Autor James Hamann

Un día, Henry Suso, un gran hombre de Dios de una época pasada, contestó el llamado a su puesta para oír a una mujer decirle, «Aquí está el producto de sus pecados»; y después de empujar a un pequeño bebé en sus brazos, la mujer desapareció tan pronto como había llegado. Este rumor infame se esparció por la comunidad donde él vivía a través de la acción maligna de esta mujer inescrupulosa sobre un hombre inocente que vivía para agradar a Dios. Esta situación lo afligió tanto, hasta el punto de llorar amargamente y dejarle una gran pesadumbre en su corazón. El sintió, sin embargo, que Dios no haría que él se defendiera a sí mismo, sino que criara a este pequeño para la gloria y el honor de Dios.

Entonces un día él vio por la ventana a un perro jugando en el césped. El perro tenía una estera con la que jugaba levantándola, tirándola sobre sus hombros, corriendo y volviéndola a coger, tirándola más, recogiéndola de nuevo para volverla a tirar. Dios le dijo a Henry Suso: «Esa estera es tu reputación, y Yo estoy dejando que los perros del pecado la hagan trizas y la tiren por el césped para tu propio bien. Uno de estos días las cosas cambiarán.»

Y las cosas cambiaron. No pasó mucho tiempo hasta que la gente que estaba destrozando su reputación fuera confundida, y Suso llegara a ocupar un lugar de poder en su día, y en el nuestro fuera una gran bendición para aquellos que cantan sus himnos y leen sus obras.

Qué historia tan tremenda de un hombre que fue cambiado no sólo en el área de las acciones, sino también en la de las reacciones. El pudo haberse amargado, vengado o puesto a la defensiva por lo que había sucedido, pero en lugar de eso manifestó el amor y la mansedumbre de Jesucristo, y ¡qué poderosos resultados le dio!

Jesucristo vino a este mundo para demostrar una vida totalmente diferente y después hacer posible una participación personal en esta nueva vida. En la enseñanza del Sermón del Monte, en Mateo, Capítulo 5, versos 38-48, Él comparte con nosotros un aspecto vital de la conversión que es a menudo ignorado en el día de hoy. Estamos hablando acerca de Dios compartiéndose a Sí mismo con nosotros de tal manera que la totalidad de los caminos del hombre son cambiados; no solamente en el área de las acciones sino también en las reacciones. A menudo enfatizamos solamente una faceta de la verdad. -que cuando Cristo mora en un hombre sus acciones son cambiadas en verdad. Sí, esto es muy cierto. El mentir, hechos inmorales, borracheras, etc., ya no forman parte de la vida verdaderamente cristiana. Pero y ¿qué de la inmensa área de las reacciones a situaciones que suceden diariamente en el curso de la vida? Como cuando (1) el jefe nos reprende por un descuido; (2) alguien rompe una cita en el último momento; (3) somos criticados por algo de lo cual somos completamente inocentes; (4) alguno se burla de nuestras ideas, maneras y principios; (5) reaccionamos por la falta de atención de nuestro cónyuge; (6) confrontamos la desobediencia de los niños; (7) se da reconocimiento a otros y a nosotros no se nos considera. Cuando suceden cosas como éstas y otras similares, ¿manifestamos resentimiento, ira, defensa propia y lástima de nosotros mismos? Jesucristo ha venido para cambiarnos en esta área de las reacciones.

En el pasaje de la Escritura, Él habla de ser golpeado en una mejilla y de la necesidad de estar dispuestos a poner la otra al atacante. Cristo enseñó que debemos amar a nuestros enemigos, bendecir a los que nos maldicen y nos odian, y orar por los que nos ultrajan y nos persiguen. ¡Esta enseñanza era tan diferente y única para lo que era el camino del hombre caído con el Yo entronado en su interior! Cristo enseñaba una «VIDA TOTALMENTE NUEVA», pero esté seguro que Él no hablaba de teoría solamente; El lo demostró con Su vida durante su peregrinaje terrenal. Aunque ciento y una diferentes acusaciones le fueron lanzadas con violencia -tales como que era un hijo ilegítimo, que tenía alianza con el poder satánico, que no estaba en su cabal juicio- la parte asombrosa y emocionante de la vida de Cristo que desarmó y enmudeció a sus enemigos fue no devolver las injurias, perdonar y amar.

