Autor Orville Swindoll

LECTURA BIBLICA: EFESIOS 1

Dios tiene un alto y sublime propósito desde antes de la fundación de este mundo, desde antes de lo que ningún concepto o pensamiento pudiera llegar. No podríamos remontarnos hasta tal lugar por más que volviéramos atrás en nuestros pensamientos o en la revelación que nos ha llegado a través de la Sagrada Escritura. Entendemos que Dios ha tenido siempre un propósito sublime, alto. Y en el centro de ese propósito hubo siempre un solo ser: Cristo Jesús, el Hijo del Padre Celestial. No deberíamos olvidarnos jamás de esta realidad, ni apartarnos de esta gloriosa verdad: Cristo está en el centro del corazón del Padre. Y Cristo Jesús no solamente es la fuente de toda gracia y bendición que el Padre quiere derramar en estos días, sino también el blanco final, la meta de todo el propósito de Dios. Y Cristo también es el medio por el cual nos llega todo lo que está en el corazón del Padre celestial. De modo que podríamos decir que el centro del propósito de Dios es la plena revelación de Cristo Jesús.

No vamos a ir lejos en ningún servicio, en ninguna actividad, si no partimos de este punto: lo que Dios el Padre quiere es la plena revelación de su Hijo, Cristo Jesús. De ese propósito se desprende, entonces, que es Cristo mismo el que da valor y sentido a todas las cosas.

¿EN QUE MEDIDA SE REVELA CRISTO?

Pablo lo ha expresado de esta manera: «En la dispensación del cumplimiento de los tiempos, Dios se ha propuesto reunir todas las cosas en Cristo». Es decir, que es Cristo el que determina el valor, el sentido, de todas las cosas. Eso en cuanto a las vidas individuales, en cuanto a la iglesia, en cuanto a las naciones, en cuanto a nuestras actividades. La cuestión fundamental es esta: ¿Cuánto hay de Cristo en mi vida? ¿Cuánto hay de Cristo…? ¿En qué medida se revela a Cristo en la iglesia en nuestras actividades, en nuestro servicio? Porque, como el Padre desea la plena revelación de Cristo, y es ese su.propósito, su fin, entonces todas las cosas se juzgan según la medida en que revelan a Cristo.

La verdad es que nos convendría parar unos momentos, y meditar seriamente en esa tremenda verdad: lo que da valor a cualquier cosa es la medida de Cristo revelada en esa cosa. Su vida, mi vida, mi actividad, mi servicio, no tienen más valor que la medida de Cristo que revelan.

Estamos aquí en este mundo, en la bondad de Dios, para conocer y dar a conocer a Cristo Jesús. Y si le damos a conocer, si le revelamos, porque lo hemos visto, porque él nos ha sido revelado a nosotros, entonces en esa medida cobramos valor en este mundo, en este universo, y nuestras vidas se convierten en algo que interesa a Dios.

Pero si estamos aquí como una ficha más o si ésta es sólo una de tantas actividades, Cristo no se revela. Y no hay valor, ningún valor eterno, ningún valor celestial en eso.

TODO TIENDE A DETERIORARSE

Estamos frente a un problema. Creo que todos reconoceremos, sin necesidad de argumentarIo o fundamentarlo, que la tendencia natural de este universo, por lo menos en lo que nosotros conocemos, es hacia la declinación, hacia el deterioro, hacia la desvalorización. Todo tiende a ir hacia abajo. Es decir: establecido un propósito, un interés, un valor, éste tiende a ir hacia abajo, a menos que haya una constante vigilancia.

Lo vemos en todo orden de cosas. En el jardín, por ejemplo. Usted planta la semilla lleno de esperanzas. La riega. La ve crecer. Pero en cuanto se descuida, ¡ya hay algunos yuyos! Y después, una peste o una enfermedad. Y las esperanzas puestas en ella se convierten en total desilución. ¡Qué jardín … ! ¡Es sólo un yuyal! (malas hierbas silvestres). 

