Por Ern Baxter
David y Jonatán: un ejemplo de lealtad y amistad
Hace muchos años tuve una conversación con un joven comunista. Sabía que él había dado todo lo que tenía al partido y estaba intensamente dedicado a la propagación del comunismo. Yo pensé en presentarle el mensaje de la salvación y él me escuchó con mucha cortesía, pero cuando terminé me dijo: «He estado en situaciones en las que mis camaradas fueron heridos y terriblemente torturados. Tengo camaradas que están conmigo, aunque peligren nuestras vidas. Cuando vea esa clase de dedicación entre los cristianos, entonces tal vez lo escuche.»
Nosotros los cristianos debiéramos de caminar en un nivel de relación que refleje la profundidad del amor de pacto que compartimos en el nuevo pacto en la sangre de Jesucristo. Necesitamos tener una relación de compromiso unos con otros.
Uno de los ejemplos más permanentes, conmovedores y descriptivos de esta clase de relación es el de David y Jonatán. Ambos jóvenes comprendieron la naturaleza del pacto de Dios con Abraham, Moisés e Israel y vivieron en una sociedad que entendía de pactos. Hoy, sin embargo, tenemos impedimentos porque no entendemos la naturaleza de los pactos. Un examen de la relación entre David y Jonatán nos puede ayudar a aprender la lección.
El significado de un pacto
Primero, es importante que sepamos lo que significa un pacto. En 1 Samuel 18:3, leemos: «E hicieron pacto Jonatán y David, porque él le amaba como a sí mismo.» «Cortar» un pacto tiene significado en el Antiguo Testamento, cuando un animal sacrificial era cortado a la mitad para representar a los dos pactantes, quienes simbólicamente sacrificaban su vida el uno por el otro.
Cuando ambos caminaban entre el animal cortado, decían: «Doy mi vida por ti y tú das tu vida por mí.» Después comían el animal sacrificado como el compartimiento mutuo de sus vidas y ambos quedaban unidos por un pacto de sangre.
David y Jonatán entendieron que esta no era una promesa sentimental, sino que su pacto estaba relacionado con el Señor. Por eso David dice en 1 Samuel 20:8: «Harás, pues, misericordia con tu siervo, ya que has hecho entrar a tu siervo en pacto de Jehová contigo.» El pacto no era sólo entre David y Jonatán; era entre David, Jonatán y Dios.
Debiera llenarnos de sobriedad cuando involucramos al Señor en nuestras relaciones de compromiso. Su inclusión nos hace medir seriamente la sinceridad, la integridad y la veracidad de nuestros compromisos. Y eso es bueno. Pero si sólo permanecemos en el lado serio de un pacto nos desequilibrará porque nuestra naturaleza tiene otro lado que ríe, que aplaude, que disfruta, que juega y que es igualmente importante.
El deleite de un pacto
En mi relación de pacto con mis hermanos hemos caminado por lugares difíciles, pero también hemos tenido ratos de mucha expansión. Jonatán disfrutaba de la compañía de David. Un pacto que une a hombres en Dios, está diseñado no sólo para la lealtad, la integridad, la veracidad y el estar al lado en tiempos de prueba. También tiene el propósito de extenderse en todos los aspectos de la vida, inclusive del disfrute y de la alegría. Un pacto no es sólo sufrimiento y sacrificio, confrontación y heridas. Necesitamos todo el gozo, la felicidad y la expansión que hay en una relación de compromiso, porque como veremos en el desarrollo de la historia de David y Jonatán, nuestro pacto será probado.
La prueba de un pacto
Llegó el tiempo cuando el padre de Jonatán, el rey Saúl, quería matar a David sin que su hijo lo supiera. Cuando David dijo a su amigo de pacto: «Apenas hay un paso entre mí y la muerte,» Jonatán respondió: «Lo que deseare tu alma, haré por ti.» (vs. 3 Y 4).
