Reflexiones

Autor Stephen Simpson

«Un pueblo justo es un gran pueblo, pero el pecado deshonra a las naciones.» (Proverbios 14:34)

Recientemente, Costa Rica participó de una elección general para determinar quién será nuestro próximo presidente, así como para ocupar los escaños en la futura Asamblea Legislativa, con representantes de todas las provincias. Todas las elecciones importantes de la historia reciente han sido calificadas como «las más importantes en nuestra historia», pero muchos creen que 2018 será definitivamente un año decisivo que podría determinar los próximos 20 o más años de política nacional. Es muy posible que el destino de la nación quede sellado en estas semanas.

Según muchas encuestas confiables, la mayoría de los ciudadanos están insatisfechos con los candidatos presidenciales de los partidos principales. Otras encuestas indican que muchos votantes están tratando de determinar el «menos malo», como dijera un candidato anterior, en lugar de apoyar y respaldar con entusiasmo al candidato que más se acerca a cumplir con los valores respaldados por la Escritura. Esta es la razón por la que vemos tanta publicidad negativa y vicioso alboroto. La virulencia en esta temporada electoral ha sido la peor en décadas. Tampoco ha habido una voz clara entre las iglesias con respecto a las elecciones de este año. Muchas iglesias están experimentando una tensión significativa entre sus miembros que los divide debido a la política. Como fallas geológicas, los miembros de iglesias parecen correr en muchas direcciones; indicando más una fragmentación que una simple divergencia. Otros, han sugerido que no participarán en esta elección. ¡No obstante, la pasividad no debe ser una opción!

¿Qué debemos hacer en una atmósfera semejante? ¿Cómo podemos tomar la mejor decisión posible en una nación donde todavía tenemos la bendición de libertad para participar en el proceso electoral? Aquí hay algunas sugerencias con respecto a nuestra perspectiva para ésta y todas las elecciones en éste y en cualquier otro país:

  1. Recuerde la soberanía de Dios.

Los cristianos debemos participar plenamente en el proceso de elección y dejar que nuestras voces sean escuchadas en pro de la causa de la justicia. No debemos permitir que nuestra forma de pensar o hablar sea dictada por el miedo o la ira. Tenemos un ancla de esperanza que no está arraigada en las circunstancias; tenemos un Rey que nunca se postula para elecciones, cuyo trono nunca se sacude. Él nos invita a orar y a actuar de acuerdo con su voluntad, pero en última instancia, él pondrá y quitará a los gobernantes que él quiera. Nuestra confianza está en él.

  1. Reflexione cuidadosamente sobre las cuestiones que enfrenta la nación

¿Cuáles son los problemas más importantes que enfrenta el país hoy en día? ¿Qué crisis podría surgir dentro de los próximos cuatro años? ¿Cuáles son las posturas fundamentales que afectarán todas las otras decisiones? ¿Seguridad nacional? ¿Cuidado de salud viable? ¿Nombramientos a la Corte Suprema? ¿Reforma fiscal? ¿Creación de empleos? ¿Aborto? ¿Valores morales? ¿Libertad religiosa? ¿Otros? Todos debemos estudiar y priorizar los asuntos que más nos importan personalmente, y lo que dará forma a nuestra nación. Esto puede significar la necesidad de leer o ver una gran variedad de medios de comunicación entre los más razonablemente confiables. Muchos noticieros y fuentes de información son simples plataformas para un candidato u otro. También debería significar pasar tiempo en oración y estudio bíblico para obtener una cosmovisión espiritual y bíblica. Pregúntele al Señor: «¿Cuál es la diferencia entre las pautas de mi comportamiento personal y mis responsabilidades en la política nacional?

  1. Examine las «plataformas políticas de cada candidato: ideologías, discursos, programas, etc.

Ciertamente, debemos estudiar a los candidatos. También a las personas que rodean al candidato. ¿Cuál es el carácter o experiencia de cada uno? ¿Cuál será su rol o influencia si el candidato fuera elegido? ¿Qué candidato o partido es más probable que honre y defienda la Constitución del país y los principios sobre los cuales se fundó esta nación? O, para decirlo de otra manera, quién puede causar el menor daño a estos principios y a nuestro futuro. Algunos que no comulgan con los principios bíblicos han sugerido que «votar de acuerdo a su conciencia» es imposible este año, o de alguna manera sería un acto egoísta y arrogante. Sin embargo, la santidad de la conciencia de una persona ante Dios debe ser respetada y mantenida. Hacer lo contrario, no solo sería antipatriótico, sino que iría en contra de los valores que enseñó Jesucristo. El problema real es simplemente este: ¿Estás buscando sincera y fervientemente la voluntad de Dios para votar? ¿Se mantienes usted limpio delante de él y oye su palabra? Si en verdad así es, no cabe duda de que Dios es lo suficientemente bueno y lo suficientemente grande para guiarlo a hacer lo correcto en el proceso electoral. Que Dios bendiga a su Iglesia, ¡y salve a nuestro país! 

Adaptado del Blog de Stephen Simpson publicado en la edición Otoño de la revista One-to-One de Charles Simpson Ministries.