No sólo en ese aspecto. En cuanto a la salud también. Es una lucha casi continua -para unos más que para otros- el mantenerse bien. Quien no hace nada se deteriora. El que no come como debe, pronto comienza a acusar en su cuerpo las consecuencias de no alimentarse bien.

Y también en el orden espiritual. Recordamos algún momento glorioso del pasado, pero pronto la cosa declinó. Comenzó a andar a la deriva. Se fue para abajo. Perdió su valor. La inflación y la desvalorización no son sólo un problema de la economía argentina. Es éste un fenómeno que se produce en todas nuestras vidas, en cada una de las distintas esferas donde nos movemos. Experimentamos una nueva bendición y una nueva gracia de Dios en la congregación en un momento dado, ya sea en forma particular o en forma colectiva. Y nos llenamos de esperanzas: ¡Ahora sí que las cosas van a ir bien!… Y durante un tiempo van muy bien. Pero un buen día uno despierta a la realidad de que no andan tan bien como pensaba. Nunca se le había ocurrido que las cosas podían desviarse tanto, ir tan lejos.

¿Saben lo que quiero decir con todo esto? Que este es un orden, una tendencia natural en todas las cosas. En su hogar, por ejemplo. Si usted no ejerce una constante vigilancia, si no está encima de la cosa siempre, lo que fuera en un tiempo un hermoso sueño, comienza a desvalorizarse, a desviarse, y pierde todo su sentido. Y en algunos casos llega al caos, al mismo desastre.

EL FACTOR PERNICIOSO

Cuántas veces hemos visto -no sólo en nuestra experiencia sino en las de otros- pastores que anticipando la gloria y la gracia de Dios, asumen el cargo en una nueva congregación, o comienzan con un grupito nuevo de hermanos. Al año no más están tan llenas de dolores de cabeza y problemas, que no saben qué hacer … Esta tendencia natural de las cosas, esta tendencia perniciosa, significa sencillamente que hay un factor dentro del universo que no viene directamente del corazón de Dios, del propósito de Dios. Hay un desvío pernicioso. Hay un intento que está enemistado con los intereses de Dios, que procura siempre desvirtuar las mejores cosas de su propósito original, del fin con que fueron creadas.

Y no deberíamos, por supuesto, señalar a otros, porque opera también en nosotros. ¿Cuántas veces hemos reconocido con un sentimiento de fracaso y gran desilusión, que la vida espiritual que anhelábamos, al comenzar a descuidar nuestro interés por Dios, por la oración, por la intensa y constante búsqueda de Dios, pronto se ha vuelto hueca y vacía? El hecho de que alguna vez Dios haya manifestado su misericordia, nos haya tocado, no es ninguna garantía de que de allí en adelante aquella cosa ya va a marchar bien. Las cosas de Dios no operan de esa manera. Porque las cosas de Dios dependen de su vida, de su presencia, de su constante expresión de gracia. Yo tengo que vivir todos los días con Dios. Yo tengo que experimentar todos los días la abundancia de su misericordia, su bondad y su vida. Yo tengo que vivir en dependencia de El. Vivir con Dios. Vivir en Dios. No es cuestión de hacer una decisión o dar un paso un día y decir: «Señor, desde hoy yo renuncio todo y vivo sólo en Ti y por Ti». Pienso que quizás todos nosotros hemos dado ese paso, y luego nos dimos cuenta de que nuevamente volvíamos a quedar enredados en nuestros propios intereses egoístas. Y tuvimos que reconocer: «Ah, otra vez … » Y otra vez la renuncia, la entrega.

RENOVACION CONSTANTE

Con esto estoy diciendo sencillamente que necesitamos una constante renovación. Una restauración. Si prefiere llamarlo así, una «vigorización», un avivamiento. Llámelo como quiera. Esto no se limita a un momento histórico dado cuando una masa de gente experimenta una gracia, una bendición especial. Es algo que tiene que producirse en nuestras vidas siempre.

