Autor Charles Simpson
¿Se ha preguntado usted alguna vez hacia adónde va como cristiano y de qué manera va a llegar allí? La respuesta de Dios está en su restauración.
Cuando hacemos un intento para definir lo que Dios está haciendo en nuestros días, nos encontramos con que restauración es una de las palabras claves. Hay muchas y distintas ideas acerca de lo que esto implica exactamente. Sin embargo, yo creo que es uno de los temas de mayor importancia sobre los que el Espíritu Santo está hablando a la iglesia hoy en día.
¿Cree usted que Dios quiere reparar el daño hecho por el diablo? Yo creo que sí. Su plan de restauración para el individuo, para la iglesia y para la creación entera es traer todo a su lugar donde estaba antes que el enemigo lo usurpara y llevarlo aún más allá. El diablo puede destruir, pero sólo Dios puede reconstruir. Esta es una de las características inherentes del Espíritu de Dios: construir y edificar.
Antes de que Dios pueda hacer lo que El quiere con la iglesia, es necesario que haya primero una restauración en las vidas en forma individual. Cristo es el patrón y todos nosotros estamos siendo restaurados a Su imagen, tanto colectiva como individualmente.
El tema de nuestro estudio corresponde a la forma en la cual Dios nos restaura como individuos. Necesitamos ver lo que podemos hacer para cooperar con Dios en este proceso, en vez de estorbar Su obra en nuestras vidas. Miremos lo que dice 1 Tesalonicenses 5:23 y 24: … «y ahora. que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu. alma y cuerpo, sea preservado entero, irreprensible en la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Aquel que os llama, y El también lo hará.
EL PROCESO
Es necesario recalcar un punto antes de proseguir. Muchos miembros en el cuerpo de Cristo hoy en día están buscando la santificación instantánea. Queremos una experiencia que nos permita decir: «¡Ahora lo tengo todo!» Queremos que todos nuestros problemas se acaben … que no haya más pecado … ni más diablo …, ni más carnalidad. Algunos de nosotros tenemos una experiencia y pensamos que eso es todo lo que necesitamos. Entonces descubrimos que no es así y en nuestra frustración, comenzamos a pretender que en realidad lo tenemos todo y nos metemos en un problema aún mayor.
Cuando somos salvos pensamos, ¡ahora lo tengo todo! Entonces alguien nos cuenta de una experiencia en la santificación, la recibimos y esta vez si estamos seguros que ¡lo tenemos todo! Después oímos acerca del bautismo en el Espíritu Santo y sentimos que esta debe ser la respuesta. Pero también viene la liberación … Y así sucesivamente.
Dios desea mostrarnos las implicaciones totales de la salvación. Yo creo que hay algo instantáneo en la salvación: la regeneración o el nuevo nacimiento. Esto sucede en un momento específico cuando colocamos nuestra fe en Jesucristo y El viene a vivir en nosotros. El concepto de la salvación en el Nuevo Testamento es el proceso total por medio del cual somos presentados ante el trono de Dios. La palabra clave es proceso. Comienza con el nuevo nacimiento o la regeneración y se proyecta a través del proceso total de la redención del individuo – toda la provisión de Dios para el hombre.
Debemos ver que la salvación es un caminar con Dios y no una experiencia única que se ocupa de todas las otras. ¿De qué manera crecemos en nuestra vida natural? Acaso es así: ¡¡¡ZAS!!! y ya llegamos a los cuatro años. ¡¡¡ZAS!!! y ya tenemos diez. Otra vez ¡¡¡ZAS!!! y alcanzamos los quince años. No, no es así que crecemos; es un proceso. No nos sentimos más viejos cuando teníamos dieciséis años de lo que nos sentíamos cuando teníamos quince y tres cuartos. Crecemos un poquito todos los días y marcamos nuestro progreso con cumpleaños. Necesitamos hacer lo mismo en nuestro caminar con Dios.
