Cambio- un factor influyente
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Cambiar debería ser el estilo de vida del cristiano.
Para aceptar esta declaración como una realidad verdadera, necesitamos un entendimiento nuevo de lo que significa «cambio» en relación con nosotros como individuos. Cuando consideramos emprender un determinado curso de acción, es beneficioso conocer con claridad todos los detalles antes de comprometernos a hacerlo. Todos accederíamos a la necesidad de que haya algún cambio en la vida del creyente la pregunta es ¿cuánto, cuándo y cómo?
Cambio –un factor influyente
Jesús siempre presentó la necesidad de un cambio en aquellos que desearon unírsele. En su conversación con Nicodemo, un personaje de importancia entre los judíos, quien vino buscando información sobre la vida de Jesús y sus enseñanzas, El dijo: «El que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios» (Juan 3:3). Más adelante en Su ministerio lo oímos decir: «Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mateo 18:3). También en otra ocasión dijo: «Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente» (Lucas 13:5).
Nacer desde arriba, convertirse y arrepentirse – todos demandan cambios. Todos llevan un ultimátum «Cambia o sufre las consecuencias … » Tal vez usted esté pensando como yo solía hacerlo: «Ahora que ese cambio está hecho, tengo asegurado el éxito,» Por lo menos pensaba que algún día llegaría al lugar de mi peregrinaje espiritual donde podría echar raíces y disfrutar de la sensación de «haber llegado». Entonces descubrí que Dios está en un curso de constante movimiento y si yo deseaba mantenerme a Su lado, tendría que conservarme en un verdadero estado de flujo. Me di cuenta del ultimátun divino: «Cambia o te quedarás atrás».
El diccionario define la palabra flujo como una sucesión continua de cambios… según la característica de los fluidos. Esta descripción calza perfectamente con la vida cristiana. Entre más fluido soy, más progreso. Esta característica de cambiar según lo requiera Dios, no infiere en ningún sentido un estado de inestabilidad o de capricho. No nos lanza a la merced de los elementos o de las circunstancias. Lo contrario es la verdad. La fluidez en las manos de Dios asegura la estabilidad – no solamente en el ambiente espiritual, sino también como preparación para hacerle frente a las demandas de la vida cotidiana.
¿Cómo es posible que cambiar nos haga más estables? Porque los cambios que Dios instituye nos encaminan hacia la meta que es eterna, fija e inmutable. Esa meta es la conformación a la imagen de Jesucristo. Cambiar significa que seremos modificados… diferencias … períodos de transición. El resultado es la transformación a Su imagen. El propósito de Dios para nosotros los creyentes se declara en Romanos 8:29: «Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo … » Estamos predestinados para ese cambio. Para algunos el proceso es más largo que para otros.
¿Cuáles son algunos de los tropiezos que nos impiden entregarnos en las manos de Dios para que nos conforme a su deseado propósito? ¿Cuáles son los estorbos para llegar a experimentar los cambios necesarios para la conformidad a la imagen de Cristo? Uno de los estorbos mayores es la tradición. La tradición tienen un gran valor en cierto modo. Por otro lado puede ser una maldición. Las tradiciones pueden establecer fundamentos sobre los que el progreso se puede desenvolver. Otras tradiciones hacen que el progreso sea casi imposible. Cuando adoptamos la actitud que dice: «Nunca lo hemos hecho así antes … Siempre lo hicimos de este modo… Esta es la manera de hacerlo y así se hará siempre … » – entonces estaremos limitando los cambios necesarios para el progreso. En la esfera de la religión, la tradición es generalmente un estorbo. Nuestro Dios no es un Dios de tradición primordialmente, sino un Dios de movimiento. Ya que El es la Vida Encamada, esta característica está unida inseparablemente a Su naturaleza. La vida misma es un estado de movimiento y cambios constantes. Cuando la vida se acaba, la muerte toma posesión. En el vocabulario religioso, cuando una persona rehúsa cambiar se fosiliza. Un fósil es materia orgánica que rehusó cambiar. Se convirtió en un objeto cristalizado y endurecido sin posibilidades de ser modificado.
La disposición de cambiar ha sido siempre una característica esencial para los que desean seguir a Dios. El capítulo once de Hebreos, llamado a menudo la nómina de los fieles, pasa lista a los hombres y a las mujeres que abrieron brechas de vanguardia con Dios. Se habla de ellos como a extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Se les describe como a personas errantes… viajeras … transeúntes. Este es el estilo de vida de los que buscan una «ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios» (Hebreos 11: 10). La morada permanente del peregrino espiritual está con Dios, y ya que El está «en marcha», nosotros debemos estarlo también.