Es decir, estamos tratando ahora con tres factores que se inter relacionan entre si. El propósito de Dios de que todo sea lleno de Cristo, de que todo exprese plenamente a Cristo, es el primero. El segundo, es esa tendencia perniciosa de todas las cosas a la desvirtualización, al deterioro. Es un factor que usted puede ignorar sino a costa de su propia pérdida. Y el tercer factor es esta vigilancia, esta renovación de no dejar seguir las cosas hacia abajo siempre! Hay que contrarrestar ese deterioro. Hay que «pararle el carro» al enemigo que tanto se mete en todas las cosas. Aunque a veces no es el enemigo sino nosotros mismos, pues solemos culpar al diablo por lo que es nuestra responsabilidad. Pienso que aun sin el diablo funciona esa tendencia de ir hacia abajo.Yo no pido que todos estén de acuerdo en esto, pero vale la pena considerarlo. Pienso que nosotros estamos hechos de tal forma que igual iríamos hacia abajo. Existe esa tendencia a aflojar, a perder, a abandonar.

De modo que tiene que haber algo que nos despierte. Algo que nos llame, que nos muestre, que nos motive a reconocer la necesidad de renovación.

Ahora, quisiera introducir esto dentro del contexto de nuestras vidas y experiencias a modo de ilustración. Cuando nosotros llevamos a cabo una práctica cualquiera, y no tomamos en cuenta que es necesario velar constantemente por el valor espiritual que esta práctica o verdad significa para nuestras vidas, va a haber un deterioro. y la misma va a derivar finalmente en una mera forma sin sentido, sin valor, por santa que parezca desde afuera. Cualquier práctica. Aun la de orar todos los días. Aun la práctica de leer la Biblia. Para no mencionar cosas extremas, limitándonos a lo que todos elogiamos. Todos tenemos que cuidar constantemente que lo que hacemos represente el interés de Dios y que, por lo tanto, lleve envuelto en sí una revelación de Cristo Jesús. De esa manera, garantizamos nuestro crecimiento en el Señor.

Porque en verdad nadie puede mantenerse siempre en el mismo nivel: o va hacia abajo, o, por la vigilancia y la entrega del Señor, va subiendo cada vez más alto.

NUEVAMENTE AL FORMALISMO

¡Y no piensen que alguno está exento de esto! El varón más santo, la mujer más consagrada, tienen que luchar constantemente para que siempre los verdaderos intereses de Dios estén envueltos en lo que hace, en lo que dice, en lo que promueve … Si no, un día despertará a la realidad de que todo perdió su sentido.

Quiero decir sencillamente que nosotros podemos habernos liberado de formas anquilosadas, al reconocer que habían perdido su valor, y haber caído otra vez, o muchas veces, en nuevos formalismos ritualistas. Ahora, cuando digo formalismo ritualista, no me limito a pensar en cultos quietos. Porque uno puede moverse mucho, y estar lleno de formalismo hueco. Me asusto al darme cuenta, a veces, de que estoy haciendo algo por pura forma. Como decimos, «de gusto nomás». ¡Ay de mí! Si yo, pastor, que tengo que dirigir a otros, caigo en esas formas, ¡a dónde van a llegar los demás! Tiene que haber una renovación.

Por restauración o renovación quiero significar sencillamente que Cristo tiene que volver a ocupar el lugar principal, llenarlo todo. Restauración, en esencia, es sencillamente devolver a Cristo su lugar de supremacía y dominio. No es necesariamente cuestión de cosas espirituales, de reuniones, de predicación o enseñanza de la palabra de Dios, aunque incluye todo eso. Es, esencialmente, cuestión de devolver a Jesucristo el lugar supremo. Y cuando digo esto, no estoy hablando de doctrinas, ni de formas, ni de normas rígidas. Estoy hablando de la revelación de Cristo.

