Carta Pastoral, octubre 2018. Charles Simpson
Querido amigo en Cristo:
Quiero compartir un principio que me ha sido muy útil a mí y a otros a quienes he ministrado. El principio nunca falla, aunque a menudo nosotros lo hacemos. La buena noticia es que cuando fallamos, el fracaso no necesita ser definitivo. Este principio tiene que ver con la manera en que Dios usa el caos para traer un nuevo orden y una nueva vida (lea Génesis 1; Juan 1). He caminado con algunos cuya vida era un caos y, a veces, la conversión y el caos duraron años. Pero con el tiempo y durante el proceso, hemos visto nueva vida y nuevas épocas.
Génesis 1: 2 dice que hubo un momento en que » la tierra estaba sin orden y vacía. Había tinieblas sobre la faz del océano». Sin orden, se podría traducir correctamente como «caos». Estaba en tinieblas y sin orden. Ahí es donde Dios comenzó y todavía lo hace. Él puede trabajar en el caos para crear algo armonioso, pacífico y alegre, en el Espíritu Santo (lea Romanos 14:17). El caos ocurre cuando termina una etapa y se entra en una transición. Puede que no sea en el mundo entero; tal vez sea sólo en «nuestro mundo», como en el matrimonio, las finanzas o algún otro sector. Podría ser una nación entera. Pero la creación y la nueva vida pueden suceder, y si lo permitimos, comenzará un proceso.
El Espíritu de Dios vino
Génesis dice que el Espíritu Santo se movía sobre el caos. Él estaba allí en el principio. Ha habido muchas, muchas veces en la historia de la Tierra cuando hubo caos, no sólo al principio. El caos es un comienzo. Destruye el pasado, a veces de forma brutal y trágica. Deja destrucción y tristeza. Algunos lo ven como el final, pero otros encuentran en él un nuevo comienzo. Realmente, importa cómo lo veamos. Si lo vemos como el final, probablemente moriremos de una manera u otra. Si lo vemos como un nuevo comienzo, podemos ver al Espíritu Santo crear algo hermoso y una nueva etapa de vida.
Podría mencionar muchas ocasiones en la historia cuando vino caos sobre la humanidad: el Diluvio, la Torre de Babel, el caos en Ur de los Caldeos, el tiempo de los Jueces en Israel, la caída de Jerusalén en 587-586 A.C., la destrucción de Jerusalén en 70 D.C., las guerras mundiales y el holocausto, sólo para nombrar algunos. Pero lo que a menudo se pasa por alto es que, el Espíritu Santo se movió sobre el caos para traer una nueva era. «Dios gobierna en los asuntos de los hombres». Hacer caso omiso al Espíritu Santo es perderse y menospreciar el propósito creativo de Dios en nuestros fracasos y desaprovechar el conocimiento de cómo llegan las nuevas épocas. Estas nuevas épocas comienzan con la obra del Espíritu Santo en el caos.
La Palabra vino
Al principio, Dios «verbalizó», dijo… Uno de los ministerios del Espíritu Santo es activar la Palabra. Las cosas cambian cuando llega la Palabra creadora de Dios. Lucas dice que el Espíritu Santo vino sobre María y que Jesús fue concebido. Juan dice que “en el principio era la Palabra y que la Palabra era con Dios y que la Palabra era Dios”. Continúa diciendo que “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”, y que, “la Palabra estaba llena de gracia y de verdad”. Todo esto vino como resultado de la presencia del Espíritu Santo sobre María.
El caos vino a Israel que, estando bajo el gobierno romano se rebeló. Los líderes religiosos vacíos y ciegos estaban en la oscuridad. El caos alcanzó su apogeo en el año 70 D.C., ya que los judíos serían brutalmente sacrificados, incluso crucificados. Pero el Espíritu y la Palabra habían venido; una nueva era del propósito de Dios nació de un terrible caos. La Iglesia nació, anunciando el reino de Dios.