Cambio –principios que prevalecen
Por favor estudie las implicaciones de la siguiente declaración: Un acto de obediencia a la voluntad de Dios demanda, involucra y requiere un cambio constante.
Esta declaración significa que si yo expreso el deseo de conocer y hacer la voluntad de Dios, debo permanecer abierto para cambiar. Su voluntad es progresiva por naturaleza y me es progresivamente presentada a mí. Yo no conozco toda Su voluntad de una vez. ¡Esto sería demasiado! Conozco parte o un tanto, pero si aprovecho bien lo que El me ha revelado, entonces mi capacidad de recibir una revelación más amplia es mayor.
El crecimiento cristiano se logra paso a paso. La madurez espiritual, igual que la madurez física, nos llega día a día. Las palabras de Jesús para sus seguidores fueron: «Tome su cruz cada día y que me siga» (Lucas 9: 23). Esto significa que debemos seguirle hoy, aún cuando no sepamos adónde nos guiará mañana. No debemos temer cualquier cambio, siempre y cuando sea El quien nos guíe.
Jeremías 48:11-12 nos presenta una figura gráfica de la necesidad de cambiar (¡de los resultados extremos si no podemos hacerlo!). Las lecciones que he recibido de este pasaje las aprendí de un hombre de Dios que se llamaba Wright Follete.
«Quieto estuvo Moab desde su juventud, y sobre su sedimento ha estado reposado, y no fue vaciado de vasija en vasija, ni nunca estuvo en cautiverio; por tanto, quedó su sabor en él, y su olor no se ha cambiado. Por eso vienen días, ha dicho Jehová en que yo le enviaré trasvasadores que le trasvasarán; y vaciarán sus vasijas, y romperán sus odres».
Sin entrar en el fondo histórico de esta lección, apliquémosla a nuestro tema. Consideremos los siguientes cuatro principios:
(l) El cambio es necesario.
(2) El cambio es electivo.
(3) Si no hay cambio efectuado, se manifestarán ciertas condiciones.
(4) Si no hay cambio voluntario, vendrán ciertas medidas correctivas.
Si leemos de nuevo esta cita bíblica notaremos que estar «quieto» y «reposado» son dos actitudes que no conducen al cambio. Vemos que Moab había resistido al cambio; que como resultado había conservado su sabor y su aroma originales; y que por lo tanto se había atraído juicio sobre él. Los «trasvasadores» y los «rompedores de odres» estaban a punto de perturbar su «status quo».
La metáfora que usa Jeremías para damos esta lección sobre la necesidad de cambiar es la del vinicultor – una ocupación común en su día. El vino nuevo, nublado aún con los residuos de las uvas majadas, era puesto en una botella. Cuando las madres del vino comenzaban a asentarse, el vinicultor tomaba la botella y vaciaba su contenido en una segunda botella. El sedimento y el fermento indeseables quedaban en la botella No.1. Después de otro período de asentamiento, el vino era vertido en la botella No. 3 dejando atrás aún más de su contenido recusable. ¿Qué pasaba cada vez que el vino era trasvasado? El vino se iba volviendo cada vez más claro y aromático.
El punto queda bien claro cuando se aplica esta metáfora a Moab. Jeremías había dicho: «Miren a Moab, nunca ha cambiado y todavía su olor es el mismo. ¡Fermento y sedimento! Cuando te encuentras con él, en vez de los cambios ordenados por Dios, lo que manifiesta son sus hábitos, su temperamento y las características de la personalidad de su vida carnal. Cada vez que topas con él, se derrama toda esa cosa.»
¿Cómo se aplica esto a usted y a mí? Si adoptamos la actitud moabita, podemos contar con el mismo olor desagradable. Si yo respondo cuando aparece una nueva botella en el horizonte con un «No quiero ser vertido en una botella cuadrada. Me agrada esta redonda donde estoy. Siempre he sido redondo y tengo todas las intenciones de permanecer redondo,» encuentro que pronto mi vasija es inclinada y allí estoy redondo en una botella cuadrada. Me quejo diciendo: «Aquí no me gusta. Rehuso ceder a la situación.» Pero allí me deja el Señor hasta que esté dispuesto a ver las cosas desde Su perspectiva. Con el tiempo me vuelvo cuadrado cuando cedo a la voluntad de Dios en mis circunstancias presentes. El sedimento comienza a separarse. El se sonríe y dice: «Eso es bueno. Asiéntate aquí por un tiempo.»
