El orden divino para la familia
Autora La hija de Sara
Hace poco leí en la revista New Wine, un artículo en forma de diálogo entre una pareja de cristianos llenos del Espíritu. Es glorioso ver la manera en que Dios está obrando en matrimonios como estos y los está llevando a Su orden divino. ¿Pero qué de los matrimonios donde uno de los dos no es un cristiano nacido de nuevo?
¡Aleluya! Dios está haciendo algo maravilloso y estimulante en esas circunstancias también. Me gustaría compartir desde el punto de vista de una esposa cristiana, lo que ha ocurrido en mi propia vida y en la de otras esposas que se encuentran en situaciones similares. Me doy cuenta que las circunstancias en cada matrimonio son diferentes, pero he aprendido que Dios sigue ciertos principios. He visto aplicar estos principios por lo menos en el matrimonio de cinco amigas muy íntimas en los tres cortos años que tengo de ser cristiana y los resultados han sido fantásticos. ¿Cuáles son estos principios?
Primero, Dios usualmente empieza en nuestras vidas ocupándose de cualquier actitud interna o apariencia externa de superioridad espiritual. A menudo nuestro orgullo espiritual va acompañado de un complejo de mártir. Es únicamente por la gracia de Dios que no somos nosotras las incrédulas en vez de nuestros maridos. Es posible que algunas de nuestras amigas con toda la buena intención del mundo nos hayan ayudado a crear una actitud de superioridad espiritual con sus elogios compasivos y comentarios de cómo con toda seguridad vamos a ser recompensadas en el cielo por el sufrimiento que estamos soportando ahora. Tal vez hasta nos han incitado a dejar a nuestros maridos. Consejos como estos lo único que hacen es alimentar nuestro orgullo espiritual y la lástima que ya tenemos de nosotras mismas.
Alabe a Dios porque su marido es exactamente quien es y lo que es ahora mismo (1 Tes. 5:18). Ocúpese únicamente de su propia temperatura espiritual. Pídale a Dios que le muestre Su actitud hacia el orgullo espiritual y que le revele todo lo que está en su interior. Esto la puede llevar a que se humille delante de su marido y que le pida perdón por su actitud y conducta en el pasado.
En segundo lugar, tenemos que llegar a darnos cuenta que nosotras no podemos «salvar» a nuestros maridos. Créame que yo lo he intentado y estoy segura que no soy la primera en hacerlo. Yo le prediqué, le rogué, lo acusé, lo ignoré – todo en el nombre de Jesús- ¡y nada dio resultado ! El se volvió más despectivo y con mucha razón. Podía ver a través de mi hipocresía. En todas mis acciones no había ni un poquito de amor para él. Yo quería que él se volviera cristiano para que la vida fuera más fácil para mi. Yo me imaginaba una vida llena de grupos de oración, devociones familiares, reuniones, etc.
En ese tiempo, yo era muy sincera en mi creencia y estaba intentando vivir una vida recta a pesar de mi marido. Había dejado de tomar licor y el cigarrillo y me había vuelto muy conservadora en mi apariencia (en realidad algunas veces era hasta desaliñada). En vista de todo esto, la fricción aumentó en nuestro matrimonio. Mi marido estaba a punto de marcharse. Finalmente me di cuenta de que si mi vida era ejemplo de un testimonio cristiano, entonces yo había hecho retroceder el evangelismo dos mil años. ¡Algo andaba mal!
Entonces una íntima amiga me mostró dos escrituras que me ayudaron a encarrilarme de nuevo. La primera era 1 Corintios 7:14: «Porque el marido que no es creyente es santificado por medio de su esposa; y la esposa que no es creyente es santificada por medio de su marido creyente … » Santificado significa «dedicado a Dios» o «hecho santo». Al principio esto encendió mi orgullo espiritual. Yo era responsable de la «santidad» de mi marido. ¡Pero Dios muy pronto me enseñó a través de la escritura que únicamente El era el responsable y que cualquier actitud contraria a esa era orgullosa y profana!