La luz vino
Mateo dice que » El pueblo que moraba en tinieblas vio una gran luz…. y Juan dice que “en ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres». Dios dijo: «¡Sea la luz!» La luz es el comienzo del orden y la vida. No puedo definir o describir adecuadamente la luz, pero es mucho más de lo que vemos. La luz es la fuente de la vida, es energía, es sanidad y mucho más. Se comunica, irradia, separa y distingue entre objetos e ideas.
La Palabra comenzó el proceso de separación: aguas arriba y aguas abajo. La luz levantó la niebla y trajo claridad. Los mares se separaron y la tierra seca apareció. La luz trajo orden al caos; todavía lo hace. La luz crea un hábitat seguro para la vida. ¡La oscuridad es peligrosa! Cuando los ciegos guían a otros ciegos, ambos caerán en el hoyo. Así que la Palabra de Dios separó noche y día, luz y oscuridad.
Vino la vida
El Espíritu y la Palabra trajeron luz y vida. Crearon plantas y animales; ahora la tierra estaba viva. «La casa» fue construida; Ahora tenía ocupantes. La casa estaba llena de actividad. Había aventura y propósito, pero faltaba algo: compañerismo con el Creador. Así que Dios tomó un poco de barro e hizo un hombre a su imagen, le infundió vida divina y, así comenzó la comunión con el Creador.
Pero Dios vio que el hombre estaba solo, así que, del hombre, creó a una mujer y los dos tuvieron compañerismo y unión en la procreación, para llenar la tierra con vida que pudiera tener comunión con Dios. Entonces, trágicamente, algo sucedió.
No es mi propósito aquí deliberar cómo Satanás engañó a Eva o cómo Adán pecó voluntariamente, sino simplemente decir que vino el caos; el pecado trae caos: Adán y Eva tuvieron que salir del paraíso. El caos es el túnel oscuro entre el pasado y el futuro. Salieron del huerto, pero felizmente, Dios no los dejó. No fue el final, sólo el final de esa era seguido de un nuevo comienzo.
Mi punto es que Dios puede y trabaja con el caos. El caos es el final de algo, pero si lo escuchamos, será el comienzo de algo nuevo. Eso siempre ha sido cierto. Fue cierto en el Edén, el Diluvio, la caída de Jerusalén, el Holocausto y muchos eventos a lo largo de la historia. Como el caos es cíclico, también lo son los principios de la creación: el Espíritu se mueve, la Palabra viene, la luz viene, el orden viene, se crea una nueva vida y se restaura la comunión.
Ejemplos personales
En mi propia vida, tuve varias oportunidades para ver de cerca al caos entre los 16 y los 18 años de edad. En una ocasión, muy tarde una noche, tuve un caso repentino de descarga de rabia en la carretera: forcé a otro conductor entrar en una estación de servicio a alta velocidad. Dichosamente, él pudo esquivar los surtidores de gasolina. Finalmente, hice que se saliera de la carretera y eso lo enojó mucho. Pesaba al menos cien libras más que yo y tenía un arma en su auto. Hubo otras ocasiones antes de que finalmente yo «viera la luz».
Debido a que he visto e incluso experimentado el caos de cerca, muy de cerca, estaba preparado para caminar con otros en su caos. Creo que de eso se trata el ministerio. Un ejemplo es el de un ministro que lo perdió todo por el alcohol y otros problemas. Él es ahora mi hijo espiritual. Caminé y hablé con él durante cinco años mientras él experimentaba su propio caos. Finalmente, vino la Palabra, la luz, el nuevo orden y la nueva vida; ahora, él ha ministrado a miles en su caos.
Otro ejemplo es un amigo cercano, también hijo espiritual que experimentó una tremenda pérdida financiera; él y su familia pasaron por serios problemas de salud, y parecía que muchos, a quienes él había ayudado a tener éxito, lo habían abandonado. Su caos duró siete años durante los cuales caminábamos y conversábamos juntos. Pero luego vino la Palabra, la luz, el nuevo orden y el nuevo propósito. Los amigos regresaron, y del caos finalmente llegó una vida nueva y emocionante.