En breve regresa con una botella octagonal y ¡para adentro voy! Mi reacción es, «¡Esto ya es demasiado! ¡Jamás llegaré a ser octagonal!» Pero Dios me responde quietamente: «Esperaré.» Cuando el sedimento de mi vida egocéntrica una vez más comienza a asentarse en la vasija octagonal y el vino se vuelve más y más claro, llego a darme cuenta un poco más de Sus propósitos para mí. Aunque me doy cuenta de la necesidad de cambiar, no siempre ocurre que cuando veo que Dios aparece con una botella triangular, que recibo mi próximo descenso con brazos abiertos. Lo debería de hacer, porque es preferible que permita que sea el Señor quien me vierta de vasija en vasija a que tenga que mandar a un «trasvasador» o a un «rompedor de odres».
Sin embargo, si se hace necesaria esta severa acción, pudiera ser que al principio reaccione a la acción del trasvasador y del rompedor con la siguiente conclusión: «¡Esto no puede ser de Dios!» Sólo para oír estas palabras: «Sí, aquí estoy otra vez. Verás, si no hay cambio, tu sabor y tu aroma permanecerán igual.» Al fin entiendo y contesto: «Señor, en verdad que quiero seguirte, pero no tenía idea alguna que Tú requerías un flujo continuo.» Cuando la luz de mi entendimiento se enciende, me es revelado Su deseo de producir el vino claro y resplandeciente del Espíritu. El quiere que mi vida tenga el aroma fragante de Su operación. El quiere que le de sabor a cualquier situación en la que me sitúe, sea redonda, triangular, cuadrada u octagonal. Esto requiere entrega y flexibilidad de parte mía.
¿No preferiría usted pasar por el proceso de ser vaciado de «vasija en vasija» y aún de caer en manos del «trasvasador» y del «rompedor» que permanecer igual en todo su caminar cristiano? Yo sí. El objeto de todos los tratos de Dios y de los cambios de circunstancias es el de llevamos a una adaptabilidad que nos asegure poderle seguir. Todo creyente tiene que experimentar cambios o sufrir el castigo.
Estoy convencido también que no quedará porción alguna de la Iglesia de Jesucristo que quedará sin ser cambiada en los tratos soberanos de Dios. La novia debe estar preparada para el Novio – sin más arrugas ni manchas en el vestido de bodas.
Cambio: características esenciales
Las siguientes son tres características que se evidencian en aquellos que van madurando en su entendimiento con respecto al cambio. Mídase con este sencillo ABC para ver dónde está usted. Moab no hubiera ganado muchos puntos en esta clase de exámenes, porque su deseo de permanecer quieto y reposado no es suelo fértil para la madurez y el progreso espiritual. Estas tres condiciones indican nuestra capacidad de responder a las direcciones de Dios para conformamos a la imagen de Su Hijo.
- Abiertos a cambiar bíblicamente.
Apocalipsis 2:7 nos amonesta de la siguiente manera: «El que tiene oído, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias … » Necesitamos tener nuestro oído sintonizado para oír Su voz. Dios no lo ha dicho todo todavía. ¡Por lo menos nosotros no lo hemos oído todo aún! ¿Cree usted que podrá haber algunas cosas que todavía no hemos descubierto? No es que sea verdad «nueva» – es nueva solamente para nosotros. Es una restauración a Su plan y propósito originales. Nosotros preferimos llamarla verdad presente. El estudiante de primer grado comienza su jornada en el campo de las matemáticas aprendiendo que dos mas dos suman cuatro. Hay ecuaciones geométricas legítimas en un libro de texto que él toma por equivocación pero a la edad de seis años no las puede entender. Pero cuando se asienta una sólida base en matemáticas, las respuestas en ese libro de geometría saltarán literalmente de sus páginas más tarde.
Debemos» mantenemos abiertos a recibir nuevas verdades bíblicas. Debemos permanecer abiertos a los cambios bíblicos.
- Compromiso total a Cristo y a Sus propósitos. Todos los otros propósitos y particulares son desechables.
Esto significa que cualquier cosa que no contribuye directamente a los propósitos de Dios en marcha para mi vida, que yo esté dispuesto a cambiarlos, ajustarlos o desecharlos (si es necesario). No habrá: «Nunca lo hemos hecho de esa manera antes». En su lugar habrá una disposición para cambiar si eso significa adelantos en Cristo. Hay algunas cosas que no hemos experimentado aún. Prepárese para recibirlas tan pronto le sean reveladas a usted.
- Dispuestos a una aventura con Cristo en los pasos de Abraham.
Abraham salió sin saber adónde iba. Lea su historia en Génesis 12: 1 a 25: 8. El Señor sólo le pidió que lo siguiera. Le entregó un contrato en blanco y le pidió que lo firmara – los detalles se llenaron cuando caminaron juntos. Por su disposición de aventurarse en lo desconocido, se convirtió en un peregrino que conquistó el derecho de ser llamado «padre de todos los que creen» (Romanos 4: 11).
Esto no significa necesariamente que deba dejar el puesto que tenga y sus responsabilidades para sentarse en alguna curva del camino esperando a que se aparezca el Señor para hacer algo. Significa, sin embargo, que usted está dispuesto, con toda su capacidad, a fluir con los ajustes y los cambios que Dios ha ordenado para su vida – aún cuando eso signifique sorpresas en el camino y territorio desconocido adelante.
Cambiar involucra las circunstancias, las situaciones. La comprensión espiritual, la gente, la geografía y el estilo de vida. Los cambios en éstas áreas no vienen fácilmente; pero si no vienen a como El lo ordena, el sabor y el aroma de su vida evidenciarán su incapacidad de aventurarse en el cambio cuando ello ordena.
Una palabra de advertencia. A ve ces las personas cambian externamente, pero jamás se ajustan internamente. Son como los que se van de un lugar donde han vivido por mucho tiempo, pero dejan su corazón allí. Es posible salir físicamente, pero nunca dejar el lugar en realidad. Esto no es lo que Dios desea. Debemos someter nuestros deseos internos y nuestras reacciones para que sean modificadas también.
Cambio: los síntomas indican la necesidad
Ahora que hemos repasado nuestro ABC, llegamos a nuestro segundo examen. ¿Cómo sé que necesito cambiar? Por lo general es difícil detectar el sabor y el aroma sospechosos en la vida de uno mismo. Estamos acostumbrados a nosotros mismos tal y cual somos. Otros pueden detectar nuestra necesidad de cambiar antes que nosotros. Sin embargo, seguidamente damos una lista de siete síntomas que indican la necesidad de cambiar y que sólo usted puede descubrir. Los síntomas son a menudo subjetivos – La manera en que nos sentimos nos dice si algo anda mal. Tómese el pulso, la presión arterial y la temperatura en estos siete síntomas.
(1) Un sentimiento de descontento o desasosiego.
(2) Un sentimiento de que lo están resistiendo. Nada de lo que hace le sale bien.
(3) Un sentimiento de frustración con las circunstancias, situaciones, gente y las responsabilidades que tiene.
(4) Un sentimiento de carencia. Se da cuenta de que hay algo más que aún no ha descubierto. Esto empuja a la gente a una búsqueda más ferviente de Dios.
(5) Un sentimiento de inutilidad.
Como una quinta rueda en un coche de cuatro ruedas. Otros parecen estar activos y provechosamente ocupados – pero usted en realidad no tiene una meta.
(6) Un sentimiento de estar «fuera de onda» – como si Dios lo hubiese dejado atrás.
(7) Un sentimiento de letargo espiritual, Las Escrituras, la adoración y su vida de oración han perdido su atractivo.
Cambio: el remedio
Hasta aquí, en nuestro intento para entender la naturaleza del cambio, hemos presentado algunos de los principios involucrados en cambiar, algunas de las características necesarias si estamos considerando cambiar y siete síntomas que de seguro estarán presentes cuando es necesario el cambio. Finalmente veremos algunas sugerencias como recursos para efectuar el cambio que Dios ha ordenado. Recuerde que somos de poco valor para Dios a menos que nos ajustemos a Su propósito para nuestras vidas.
Estos pasos que nos situarán en una posición donde Dios pueda efectuar los cambios que El desea, no son presentados en un paquete con una envoltura atractiva. Requieren su aplicación individual. Todos contribuyen para hacernos fluidos y flexibles en Sus manos. Estos me fueron dados cuando el Señor obraba en mi propia vida su proceso de vaciarme de vasija en vasija.
- Abra su huerto a Dios y a los amigos que El trae consigo.
La vida íntima de cada uno de nosotros es como un huerto privado quien nadie puede invadir. Cada uno de nosotros, individualmente, debe abrir la puerta e invitar a otros para que entren. El pasaje de Cantares 5: 1 nos describe un huerto abierto, donde el amado entra con sus amigos para disfrutar de las especias y del panal que se encuentran allí.
Una cosa es abrir su vida íntima a Cristo; pero algo muy distinto es recibir y servir de anfitrión a los invitados que El trae consigo. Este es el riesgo que corremos si le permitimos que El sea el Señor de nuestras vidas.
Si estamos dispuestos a cambiar, debemos estar dispuestos a abrir nuestro huerto a otros. A veces los veremos hollar los siembras, pero todavía es mejor eso que fosilizarnos detrás de un portón cerrado.
Sí, para desarrollar nuestra capacidad para recobrarnos, es necesario que abramos nuestras vidas a otras personas. No sólo nuestros hogares y nuestra mesa, sino también el lugar donde reside nuestro verdadero yo.
- Ataque sin piedad las actitudes, acciones y hábitos en usted que no son cristianos.
Esto significa un paro a todas las excusas freudianas. No son válidas las quejas de: «Mi abuelita me rechazaba … Mi hermano era el preferido … Mi maestra de tercer grado me hacía sentir inferior a los demás… Mis padres salían y me dejaban en casa sin decirme por qué … «
¿Es esa la verdadera razón por la que usted es hostil, retraído y criticón? Examínese bien. Si siempre llega tarde, enfrente su situación. Si es un mentiroso crónico, trate su problema. Si pesa más de lo que debe, no razone. Dígase llanamente: «¡Veme … soy un gordo!
Véase honestamente. No se tenga piedad cuando trate con cualquier cosa que no llegue a la medida de Cristo en sus actitudes, acciones, y hábitos. Busque consejo y ayuda si la necesita, pero no haga excusas.
- Reconozca que la naturaleza del cambio es recíproca.
Dios espera que los creyentes se amonesten, se alienten y se fortalezcan entre sí. Esta es una de las bendiciones de estar relacionados. Los miembros de la Iglesia primitiva dependían uno del otro para ayudarse en el crecimiento cristiano. Aprendieron a dar y a recibir y nosotros debemos hacerlo también.
Si vamos a dar consejo, debemos estar dispuestos para recibirlo también. Dios puede escoger el instrumento más inesperado para indicarle el área de su problema. Trague su orgullo que le tienta a rechazar el consejo o la corrección de los otros que no son tan educados, adinerados o maduros como usted.
- Aprenda a escuchar.
Es de suma importancia el escuchar. Significa que debemos usar ambos oídos y todo lo que está entre ellos. La mayoría de nosotros nos ponemos a la defensiva cuando alguien pone en duda lo que decimos. Las mismas palabras: «¿Podría hablar con usted?» nos amenazan. Oír con ventaja requiere honestidad y que seamos despiadados con nosotros mismos.
¿Le ha hablado usted a alguien alguna vez de la posibilidad de que necesita cambiar? Por lo general, se les puede ver y palpar su resistencia. La mayoría de nosotros que nos resistimos a cambiar, no entendemos lo que otros están diciendo porque no queremos oír. Las palabras de Proverbios 17: 10 nos pueden dar gran ayuda: «La reprensión aprovecha al entendido, más que cien azotes al necio».
El hombre sabio recibirá la corrección, pero al necio se le puede dar cien azotes y lo único que dirá es » ¿Por qué hace eso?» No entiendo. Esto nos lleva al próximo paso.
- A veces debemos recibir la corrección por fe.
Pude ver este principio en operación cuando tuve que confrontar a un hermano con respecto a su relación con su esposa. De inmediato todos los mecanismos defensivos comenzaron a operar. Después de una descarga verbal de veinte minutos volví a probar: «Hermano, no me está escuchando. Usted está maltratando a su esposa.» Eso dio lugar a otra descarga.
Cuando finalmente se calmó, la conversación siguió más o menos así:
BOB: ¡Un momento! Ahora escúcheme. ¡Quiero que tome por fe lo que le estoy diciendo! ¿Cree usted que soy un hombre de Dios?
RESPUEST A: Sí, lo creo.