Yo estaba confundida con esta escritura, pero decidí aceptarla por fe y ver qué era lo que Dios tenía en mente. Intenté creer que mi marido estaba santificado; pero él era todavía muy mundano – bebía, fumaba y maldecía. Yo estaba segura que él estaba siendo dirigido por el diablo la mayoría de las veces y que me llevaría lejos de Dios si yo buscaba su dirección. De modo que yo seguí haciendo lo mío para Jesús sólo para ver que nuestro matrimonio iba camino al divorcio.
La segunda escritura que mi amiga había compartido conmigo era Efesios 5:22: «Esposas, someteos a vuestro esposo como al Señor.» Yo doy gracias a Dios que mi amiga no me lo predicó. Ella simplemente lo señaló y me dijo que le pidiera a Dios la interpretación para mi vida.
Al principio ignoré su sugerencia. pero las cosas se pusieron tan malas que resolví probar cualquier cosa, aún hasta sujetarme a mi marido. Aunque en realidad no lo creía, decidí pasar por los ademanes de la sujeción con la esperanza de que si Dios sabía de lo que hablaba, entonces que Él me cambiara mi actitud.
Alguien me dijo que dejara de buscar al diablo en mi marido y empezara a buscar a Dios en él. Lo hice y alabado sea el Señor. empecé a verlo en una luz diferente. Mi marido sintió el cambio en mí y empezó a relajarse porque yo había levantado la presión. Ya no esperaba impacientemente el día cuando él cayera de rodillas en arrepentimiento. Lo estaba aceptando tal y cual era.
Me quedé atónita con la sabiduría que mi marido empezó a desplegar al hacer ciertas decisiones claves en ese tiempo. Una de ellas involucraba mudarnos y cambiar de empleo. Doy gracias a Dios que no intervine en su decisión. Puedo mirar atrás y ver que la decisión de mi marido era perfecta para nosotros, aunque probablemente no se lo hubiera concedido en ese tiempo.
Antes de mudarnos fui a un retiro. Después de compartir mi situación con algunas amigas de confianza. le pedí a Dios que me diera una revelación completa de mi condición de esposa. Dios me dio una preciosa respuesta a través de una imagen que Él puso en mi mente. Mientras oraba, vi a mi esposo levantado sobre mí y sobre él estaba Cristo. Sobre ellos había un dosel y yo estaba bajo ellos mirando hacia arriba. Encontré en 1 Corintios 11 :3 que ésta es la figura exacta del orden divino para la familia. Mi marido es mi sumo sacerdote delante de Dios. Yo había estado buscando alrededor de él para llegar a Dios, en vez dc mirar a través de él. Dios quería guiarme a través de mi marido. Mi posición bajo mi marido me daba la protección de aquel dosel. Si me salía de esa posición, estaría en el territorio de Satanás y expuesta al engaño como Eva.
Encontré esta idea de protección vívidamente ilustrada en la historia de Abrahan y Sara (Génesis 12) Hubo una gran hambre en la tierra y Sara y Abraham descendieron a Egipto. Abraham instruyó a Sara para que mintiera y le dijera a los egipcios que ella era su hermana y no su mujer.
A Sara se le pidió que hiciera lo que nosotras consideramos graves pecados: primero, que mintiera y después, si era necesario, ir al harén del Faraón y cometer adulterio. Si Sara hubiera sido como algunas esposas que conozco, ella hubiera citado algunas escrituras, reprendido a su marido y le hubiera dado un libro y una cinta sobre el pecado de la mentira. Pero ella no lo hizo. Ella hizo lo que se le pidió y Dios la protegió!
Los motivos de Abraham no habían sido puramente desinteresados, tampoco. Le dijo a Sara que lo hiciera … «para que me vaya bien por causa tuya». El sabía que los egipcios lo matarían si se enteraban que Sara era su esposa. Sara hizo lo que se le dijo y Dios intervino y la rescató. «Mas Jehová hirió a Faraón y a su casa con grandes plagas, por causa de Sarai mujer de Abram». Finalmente, Faraón se dio cuenta de la raíz del problema y les mandó que se fuesen. Porque Sara estaba dispuesta a quedarse en su posición y a someterse a su marido, ella estuvo bajo el dosel de la protección de Dios. Yo he confiado en Dios para que haga operar este principio en mi vida y por dos años Él ha probado que es la verdad.
