Reproducción espiritual- 2ª parte
Por Charles Simpson
En el primer artículo de esta serie, hicimos una introducción al tema «La Reproducción Espiritual – Una Forma Nueva de Evangelismo» – diciendo que Dios tiene un deseo, en realidad un mandamiento para nosotros: » … fructificad y multiplicaos» – esto es, espiritualmente. Cuando Jesús dio el mandamiento de «Id por tanto, y haced discípulos de todas las naciones», lo que deca en verdad es: «Vé y da fruto. Vé y reprodúcete».
Examinamos el éxito de la iglesia primitiva de llevar mucho fruto y contrasta con el fracaso de la iglesia en nuestra generación de reproducirse espiritualmente, o de hacer un impacto serio en el mundo, a pesar de sus abundantes recursos y sofisticados métodos.
El éxito para llevar fruto no se fundamenta sobre ningún método para hacer conversiones, sino en la promesa de la palabra de Jesús en Juan 15: » … Yo os escogí a vosotros, y os designé para que vayáis y déis fruto, y que vuestro fruto permanezca». La Palabra de Dios es eterna y es la semilla que produce el fruto que permanece porque tiene la naturaleza de Dios. Por lo tanto, si Dios nos ha dado la palabra de que El nos escogió para que llevemos fruto, lo haremos, no importa cual sea nuestra circunstancia o ambiente.
Quiero comenzar este artículo señalando algunos elementos esenciales para producir fruto digno del Reino de Dios. Primero, tenemos al labrador. Toda granja debe de tener un labrador y ese es el papel de nuestro Señor. Segundo, está el campo o la tierra. Esa es la persona misma o el corazón humano en el que se implanta el siguiente elemento, la semilla del reino de Dios, que es la Palabra. Los otros elementos son las estaciones (los tiempos para sembrar y cosechar), la lluvia (la obra del Espíritu Santo alimentando el fruto), un lugar para recoger el fruto (la iglesia), y obreros (cristianos comprometidos a trabajar en la cosecha).
Aunque este artículo tratará principalmente con el tercer elemento, la semilla, hay tres aspectos importantes del campo o la tierra que quiero mencionar. Estos nos ayudarán a comprender el tipo de suelo que necesitamos ser para que la semilla del reino de Dios crezca y se desarrolle en nosotros.
Esta tierra necesita profundidad; necesita ser dócil o flexible y libre de todo otro anhelo.
Primeramente, el corazón debe de tener profundidad espiritual. Debe permitirle a Dios que le toque en los lugares donde no había sido alcanzado antes. Debe estar dispuesto a pasar experiencias penetrantes con Dios para que las partes hondas del espíritu sean abiertas y acondicionadas para que la semilla de la Palabra de Dios se arraigue profundamente. Eso nos lleva al segundo requisito. El corazón debe ser flexible – dispuesto a cambiar y ser ajustado. Para eso abre la tierra el labrador con el disco o el arado – para que se pueda sembrar en ella. Finalmente, la vida debe estar libre de toda complejidad. No se pueden tener cuarenta ambiciones distintas creciendo en competencia con los propósitos de Dios. Un hombre en el reino cultiva una sola cosa, la semilla que Dios ha plantado.
Esto nos lleva a la semilla. El fruto que se produce depende de la semilla que se siembre. Si la semilla es la carne, ¿cosechará la carne. Si la semilla son métodos y programas, eso cosechará: métodos y programas.
Dios no se reproduce a través de programas, sino por medio de relaciones. Yo no quisiera estar en un programa; lo que deseo es una relación. Yo no tengo un programa para mi esposa y mis hijos lo que tengo es amor. No queremos manipular a las personas sino relacionarnos con ellas. Y existe una gran diferencia.