Cuando usted se da cuenta de que Cristo no está siendo revelado a través de su vida, ¡asústese! y tome las medidas necesarias para volver a encauzar la vida en aquella corriente que glorifica y honra al Señor, donde el Espíritu Santo obra para revelar a Cristo Jesús. Y realmente podemos dar ese giro, tomar ese camino, encaminarnos hacia el Señor. Cuando Jesucristo vuelve a ocupar el lugar de dominio, de supremacía, de señorío, de reinado, entonces todas las demás cosas cobran nuevo valor.

LA PLENITUD DE CRISTO CAMBIA TODO

Quiero ilustrar esto. Un hombre, después de conocer a varias mujeres casadas, dice: «¿Pero, todas las esposas son tan malas? ¡La mía es un desastre!» O tal vez, alguna mujer diga lo mismo de su esposo. Yo le preguntaría: -¿Ha visto a un esposo -o a una esposa- lleno de Cristo? – ¡Cambiaría totalmente su criterio!

Quizás despotricamos contra la iglesia, el pastor, la congregación, todo lo que pasa. Parecemos tener razón. Pero ¿hemos visto una iglesia llena de Cristo?

¿Que es, entonces, lo que cambia el panorama? ¡La presencia de Cristo, la plenitud de Cristo! Un hombre puede ser cualquier cosa. Pero cuando Cristo entra y llena su vida, ¡todas las cosas adquieren otro valor!

Supongamos que Ud. tiene un problema tremendo con su hijo y no sabe qué hacer. Le disciplina, le corrige, le habla. En fin, hace de todo, y no pasa nada. Pero luego Cristo llena esa vida y todo cambia.

Esto significa, sencillamente, que lo que da valor a las cosas es la presencia y la plenitud de Cristo. Y lo que les resta valor es su ausencia; que El no esté más llenándolo todo. Podemos actuar en forma perfectamente bíblica, correcta, pero si Cristo no está, ¿en qué consiste su valor? Lo que Dios quiere es que Cristo lo llene todo en nuestras vidas y en nuestros intereses. Allí radica la diferencia. Como algunos dicen: «Esta es la precisa». Esto es exactamente lo que hace falta, que Cristo lo llene todo.

Esto también es válido en cuanto al gobierno. ¿Ha visto usted a un gobernante lleno de Cristo? ¡Ah, es otra cosa! Podríamos referirnos a los profesionales, abogados, doctores, etc. ¿Ha visto alguno lleno de Cristo? ¿Se da cuenta que entonces la profesión toma otro valor? Quiero enfatizar este punto, porque a veces tendemos a abandonar algo porque nos parece que no tiene valor, en vez de introducir a Cristo en ello. Su trabajo puede ser pesado y duro, y el capataz malo. Pero cuando usted entra allí lleno de Cristo, va a infiltrar en el lugar nuevos valores. Su casa puede ser un desastre. Pero cuando usted entra en ese hogar lleno de Cristo, le aseguro que las cosas comienzan a cambiar. Usted no habrá probado nada de valor todavía, hasta no haber probado esto. Esto es, en esencia, lo que significa restauración espiritual: devolver a Cristo su lugar de supremacía, y dominio en todas las cosas.

PERO HAY RESISTENCIA

Por supuesto que hay una fuerte resistencia a todo esto. Justamente por eso, todo aquel que intenta renovar. restaurar, vigilar, los intereses del Señor, se encuentra con una lucha a brazo partido.

¿Se dan cuenta que no puede uno dormirse en ningún momento? En cuanto uno se descuida un poquito ¡zas! otra vez cayó, otra vez se desvió. Requiere una vigilancia constante.

