Querido amigo en Cristo:

Escuchar es vital para esta vida y para la vida eterna. Creo que es importante que usted y yo le dediquemos algo de nuestro tiempo y espacio.

1 Samuel 3:1-11 cuenta la historia del joven Samuel, cuando aprendió a escuchar y a responder en obediencia lo que escuchaba, aunque no le fuera fácil. Su mentor era Elí, el sacerdote. Elí no corrigió a sus hijos, los cuales eran corruptos e inmorales, y Dios estaba a punto de pronunciar su sentencia y lo haría por medio de Samuel.

Una noche, Samuel ya se había acostado para dormir, y el Señor lo despertó llamándolo por nombre. Samuel pensó que era Elí quien lo llamaba, así que fue a él para preguntarle lo que deseaba, pero no había sido él. Esto sucedió tres veces. Finalmente, Elí le dijo que respondiera a la voz y dijera: “Habla, SEÑOR, que tu siervo escucha.” Y Samuel lo hizo así.

La voz volvió a llamar por cuarta vez: «Samuel». “Habla, Señor, que tu siervo escucha” respondió Samuel. Entonces el Señor le dijo que toda la descendencia de Elí sería borrada “porque sus hijos han blasfemado contra Dios, y él no les ha reprochado.”

Temprano en la mañana, Samuel fue a ver a Elí, su mentor, y le dio el mensaje que había recibido de Dios. Aunque Samuel era un niño y su mensaje difícil, él obedeció. De esta, manera Samuel comenzó a escuchar al Señor, y creció en el favor de Dios para convertirse en un gran juez y profeta. Samuel ungió también a David para que fuera Rey sobre Israel. Todo esto sucedió porque él escuchó y obedeció. También el propósito de Dios se cumplirá en nosotros si en verdad lo escuchamos y obedecemos.

Si no aprendemos a escuchar a nuestros mentores y a amigos maduros, es probable que tampoco aprendamos a escuchar a Dios. También aprendemos de nuestros fracasos por no escuchar. ¡Espero que respondamos a tiempo!

Yo no respondí a tiempo en 1954, a la edad de 17 años, cuando alcancé llegar a las finales estatales en un concurso de oratoria. Ya había ganado varios concursos locales para llegar a ese punto importante. Mi familia y yo salimos de casa bien temprano en la mañana para conducir hasta el lugar donde se realizaba el concurso. Eran las 10 de la noche cuando llegó mi turno para hablar. Yo estaba cansado y ansioso y no seguí las instrucciones: permanecer dentro del límite de tiempo asignado y repetir las preguntas de los jueces antes de responder. Cuando me preguntaron, no repetí la pregunta, y en vez de pronunciar la respuesta, remití al juez a la página y al párrafo donde se podía encontrar. Esto fue vergonzoso, tanto para él como para mí. No hace falta decir que perdí.

Gran parte de la vida se define escuchando. Escuchar va más allá de usar los oídos. Requiere concentrar los sentidos, procesar lo que se oye y observar con los ojos; distinguir las diferencias en los tonos de voz y el lenguaje corporal. En otras palabras, es una tarea que requiere concentración total. Nuestro ritmo cardíaco aumenta a medida que escuchamos. Algunos estudios sugieren que la persona promedio procesa eficazmente solo el 25% de lo que oye.

Esto es triste, considerando lo importante que es escuchar para la salud, tomar decisiones, tener éxito, la seguridad personal y otros asuntos importantes. Es tan importante que Jesús a menudo decía: » Miren, pues, cómo oyen» (Lucas 8:18). Creo que es para nosotros también. Toda nuestra cultura parece tener una forma u otra de trastorno por déficit de atención. Hablamos mucho y escuchamos poco. Nunca he oído hablar de un «concurso para oír».

Aprendiendo a escuchar

No es probable que aprendamos a escuchar bien hasta que comprendamos lo esencial que es en la vida y nos tomemos unas vacaciones en nuestras ganas de hablar. Lo digo por experiencia, pero no como alguien que naturalmente sea un buen oyente. Los siguientes son algunos principios que he aprendido:

        Respete a su interlocutor

Si no respetamos la fuente de lo que oímos, es probable que tampoco le pongamos atención. Es posible que aprendamos algo de la persona con quien conversamos, incluso si no estamos de acuerdo con él o ella. Prestar atención a cualquier persona nos permite aprender acerca de ellos, su punto de vista y su manera de pensar. Nos ayuda a mejorar nuestro propio conocimiento y comunicación. Escuchar a una persona, es una manera de honrarla y de cumplir el debido proceso de tomar en consideración las declaraciones de otros. Escuchando ganamos paciencia, obtenemos sabiduría y demostramos que nuestro interlocutor es importante, estemos de acuerdo o no.

En un viaje reciente en avión, me tocó sentarme junto a un hombre desconocido y pronto comenzamos a conversar. Resultó ser un europeo bien educado, socialista, secularista y ateo. No teníamos casi nada en común. Sin embargo, tuvimos una conversación agradable. Yo sabía que el Señor nos había sentado juntos, si no para el beneficio de él, ciertamente para el mío.

         Mantenga una actitud abierta

Aprendí mucho de este hombre y su modo de considerar las cosas, algo que no habría sucedido si hubiera tenido mi mente cerrada. ¿Cambió mi punto de vista sobre Dios? Por supuesto que no, pero yo estaba convencido de que Dios lo amaba y yo también traté de amarlo. El prejuicio bloquea nuestra capacidad de oír. Además, juzgar no es nuestro trabajo, y mucho menos el prejuicio.

Me pregunto qué pensarían los cristianos sobre Saulo de Tarso antes de su conversión. Muchos de ellos no pudieron aceptar el hecho de que se hubiera convertido, sin embargo, se convirtió en el gran apóstol Pablo. Bernabé abrió su corazón a Pablo. Jesús amaba y escuchaba a los pecadores. La mujer samaritana en el pozo de Jacob (Juan 4) se había casado cinco veces y vivía con un hombre con el que no estaba casada. Sin embargo, Jesús la amaba y la escuchó, incluso cuando su propio pueblo, los judíos, no la respetaban. El amor escucha.

         Oiga bien antes de hablar

Me cuesta poner atención a ciertos comentaristas de televisión, aunque esté de acuerdo con el punto de vista de ellos, porque con demasiada frecuencia interrumpen a sus invitados. Creo que estos presentadores no necesitan invitados; sería preferible que colgaran una foto en la pared y le hablaran a ésta. Entiendo cuando se interrumpe a un invitado que habla demasiado, pero parece que estos presentadores no pueden esperar que el invitado presente su punto de vista. Eso no es solo ser grosero, causa que la simpatía de los televidentes se incline hacia al huésped, aunque esté equivocado. Si no se respeta al invitado, ¿para qué tenerlo en el programa? Lo mismo se aplica a nosotros: si no podemos escuchar, ¿para qué molestarse en conversar?

         Resuma, después comente

Si hemos escuchado, entonces podemos resumir. Quizás nuestro interlocutor no quiso decir lo que entendimos. O tal vez quisieran reformular sus comentarios. Si escuchamos correctamente y no estamos de acuerdo, al menos podemos dar una respuesta inteligente… o cambiar nuestra opinión.

Mostramos respeto cuando escuchamos con atención, y es de esperar que cosechemos el mismo respeto cuando respondamos. La falta de respeto cosechará falta de respeto, y eso genera conflictos (Proverbios 6:16-19; 20:3). “La suave respuesta quita la ira» (Proverbios 15:1). Nuestro deseo debe ser generar confianza y ganar el corazón. La discusión generalmente no logra eso.

           Escuche al Espíritu Santo

Si realmente aprendemos escuchar a las personas, podremos escuchar mejor al Espíritu Santo, y su voz es la más valiosa de todas. Veamos cómo podemos escucharlo mejor:

Recuerde que el Espíritu Santo no es «otro espíritu», es Dios. Los apóstoles declaran que “muchos falsos profetas han salido al mundo” (1 Juan 4:1). Conocer a Dios es por el Espíritu Santo. Conocer a Jesús es por el Espíritu Santo. “Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne procede de Dios” (1 Juan 4:2).