La semilla: La Palabra
Hay tres palabras claves en Juan 15: Relacionarse, oir y reproducir. Jesús usa la palabra «permaneced» que yo he sustituido con «relacionarse» porque significa la misma cosa aquí. Cuando El dice: «Permaneced en mí», significa: «Continuad vuestra relación conmigo». Cuando dice: «Si mis palabras permanecen en vosotros», significa: «Si oyes lo que digo; si me escuchas».
Esta es la condición: que no se puede oír sin relacionarse. La palabra de Dios no se recibe estudiando la Biblia solamente sino relacionándose con Jesús. La capacidad para entender las Escrituras depende de lo que Dios le esté dando en su relación con El. El Espíritu Santo inspiró la Escritura y El la revelará. Se puede ser dueño de la Biblia, pero no de la palabra. Se puede comprar una Biblia, pero no la habilidad para oir. Pedro dijo: «Ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal». Eso significa que no se puede tomar la Biblia y obtener una interpretación de Dios a menos que se esté debidamente relacionado con El para oírle. «Hombres inspirados por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios». Los hombres y las mujeres de hoy entienden cuando son movidos por el mismo Espíritu. La única manera de oír es según oyeron ellos; es decir, teniendo una relación con Dios y con su pueblo.
Si se relaciona y oye, el resultado es que: se reproducirá. Cualquiera puede intentar reproducirse, pero no lo hará a menos que permanezca con El. Se puede tener un programa y producir autómatas espirituales o personas religiosas. Hasta puede hacer conversiones, pero jamás tendrá hijos de Dios a menos que permanezca en el Señor. Cuando se permanece, se oye. Cuando se oye, se recibe una semilla que tiene vida. La palabra viva es la semilla de la reproducción.
«Dios no acepta sustitutos. Nadie puede reproducirse en tu lugar».
Cuando Dios habla da vida. Aunque sea sólo un susurro en el oído, emociona oir de Dios.
Un domingo por la noche, entré en mi estudio, diez minutos antes de comenzar el culto. Era durante el tiempo en que la iglesia que pastoreaba entonces, sufría disensión con respecto al bautismo en el Espíritu Santo. Ese día me sentía cansado y realmente no quería predicar. Me postré en el suelo y clamé al Señor: «Señor, no quiero predicar. Sé que la mitad de la congregación no cree lo que estoy diciendo. No quiero hacerlo». Entonces el Señor dijo: «Si Dios está contigo, ¿quién estará contra tí?» Cuando oí eso en mi espíritu, salté sobre mis pies y dije: «¡Así es! ¿Dónde está ese diablo? Voy a enseñarle lo que es el poder de Dios. ¡Gloria a Su Nombre!»
No es solamente lo que El dice; sino que es El quien lo dice. Con la Palabra viene su aliento y la vida. La Biblia dice que la palabra de Dios es «Palabra de vida». Cuando Jesús le preguntó a Pedro: «¿Te quieres ir también?» Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? tu tienes palabras de vida eterna» (Juan 6 :68).
Pedro no podía explicar todo lo que Jesús acababa de decirle, pero sabía que había vida en ello. ¿Cuántas veces hemos oído algo con vida que no hemos podido explicar? La vida no es una explicación. La vida es Dios y El la imparte por medio de su palabra. La palabra viva deposita una semilla en nosotros y nos hace reproducirnos según nuestro género.
Veamos lo que dice el Salmo 29:
“Tributad a Jehová, oh hijos de los poderosos, Dad a Jehová la gloria y el poder. Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; Adorad a Jehová en la hermosura de la satidad. Voz de Jehová sobre las aguas; Truena el Dios de gloria, Jehová sobre las muchas aguas. Voz de Jehová con potencia; Voz de Jehová con gloria. Voz de Jehová que quebranta los cedros; Quebrantó Jehová los cedros del Líbano …”
El salmista dice: «Tributad a Jehová … » y comienza a hablar de la voz del Señor. El Señor y su voz son lo mismo. La voz del Señor procede de su naturaleza. Lo que El dice es una representación de lo que El es. El Señor es glorioso. La voz de Jehová con gloria». El Señor es poderoso.
«La voz de Jehová con potencia». La naturaleza del Señor se comunica por su voz. ¿De qué manera implanta Dios su naturaleza en nosotros? Por medio de su voz. Cuando Dios le habla, lo que El dice se convierte en parte suya si lo recibe. Cuando Dios dice: «Amor», lo que se recibe es amor. La naturaleza de Dios nos es comunicada por medio de su palabra.
¿Podremos reproducirnos sin oír?
No lo creo. Tenemos que relacionarnos y escuchar. El peligro de aprender un método es que se comience a pensar que todo esté resuelto. Cuando esa actitud se desarrolla se deja de oír. Hay personas que saben muy poco pero son muy efectivas porque oyen bien. Si se oye bien, no se tiene que saber demasiado. Si no se oye bien, mejor es que sepa mucho. La habilidad de oír, le hace recibir y dar la semilla que se reproducirá.
Algunas de las cosas que hizo Jesús parecían no tener sentido. Pero funcionaron porque El había oído correctamente. «El hijo no puede hacer nada por su cuenta a no ser que sea algo que vea hacer al Padre. Hablo de estas cosas según el Padre me enseñó». Jesús escupió en el suelo, hizo lodo y lo puso en los ojos del ciego. Teológicamente, eso es una locura. ¿Le habrá preguntado Jesús al Padre » ¿Te oí bien, Padre?» Estoy seguro que nadie hizo un método de esto. Generalmente, cuando Dios dice algo una vez, aparecen cuarenta reproducciones que Dios nunca pidió. No es el método lo que importa sino el oír.
En el siguiente artículo de esta serie estaré ofreciendo alguna instrucción práctica, pero si no se logra captar lo que digo aquí, el resto será sólo otro método para usted. En esencia lo que Dios dijo es esto: «Permaneced en mí. Aprended a relacionaros conmigo y oiréis; y cuando mi palabra permanezca en vosotros, seréis reproductivos». La clave está en permanecer o relacionarse con Jesús. Esto es lo que nos capacita para oír y para que seamos reproductivos.
«La voz del Señor procede de su naturaleza. Lo que El dice es una representación de lo que es».
La palabra viva se reproduce siempre. El Salmo 9:9 dice: «Voz de Jehová que hará estar de paro a las ciervas … » * La voz del Señor hace que (• Revisión 1.909) los animales tengan sus crías. Isaías 55: 10 habla de cómo la lluvia y la nieve descienden para regar la tierra y la hace germinar y producir y da semilla al que siembra y pan al que come. El siguiente versículo dice: «Así será mi palabra que sale de mi boca … » La palabra de Dios desciende como la lluvia y hace que las cosas germinen y produzcan.
Cada vez que hay un avivamiento y Dios comienza a hablar hay crecimiento. La Biblia dice en el libro de los Hechos, que «La palabra del Señor seguía creciendo y multiplicándose». No es necesariamente que la palabra que Dios hable sea «Hijos míos, debéis ser evangelísticos». Es que cuando Dios habla hay reproducción. La vida aparece.
Isaías 55: 11 continúa diciendo: «Mi palabra no volverá a mí vacía, si no que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié». La palabra de Dios hará que su pueblo se multiplique. Cuando la oiga lo hará reproducirse.
La Palabra creativa
La palabra viva de Dios es creativa. Es la semilla de la reproducción. Cuando hablo de la palabra viva de Dios, no quiero decir citar la Escritura. Por favor no me malentienda. Creo en la Biblia pero también el diablo cree. El sabe que la Biblia es cierta, pero eso no lo hace espiritualmente reproductivo en Dios.
No estoy hablando de citar la Escritura. Se pueden citar texto bíblicos a una cierva y eso no hará que tenga cría. Puede leerle la Biblia a un árbol y no lo desgajará. Cuando se lee la Biblia en la iglesia, muchos se duermen. No es por culpa de la Biblia, pero no es lo mismo que decir: «La voz de Jehová es poderosa». Yo le garantizo que cuando Dios habla a alguien este no se dormirá.