La mayoría de nosotros somos adolescentes en nuestro caminar con Dios; demasiado viejos para actuar como niños, pero incapaces de funcionar como adultos. La adolescencia es un período difícil del crecimiento. Por lo general, al adolescente le gustaría crecer Y acabar de una vez con los problemas del crecimiento. A nosotros nos pasa igual en nuestra relación con Dios. Queremos tener una sola experiencia que nos haga maduros para no tener que sufrir en el proceso del crecimiento.
Sin embargo, no sucede así. Crecemos durante cierto tiempo y luego Dios nos da una experiencia que servirá como un cumpleaños espiritual» que marcará nuestro pequeño progreso en el camino. Si aprendiéramos a cultivar este concepto y a vivir por él, no encontraríamos nuestras vidas tan orientadas a tener experiencias.
SEPARADOS
Volvamos a nuestra referencia de 1 Tesalonicenses 5:23 y 24 y veamos que Dios quiere santificarnos. Básicamente, santificar significa separar. Por un lado nos encontramos en el mundo, con sus valores, formas de comportamiento, ideales, etc. Por el otro lado tenemos el reino de Dios y todo lo que abarca. En el proceso de la santificación nos vamos moviendo de uno de estos extremos hacia el otro -aparte del mundo y su estilo de vida, en dirección al reino de Dios y a la vida de Cristo. El verso 23 nos muestra cómo opera este proceso. Dios santificará todo su espíritu, su alma y su cuerpo. Usaremos esta forma en que Dios opera Y desarrollaremos nuestro estudio alrededor de ella.
El apóstol Pablo recuerda su propia experiencia en Dios cuando nos dice en 2 Corintios 1:10 (Citamos la Revisión de 1960).
El cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará. de tan gran muerte.»
He aquí nuestro proceso. Note que tenemos tres fases representadas por tres tiempos del verbo librar:
(1) «El cual nos libró … » Este el tiempo pasado. Si alguien le preguntara: «¿Es usted salvo?» Usted contestaría: «Sí, Dios me salvó. »
(2) » … y nos libra … » Este es el tiempo presente e indica una acción continua. Estamos siendo salvados y librados del mundo y de la muerte.
(3) » … aún nos librará … » Aquí está en el tiempo futuro. Dios continúa Su obra. Es un proceso: Hemos sido salvados … Estamos siendo salvados … y aún seremos salvados.
¿Puede ver ahora que en este proceso, está incluida la salvación total del individuo: espíritu, alma y cuerpo? Cuando yo nací de nuevo, mi espíritu fue librado o salvado. Dios me dio un espíritu nuevo. Actualmente mi alma está siendo salvada o librada, a medida que crezco, para ser semejante a Cristo. Finalmente, en la resurrección, mi cuerpo será librado y transformado a la semejanza del cuerpo de Cristo. Estamos en el proceso de ser renovados y transformados totalmente en el patrón de Cristo.
Si vamos a usar las palabras espíritu, alma y cuerpo como nuestro motivo, necesitamos tener mejor comprensión de estos términos. Por muchos años creí en la dualidad del individuo. Creía que el hombre estaba formado de dos partes: la parte material o el cuerpo y la inmaterial o sea el espíritu y el alma, los cuales consideraba eran uno. Sin embargo, Hebreos 4:12 nos dice que la Palabra de Dios puede dividir entre el alma y el espíritu. Como ve hay una diferencia entre ambos.
EL ESPIRITU Y EL ALMA
La Escritura presenta la diferencia en esta forma. La palabra «espíritu», tanto en el hebreo como en el griego, significa «aliento» o «viento». El Espíritu de Dios es el aliento de Dios. La palabra «inspirar» significa «soplar en» algo. La Biblia fue escrita por hombres inspirados, o en los cuales Dios sopló Su aliento. Muchas veces se usa el viento como una representación gráfica del Espíritu Santo. Jesús dijo que se podía oír su sonido, pero que no se podía ver ni saber de dónde venía.
