Autora Alice Zelaya 

Visita de Jesús a Marta y María

Lucas 10:38-42 RVC

» Mientras Jesús iba de camino, entró en una aldea, y una mujer llamada Marta, lo hospedó en su casa.  Marta tenía una hermana que se llamaba María, la cual se sentó a los pies de Jesús para escuchar lo que él decía. Pero Marta, que estaba ocupada con muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje trabajar sola? ¡Dile que me ayude!» Jesús le respondió: «Marta, Marta, estás preocupada y aturdida con muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará.»»

Hace poco estaba meditando en este pasaje, y me preguntaba sobre qué sería la conversación con Jesús que tenía a María tan cautivada. No tuve una visión, pero podía «ver» a los dos absortos en lo que se decía. Quería acercarme para poderlos escuchar y en mi corazón surgió un deseo muy grande de querer estar tan abstraída en su presencia y su palabra que nada a mi alrededor pudiera interferir.

Imaginé el momento en que Jesús llegó y entró en la casa de Lázaro, Marta y María, y cómo los discípulos permanecieron afuera con Lázaro. Como era costumbre, María trajo el recipiente con agua para lavar los pies de Jesús. La conversación comenzó y María se mantuvo a sus pies mientras él hablaba. No era como cuando Él enseñaba a sus discípulos; sus palabras eran especialmente para ella.

Marta pasó por donde estaban ellos, con la expectativa de que se dieran cuenta de lo ocupada que estaba ella y le ofrecieran ayuda. Cuando no llegó respuesta alguna, pasó de nuevo tal vez despejándose la garganta, tal vez un poco de tos, pero sin resultado. Trató de llamar la atención con un estrépito de ollas y sartenes y utensilios en la cocina y todavía nada. Finalmente, explotó.

Mi hija Alisa fue invitada a una «Bar Mitzvah»1 para uno de sus alumnos. Fue una experiencia nueva para ella presenciar una ceremonia judía. Las mujeres se sentaron en una especie de balcón arriba, aparte de los hombres. Los hombres hicieron toda la lectura de la Escritura, los cantos y las oraciones. Las mujeres no participaron en nada y algunas ni siquiera estaban prestando atención. Pensé, tal vez eso explica el profundo deseo que María tenía de escuchar y hacer preguntas a Jesús. Ella tenía hambre de Dios, pero la tradición y el ritualismo le hacían difícil acercarse a él e incluso la excluían.

Un domingo oí la predicación de un hermano en nuestra iglesia comparando el crecimiento cristiano con el orden del Tabernáculo. Antes de entrar al Tabernáculo había un Atrio alrededor de la tienda que estaba cerrado por cortinas. Allí estaba el altar de sacrificios y la fuente de bronce donde se lavaban los sacerdotes antes de entrar a la tienda. En el Lugar Santo de la tienda estaba la mesa para el pan de la proposición, el altar del incienso y el candelero de oro, en representación de la lectura de la Biblia, la oración y de Jesús nuestra luz. A continuación, estaba el Lugar Santísimo, seccionado con cortinas gruesas y pesadas, donde la luz del día no podía penetrar. No había iluminación natural, sólo la luz de la presencia de Dios. Cuando el Sumo Sacerdote entraba, estaba solo con Dios.

Entonces me di cuenta de que allí es donde estaba María, a solas con Jesús, hablando cara a cara con Dios, inconsciente de su entorno, sólo de Su amor por ella. El Lugar Santísimo era un recinto no permitido para todo el mundo, ni siquiera para todos los sacerdotes. Sólo el Sumo Sacerdote podía entrar una vez al año y temiendo por su vida. Jesús dio a María una idea de lo que había disponible para ella. Antes de morir, antes de que el velo se rasgara y abriera el camino para todos, ella estaba allí en el Lugar Santísimo. No temiendo por su vida, más bien encontrando vida en él. Hebreos 10: 19-22 dice que también nosotros podemos entrar en la presencia de Dios con confianza.

La respuesta de Jesús a Marta fue: «Hay muchas cosas que demandan nuestra atención, pero sólo una cosa es necesaria, lo que María ha escogido, y nadie se la quitará.”

Si queremos la cercanía que tuvo María con el Señor, tenemos que desearlo más que ninguna otra cosa.

Nota

“Bar (o Bat) Mitzvá” se traduce como “hijo (o hija) de los mandamientos” – es decir, que la persona joven (doce años si es varón, 13 si es mujer) pasa a ser responsable de cumplir los mandamientos (mitzvot) de la Torá.