La situación en que se dicen estas palabras es importante. Jonatán era el hijo de Saúl, el rey. Era el heredero del trono; una celebridad en la nación. David, en cambio, estaba a punto de irse al exilio. Sin embargo, Jonatán comprendía que había cortado un pacto con David y que debía ser guardado no sólo cuando las cosas fueran fáciles, sino hasta la muerte.
¿Estaremos nosotros dispuestos a mantener nuestro compromiso cuando venga el tiempo de la verdad? Es bonito tener un pacto cuando todo anda bien, pero cuando nuestro hermano está en crisis y tiene problemas, ¿le serviremos de apoyo?
Jonatán dijo a David que, si se enteraba que Saúl en realidad no buscaba su vida, él le enviaría un mensajero para que regresara. Pero que, si había un plan para hacerle daño, él arriesgaría su vida y le avisaría, para que pudiera escapar. Luego Jonatán dice a David:
Y si yo viviere, harás conmigo misericordia de Jehová, para que no muera, Y no apartarás tu misericordia de mi casa para siempre. Cuando Jehová haya cortado uno por uno los enemigos de David de la tierra, no dejes que el nombre de Jonatán sea quitado de la casa de David (vs. 14 y 15).
Extendiendo el pacto
De esta manera renovaron y extendieron el pacto que habían hecho. David Y Jonatán se habían llevado bien hasta aquí y ahora su pacto podía soportar más peso. Nosotros también hemos encontrado que cuando las relaciones de compromiso maduran, podemos ponerles más peso encima. Jonatán quería una promesa de David, mientras él mismo prometía que si moría protegiendo a su hermano de pacto, David cuidaría de su familia; y que, si David tuviera problemas, él cuidaría la familia de David.
Creo que el espíritu de Hechos 2 y Hechos 4 refleja el espíritu perenne de un cristianismo saludable de compromiso que dice en la hora de crisis: «Lo que tengo es tuyo – tenemos en común las cosas.» No me opongo a que tengamos nuestras empresas privadas. Ni tampoco estoy en contra de tener una cuenta bancaria personal. Lo que digo es que el espíritu de un pacto dice: «Lo mío es tuyo y lo tuyo es mío. En tiempo de crisis no habrá ni un segundo de titubeo; yo compartiré contigo y tú compartirás conmigo.» Por eso, Jonatán podía pedirle a David que se comprometiera a cuidar de su familia si algo le pasaba a él.
Saúl intentó persuadir a Jonatán y enemistarlo con David, recordándole que él era el heredero del trono:
«Porque todo el tiempo que el hijo de Isaí viviere sobre la tierra, ni tú estarás firme, ni tu reino. Envía pues, ahora, y tráemelo porque ha de morir» (v. 31).
Sin embargo, Jonatán no estaba pensando en su trono, porque ahora el trono era de los dos. En la relación de pacto ya no existe mi ministerio: es nuestro ministerio, no es más mi reputación: es nuestra reputación.
Ofreciendo nuestra vida
A pesar de la persuación paterna, Jonatán continuó en su pacto con David y fue a alertarlo sobre el plan de Saúl para matarlo. Cuando llegó el tiempo de partir, se besaron y lloraron (v. 41). Estos dos valientes hombres de guerra expresaron su emoción. Muchas veces se piensa mal de los hombres que demuestran sus emociones. La sociedad dice que los hombres deben ser estoicos e impasibles. Yo no lo creo. Hay un lugar en nuestras relaciones de pacto donde podemos expresar nuestras emociones, particularmente cuando pasamos por pruebas y dificultades. Los hombres pueden llorar juntos sin tener vergüenza y encontrar el calor y la fuerza en el brazo del hermano. No hay nada malo en expresar nuestras emociones en nuestra relación con Dios y unos con los otros. Las emociones son una parte válida de nuestras relaciones de pacto.
Después de despedirse, David y Jonatán se separaron. ¿Por qué no se iría Jonatán con David? Parecería que después de haber hecho todo lo anterior, lo más importante ahora era unirse a David. Sin embargo, creo que ambos sintieron que Jonatán debía quedarse en la casa de Saúl para hacer sentir la influencia de David en la corte del rey.
Eso significaba un riesgo para la vida de Jonatán.
