Autor Charles Simpson

A todos les gustaría vivir siempre en un ambiente agradable; a mí también. La gente, los lugares y las cosas que conozco me hacen sentir a gusto. Lo desconocido tiende a incomodarme. Pero he aprendido que sentirse a gusto y ser confianzudo son dos cosas diferentes. Si me vuelvo propenso a comportarme con demasiada familiaridad en el trato, puedo perder mi aprecio por las personas, los lugares y las cosas. Hay un viejo refrán que dice: «la familiaridad engendra desprecio”.

A veces podemos estar muy familiarizados con un pasaje bíblico y dejar de ver su verdad más profunda. O bien, podemos llegar a tener demasiada confianza con una persona y dejar de apreciar sus dones o su contribución en nuestra vida. Podemos empezar a concentrarnos más en sus debilidades humanas que en su valor y su servicio a Dios.

EN LA COMUNIÓN ES DONDE EL SEÑOR SE REVELA. NO HAY MAYOR REGALO PARA NOSOTROS QUE LA PRESENCIA DE JESÚS EN LA CUAL LLEGAMOS A ESTAR MUY CONSCIENTES DE QUE ÉL NOS ESTÁ HABLANDO.

Hay otro viejo refrán que dice: «No hay profeta sin honra sino en su propia tierra”. Es un dicho tan antiguo como Noé, Abraham, José, Moisés, e incluso Jesús. Fue el caso de la mayoría de los profetas mencionados en las Escrituras.

En 1970, tuve el privilegio de comenzar a trabajar con el equipo de los conocidos maestros de la Biblia, Don Basham, Bob Mumford y Derek Prince en una relación de compromiso interpersonal. Más adelante, Ern Baxter se nos unió, y también se convirtió en una de las mayores bendiciones de mi vida.

En 1971, Don, Bob, Derek, y yo estábamos programados para dar un seminario de 6 semanas en Virginia del Norte, cerca de Washington, D.C. EE.UU. Hubo una reunión de planificación a la que no pude asistir, en la que Derek sugirió que se me asignara el tema del “Discipulado, la Comunión y la Adoración.» Al principio estuve renuente en aceptar, porque, sorprendentemente, no había ministrado antes sobre ninguno de esos temas. Sin embargo, acepté. ¡La preparación para la enseñanza afectó el resto de mi vida! Siempre estaré agradecido por esta oportunidad que se me dio.

En este artículo, quiero concentrarme principalmente en la “comunión” como la esfera donde Jesús se revela. No hay mayor regalo para nosotros que la presencia de Jesús, en la que llegamos a estar muy conscientes de que él nos está hablando. Es una experiencia que transforma la vida de quien la experimenta y cambia la perspectiva que hubiéramos tenido de la comunión. A modo de ilustración, describiré lo que sucedió a dos de sus discípulos mientras regresaban caminando de Jerusalén a Emaús donde vivían, a once kilómetros de distancia, después de la resurrección de Jesús que ellos no habían creído. (Puede leer la historia en Lucas 24:13-35.)

Las desilusiones compartidas son a menudo el fundamento de la comunión. No me puedo imaginar totalmente la decepción, el dolor y el abatimiento de los dos hombres que se alejaban de la peor experiencia que habían tenido. El juicio de Jesús, el Cordero inocente de Dios, la paliza, las burlas y finalmente la crucifixión habían destruido sus esperanzas y la causa a la que habían dedicado sus vidas. Bajando por la escarpada colina, trataban de razonar sobre lo que había pasado, pero no podían pensar en nada más que en lo que habían perdido. La frase: “nosotros teníamos la esperanza” lo resume todo. La desesperanza es «un infierno en la tierra”.

Jesús se les acerca
Entonces Jesús se les acerca, pero ellos, cegados por su propio dolor y duda, no perciben su majestad. Habían oído el informe de las mujeres que encontraron la tumba vacía, pero el testimonio no logró despertar de nuevo sus esperanzas o su fe. A veces las palabras de otros no son suficientes.

Debemos saber que el Señor oye nuestras conversaciones (vea Malaquías 3:16-18). Jesús percibió su aflicción y su tristeza. Dos se habían convertido ahora en tres y el tercero era el Príncipe de los pastores, pero ellos seguían mirando para abajo a las duras y silenciosas piedras, mientras bajaban por la empinada ladera.

Entonces Jesús habló y les preguntó: «¿De qué hablan tanto ustedes?» Entonces ellos contaron lo que había pasado sólo tres días antes. Resumieron sus pensamientos diciendo: «Nosotros teníamos la esperanza de que él habría de redimir a Israel.” Ahora, no les parecía que hubiera ningún Mesías, ninguna redención ni ninguna esperanza.

Los caminos de Dios no son nuestros caminos y cuando los dos entran en colisión y los resultados no son lo que esperábamos, las consecuencias son quedar desanimados. La oscuridad que había descendido sobre el Calvario todavía estaba en sus mentes. La resurrección ya había ocurrido, pero no en sus pensamientos. Para ellos todavía era viernes.