La palabra viva es creativa. Cuando Dios dijo: «Sea la luz», la luz fue. «Sin mi palabra nada de lo que ha sido hecho vino a ser» (Vea Juan 1 :3), y no es que la palabra sea creativa entre otras cosas; es la única cosa creativa que existe. Si quieres vida nueva, necesitas tener la palabra. Para obtenerla debes escucharla. Necesitas relacionarte con Dios y con los hermanos cuando El habla a través de ellos.
Cuando él nos manda a escupir y hacer lodo, la mayoría de nosotros tiende a decir: «Señor, hagamos algo ortodoxo». Pero cuando llega el tiempo en que una práctica se convierte en algo ortodoxo, el Señor ya habrá dejado de hacerla.
Dios dice: «Quiero que hagas tal cosa». La haces, y se reproduce porque es creativa. Si Dios lo dijo, él hará algo de la nada. » … de modo que lo que se ve no fue hecho de cosas visibles» (Hebreos 11 :3). Esta no es sólo una firme teoría atómica, también es un hecho sólido de fe. Cuando Dios lo dice sucede. Lo que se ve se hizo de cosas que no se podía ver hasta que Dios las dijo. Si Dios no lo habla, nada de lo que se hace se hará.
Dios nos ha mandado a que seamos espiritualmente reproductivos y yo creo que nos hará reproducir. Hebreos 11: 12 dice: «Por lo cual nació de un hombre – y éste casi muerto con respecto a esto – una descendencia como las estrellas del cielo en número, e innumerable como la arena que está a la orilla del mar». De Romanos 4: 17-19 sabemos que Abraham creyó que Dios era capaz de dar vida a los muertos.
Cuando Dios le dijo a Abraham: «Serás el padre de muchas naciones», nadie pudo haber estado en peores condiciones o tan lejos de la promesa de Dios que Abraham cuando la recibió. Físicamente, su habilidad para implantar la semilla estaba muerta. Su esposa estaba en las mismas condiciones. Su habilidad no estaba enferma, estaba muerta. No existe otra manera de interpretarlo.
Pero Dios dijo: «Te llamaré padre de una multitud». Este es un ejemplo de algo que salió de la nada. No había hijos ni esperanzas de tenerlos. -Dios dijo: «Tu nombre será padre Abraham. Te multiplicaré y llamaré naciones de tí». ¿Sucedería? Cada vez que veas a un judío, debieras de alabar a Dios porque es un testimonio de que su palabra no regresará a El vacía.
Cada vez que veas a un israelita debieras de decir: «¡Aleluya! Dios lo hizo de la nada» De la misma manera cuando veas a un cristiano debieras de decir: «Ahí está el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham».
Dios le dijo a Moisés: «Te voy a hacer el líder de una nación». El pueblo de Israel estaba lejos de serlo en ese tiempo, pero se convirtió en una gran nación. Dios le dijo a Zacarías, cuya esposa ya había pasado la edad de tener hijos, » ¡te daré un hijo y llamarás su nombre Juan !» El también fue llamado de la nada. Juan el bautista se convitió en el precursor de Jesucristo. Jesús dijo: «Entre los que nacen de mujer no hay nadie mayor que Juan». Dios lo llamó de la nada.
La Biblia habla de Jesús «como raíz de tierra seca nacido de una virgen». El ángel dijo a María: «El Espíritu Santo te cubrirá con su sombra; por eso lo santo que nacerá será llamado el hijo de .Dios». Todo lo que María tenía era, la palabra y el Espíritu, pero dió a luz al Mesías, la figura central de toda la historia dividiéndola en antes y después de su nacimiento. Nació de lo imposible porque María había recibido una palabra. El mismo Dios y la misma palabra se oye aún. Dios busca un lugar para que la palabra se haga carne en nuestros días.
La palabra hecha carne
La iglesia es la palabra de Jesús hecha carne. Muchos de nosotros somos palabras hechas carne. No somos «palabras mesiánicas hechas carne», sino promesas. Hace un tiempo estuve en Argentina con el hermano Hugo Zelaya de Costa Rica, quién es el director de Vino Nuevo. El fue nuestro intérprete e hizo un tremendo trabajo. Recuerdo el día cuando Hugo llegó a nuestra iglesia. La familia que lo había traído trató de hacer que se fuera debido a nuestras prácticas pentecostales. Ellos le dijeron: «Nos vamos y tú también deberías irte. Esto ha caído en el fanatismo».
Hugo dijo: «Yo no sé nada de fanatismo, pero me gusta lo que siento aquí. Siento el amor de Dios. No me quiero ir». No se fué y Dios le recompensó allí. Dios le dió un nuevo nacimiento y le llenó con el Espíritu Santo. También le dió una esposa. Recuerdo el sábado por la noche cuando él y su esposa llegaron y contaron cómo él había dejado su trabajo porque le impedía asistir a los estudios bíblicos y a las reuniones de oración que los hombres tenían por las noches.
Yo sabía que la mano de Dios estaba sobre él pero no había evidencia alguna excepto la palabra que Dios había hablado en su corazón. Eso era todo. Era una raíz en tierra seca.
Pasaron dos o tres años. Hugo había sido fiel en lo poco y Dios le estaba haciendo un gobernador sobre mucho. Sirvió como diácono, luego como anciano, y posteriormente como uno de nuestros pastores. Cuando él me dijo que sentía que Dios quería que regresara a Costa Rica yo supe que Dios le había hablado.
«La palabra viva se reproduce siempre».
La verdad es que antes de que recibiera el bautismo en el Espíritu Santo, estaba en una reunión de oración con los hombres de la iglesia en la que hubo una manifestación de lenguas. Después vino la interpretación y Hugo comenzó a brincar diciendo: «Lo entiendo, Lo entiendo».
Yo creí que lo que él estaba diciendo era que había entendido la interpretación y dije: «Bueno, es maravilloso. Me alegro que … «
» ¡No, no!» dijo él. «Lo entiendo. ¡Aleluya!» «Qué bueno» dije yo. «Dios te ha dado el don de la interpretación. Es maravilloso».
«No, no,» dijo él. «Lo entiendo. En el espíritu lo entiendo, en español lo entiendo y la interpretación en inglés la entiendo».
La palabra había venido en español de alguien que no hablaba ese idioma. El la había oído entonces. Cuando la interpretación vino en inglés, la oyó de nuevo. Dios le estaba hablando pers nalmente.
Muchas personas no creen en las lenguas, pero Hugo la oyó dos veces y está ahora en Costa Rica porque oyó de Dios y El cambió el curso de su vida. Para algunas personas eso no era nada. Pero para él era una palabra. Para algunas personas las lenguas eran tema de debate teológico. Para otros eran una división doctrinal. Para otros significaban fanatismo. Pero para él, eran una palabra de Dios y eso lo hizo fructificar.
Recientemente su ministerio patrocinó nuestra llegada a Costa Rica. Se reunieron 1.600 personas. Trescientos fueron salvos o llenos del Espíritu Santo. Recordé entonces cuando todo era sólo una palabra en su corazón. Ahora se ha manifestado en cientos de vidas. La palabra de Dios es fructífera.
Fe para dar fruto
No hace mucho que recibí una carta de un abogado que había oído mi enseñanza. La carta decía: «Nunca me creí capaz de llevar a alguien al conocimiento del Señor. Me alegraba de ser cristiano, pero nunca tuve fe para otras cosas. Mientras usted ministraba la palabra, Dios me habló personalmente y supe que tendría hijos espirituales. Quise escribirle para decírselo. Gracias a Dios, tengo fe para dar fruto. Dios me lo ha dicho».
