nombre echarán fuera demonios (Ministerio de liberación), hablarán con nuevas lenguas (la evidencia del Bautismo en el Espíritu Santo); … sobre los enfermos pondrán las manos, y sanarán (ministerio de sanidad) (Marcos 16:15-18).

De acuerdo con las últimas palabras del Evangelio según Marcos, los discípulos obedecieron la comisión que Jesús les dio:

y ellos salieron y predicaron por todas partes, obrando el Señor con ellos, y confirmando la palabra por medio de las señales que seguían (Marcos 16:20).

Pero la historia nos enseña claramente, que a través de los siglos, la iglesia ha sido fiel solamente a uno de los cuatro ministerios: el de salvación. Claro Que éste es el primero y más importante de todos. Nada tiene supremacía sobre el ministerio de llevar a las gentes al conocimiento de la salvación que hay en Cristo Jesús. El es, primero que todo, el Salvador del mundo.

Pero esto no significa que Dios haya tenido jamás la intención de retirar los otros ministerios. Mayormente, desaparecieron de la iglesia, no porque Dios le arrebatara Su poder milagroso, sino porque los corazones de los hombres se enfriaron y su fe disminuyó. Hebreos 13:8 declara:

Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.

Como dijera sabiamente el hermano Rufus Moseley en cierta ocasión: «Esto significa que ¡Jesús todavía es lo que fue; lo que dijo todavía dice y todavía hace lo que hizo!»

Dios está restaurando hoy en día estos otros tres ministerios al Cuerpo de Cristo: la sanidad, el bautismo en el Espíritu Santo, y la liberación. Pero a medida que cada ministerio reaparece, también reaparecen sus críticos. Hay huestes de buenos cristianos que saben que han recibido la salvación que rehusan creer que Dios sana a los enfermos hoy. Otro gran número de ellos que creen en la salvación y la sanidad, rechazan la doctrina del bautismo en el Espíritu Santo con la evidencia que le acompaña de hablar en lenguas. Además, hay otros que han experimentado la salvación, que saben que Dios sana, y que han recibido el bautismo en el Espíritu Santo con las lenguas, que no aceptan el ministerio de echar fuera a los demonios. Quizá la discusión somera presentada aquí pudiera ayudar a algunos escépticos a tener una mejor comprensión sobre la liberación.

Para poder apreciar plenamente la restauración del ministerio de liberación de espíritus malignos, es esencial que examinemos la obra de Jesús mismo para ver cómo se enfrenta Él con el problema. Jesús comenzó Su vida pública con ciertas suposiciones básicas. Asumió que el pueblo creía en el cielo y el infierno, en Dios y el diablo, en los ángeles y los demonios. Mientras que en el desierto El se enfrentó a Satanás personalmente, en Su propia tentación, en la liberación de las personas atormentadas, no trató con Satanás, sino con los espíritus malignos. Y Su ministerio de liberación fue tan prominente como Su ministerio de sanidad.

Aunque Jesús dio poca enseñanza detallada sobre los demonios, El reconoció la agonía que estos causaban y compasivamente libertó a muchas personas de sus tormentos con la autoridad de Su palabra, y el asombro cayó sobre todos, y comenzaron a discutir entre sí: ¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?, (Lucas 4:36).

¿Qué son exactamente los espíritus malignos? Las Escrituras no especifican su origen ni los describen con detalles, pero sí indican que son entes espirituales invisibles con mente, emociones y voluntad propia, en alianza con Satanás y bajo su control, dispuestos a hacer su mandato para atormentar al pueblo de Dios. Jesús dijo: «El ladrón (Satanás) sólo viene a robar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (Juan 10: 10).

Los demonios son los agentes que Satanás usa para llevar a cabo sus planes destructivos. Como entidades desencarnadas, los demonios son impulsados por sus deseos lujuriosos a buscar la incorporación en una forma humana para satisfacer sus deseos y ejercer sus tormentos. Un demonio de odio tiene que invadir y controlar a una personalidad humana, para que pueda dar expresión libre a su encono. Un demonio de alcohol tiene que habitar en un cuerpo físico para forzarlo a beber y dar así expresión a su deseo insaciable.

