Por Hugo Zelaya
El rey de Siria estaba en guerra contra Israel. Parte de su táctica militar era cambiar secretamente su campamento de un lugar a otro y tender emboscadas al ejército de Israel. Pero todos sus movimientos eran anticipados por el pueblo de Dios.
El rey sirio creyó que tenía espías entre sus filas y emplazó a sus capitanes para que encontraran al traidor. No había tal espía. Uno de sus siervos le dijo lo que pasaba: Dios le revelaba al profeta Eliseo todo lo que el rey pensaba hacer (2 Rey. 6: 12), y éste a su vez alertaba al rey de Israel.
Entonces el rey de Siria envió gran parte de su ejército a sitiar la ciudad donde se encontraba Eliseo para prenderlo. A la mañana siguiente, el siervo del profeta se levantó y vio lo que estaba pasando. Era natural que el miedo lo invadiera. Frente a él estaba todo el poderío de Siria que venía a llevarse a su señor y posiblemente a él. La situación era desesperada. No había escape posible. Si la ciudad no entregaba a Eliseo, los sirios atacarían o permanecerían sitiándola. De cualquier forma, muchos morirían.
Unos dirían que con todo lo que Eliseo había hecho por Israel y siendo el profeta de Dios, la ciudad nunca lo entregaría. Pero no podemos estar tan seguros de eso. Nunca se puede confiar en la naturaleza humana. Tiempo atrás, en los días de Sansón, los filisteos venían buscándolo, porque éste había incendiado sus sembrados, y tres mil hombres, no de los filisteos, sino de sus propios hermanos, vinieron a prenderlo para entregarlo en manos de sus perseguidores y salvar así su propio pellejo. El diablo conoce muy bien esta debilidad humana y la explota al máximo: «Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida». (Job 2:4)
El siervo de Dios también la conocía, pero le dice a su criado: «No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos» (v. 16). Me pregunto, ¿cuál sería la respuesta del criado? Creo que en un dos por tres hizo una comparación entre el ejército sirio y las fuerzas disponibles de la ciudad y no quedó muy satisfecho. El miedo todavía lo dominaba.
Es entonces cuando Eliseo le pide al Señor que abra sus ojos y él vio lo que el profeta estaba viendo: «el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo» (v. 17). Con razón el profeta estaba confiado. Con razón el criado estaba amedrentado… Lo que uno veía era diferente de lo que el otro veía. Uno vio la amenaza; el otro, su defensa. Uno estaba localizado; el otro trascendía.
¡Qué terribles nos parecen a veces las situaciones que nos rodean! ¡No hay manera natural de escapar de ellas! ¡Qué fácil es caer en el miedo y la desesperación! Muchos dirán: «Pero no se puede ignorar la realidad», «No se puede cerrar los ojos y hacer desaparecer lo que está por delante». Cierto, pero no se trata de «cerrar» los ojos. Se trata de abrir los que tenemos cerrados. La confianza se fundamenta en la realidad. Eliseo no cerró sus ojos al ejército sirio, pero tampoco cerró los ojos de su espíritu al ejército del Señor. Uno solo de sus ángeles hubiera bastado para ocuparse de los sirios y de cualquiera que hubiera sido tan estúpido de enfrentársele. Pero el monte estaba lleno. La confianza de Eliseo estaba en lo que vio.
¿Qué ve usted para 1985? ¿Más guerras, revoluciones, terrorismo, estrechez económica, hambres, etc.? Pero ¿sólo eso? ¿No ve usted también un derramamiento del Espíritu Santo nunca antes en la historia de la Iglesia, y el poder de Dios manifestado en favor de su pueblo? ¿No comienza usted a sentir y a una unción fresca en su vida y ministerio, que le hace levantar sus ojos para ver la realidad eterna del propósito de Dios?
«Más son los que están con nosotros que los que están con ellos». Nuestra confianza y seguridad tiene un fundamento: lo que vemos en el espíritu. ¿Y qué vemos? «Vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra… por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten» (Heb. 2:9, 10). Lo demás es endeble, flaco, enfermizo, pequeño, diminuto e insignificante.
Reproducido de la Revista Vino Nuevo vol. 5-nº 11 -1985.
H.Z. fue director de la revista Vino Nuevo desde 1975 y, desde 1987, de Conquista Cristiana hasta hoy.
Está casado con Alice y tienen cuatro hijos adultos.
Es fundador de la Fraternidad de Iglesias y Ministerios del Pacto, que da cobertura a iglesias en Estados Unidos, Costa Rica y Panamá.