La palabra «alma», sin embargo, es algo completamente distinto. La palabra en el griego es psykh~, de la cual derivamos palabras como psicología, etc. Esta se aplica principalmente en la esfera del intelecto y de la mente. El alma es donde se desarrollan los procesos de aprendizaje y del pensamiento. El alma incluye a las emociones. Muchas personas incluyen también la voluntad.
Para dar énfasis, incluiremos en el «alma» la voluntad, el intelecto y las emociones.
Por supuesto que es obvio para todos nosotros que el cuerpo está en la esfera de lo físico.
Debemos entender, aunque el mundo y muchos cristianos no pueden hacerlo, que la religión y las doctrinas, verdaderas o falsas, pertenecen a la esfera del alma. La religión se puede aprender. Se puede aprender una cantidad de palabras que lo hagan aparentar como una persona «espiritual», o una lista de doctrinas y versículos bíblicos con los cuales pueda defender sus creencias. Pero todo esto está en la esfera del alma. Yo no me opongo a la doctrina pura y a la comprensión correcta de las Escrituras – necesitamos que haya más de esto. Lo que estoy diciendo es que eso no es lo que lo hace a usted «espiritualmente» vivo para Dios.
Su vida espiritual emana de su espíritu; es su aliento. Es la fuerza motivadora de su vida. ¿Ha asistido alguna vez a una reunión con el alma cansada? ¿Qué sucede cuando el Espíritu de Dios cae en usted? Su alma recibe el «soplo» de Dios y ¡se aviva! Hay una marcada diferencia entre el alma y el espíritu, aunque los dos están íntimamente relacionados.
En el proceso de la restauración, todo se origina en el espíritu. Este es el patrón de Dios. 1 Corintios 6:17 nos dice: «Pero el que se une al Señor, es un Espíritu con El .» Debemos estar unidos a Dios en espíritu antes de que la naturaleza de nuestra alma puede ser renovada o nuestros cuerpos vivificados. Comenzamos dando atención a un espíritu nuevo y a lo que significa recibir un «espíritu nuevo».
Fíjese en esta explicación de 1 Corintios 15:45: «También así está escrito: ‘El primer hombre, Adán, vino a ser un alma viviente.’ (Tenía una mente consciente; intelecto; un ser capacitado para los procesos intelectuales y emocionales). El último Adán vino a ser un espíritu que da vida.» El escritor usó dos palabras diferentes por una razón muy buena. La Biblia dice que Dios sopló en Adán aliento de vida. Puso espíritu en Adán y vino a ser un alma viviente.
Mi convicción personal es que cuando Adán pecó, su espíritu murió. Por lo menos, su espíritu fue desconectado o separado del Espíritu de Dios. Ya que Dios es el sustentador de la vida, el espíritu de Adán murió.
Todos los hombres nacen a la vida natural con espíritus muertos, o espíritus sin ningún nexo con la fuente de la vida. Cuando nacemos con muerte en nuestros espíritus, entonces nuestras almas (voluntad, intelecto y emociones) se pervierten y nuestros cuerpos fallecen por causa de la muerte que mora en nosotros. Los problemas con los que nos enfrentamos hoy en día, no se deben solamente a mentes o cuerpos enfermos; estos son sólo síntomas de espíritus muertos.
COMENZANDO EN EL ESPIRITU
Jesucristo vino a hacer algo con respecto a la condición de muerte del hombre y comienza con la raíz del problema – el espíritu. Si todos los problemas del hombre radicaran en la esfera del alma, entonces todo lo que tendríamos que hacer sería educar a las personas como solución satisfactoria. Pero la historia prueba que no ha dado resultados. Podemos enseñar a las personas acerca de Dios y sobre la religión, pero no les ayudará porque eso está en la esfera del alma y no es allí donde radica el problema. Todos los programas sociales, grupos de psicología, y planes de autosuperación nunca nos darán la respuesta básica. Yo no me opongo a esas cosas, pero ellas no llegan a la raíz del problema básico del hombre — el espíritu muerto.