Algunos espíritus malignos estimulan los apetitos del cuerpo, tales como los demonios de alcohol, nicotina, glotonería y lujuria. Otros inflaman debilidades en las emociones tales como los demonios de odio, nerviosismo, depresión, tristeza y locura. Algunos causan enfermedades físicas como cáncer, artritis, epilepsia, asma y parálisis. Además, hay muchos demonios de ocultismo y de poderes síquicos, tales como astrología y brujería, y muchos espíritus de herejía y error religioso.

Por regla, el nombre de los demonios coincide con el tormento que causan. La Biblia enumera tales nombres como espíritus de sordera, espíritu mudo, espíritu de mentira, espíritu de epilepsia, espíritu de adivinación y espíritu de enfermedad.

El ministerio de liberación hoy

Nada nos confirma la verdad de las Escrituras más rápidamente que el tener las mismas experiencias que se describen en ellas. Como ministro ordenado y pastor de varias iglesias por quince años, yo puedo testificar personalmente que la experiencia es el mejor maestro. En realidad, fue una combinación de dos factores lo que Dios usó para lanzarme en el ministerio de liberación. Uno fue una serie de molestias personales. Yo estaba pastoreando una iglesia de Pennsylvania con bastante éxito, cuando un incidente tras otro me convencieron de que había un adversario inteligente y astuto que deliberadamente perturbaba y se oponía en mi ministerio.

El otro fue mi absoluto fracaso cuando traté de ayudar a un miembro de la congregación que estaba sufriendo (me di cuenta más tarde) de un tormento demoníaco. Estos dos factores me impulsaron a hacer un cuidadoso estudio de lo que el Nuevo Testamento enseña sobre el tema de los espíritus malignos. Poco tiempo después le ministraba a un hombre que tenía una profunda angustia mental. Movido por un impulso, tomé autoridad sobre el espíritu maligno que sentí lo estaba atormentando y le ordené que saliera de él en el nombre de Jesús. Para mi sorpresa, el resultado fue inmediato y dramático. ¡El hombre fue liberado inmediatamente!.

Después de esta experiencia, me encontré muy pronto en un continuo ministerio de echar fuera demonios. En los años transcurridos desde ese primer encuentro, he visto literalmente centenares de personas liberadas de tormentos mentales, físicos y espirituales causados por la influencia de espíritus malignos. Yo he confirmado en mi propia vida y ministerio, la feliz verdad de que cuando uno acepta las verdades del Nuevo Testamento y aplica sus métodos, muy frecuentemente obtiene los resultados del Nuevo Testamento.

Por ejemplo, cuando ministramos a personas atormentadas por espíritus malignos, a menudo encontramos en ellas las mismas extravagancias grotescas, la misma conducta extraña y el mismo alivio instantáneo indicados en los relatos del Nuevo Testamento cuando Jesús ministraba liberación.

Según Lucas 4, en la sinagoga de Capernaum, Jesús le ministró a un hombre que, bajo la influencia del poder demoníaco, había interrumpido el servicio. En ese caso (como en otros en los Evangelios) el demonio habló usando los labios del hombre, desafiando al Señor. Y cuando Jesús mandó al demonio que callara y saliese, el hombre cayó al suelo con una convulsión y el demonio salió. Pero su liberación fue instantánea.

En nuestra experiencia, con frecuencia hemos tenido situaciones similares en las que el espíritu maligno ha usurpado el control de la voz de su víctima y ha hablado a través de sus labios, maldiciendo y discutiendo antes de salir. Quizás una sola ilustración de dicho fenómeno sea suficiente.

Mi esposa y yo estábamos ministrando en cierta ocasión a una joven profundamente perturbada. Cuando mandé al espíritu que la atormentaba que se identificara, una voz áspera y sarcástica, completamente diferente a la voz natural de la joven, habló por medio de sus labios y dijo: «¡No me molesten! ¡No voy a decirles quién soy! ¡Esta es mi casa y ustedes no pueden hacerme salir!» Después de repetidas demandas, el demonio gritó su nombre: «¡Lujuria!» y después agregó: «Pero ustedes no pueden hacerme salir. Otros lo han intentado y han fracasado. ¡Prueben ustedes si quieren, pero fallarán también! ¡No voy a salir! Pero finalmente el demonio salió con un grito rabioso, retorciendo y contorsionando el cuerpo de la muchacha de tal manera que si algunos amigos presentes no la hubiesen sujetado, la habría lanzado al suelo. En este caso en particular, un número de diferentes espíritus fueron identificados y expulsados durante una asombrosa batalla espiritual que duró alrededor de cuatro horas. Y todo el tono de la vida de la muchacha cambió a partir de su liberación.