Cuando hablamos de hacer pactos y de ofrecer nuestras vidas por el bien de nuestro hermano, no pronunciemos palabras baratas. Nosotros también tendremos algún día la oportunidad de ofrecer nuestra vida por el hermano. Jonatán ofreció su vida y murió y el final de la historia parece no ser muy feliz, pero en realidad el desenlace no está en la muerte. En la eternidad, Jonatán se erguirá en el día del Señor con la cabeza muy en alto, al lado del progenitor de nuestro Señor, el gran rey de Israel, David.
Integridad Y lealtad
Después de la muerte de Jonatán. David recordó su promesa de cuidar de la casa de Jonatán. En 2 Samuel capítulo 9 David cumple su palabra en favor de Mefi-boset, el hijo lisiado de Jonatán: «No tengas temor, porque yo a la verdad haré contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre» (v.7).
Pienso que David pronunció estas palabras con un nudo en la garganta al recordar años atrás.
Eres mi hermano
Tengo una hermana pelirroja. Cuando éramos niños, ella era una bola de fuego. En casa, ella y yo nos metíamos en peleas como hacen todos los hermanos, pero afuera ella era leal conmigo.
En mis días, en las escuelas públicas, durante el recreo, las niñas jugaban de un lado del campa de juegos y los muchachos al otro lado. Teníamos nuestras pandillas y yo era el líder de una de ellas. Un día me atrapó una pandilla rival y tomó ventaja de la situación: me tenían en el suelo.
De alguna forma la noticia corrió y cuando me estaban aporreando logré ver a través de las piernas de mis enemigos a esta niña corriendo, sosteniendo el ruedo de su falda sobre las rodillas, su hermoso cabello rojo volado por el viento, ojos centelleantes y rostro ruborizado. Mi hermana le entró a todos ellos y los mandó volando en todas direcciones. Aquello parecía como dice la Escritura: «Los muertos de Jehová serán multiplicados» (Is. 66: 16). Cuando los hubo dominado a todos, se agachó sobre mí todavía con el fuego en los ojos y me preguntó: «¿Te hicieron daño, querido?»
En casa nos disgustábamos con frecuencia, pero aquí afuera, yo era su hermano. Si vamos a contender, hagámoslo en casa, confrontémonos dentro de las paredes de nuestro pacto. Pero allí afuera, seamos hermanos y digamos: «No me importa lo que hayas hecho; eres mi hermano y pelearé por ti.»
El pacto que había cortado con aquél joven decididamente varonil. Debió recordar vívidamente a su amigo que arriesgó su vida, su reputación, su corona y que finalmente murió en el campa de batalla con su padre porque había hecho pacto con él. Y cuando David vio a este pobre, sorprendido y lisiado remanente de Saúl, hizo otra promesa: restaurarle las tierras de Saúl y sentarlo a su mesa siempre (v.7). Eso es tener integridad y lealtad de pacto.
Me gustaría ver la palabra amor significar lealtad en el vocabulario cristiano; tal vez hasta reemplazarla por un tiempo. Hay una deslealtad entre los cristianos que debe hacer llorar a los ángeles. Debemos entregarnos a la tarea de redimir la lealtad y de elevar la integridad ante los ojos de los hombres. Que el mundo vea que no ridiculizamos a nadie ni lo exponemos públicamente, sino que nos consolidamos con nuestro hermano; que lo podemos confrontar dentro de casa, pero que en el campa peleamos por él contra el enemigo.
Restauremos la lealtad. Restauremos la integridad y el valor. Seamos hombres de Dios y cortemos el pacto, y cuando hagamos un pacto recordemos con quién lo estamos haciendo: con el Señor y uno con el otro. Comprometámonos con nuestra vida.
Ern Baxter fue, por mucho tiempo, un líder en el movimiento carismático de los Estados Unidos. Pastoreó durante veinte años de una de las iglesias evangélicas más grandes del Canadá y viajó por todo el mundo proclamando el evangelio.
Reproducido de la Revista Vino Nuevo vol. 5-nº 7 junio 1984