La Biblia dice de Dios: «Todas mis fuentes están en tí.» He aquí el origen de nuestra vida. Cuando se encuentra el Espíritu de Dios, se encuentra la vida. Cuando la iglesia perdió la manifestación del Espíritu de Dios, la historia experimentó lo que se conoce como «La Edad Oscura». Cuando llegó la Reforma y la Contra Reforma, el Espíritu de Dios comenzó a moverse en la iglesia y la luz volvió al mundo. Vino la Ilustración y el comienzo de la época contemporánea. Pero esto sucedió como consecuencia de la Reforma y del mover del Espíritu de Dios.
El viejo Adán, o el primer Adán, engendró una raza de hombres que están muertos en sus espíritus. Luego Dios envió a un nuevo Adán para que comenzara una nueva raza y nos devolviera todo lo que perdimos en el viejo Adán. Cuando Dios pone en marcha Su proceso de restauración, lo comienza desde el fundamento. Empieza por darnos un espíritu nuevo.
Si alguien viene para que le ayude, yo sé ahora que el lugar donde debo comenzar no es en la esfera del alma. Comienzo en la esfera del espíritu.
Hace algún tiempo, debido a una huelga en una aerolínea, me vi obligado a viajar en autobús para asistir a una serie de reuniones. Sentado junto a mí en el autobús se encontraba un caballero mayor que se había apartado de Dios hacía algunos años. Le habían dado mucha religión y tenía todo lo que creía podía tolerar. Me alegro de no haber tenido que enfrentarme con lo que ese caballero se había encarado. Se había vuelto duro e irreverente. Sabía que no se interesaría en mí como predicador, así que hice que la conversación girara alrededor de Jesús.
Muy pronto comencé a sentir el aliento de Dios. El Espíritu de Dios se hizo presente en ese autobús y el semblante del hombre comenzó a iluminarse. Dejó de usar lenguaje tan profano y se volvió más suave. ¡Pensé que se iría a derretir en el asiento! Dios sopló en el espíritu de ese hombre y él sintió la vida como no la había sentido en años de religión. ¿Ve Ud. algo de la restauración en este incidente?
Pablo presenta este tema en 1 Corintios capítulo 15:(46) «Sin embargo, el espiritual no es primero, sino el natural; luego el espiritual. (Dios nos dio lo natural primero; luego 10 espiritual)
(47) «El primer hombre es de la tierra, terrenal (Adán era de la tierra y por lo tanto era terrenal; de igual manera son todos los nacidos de Adán: terrenales): el segundo hombre (que es el Señor) es del cielo.
(48) Como es el terreno, así son también los que son terrenos (los que son nacidos de Adán son como Adán y harán lo mismo que él hizo: el hombre natural siempre se comporta como Adán): y como es el celestial, así también son los que son celestiales. (49) «Y tal como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial. «
Pablo nos está diciendo que de la misma manera que somos como Adán, seremos también como Cristo. Esta es la promesa de la restauración. ¡Qué emocionante! Todo lo que Jesús es, lo tomo como una promesa de lo que yo seré algún día.
Esta promesa no dará resultados si nosotros tratamos de santificar el alma o el cuerpo de un hombre antes de que su espíritu sea santificado. Yo he visto a personas con almas o cuerpos «santificados», pero con espíritus muertos.
Estoy completamente a favor de tener almas y cuerpos santificados; pero necesitamos comenzar por el principio: en la esfera del espíritu. Una vez que el hombre es santificado en su espíritu. entonces naturalmente querrá que lo sean su alma y su cuerpo.
UN ESPIRITU NUEVO
¿Cómo recibimos un espíritu nuevo? Juan 1:12-13 nos dice: «Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de ser hechos hijos de Dios, es decir a los que creen en su nombre (este es el proceso para el crecimiento), que no nacieron de sangre ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre sino de Dios» (Espíritu).