Yo encuentro que siempre hay problemas y preguntas incómodas con todos los dones y ministerios que nuestro Señor está reintroduciendo hoy en la iglesia. No es fácil para muchos de nosotros ajustarnos a los caminos a veces repentinos y dramáticos en los cuales el Espíritu Santo nos guía para sacarnos de las costumbres y moldes cómodos de nuestras prácticas religiosas. El vino nuevo es un problema para los odres viejos.

Lo mismo sucede con el ministerio de liberación que con el de sanidad y el del bautismo en el Espíritu Santo y el hablar en lenguas. Hay numerosas preguntas y objeciones. Un artículo de esta brevedad no nos permite más que una mención somera de unas pocas de las más importantes preguntas concernientes a este ministerio. (Para aquellos que desean una presentación más detallada del asunto, recomendamos dos libros del mismo autor: Can a Christian Have a Demon? y Deliver Us from Evil. Ambos libros están disponibles en la Librería de Christian Growth Ministries, P.O: Box 22888, Ft. Lauderdale, Fla. 33315 E.U.A.) N: T.

¿Cómo puede un cristiano tener un demonio?

Probablemente la pregunta que se hace con más frecuencia es: «¿Cómo puede un cristiano tener un demonio?» Hay una teología, que muchos cristianos sinceros abrazan, que mantiene que ningún creyente en Jesucristo nacido de nuevo, puede ser invadido por un espíritu maligno. Ellos preguntan: «¿Cómo puede el Espíritu Santo y un espíritu perverso ocupar la misma persona al mismo tiempo?»

La dificultad es causada en parte cuando se confunde lo que es doctrinalmente correcto con lo que todavía no se ha realizado experimentalmente. Lo que es doctrinalmente cierto no lo es necesariamente en la experiencia. Doctrinalmente, el diablo fue totalmente derrotado en el Calvario y desde entonces no tiene derechos legales en la vida del cristiano. Nuestra herencia divina dice que estamos libres de toda influencia de Satanás y de los espíritus malignos. Doctrinal­ mente, el pecado, la enfermedad y la muerte, fueron derrotados en la cruz. Pero obviamente, nuestra apropiación de lo que fue consumado para nosotros por intermedio de Jesucristo es, a lo sumo, parcial.

Doctrinalrnente, así como un cristiano no debe sufrir tormentos demoníacos, tampoco debería pecar ni enfermarse. Si el Espíritu de Cristo mora en nosotros y Cristo es inocencia y salud perfectas, entonces, doctrinalmente, ¿cómo podemos pecar o enfermarnos? Pero es obvio que los cristianos pecamos y nos enfermamos. ¿Dónde se originan el pecado y la enfermedad? ¿Del Espíritu de Cristo? Por supuesto que no. El pecado y la enfermedad son de Satanás. De modo que, así como el enemigo de nuestras almas puede afligirnos con el tormento del pecado y la enfermedad, aún morando el Espíritu de Cristo en nosotros, también puede invadir nuestra personalidad con cierta clase de espíritus malignos que se suman a esos tormentos.

En nuestra falta de comprensión de la manera en que Satanás puede operar en la vida de un cristiano, hemos asumido erróneamente que todos nuestros problemas se derivan de lo que la Biblia llama la naturaleza carnal, o «el hombre viejo», que, doctrinalmente, fue crucificado con Cristo en la cruz (Romanos 6:6). No obstante, la verdad es que millares de cristianos fervorosos y sinceros continúan prisioneros de sus problemas a pesar de que por años han buscado vencer ciertas debilidades o deseos impulsivos mediante la oración, el ayuno, los estudios bíblicos, la crucifixión de la carne, «considerando muerto al hombre viejo» y con todos los otros ejercicios espirituales conocidos y recomendados. Pero que después de conocer la existencia de los espíritus malignos y de someterse al ministerio de liberación, han recobrado su libertad gloriosamente.

Consecuentemente, es una super simplificación desafortunada el asumir que todas las luchas internas del hombre brotan de la naturaleza carnal.

Es Pablo quien nos advierte contra satisfacer los gustos de la carne (Romanos 8:5-8), sin embargo, es el mismo Pablo quien también nos dice que nuestra lucha no es contra carne y sangre sino contra «huestes de espíritus de maldad» (Efesios 6: 12), y quien también estuvo personalmente activo en el ministerio de liberación. (Vea Hechos 16:16-18 y Hechos 19:11-20).

Ambos, la naturaleza carnal y los espíritus malignos, derivan su vida y su inspiración de Satanás. Pero como 10 uno es parte propia de nosotros y lo otro es algo que ha tomado su residencia dentro de nosotros, se debe comprender que los métodos para tratar con estas dos fuentes del mal deben ser separados y distintos. Lo malo que es parte de nosotros, es decir, la naturaleza carnal, debe ser crucificada y puesta a muerte mediante la oración y la disciplina. En contraste, lo malo que intrínsecamente no es parte de nosotros, sino un ente maligno que en alguna forma ha tomado residencia en nosotros, tiene que ser echado fuera o sacado; he aquí la necesidad del ministerio de liberación.

¿Cómo entran los demonios?

Hay básicamente tres maneras en que uno puede caer bajo el tormento de espíritus malignos.

(1) La Participación en Prácticas de Ocultismo o en sus Fenómenos.

Hay una gran parte del mundo y de la iglesia que se ha enamorado de los fenómenos síquicos. Nuestras sociedades se han aventurado en una experimentación peligrosa y extensa con la brujería, la adivinación, los fenómenos extra sensoriales, la astrología, la ouija y cosas similares. La Biblia advierte que todo fenómeno síquico es abominación ante los ojos de Dios y que el cristiano comete grave pecado si se inmiscuye en ello; Dios considera todas estas prácticas adulterio espiritual. Muchos cristianos se escandalizan ante la posibilidad de la inmoralidad física y no tienen dificultad en identificar el adulterio, la homosexualidad, y la fornicación como pecaminosos. Sin embargo, millones de cristianos no ven que la astrología, la adivinación, la ouija y la brujería son aún más abominables en los ojos de Dios, como lo demuestran las siguientes escrituras:

Deuteronomio 13:1-5 Deuteronomio 18:9-19 II Reyes 21:2-6: 1 Crónicas 10:13-14 Isaías 8: 19-22; Isaías 47:9-14; Miqueas 5: 12; Malaquías 3:5; Hechos 8:9-13; Hechos 16:16-18; Gálatas 5:19-21; 1 Timoteo 4:1; Apocalipsis 21:8; Apocalipsis 22:15-16

Dios prohíbe estas cosas porque son una puerta de entrada al tormento demoníaco. Los que buscan experiencias o información de alguna fuente sobrenatural que no sea Dios, Jesús o el Espíritu Santo, están haciendo contacto con Satanás. Y buscar ayuda de Satanás es convertirse en presa de los espíritus malignos.

Yo he ministrado personalmente a decenas de personas que han caído en toda clase de dificultades físicas y emocionales: depresiones, tendencias suicidas, apetitos irrefrenables y otros tormentos, como consecuencia directa de haber estado envueltos en el ocultismo.

(2) La Entrega a los Apetitos Carnales.

Una segunda manera de invitar el tormento demoníaco, es satisfacer deliberadamente los apetitos lujuriosos. Estamos de acuerdo que el sexo es bueno y que Dios lo ha dado; aún así. creemos que hay cristianos que por naturaleza pueden tener debilidades sexuales. Estas son debilidades de la carne que deben ser enfrentadas con oración y con disciplina espiritual. Pero supongamos que en lugar de resistir la tentación de tener relaciones sexuales ilícitamente, una persona cae y comete inmoralidad. Con la repetida satisfacción de ese apetito, el individuo atrae a un demonio de lujuria sexual o adulterio que invadirá esa parte de su naturaleza carnal. Entonces llega a tener un doble problema. Su naturaleza lujuriosa está ahora bajo el dominio de un demonio de lujuria que aumentará el tormento y lo impulsará a la inmoralidad. Lo más probable es que no logre quedar totalmente limpio hasta que busque con sinceridad, no solo dominar sus actividades sexuales, sino también el modo de ser liberado del demonio de sexo.