La palabra de Dios es personal. La Escritura dice: «Toda rama en mí que no da fruto la quita». Juan el bautista dijo: «El hacha está puesta a la raíz de los árboles». La palabra de Dios es personal. Dios no acepta sustitutos.
Cuando Dios le prometió un hijo a Abraharn en su vejez, Abraham dijo: «Señor, Eliécer vive en mi casa y él tiene un hijo que podría ser nuestro heredero».
Dios dijo: «No, no es eso lo que quiero». Pasaron los años y Sara tuvo la «revelación» que tal vez Agar podría ayudarle a Dios. Abraham se llegó a Agar y tuvieron a Ismael y Abraham creyó que Ismael era la respuesta del Señor.
Dios le dijo: «No, no es eso lo que quiero». Dios había prometido a Abraham y a Sara un hijo, y cumplió su promesa cuando les dió a Isaac. Dios no acepta sustitutos.
Raquel quería hijos de Jacob. Lea, la otra esposa de Jacob, tenía hijos, pero Raquel no se gozaba en eso. Ella no estaba satisfecha que su hermana tuviera hijos y le decía a Jacob: «Dame hijos, o si no, me muero». Dios no acepta sustitutos. Nadie se puede reproducir por usted.
No es suficiente decir: «Señor, me alegro de ser parte de una iglesia donde los ancianos dan fruto». Eso no es lo que Dios tiene en mente. Tal vez podría decirle al Señor que su esposa es una fiel cristiana y ha llevado a muchos al conocimiento de Dios. Pero eso tampoco es lo que Dios tiene en mente. Podría pensar que sus padres aman realmente a Dios y han sido usados del Señor y que eso es suficiente, pero eso no es lo que Dios tiene en mente.
La palabra de Dios es personal. Dios quiere hacer que usted dé fruto. Nadie puede tener hijos por usted.
Vea lo que dicen los últimos dos versículos de Isaías 60:
“Y tu pueblo, todos ellos serán justos, para siempre heredarán la tierra; renuevos de mi plantío, obra de mis manos, para glorificarme. El pequeño vendrá a ser mil, el menor, un pueblo fuerte. Yo Jehová, a su tiempo haré que esto sea cumplido pronto.”
Yo creo que ahora es el tiempo. Ahora es cuando el más pequeño llegará a ser mil. Al menos podemos aspirar a ser como el pequeño.
¿Cómo es que el pequeño se convertirá en mil? Dios no habla aquí de salir y convertir a mil personas. De lo que habla es de un hombre y una mujer que tienen hijos y sus hijos tienen hijos y los hijos de sus hijos también. Antes de que pase mucho tiempo serán mil. Así es como un clan o una tribu se desarrolla.
La reproducción espiritual depende de permanecer en el Señor, tener una relación con él que le capacite para oírle. Cuando oiga, obedezca. Hable lo que él le da y la palabra hará que más personas nazcan dentro de su familia. Ellos permanecerán con usted y oirán y se reproducirán.
¿Podemos ser discípulos y no dar fruto? No, porque el blanco del discipulado es dar fruto. Si Abraham hubiese caminado con Dios esos treinta años y recibido todas las promesas menos una: si Isaac no hubiese nacido, todo hubiese sido en vano.
Si Ud hace un pacto y recibe todas las promesas menos una, si nunca tienes su Isaac, habrá recibido la promesa en vano. Eso no significa que no va a ir al cielo cuando muera. Lo que digo es que no cumplirá el propósito de Dios para su vida aquí en la tierra.
Ese propósito es reproducirse espiritualmente. No se necesita ser un evangelista. Si es un cristiano normal, maduro, tendrá hijos. Dios dijo: «Permaneced en mí y escuchad para que llevéis mucho fruto. El menor de vosotros vendrá a ser mil y en eso mi padre será glorificado y así probaréis que sois mis discípulos».
Reproducido de la Revista Vino Nuevo Vol 3, Nº 2 Agosto-1979