BOB: ¿Cree que le amo?
RESPUEST A: Sí, lo creo.
BOB: Muy bien, entonces le pido que reciba por fe lo que le estoy diciendo y el Señor se lo confirmará.
Está maltratando a su esposa.
¿Lo recibe?
RESPUESTA: No lo recibiría de ninguno otro; pero de usted sí; se lo recibo.
RESUXTADO: Esa noche fue despertado de su sueño y el Espíritu Santo comenzó a mostrarle lo que había hecho. «Esto es lo que has hecho … Esto es lo que debiste hacer … » Finalmente, vio y oyó lo que previamente no podía comprender. Había estado maltratando a su esposa.
¿De qué manera se puede convencer a un terco que es terco? ¿O una persona llena de tanto orgullo que todos lo ven menos él, que es orgulloso? Todas nuestras defensas entran inmediatamente en acción cuando se nos encara con la verdad acerca de nosotros. Seamos lentos para rechazar la corrección. Recibámosla por fe y Dios honrará nuestra disposición para escuchar.
Suponga que alguien se le acerca y le dice: «Hay algo en su actitud que me choca». ¿Lo rechaza usted en su mente? O ¿puede aceptar por fe, aún cuando lee fielmente tres capítulos diarios de la Biblia, ora larga y fervientemente y ayuna una vez a la semana, que alguien está sintiendo y oliendo algo que emana de Adán – la vieja vida del yo? Es posible que esa persona esté reaccionando a algo que usted no haya creído necesario o no haya estado dispuesto a cambiar.
- Sea paciente consigo mismo y con los demás.
Otro verso de Proverbios nos ayuda aquí: «El que reprende al hombre, hallará después mayor gracia que el que lisonjea con la lengua» (28: 23). ¡Por favor subraye después!
A esta altura deberíamos darnos cuenta lo difícil que es cambiar, tanto como lo necesario que es. Así que debemos darnos a nosotros mismos y a nuestros amigos el tiempo que se requiera para entender la necesidad y hacer algo al respecto. «Lento y penoso» es generalmente el proceso para mejorar el aroma y el sabor. Los resultados son hasta después.
Veamos algunos ejemplos de reacciones «lentas y penosas» cuando se nos confronta con la necesidad de cambiar. «¿Cómo pueden decir que soy orgulloso? Sólo trato de superarme.» O «por cierto que nadie me puede acusar a mí de no estar sujeta a mi marido. Le remiendo los calcetines y le tengo sus comidas a tiempo y … Pero después cuando Dios en Su propio tiempo y manera revela la situación verdadera, el aroma y el sabor se manifestarán por sí mismos. «¡Ahora lo veo! ¿Cómo pude estar tan ciego?»
¿Qué es lo mejor? (A) ¿Reprender a alguien y después verlo llegar a un lugar de comprensión; o (B) lisonjearlo y jamás verlo cambiar? Si todo lo que le decimos es: «usted es el cristiano más auténtico que jamás haya visto … si hubieran más como usted … » ¿Qué oportunidades para cambiar tendría cuando se alimenta de tanta lisonja?
Si usted detecta el olor a carne en usted o en otro que comparte su entendimiento de la necesidad de cambiar, es mejor confrontarlo que permitir que continúe contaminando el aire. No se olvide, sin embargo, de ser paciente y dar tiempo para que Dios lo confirme.
- Después de que haya cambiado, gócese en el Señor, adórele, ore, descanse un poco – y ¡prepárese para el próximo cambio!
Imagínese que usted ha llegado al lugar donde pueda decir: «Gracias, Señor por mostrarme que he sido un tacaño. Me alegro de haber sido liberado de la atadura a los pesos y los centavos. Me complazco en obsequiar cosas a los demás – aún a mí mismo de vez en cuando. Ahora estoy listo para ir al cielo.» ¿Cree usted que la conclusión final es válida? Por supuesto, alégrese de su nueva libertad. Pero esté seguro que Dios está esperándolo para empezar los próximos cinco o seis cambios que tiene en Su agenda para usted. Recuerde que la meta de Dios es «conformación» a la imagen de Su Hijo.
¡De vasija en vasija! ¡Menos y menos del sedimento del yo! ¡Más y más del dulce sabor y aroma de Jesús! Esta es la manera de obrar de Dios. Permítale que logre llevar esta meta a la realidad en su vida .
Revista Vino Nuevo Vol 1-Nº 10