El autor explica el libro
La respuesta a la incredulidad de ellos estaba en las Escrituras, de manera que Jesús comenzó con Moisés y los profetas para explicarles lo que él había inspirado. No sé los textos específicos a los que se refirió mientras caminaban los once kilómetros; probablemente fueron muchos. Tal vez citó Deuteronomio 18:15, Salmo 18, Salmo 22, Isaías 9: 6-7, Isaías 50 o Isaías 53. Usando las Escrituras, él les explicó por qué todo había sido necesario. Más tarde reflexionarían que su «corazón ardía», mientras él les hablaba.

“¿Acaso no era necesario que el Cristo (Mesías) padeciera estas cosas, antes de entrar en su gloria?» Preguntó, para reprender mansamente sus dudas abriéndoles su comprensión a las Escrituras. Para la mente natural, el sufrimiento en las cosas que padeció no son razonables, pero para Jesús, eran el portal para la gloria (Juan 12:23-32). Esa verdad sigue persiguiéndonos en nuestras decepciones y a menudo oscurece nuestra visión de Jesús. Pero es la verdad que nosotros, como verdaderos discípulos, experimentamos tanto en su cruz como en la nuestra. No hay un camino que haga un rodeo de la cruz, ya sea de él o la nuestra. Un evangelio sin cruz no es evangelio. No puede haber resurrección sin muerte (ver 1ª Corintios 1:18-19; 2:1-2).

Quédate con nosotros
Finalmente llegaron a una casa, entraron y se sentaron, descansando de la larga caminata por la empinada ladera. Jesús hizo como si se iría, pero ellos le dijeron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde, y es casi de noche». El interés de ellos era todavía intenso y querían escuchar más. «No te vayas, por favor», le decían. Lo mismo nos sucede en su presencia, no queremos que se vaya.

«JESÚS SE PUSO EN MEDIO DE ELLOS Y LES DIJO: « ¡LA PAZ SEA CON USTEDES!» ¿POR QUÉ SE ASUSTAN? ¿POR QUÉ DAN CABIDA A ESOS PENSAMIENTOS EN SU CORAZÓN?”

«Abide With Me (Quédate conmigo)» es un poema escrito por Henry Francis Lyte en 1847 poco antes de su muerte. William Henry Monk le puso música y se puede escuchar en YouTube cantado a capela por el Coro Menonita. Es una poderosa interpretación. Ofrezco sólo los primeros y últimos versos, pero todos son conmovedores y profundos, inspirados en la petición de aquellos discípulos de Emaús:

Quédate conmigo, la noche como marea cae ya;
La oscuridad es profunda; Señor, quédate conmigo.
Cuando no hay quien ayude y huye la seguridad,
Socorro de desamparados,
Quédate conmigo.

Ante mis ojos confundidos tu cruz enséñame;
Brilla en mi melancolía y guíame a los cielos.
Tu luz alumbre y huyan las sombras de la tierra;
En la vida, en la muerte,
Oh Señor, quédate conmigo.1

Así fue y así es cuando estamos en su presencia, hay luz en la oscuridad, el tiempo se detiene y su voz nos transporta y transforma nuestra visión de los acontecimientos, del sufrimiento de la vida, e incluso de la muerte.

Partiendo el pan
“Mientras estaba sentado a la mesa con ellos, tomó el pan y lo bendijo; luego lo partió y les dio a ellos. En ese momento se les abrieron los ojos, y lo reconocieron; pero él desapareció de su vista” (Lucas 24:30-31).

Los dos discípulos reconocieron a Jesús cuando, sentados a la mesa, Jesús partió el pan; y sus ojos que estaban velados se abrieron cuando tuvieron comunión con él. Ahora el testimonio era propio; mientras disfrutaban de su resplandor, recordaron sus palabras en el camino a casa y la forma en que los había afectado. ¡Jesús había abierto sus ojos para que lo vieran en todo! Estoy seguro que no querían irse de ese lugar que había sido santificado por la visita del Cristo resucitado.

Es una señal negativa si la congregación se apresura a irse de una reunión de la iglesia. Cuando tal es el caso, la presencia del Señor no ha sido evidente. Su Palabra no se hizo viva y los presentes se quedaron sin nada que contar. Cuando nos encontramos con Cristo hay un resplandor como de brasas aún rojas por el calor. Las palabras pronunciadas permanecen en nuestra mente y corazón como el eco de una voz poderosa. Nuestra perspectiva se transforma a medida que contemplamos su gloria.

De regreso a Jerusalén
Se sentaron y meditaron asombrados, pero no por mucho tiempo; tenían un mensaje que dar. En esa misma hora subieron la colina que habían bajado desanimados, ahora energizados por la visita de Jesús. Subieron más allá de las dudas y la depresión anteriores para encontrar a los otros discípulos que luchaban con dudas y temores. Entrando apresuradamente por la puerta exclamaron: «¡El Señor ha resucitado!» Contaron las cosas que habían sucedido en el camino y la revelación de Jesús cuando había partido el pan con ellos.

Y mientras ellos contaban su historia, Jesús se puso en medio de ellos y les dijo:” ¡La paz sea con ustedes! ¿Por qué se asustan? ¿Por qué dan cabida a esos pensamientos en su corazón?” Entonces les invitó para que vieran sus heridas y que lo tocaran. