Por Austin Sparks
La Iglesia es Cristo en unión vital con los suyos “Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” – (Mateo 18:20). “Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos.” (1 Corintios 1:27)
No dice nada de construir edificios especiales y llamarlos «Iglesias». Ni de constituir organizaciones especiales, o instituciones religiosas y llamarlas «Iglesia». La Iglesia la constituyen los creyentes, en unión viva con el Señor resucitado.
La limitación humana en su carne, cuando vino al mundo como hombre, desapareció totalmente en su resurrección. Esta es una realidad, no una figura. Ahora, la Iglesia en unión con el Cristo resucitado supera todas las limitaciones humanas. La iglesia ha sido llevada a un plano de capacidad más allá de las limitaciones humanas, donde, por razón de que Cristo está en nosotros, podemos hacer lo que nunca pudimos naturalmente. Nuestras relaciones son nuevas; son celestiales. Nuestros recursos son nuevos: están en el cielo. Por eso el Apóstol escribió a los corintios y dijo: “Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos” (1 Corintios 1:27). ¿Por qué escogió Dios un esquema así? Porque “No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu —dice el Señor Todopoderoso” (Zacarías 4:6). Y para mostrar que hay fuerzas, empeños, habilidades para los suyos, que trascienden a las más grandes potencias y posibilidades de este mundo.
Ésta es la misión del pueblo de Dios, y aquí es donde mucha gente del mundo se equivoca. Los hombres del mundo observan a los cristianos y, la mayoría de ellos, no les tienen mucho aprecio. Los miden por los estándares del mundo, y dicen: “son débiles y ¡su importancia no es gran cosa! Pero los hombres del mundo son incapaces de medir la fuerza espiritual y celestial. Son incapaces de ver lo que sucede cuando unos pocos de estos débiles, necesitados, insensatos y despreciados seres se reúnen y oran.
El mundo no puede ver a través de ellos y observar que, cuando unos pocos de estos débiles creyentes están reunidos con Dios y son movidos por el Espíritu Santo, suceden cosas extraordinarias en todo el universo y toda la jerarquía de Satanás está siendo sacudida en lo más profundo de sus entrañas, y los poderes del cielo se preparan a entrar en acción. Así es como Dios actúa.
El mundo nunca puede medir eso. Tampoco puede hacerlo la sabiduría, la fuerza o la capacidad humana en su máxima expresión. Dios ha elegido a los humildes para hacerlo. ¿Por qué? Simplemente porque las cosas débiles en su dependencia son los mejores instrumentos, los mejores medios para darle a Dios la oportunidad de mostrar que tales obras no se originan absolutamente en ninguna suficiencia humana, sino que todas provienen de él.
Por favor, no se consuele con el hecho de que Dios haya escogido las cosas débiles y simples y usted diga: “¡Bueno, yo soy débil, y qué!” La certeza del asunto es: ¿Está usted en las manos de Dios avergonzando a los poderosos y a los sabios? No se trata de aceptar nuestra debilidad, insensatez e inutilidad y decir: “Reconozco que esas características me describen a mí; ¡lo que importa es que yo acepte mi condición!” Eso no es lo único importante. Lo que importa es que yo, siendo un débil y un simple don nadie, pueda relacionarme íntimamente con el Cristo resucitado en todo su incalculable poder; y en esa unión con él, se hagan a través de mí poderosas acciones espirituales. Ese es el lado positivo.
El cielo y la tierra están unidos en el Cristo resucitado. Él está en el cielo, y sin embargo dice: «Yo estoy con vosotros todos los días» (Mateo 28:20). también tenemos la afirmación de él: «Voy al Padre» (Juan 16:28), y al mismo tiempo promete: «El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él» (Juan 14:23).
Esteban, en la hora de su muerte vio los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la derecha de Dios (Hechos 7:55). Sin embargo, ese Hijo del Hombre, estaba en Esteban también en su Espíritu, pues se dice que Esteban era un hombre lleno del Espíritu Santo (Hechos 6:5). Y el Espíritu Santo es el Espíritu de Cristo. Así que Cristo, que está en el cielo, estaba también en Esteban. El cielo y la tierra son uno en el Cristo resucitado. Saulo de Tarso, en el camino a Damasco, vio a Cristo en el “cielo.” Sin embargo, el Señor le dice: “ Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hechos 9:4 (NVI) dando a entender claramente que Cristo estaba arriba en el cielo y también abajo en la tierra, y que cuando Saulo perseguía a los creyentes lo perseguía a él. El cielo y la tierra son uno en el Señor resucitado. Mateo 28.20 dice: “estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.”
Esta unión del cielo y la tierra en Cristo, se representa típicamente en la escalera de Jacob. En su peregrinaje, Jacob llegó a cierto lugar y tomó piedras, las acomodó como almohada y recostó su cabeza sobre ellas: “Allí soñó que había una escalera apoyada en la tierra, y cuyo extremo superior llegaba hasta el cielo. Por ella subían y bajaban los ángeles de Dios. (Génesis 28:12).
El cielo y la tierra se unieron en esa escalera. Considere la interpretación espiritual de esto en las palabras que dijo el Señor a Natanael: “—Ciertamente les aseguro que ustedes verán abrirse el cielo, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.” (Juan 1:51)
El significado claro de este versículo es que Cristo es la escalera que ha unido el cielo y la tierra en su persona resucitada. Los cielos se abrieron por su muerte y resurrección. La limitación de su venida en la carne como hombre ha desaparecido, las barreras han sido eliminadas, y en Cristo estamos unidos de nuevo con el cielo.
Quiere decir que la unción del Espíritu Santo es dado en un cielo abierto. En él venimos a participar de la unción de Cristo. “Tan pronto como Jesús fue bautizado, subió del agua. En ese momento se abrió el cielo, y él vio al Espíritu de Dios bajar como una paloma y posarse sobre él” (Mateo 3:16). La escalera es el símbolo. Después de su muerte, sepultura y resurrección los cielos le fueron abiertos, y el Espíritu le fue dado sin medida.
Desde ese momento los creyentes son bautizados en Cristo y vienen bajo la unción de Cristo. Tenga cuidado de no hacer nada forzado después de su unción personal. Recuerde que su unción está siempre en Cristo. Él es la Cabeza sobre quien descansa la unción. Buscar la unción personal de otra manera acarrea muchos peligros. No obstante, eso es sólo incidental. Somos bautizados en unión con el Señor resucitado, el Espíritu de la unción descansa sobre nosotros, porque descansa sobre él. Somos bautizados en un solo Espíritu y en un solo Cuerpo.
A partir de entonces todo depende directamente de Dios; sin tipos ahora, sin intermediarios, todo viene directamente de él. Los cielos abiertos significan que hay un acceso inmediato a Dios y que él no está lejano, ni separado de nosotros en los cielos. El cielo y la tierra están unidos en Cristo, y Dios está aquí por su Espíritu en nuestros corazones, con todos los recursos que tiene.
A partir de entonces todo tiene que ver con Dios. Todo está directamente relacionado con él; no hay tipología, no hay intermediarios, todo tiene que ver directamente con él. Él no está lejos de nosotros. Los cielos están abiertos y el acceso a él es inmediato. El cielo y la tierra están unidos en Cristo y Dios está aquí por su Espíritu en nuestros corazones con todos sus recursos.
Podemos conocer al Señor de una manera personal e íntima. Podemos aprovechar los recursos del Señor de igual manera. Todo lo que el Señor tiene está disponible para nosotros interiormente porque los cielos están abiertos. Todo lo que siguió en la vida de Cristo en esta tierra, aunque esté velado, lo recibimos cuando los cielos se abrieron en su bautismo.
Veremos más de esos recursos a medida que maduremos, pero los “cielos siguen abiertos” lo cual es algo maravilloso y glorioso. Los cielos ya no están cerrados cuando estamos unidos a Cristo en virtud de su obra expiatoria en la cruz, el velo se rasgó de arriba abajo y somos llevados directamente a la presencia de Dios. Aprovechemos y prestemos atención a la exhortación del Apóstol: “Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad” (Hebreos 10:22). Tenemos acceso a él por medio de su sangre. Este es el camino nuevo y vivo que él abrió para nosotros a través del velo, es decir, a través de su carne. Nuestro cielo ahora puede ser un cielo abierto, y todo lo que un cielo abierto significa. Aprendamos del Señor lo que esto significa y nos conceda su favor.
Biografía: THEODORE W. AUSTIN-SPARKS (1888-1971) nació en Londres, Inglaterra. Llamado a hablar en Inglaterra y en países de todo el mundo, dejó un tesoro de mensajes llenos de la Sabiduría, Vida y Revelación de Jesucristo.
Nuestro objetivo es hacer que estos mensajes estén disponibles en línea, para el mayor establecimiento y fortalecimiento del Cuerpo, ¡para que en todas las cosas CRISTO tenga la eminencia!
Citas bíblicas de la Nueva Versión Internacional.