LA ADORACION COMO FRENO AL DETERIORO

Quiero sintetizar: Entiendo que lo que debemos hacer con determinación es dar a Cristo el primer lugar en todas las cosas. Y eso es adoración. Eso es culto. Pero aquí aclaro-y quiero ser muy claro- que esto no se limita a las reuniones de los santos. Por supuesto que incluye las reuniones, tan benditas, pero tiene que ir mucho más allá, hasta llenar todas las cosas. No podemos tener reuniones de verdadero culto a Dios si nuestras vidas no son un constante culto. Y a la inversa, no podemos tener vidas de real culto a Dios, sin que ello influya sobre las reuniones de los santos. Quizás no hayamos logrado todavía lo que deseamos en nuestras reuniones, pero si nuestras vidas están llenas de adoración, de esa disposición y determinación de que Cristo tenga el Señorío, la dirección, el dominio, entonces tarde o temprano eso va a desbordar en la reunión de los santos. ¡Tiene que desbordar alli! Es decir, que debemos tener tanto una como otra cosa. Las dos. Y si no tenemos aún las dos cosas, sigamos, porque las tendremos.

Dar culto a Dios no es algo que se hace con la boca solamente. Es una determinación. ¡Cómo quisiera que eso se grabara en nuestros corazones! Es sencillamente decir ¡no! a esa tendencia al deterioro. ¡No! No se va a deteriorar mi vida de oración. No va a menguar el tiempo que tengo con Dios leyendo su Palabra. ¡No! No, a todo aquello que puede desvirtuar mi relación con Dios. Es decir no a la tentación de cerrar los ojos cuando queremos eludir una situación difícil por el testimonio que mantenemos en el lugar de trabajo o en el hogar. ¡No! ¡Dios primero! ¡Dios primero! Dios primero en todas las cosas. En el negocio, en el trato comercial, en la calle, en la escuela, en el hogar. ¡No, no, no! ¡Cristo va a tener siempre el primer lugar! Es la única manera de contrarrestar esa tendencia perniciosa hacia la perdición, hacia la desvalorización.

Como en el terreno económico no se puede parar la inflación si no se establecen bases económicas firmes, tampoco se puede parar esa tendencia hacia la desvalorización espiritual si no hay una firme determinación a ajustar la vida quitando todas las cosas que no honran al Señor. Estamos engañándonos a nosotros mismos si creemos que podemos adorar y dar culto a Dios, y a la vez, guardar en secreto cosas turbias, sucias, que no honran al Señor. Tarde o temprano la realidad saldrá a luz. Y si nosotros no nos juzgamos primero, otros nos juzgarán, y eso trae siempre mucha más vergüenza y confusión de rostro. ¡Que Dios nos dé gracia para poner en claro las cosas delante del Señor, y garantizar así que siempre haya vigilancia en nuestras vidas, y un constante fervor delante de Dios! Además de tener la conciencia de que debo amar a Dios con todas mis fuerzas, con toda mi alma, con todo mi corazón, con toda mi mente, con todo lo que hay en mí, debo tener el firme propósito, la firme disposición, de proceder así con el Señor, hasta que todas las cosas sean puestas por estrado de sus pies.

TODO BAJO LOS PIES DE CRISTO

Cuando el Padre prometió al Hijo poner todo bajo sus pies, nos dio allí la pauta: Las cosas no están en su debido lugar hasta no estar bajo los pies de Cristo. Cuando están bajo sus pies, entonces están colocadas donde deben estar. Porque el Padre ha prometido al Hijo que va a poner todas las cosas bajo sus pies. Aun sus enemigos. Aun todos aquellos que han querido robarle gloria a Dios, desvirtuar sus propósitos. ¡SU propósito se mantiene firme!

Finalmente diré que la iglesia es el instrumento que Dios ha escogido justamente para eso, para efectuar la restauración de las cosas a su debido  orden. ¡Cuán importante es, entono ces, para Dios la iglesia! Puede ser que usted la vea más o menos, pero Dios no. Para El es el instrumento que va a usar en la tierra para garantizar que las cosas estén en su debido lugar. Y si la iglesia anda mal, si la iglesia no rinde a Cristo el lugar de supremacía y dominio, ¿qué podemos esperar del mundo en derredor nuestro?