De la misma manera, una persona con un temperamento desenfrenado, comienza con sólo una flaqueza de carácter. Un problema así puede ser controlado con oración y autodisciplina. y muchos cristianos han ganado victorias duraderas sobre su mal genio en esa forma. Pero supongamos el caso de un cristiano que, en lugar de ejercer dominio sobre su temperamento violento, permite que la ira lo domine. El atraerá a un demonio de ira que cuando fijare su residencia en él, acrecentará la intensidad del problema que hasta sufra de un temperamento verdaderamente «incontrolable»

(3) Los Demonios Pueden Entrar a Través de un Choque Emocional o por Medio de Enfermedades.

Una tercera forma en que entran los espíritus malignos es a través de alguna área debilitada de la personalidad. Cualquier experiencia traumática que «fracture» las defensas naturales de la personalidad, puede permitir que un demonio entre. Pudiera ser que una mujer embarazada al experimentar un gran temor, quedase atormentada por un espíritu de temor y que su criatura naciera también con ese mismo espíritu.

La muerte de un ser amado puede precipitar una crisis de tristeza que pudiera atraer a un demonio. Muchas personas se recuperan de la tristeza después de un tiempo razonable, pero todos sabemos que hay otras que «nunca se recobran» y continúan entristecidas año tras año. Esto puede suceder cuando la personalidad es invadida por un demonio de tristeza que atormenta a la persona con un pesar continuo. Yo he tenido el privilegio de ver a numerosas personas recobrar su alegría después que han sido liberadas de esta clase de demonio.

¿Cómo recibir la liberación?

Una tercera pregunta de importancia es: «¿Qué se hace si se siente que se tiene un demonio?» La respuesta es, por supuesto, echarlo fuera. Afortunadamente, una de las mejores noticias de este ministerio de liberación es que la mayoría de los cristianos pueden efectuar su propia liberación. Pasos detallados para la liberación han sido señalados en mi libro Líbranos del mal (Deliver Us From Evil). Los siguientes son los pasos descritos en el capítulo sobre la auto liberación:

  1. Entrega Total a Jesucristo.
  2. Perdonar a todas aquellas personas que puedan haberle agraviado.
  3. Renunciación a toda forma de ocultismo.
  4. Identificar específicamente el espíritu que debe ser echado fuera (odio, lujuria, temor, etc.).
  5. Renunciar a este espíritu en el nombre de Jesús y ordenarle que salga.
  6. Expulsar el espíritu exhalando intensamente.
  7. Proteger su liberación permaneciendo en estrecha relación con Jesús.

PALABRAS DE PRECAUCION

El ministerio de liberación, al igual que todos los ministerios válidos, puede ser abusado. Hay una tendencia recurrente entre los cristianos a tomar cada nuevo descubrimiento espiritual y hacer de ello la respuesta para todo. Al oír o al ver la efectividad de este ministerio, algunos necios quieren amontonar todos sus problemas personales en un solo demonio grande y gordo, «Y echarlo fuera de un tirón. Desafortunadamente, la liberación no obra de esta manera. Sí es efectiva en el caso de los problemas específicos causados por el tormento de los espíritus malignos. Con todo eso no es la respuesta a los problemas de la naturaleza carnal o del hombre viejo. En otras palabras, la liberación no es substituto para la disciplina o los otros ministerios y provisiones de Dios.

Tenemos que advertir, también, contra la tendencia de volverse mórbidamente preocupados con la lucha espiritual. No permita que su orientación sea el diablo o los demonios. El ministerio de liberación debe estar cuidadosamente integrado con las otras disciplinas y ministerios edificantes que Dios nos ha dado y que exaltan a Cristo. La oración, la alabanza, la adoración, el estudio de las Escrituras, y un servicio feliz y devoto a Jesucristo son todos necesarios para una vida cristiana bien equilibrada. La liberación de espíritus malignos, aún cuando es extraordinaria y dramáticamente efectiva, es meramente uno de los muchos ministerios y dones maravillosos que Jesucristo ha dado para el cumplimiento de Su voluntad en nosotros y en Su iglesia.

Revista Vino Nuevo Vol 1-Nº 6