En este día de Liberación Femenina, la sujeción no es un tema popular, pero Jesús dijo, «Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Qué podría ser más liberador que encontrar nuestra verdadera identidad y lugar como esposa, madre y mujer. La sujeción no significa que nos vamos a convertir en un limpiabarros o en un robot sin mente. Al contrario, estaremos más ocupadas que nunca desarrollando las tareas que Dios creó para nosotras. Y los talentos y habilidades peculiares con los que Dios nos dotó serán retados diariamente hasta lo máximo. Lea de la esposa virtuosa en Proverbios 31:10-26. Sus deberes incluían comprar una propiedad y dar a los pobres.
Permítanme darles una palabra de precaución acerca de la rebelión a aquellas esposas que han decidido asumir su posición legítima. Esta es la naturaleza misma de nuestro viejo yo y Satanás está pronto para reconocer cualquier chispa que vea y atizarla hasta convertirla en un gran fuego. Satanás es un adulador. El va a tratar de convencernos que nosotras podemos hacer mejor algún trabajo que está dentro del círculo de responsabilidades de nuestro marido. Mi debilidad en este particular son las finanzas de la familia. Es difícil para mi dejar de intervenir con pequeñas sugerencias de cómo pienso yo que se debe gastar el dinero cada mes.
El diablo busca la menor señal de lástima de sí misma y la magnífica. Puede empezar con un pequeño incidente. Tal vez su esposo debe ir a alguna reunión de noche y Ud. se queda en casa con tres niños que hay que bañar y ponerlos a dormir, un fregadero lleno de platos sucios y una casa revuelta con juguetes. Satanás sugiere que eso no es justo y a Ud. le empieza a gustar la idea que en realidad Ud. está recargada. El resentimiento puede ir creciendo y creciendo hasta que afecta sus acciones. Su marido regresa a casa para encontrarse con un torrente de acusaciones o con una esposa hosca, malhumorada y de mal gesto que le dura por dos días. Hasta sobre los niños puede volcar sus resentimientos.
Pídale a Dios que le revele los primeros indicios de rebelión y la manera de enfrentarlos. Les prometo que los problemas vendrán, pero vuelvan su mirada a Dios y confíen en Él para que les de la solución.
Una palabra más de precaución: Debemos de ser extremadamente cautelosas para no manipular a nuestros maridos. Nosotras las mujeres podemos ser muy engañosas. Nuestras palabras y acciones pueden decir una cosa, mientras que nuestros motivos son otros. ¡Es posible que estemos tratando de cambiar el comportamiento de nuestro marido en alguna forma y esto limita peligrosamente con la hechicería! Yo le pido a Dios constantemente que me mantenga honesta para con mi marido y que me enseñe cualquier motivo impuro que esté detrás de mis palabras y acciones. Él lo hará fielmente si se lo pedimos.
¿Cree Ud. que su matrimonio ya no tiene esperanza? ¿Siente Ud. que en realidad ya ni ama a su marido? Yo he pasado por eso y he oído decirlo a otras esposas también. Pero créame que Dios desea y está plenamente capacitado para devolverle a Ud. un amor para su marido que es mucho más profundo y genuino del que jamás haya tenido. ¡Y sigue creciendo!
Para terminar, voy a compartir algunas cosas que el Señor me ha enseñado de la manera en que Él está obrando en mi marido. Para algunos todavía es un impío con hábitos que no son cristianos, pero él está cumplimiento con los mandamientos de Cristo mejor que muchos cristianos que conozco y que asisten a las iglesias. Él es director de escuela y demuestra más compasión para los niños pobres y necesitados que yo jamás haya expresado. Él ha organizado un guardarropa para aquellos que vienen a la escuela sin ropa adecuada. Lleva a los niños enfermos al médico y él mismo paga la cuenta si los padres no lo pueden hacer. Para la Navidad llenamos once canastas con alimentos para las familias más necesitadas y él hizo que otros las repartieran para que no supieran que él era el benefactor.
Hay una inquietud muy profunda en él, que sólo Dios puede calmar. Hay un sentimiento de descontento que sólo rendición total a Dios puede aliviar. Pero yo no tengo que esperar hasta que eso suceda para que le considere la cabeza espiritual de nuestro hogar. Alabado sea Dios que vi esto a tiempo para salvar nuestro matrimonio y puedo ver a Dios estableciendo Su orden divino en nuestra familia.