Fíjese que el nacimiento en el espíritu no viene de la voluntad (alma); ni viene de la carne (cuerpo). Viene de Dios (Espíritu). ¿Quién toma la iniciativa en el nacimiento espiritual? Dios. Todo lo que nosotros podemos hacer es permanecer quietos y recibir. ¡No intente hacer algo! Dios dice: «Estad quietos y conoced que yo soy Dios.» El nuevo nacimiento es de Dios y todo lo que nosotros podemos hacer es recibirlo. ¿Quién es el que «procrea», el hijo o el padre? El nacimiento espiritual es de Dios y, literalmente «parte» de Dios. Todo lo que nosotros hacemos es entregarnos.
El capítulo 3 del evangelio de Juan aclara esto. Allí se nos dice de un hombre llamado Nicodemo que era fariseo, un personaje importante entre los judíos. Los fariseos eran buena gente, a pesar de las connotaciones que le hemos dado a esa palabra hoy en día. De hecho, ellos eran los fundamentalistas en los tiempos de Jesús. Creían en las Escrituras literalmente, pero desafortunadamente tenían un espíritu y una actitud equivocada. Tenían «religión» que está en la esfera del alma.
Nicodemo vio algo en Jesús que no había visto en su religión. El vio vidas cambiadas … milagros … sanidades … autoridad sobre espíritus demoniacos; sabía que estaba viendo a Dios en acción. El «alma» no puede realizar milagros. El pensamiento positivo no puede convertir el agua en vino. La doctrina pura no puede sanar a los enfermos o resucitar a los muertos.
Juan 3:2 nos dice que Nicodemo vino a Jesús una noche y le dijo: «Sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales, que tú haces, si Dios no está con él.»
Sabía que Dios es un espíritu y que el Espíritu de Dios estaba con Jesús. Sintió y vio algo diferente en Jesús. Dios estaba con este hombre. Jesús corta a través de la esfera del alma y se interna directamente en el espíritu donde estaba en realidad el punto en cuestión y le dice: «El que no nace de nuevo (literalmente de arriba), no puede ver el reino de Dios.» No es sólo asunto de un segundo nacimiento — el nacimiento debe tener su origen correcto: ¡arriba!
Jesús le estaba diciendo a Nicodemo que si él alguna vez iría a ver o a experimentar el reino de Dios, tendría que poseer un espíritu nuevo. Sin este espíritu Nuevo él nunca comprendería o vería lo que Dios estaba haciendo en la tierra. ¿Cuál es la razón por la cual la gente no entiende lo que está sucediendo en el mundo y en la esfera espiritual hoy en día? ¿Por qué es tan difícil explicarle a un hombre del mundo que tendrá dificultades si se mete en el ocultismo? Porque estas cosas tienen que ver con el Espíritu de Dios y los que no han nacido de arriba no las entenderán jamás.
NACIENDO
Esencialmente, hay tres cosas que veo en el nuevo nacimiento. La Palabra, el Espíritu y la fe. Hemos visto ya que la nueva vida viene del Espíritu; no hay duda de eso. En 1 Pedro 1:23 se nos dice: «Pues habéis nacido de nuevo, no de simiente que parece, sino de una que es imperecedera, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece.»
Se necesita una semilla para engendrar vida, para que haya un nacimiento. Una semilla debe estar presente en la concepción. La semilla que nos fecunda con la vida de Dios es la Palabra de Dios. Aquél que deposita la semilla en nosotros es el Espíritu Santo. El Espíritu nos da la Palabra — una palabra viva y vivificante — y Cristo se forma en nosotros.
El capitulo uno del evangelio de Lucas presenta una ilustración excelente de esta verdad. El ángel Gabriel vino a María y le dio el mensaje de que ella iba a tener un hijo que sería el Salvador de Su pueblo. El ángel fue un mensajero que trajo la Palabra de Dios. María dijo: «¿Cómo será esto? pues no conozco varón.»
Entonces Gabriel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso lo santo que nacerá, será llamado el Hijo de Dios.»
Yo creo (y esto es estrictamente opinión mía) que en ese momento, a medida que la Palabra era hablada, el Espíritu del Señor descendió sobre María y Jesús fue concebido en ella. La semilla de Dios fue concebida y hecha carne. ¿Cómo? Por la Palabra (hablada por el ángel) y por el Espíritu (el Espíritu Santo).