El corazón del apóstol Pablo se abrió a Dios a consecuencia de la demostración de Esteban el mártir de una vida nueva y de un camino nuevo. Pablo (llamado Saulo entonces) que encabezaba la chusma embravecida de fanáticos religiosos que apedreaban a este santo hombre, vio una demostración tan palpable de la realidad espiritual que fue sacudido hasta la misma esencia de su vida. Lo que realmente sacudió a Pablo fue la reacción de Esteban mientras era apedreado y yacía moribundo. Él no oyó simplemente palabras vacías, pero la escritura dice en Hechos que su rostro era como el rostro de un ángel; y Pablo le oyó decir, «Señor, no les tomes en cuenta este pecado.» Esta demostración de perdón y amor fue lo que trajo a Pablo a Cristo y hará lo mismo en el día de hoy.

Podemos hacerle notar un hecho contemporáneo que, aunque es muy bien conocido, merece repetirse; es la historia de una joven viuda con el nombre de Betty Elliott, quien fue usada por Dios para convertir a Cristo a una tribu salvaje. A pesar de que su esposo, juntamente con otros cuatro misioneros, fue brutalmente atacado y asesinado en Ecuador por los indios Aucas, ella no reaccionó. No hubo nada de prisa para regresar a casa con su pequeña familia, sintiendo que Dios le había dado un golpe sucio; ella no se encerró junto con su pena hasta llenarse de odio contra esta tribu de la edad de piedra. Sino que, en cuestión de meses, bajo la dirección del Espíritu Santo, ella se encontró junto con su hijita, viviendo en medio de esta misma gente, que hasta el mismo gobierno de Ecuador había tachado de incontrolables y de incivilizados. Aunque físicamente estaba totalmente indefensa, sin embargo, esta gente fue conquistada por el amor de Cristo, al expresarse el mismo Señor vivo a través de esta joven mujer norteamericana.

Este estilo de vida ha sido provisto para nosotros donde ya no seremos dominados por acontecimientos que causen reacciones trágicas. Ser reaccionario significa que el yo personal está todavía en control de nuestra vida. La cruz de Jesucristo ha provisto liberación en esta área. Cuando Cristo murió, nosotros morimos con el. Romanos 6:6 dice «Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.» Apropiarnos de esta verdad: que cuando Cristo murió, por simple fe nosotros morimos, puede brindarnos una ver­ dadera liberación de la tiranía pasada. A un hombre muerto se le puede patear, escupir, maldecir sin que exista reacción de ninguna especie porque está muerto. No hay duda, esto se aplica al ámbito espiritual.

Está también el lado positivo que mientras permanezcamos como ramas en la vid, podemos expresar amor y comprensión a las personas que cruzan nuestro camino, ya sean amigos o enemigos, ya estén con nosotros o en contra de nosotros. Después de morir a la vida vieja y reaccionaria de Adán, puede fluir a través de nosotros la vida nueva de Jesucristo. Gálatas 5:22-25 nos dice, «Mas el fruto del espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio; contra tales cosas no hay ley. Y los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.»

Nuestras reacciones egoístas nos hacen una víctima de los acontecimientos, pero Su vida demostrada a través de nosotros nos hace victoriosos en ellos. No hace mucho tiempo, una mujer hindú se convirtió principalmente por oír la Palabra de Dios al ser leída. Esta mujer sufrió mucha persecución de su esposo. Un día un misionero le preguntó, » ¿Qué hace usted cuando su esposo se enoja y la persigue?» -«Bueno, Señor», contestó ella, «cocino mejor su comida; cuando se queja, dejo el piso más limpio; y cuando me habla con aspereza, yo le respondo con suavidad. Yo trato de mostrarle que cuando me convertí a Cristo vine a ser una esposa mejor y una madre mejor.» Las consecuencias fueron que mientras el esposo podía resistir toda la predicación del misionero, no pudo con la predicación práctica de su esposa, y entregó su corazón a Dios.

James T. Hammann es pastor de Faith Temple Community Church en Seattle, Washington.