Los desafíos
Ciertamente, sólo hay una creación original, pero los principios subyacentes continúan a lo largo de la historia. Podemos aprender cómo Dios trata con el caos si lo invitamos a él, el Creador, a entrar en nuestro caos. Entonces podemos convertirnos en un “puente sobre aguas turbulentas” para otros si recordamos nuestro propio caos y lo que Dios hizo en medio de todo ello para darnos nueva vida.
Uno de nuestros desafíos como creyentes es recordar nuestro propio caos. ¡Gracias a Dios que se acabó! Pero si olvidamos nuestro caos, entonces nuestra actitud hacia quienes están en caos, puede llegar a ser farisaica. En ese caso, no seremos de ninguna ayuda para ellos. Necesitamos recordar que no nos salvamos nosotros mismos. Necesitamos recordar cómo lo hicieron quienes nos ayudaron y cuál fue la actitud de ellos.
Otro desafío es darse cuenta de que, aunque Dios nos liberó y nos dio nueva vida, no somos Dios. Él es el Creador. La Palabra, la luz, el nuevo orden y la nueva vida deben convertirse en algo personal para el caos. Cuando «jugamos a Dios», perjudicamos el proceso. Podemos modelar, compartir nuestra propia experiencia cuando sea apropiado, pero es Dios quien está trabajando en sus vidas, tal como él lo estuvo en la nuestra.
Ha sido una lección difícil de aprender para mí reconocer que no puedo imponer «mi sabiduría» a alguien sólo porque me importa. Puedo amar, escuchar y caminar con ellos, pero el Espíritu Santo condena, convence y transforma.
Algunos dirían que porque tienen fe, nunca tendrán caos. Sí, la fe ciertamente ayudará a prevenir el caos y, por supuesto, también lo hace la obediencia a la Palabra de Dios. Por lo tanto, ¿deberíamos decir que todos los que están en el caos están ahí por falta de fe u obediencia? Yo creo que no. Esa conclusión sólo condena a aquellos que necesitan nuestro amor y paciencia.
¿Es el diablo el autor de la confusión y el caos? Sí. ¿Alguna vez ha llevado Dios a gente al caos para liberarlos del engaño o del pecado o de la vieja forma de pensar? Si lo ha hecho. Quizás nunca sepamos la verdadera fuente del caos de alguien. Pero podemos trabajar con Dios para ver emerger una nueva vida, si somos sensibles al Espíritu Santo y a la persona que está en ese estado tan difícil.
Jesús llamó «Paracleto» al Espíritu Santo, el que acompaña, defiende la causa de otro, el consejo de la defensa y el intercesor. No somos el Espíritu Santo, pero podemos permitirle que nos dé esa actitud. Ciertamente tampoco somos el juez.
¿Qué podemos hacer en el caos de otra persona o incluso en el nuestro? «Espera en el Señor y aliéntese tu corazón» (lea Salmo 27:14). Podemos animar, fortalecer el corazón. Podemos afirmar buenas decisiones; podemos escuchar, estar allí, identificarnos y amar hasta que la Palabra y la luz vengan. ¿Hay tiempo para retirarse? Sí, pero si nos retiramos, que no sea abandono, sino porque le demos al Espíritu su lugar.
Mis padres finalmente «me entregaron a Dios». Cuando dejaron de intentar cambiar mi actitud, Dios hizo algo de su mejor trabajo en mi caos. Siempre me amaron lo suficiente como para saber cuándo se completó su tarea y cuando fue necesaria la obra de Dios. ¡Alabado sea el Señor! ¡Él puede crear una nueva vida a partir del caos!
En él,
Charles Simpson
CHARLES SIMPSON es el escritor de la Carta Pastoral. También ministra extensamente en los Estados Unidos y en otras naciones.
Tomado con permiso de la Carta Pastoral de octubre del 2018
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de Reina Valera Actualizada 2015.