Por Antonio Sellés O.

Cuesta muchos sentarse delante de un papel en blanco (ahora delante de una pantalla de ordenador) e intentar plasmar no ya sólo reflexiones, si no todo aquello que entiendes puede ser útil a todos los que de una manera u otra han conocido al Señor.

Sobre todo, para tratar de explicar los motivos que alegan algunos para alejarse de la iglesia, a pesar de que afirmen “que del Señor jamás”, actitud no muy coherente, según la Palabra de Dios:

Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. (Hebreos,10:23-25)

Porque es muy fácil para algunos “enamorarse” de Jesucristo, aunque para otros no tanto, pero ya sea que nos haya costado poco o mucho, todos los “enamorados” estamos dispuestos a seguir al Señor hasta el fin de nuestros días; es lo que se dice o al menos si no se dice, se piensa.

Pero como el camino a recorrer hasta el fin de los días es muy largo y en ocasiones angosto y solitario, necesitamos la compañía de más gente; y ahí entra en acción la Iglesia que, explicado brevemente, es el conjunto de fieles unidos por las mismas creencias, doctrinas y fe en el Señor Jesucristo, bajo la dirección y guía del Espíritu Santo, para que animándonos unos a otros, además de dar a conocer el evangelio de Jesucristo, podamos llegar hasta el final como nos propusimos.

Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros. También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos. Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos. (1 Tes. 5:12-15)

Así que podríamos comparar la vida cristiana, o más bien la Iglesia, con un autobús de línea, sabiendo que en los buses siempre hay gente subiendo y bajando en las distintas paradas de su recorrido. Se sube al hermoso bus de la vida cristiana con mucha alegría y gozo, al menos aparentemente, pero una vez en él, comenzamos a ver cosas que desde afuera no se veían. El bus es muy bonito y confortable, pero los pasajeros no son como nos habíamos imaginado.

Al comenzar el trayecto, algunos ya están deseando bajarse del bus y lo hacen en la primera parada llamada DUDA, temen haberse precipitado en su elección y deciden bajarse.

El que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. (Santiago, 1:6)

Sigue el bus su camino y algunos pasajeros comienzan a fijarse en otros, en lo que hablan, dicen o hacen, aproximándose mientras tanto a otra parada llamada JUICIO, y algunos al llegar a la parada, se bajan de ese bus que al principio les parecía tan confortable, al no poder tolerar (es lo que dicen) tanta hipocresía.

Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. (Rom. 2:1)

De nuevo se reinicia la marcha y algunos de los pasajeros sin pensar en los demás, intentan sentarse en los mejores asientos sin pensar que pueda haber alguien que los necesite más que ellos, y al reconvenirles (con mucho tacto) por ello, se quejan de INCOMPRENSIÓN y falta de AMOR para con ellos. Bajándose en la parada que lleva el nombre: FALTA DE AMOR, “sólo para conmigo” obviando lo que dice La Palabra:

Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. (Colosenses, 3:12-14) 

Al seguir la ruta, se divisa a través de las ventanas, cantidad de gente disfrutando aparentemente con todo tipo de diversiones; sin importar como o con quién y, sin apartar los ojos de ellos, algunos de los pasajeros, anhelantes, esperan la próxima parada para bajarse y unirse a los que tan bien lo pasan fuera del bus. Así que se llega a DISFRUTA DE LA VIDA y no pienses. ¡Parada atrayente esta!

No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 Juan, 2:15-17)

Y seguimos adelante con paciencia, porque la ruta es larga. Y al ser larga, en ocasiones, se debe exhortar a alguien para que cambie de actitud. Teniendo que aceptar normas que pueden ser cuestionables para según quien, pero son normas que se deben cumplir según lo establecieron “los propietarios del bus” en sus estatutos.  Estatutos que encontramos en la Biblia. Y que, al no querer someterse a ellos, prefieren bajarse en la próxima parada llamada: OBSTINACIÓN. (Yo tengo toda la razón)

Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey. (1 Samuel, 15:23)

El bus, nunca apaga el motor, se detiene sólo unos minutos para que tengan tiempo para bajar o subir todos aquellos que lo deseen, y sigue su camino.

La próxima parada es el QUE DIRÁN, así que al llegar a ella vuelve a bajar la gente que teme lo que “la sociedad” pueda decir o pensar de ellos; aunque también son muchos los que suben en esta parada, que son todos aquellos que no les importa lo que piensen o digan de ellos, quieren subir y suben sin mirar atrás.

Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. (Lucas, 9:62)

Y así va transcurriendo el viaje de la vida, o más bien la vida en la Iglesia de Jesucristo. Y sin importar el orden de “las paradas” muchos de los que subieron, se bajan, pero no todos. La mayoría se mantiene firme a pesar de las dudas, chismes y habladurías que son juicios de valor sin fundamento alguno; de la falta de amor, que es una  excusa para los que no lo tienen para con los demás; de no disfrutar “de la vida” como algunos que no han conocido al Señor señalan, porque el mayor gozo y disfrute es el haber conocido al Señor Jesucristo; de la obligación de acatar normas, según dicen de “hombres”, cuando es un deleite para los que creen; sujetarse a los hombres que a su vez, se sujetan a toda La Palabra de Dios, porque al hacerlo, tanto a los unos como a los otros, les va a ir bien.

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. (2 Tim. 3:16-17)

Y como estas, otras muchas cuestiones más que no vamos a enumerar son las que hacen permanecer y mantenerse en la Iglesia, a la que parafraseando y sin ánimo de ofender, hemos llamado “bus”.

Porque muchos, utilizando todos los adjetivos posibles para justificarse y culpar a los demás del abandono de sus compromisos con la iglesia, se sienten (ellos mismos) poseedores de la verdad absoluta al creer que los que aún permanecen en el “bus” no son dignos de ellos y por lo tanto se “han bajado” de él. Olvidando que Jesucristo es la cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo, y los que se han unido a ella, a la iglesia, están ahí para ir dejando sus imperfecciones (que son muchas) hasta encajar perfectamente en el cuerpo. Y llegado el momento poder decir como san Pablo:

He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. (2 Tim. 4:7)

Porque sólo los que lleguen hasta el final del trayecto estarán con el Señor, al menos, eso es lo que dice La Palabra:

Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. (Mateo, 24:13)

Así que, de nosotros depende. 

Que la Gloria sea siempre para nuestro Dios.

 Antonio Sellés 
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