Esta es la manera en que la vida de Dios llega a todos nosotros. Es por eso que no debemos predicar psicología o filosofía, sino la Palabra de Dios bajo la unción del Espíritu Santo. Hay muchas personas que son muy «religiosas», pero nunca han experimentado el nuevo nacimiento. Ellos necesitan entregarse a Dios y recibir el Espíritu nuevo que ha sido prometido a todos nosotros.
Tal vez la mejor manera de decir cómo entregarse a Dios y a su Espíritu sea relatando un incidente extraordinario que sucedió hace algunos años. Yo estaba enseñando un domingo sobre el Espíritu Santo y después del servicio un hombre muy distinguido, de setenta años más o menos, se me acercó y me dijo: «entiendo que usted cree en los dones del Espíritu y en ser lleno con el Espíritu Santo.»
Le respondí, «Sí, señor, lo creo». El hombre era un ministro y muy instruido. Me sentí como un novicio en su presencia. Llevaba un traje negro y tenía un sombrero de fieltro en su mano. Su siguiente comentario fue: «Quiero hablar con usted para ser lleno del Espíritu.»
Sin pensar le pregunté: «¿Ha nacido usted de nuevo? Hasta entonces me dí cuenta de lo que había dicho y me disculpé diciendo: ‘Lo siento, esa pregunta es un hábito en mí. Verá, el Espíritu Santo es solamente para los hijos de Dios.
El me miró con una expresión bastante severa y declaró: «Joven, yo he estado predicando por cuarenta y cinco años.»
¡Era la respuesta equivocada! Sin embargo, me disculpé de nuevo: «Por favor, perdóneme, Lo he hecho avergonzar, pero el Espíritu Santo es solamente para los que han nacido de nuevo. »
El permaneció en silencio por un momento y luego dijo: «Nunca nadie me había hecho esa pregunta.»
A lo cual respondí: «Bueno, lo» siento. Pero yo creo que es mejor que usted considere esto antes de que ore con usted.»
Le di algunos versículos bíblicos para que leyera y se fue a su casa. Vivía a unos cincuenta kilómetros de allí y concertamos una entrevista para la semana siguiente.
El tiempo que acordamos fue para el viernes a las 10 de la mañana. Yo no llegué sino hasta las 10:30 y me sentía humillado. El caballero me estaba esperando en el porche de su casa. Yo pensé: «No sólo le he avergonzado sino que ahora llego treinta minutos tarde él nuestra cita.»
Cuando comenzamos nuestra conversación, noté que estaba muy serio. Me entregó un papel con estas palabras: «Joven, en este papel hay una lista de todos los pecados que puedo recordar y he escrito al final de la lista: y si hubiesen más, Señor Jesús, también ponlos bajo la sangre. ¿Qué es lo que tengo que hacer ahora?»
Le dije: «Entremos y oremos.» Cuando nos arrodillamos juntos en la sala de su casa, el sol penetró a través de la cortina de encaje y tocó su abundante cabello blanco. Parecía como la gloria de Dios que estaba sobre él. Con la fe de un niñito, este hombre de setenta años le pidió al Señor Jesucristo que viniera a su vida y perdonara sus pecados.
De pronto ese serio y distinguido hombre pareció cobrar vida. Su rostro se iluminó … era tan brillante como la luz del sol. Juntos lloramos de gozo. ¡Después de setenta años recién comenzaba a vivir!
Esta es la vida nueva … este es el espíritu nuevo. Todos deben comenzar aquí. Si no empezamos con fe sencilla como lo hizo este caballero, entonces no hay proceso de restauración; no hay espíritu nuevo; no hay vida nueva. ¡Para encontrar la vida, no podemos evitar el nacimiento!
Charles Simpson, por más de catorce años pastoreó una congregación Bautista del Sur. Actualmente viaja extensamente como maestro y conferencista.