Es vital entender que Jesús es el HIJO de Dios hecho carne, no un ángel. En Cristo, contemplamos a nuestro Dios. El Espíritu Santo glorifica a Jesús, no a los ángeles (Juan 16:14; Juan 20:28). Y, Jesús está con nosotros en el Espíritu Santo.

Recuerde escuchar durante y después que ora, o mientras lee la Escritura. Me gusta escuchar las Escrituras en la aplicación bíblica de mi teléfono. Puedo procesar y escuchar mientras leen las Escrituras. El Espíritu Santo me habla a través de la Palabra y la fe viene mientras escucho (Romanos 10:17). Intento escuchar, no solo hablarle a Dios.

Recuerde buscar confirmación si cree que el Espíritu Santo le ha revelado algo. Él puede confirmar su palabra de varias maneras: en las Escrituras, primeramente. También a través de otros a quien usted respeta.

Recuerdo dos ocasiones muy significativas para mí en las que recibí confirmación de Dios a través de dos personas en situaciones diferentes. En 1972, predicaba en Vancouver, Canadá, y Ern Baxter, el pastor de la iglesia, estaba sentado en la congregación. Ern era un ministro experimentado y gran predicador. Al final de mi mensaje, vino a mí y me dijo: “¡Estoy escuchando lo mismo! Me preocuparía mucho si yo fuera el único que escuchara esto». Las palabras de Ern confirmaron que estaba predicando lo que estaba escuchando.

La segunda confirmación ocurrió un año antes. Estaba indeciso sobre una seria decisión que debía tomar. Compartí mi indecisión con mi amigo cercano, Bob Mumford. La respuesta de Bob fue: «Dios es capaz de hacértelo bien claro; sigue orando y escuchando.” En los próximos meses, Dios me mostró bien claro qué hacer. Me alegro haber esperado para poder seguir adelante confiado en una palabra clara de Dios.

Buenos escuchas

Cuidar lo que decimos es importante, porque las palabras tienen consecuencias y crean resultados. Pero escuchar también es importante, y en muchos casos más de lo que decimos. La verdad es que lo que entra en nuestras mentes nos forma, nos enseña, nos guía e imparte vida o muerte. Lo que somos y seremos es el resultado de lo que realmente escuchamos. Y no olvide que escuchar involucra más que nuestros oídos; incluye nuestros ojos, nuestras mentes y nuestra manera de responder.

«Escuchar a Dios, es proponerse a actuar de acuerdo con lo que ha escuchado. Escuchar a Dios es más que recordar o simplemente recitar; Va más allá de lo académico. “Sean hacedores de la Palabra y no solo oyentes, engañándose a sí mismos” (Santiago 1:22). Hablar es prerrogativa de Dios; escuchar y obedecer es la parte nuestra. Podemos aprender a escuchar mejor a Dios si aprendemos a escuchar a los demás en nuestra vida diaria, evitando distracciones y respetando a quien habla. Cuando converse con alguien, préstele toda su atención.

Entonces, hágase usted mismo o tal vez a alguien más esta pregunta: «¿Soy yo un buen oyente?» Quizás su cónyuge sería la mejor persona a quien preguntar, o un amigo cercano. Y, si quiere saber cómo ve el mundo a la Iglesia, pregúntele a un no creyente: «¿Cree usted que los cristianos escuchan o hablan más?»

Si pide al Señor que lo ayude a llevar a otras personas a Cristo, le aconsejo que escuche al Señor y deje que él le diga cómo hacerlo. Escuche también a las personas con atención antes de hablarles de Jesús. ¡Recuerde, Jesús amaba y escuchaba a los pecadores!

Su hermano en Cristo,

Charles Simpson

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A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de Reina Valera Actualizada 2015.

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Sobre el Autor: Charles Simpson es un autor, maestro bíblico y pastor conocido internacionalmente, que sirve en el ministerio desde 1955. También es editor en jefe de la revista One-to-One y ministra en todo Estados Unidos y las naciones.

Tomado con permiso de Pastoral Letter de noviembre 2019