Justamente por eso tiene que haber en la iglesia la firme determinación de restaurar los valores espirituales. La renovación espiritual, la restauración espiritual no es cuestión de algunas doctrinas, ni de cierto tipo de prácticas, ni de distintas clases de reunión. Porque cuando Dios obra, usa las cosas más variadas que podamos imaginar, y algunas otras que ni nos imaginaríamos. Porque El obra según su plan. Y todo converge en que Cristo sea honrado y glorificado siempre.

EXAMINESE

Si usted nota en cualquier aspecto de su vida, de sus actividades, que las cosas comienzan a desvirtuarse y a no dar gloria a Cristo como antes, abra los ojos. Vuelva las cosas a su lugar. Si no, va a permitirse un desliz que le puede traer mucho llanto, mucha vergúenza. Ponga las cosas en su sitio.

La iglesia nunca será más fuerte que cuando está llena de Cristo. Cuando expresa a Cristo.

En conclusión, ¿hasta qué punto, y en qué medida, está siendo revelado Cristo a través de nuestras vidas, a través de nuestras congregaciones? Noten: no les pregunto hasta qué punto están de acuerdo con las Escrituras. Pregunto más bien: ¿hasta qué punto está siendo revelado Cristo en nuestras vidas y en nuestras congregaciones?

ORACION

Para Ti, Padre, todo este asunto tiene mucho más significado que para nosotros en nuestra situación. Pero queremos ver desde tu punto de vista. Queremos que Tú abras nuestros ojos, que nos hagas ver y juzgarnos a nosotros mismos. No por decir las cosas como son estamos necesariamente bien. No por hacer las cosas con corrección y precisión, aun con prudencia, estamos necesariamente en lo cierto, sino sólo cuando Cristo es revelado.

Señor, sentimos en nuestras vidas la necesidad de experimentar la gloria, la presencia y la gracia de Cristo. No tanto por sentir una linda sensación, sino. Señor. para contrarrestar esa terrible tendencia hacia la desvalorización. que tanto nos ha desilusionado y desencantado. Cuando esperábamos ver el fruto, vemos sólo hojas. Cuando esperábamos ver cambios de carácter, otra vez hay desilusión. Pero Señor, como una cúspide allí, mostrándonos lo que Tú quieres como fin de todas las cosas, y en medio de batallas y luchas, conflictos, tragedias y caos, se destaca una sola cosa desde el principio, cosa que perdurará hasta el fin: Cristo revelado. ¡Esto es lo que el Padre quiere! ¡Aleluya! Cristo revelado en las siete iglesias. Y donde está siendo revelado, El mismo busca ser revelado andando entre los candelabros, queriendo manifestarse, y al fin aparece, después de todo el caos, montado sobre un caballo blanco, revelándose a sí mismo. ¡Aleluya! … Luego sobre un trono. Luego en el cielo, tomando el lugar del sol y la luna. ¡Aleluya! ¡Cristo llenándolo todo! Esto está en el corazón del Padre.

Oh Señor, en estos débiles corazones nuestros, que esté Cristo en medio, Cristo en el principio. Cristo en el fin, Cristo sobre las cosas, Cristo en el hogar, Cristo en la vida, Cristo en la iglesia, Cristo en la reunión de los santos, Cristo en el gobierno, Cristo en la calle. ¡Aleluya! Oh. Señor, reina Tú, gobierna Tú, señorea Tú sobre todas las cosas. Tenemos la determinación de darte a Ti la gloria. el dominio, la honra, el poder, de adornarte con sabiduría, con tesoros … No porque podamos nosotros darte algo sino porque Tú eres la fuente de todo y todo lo que hemos experimentado sale de Ti. ¡Te lo devolvemos Señor! Es para Ti, Todo a tus pies. Todo bajo tus pies … Amén.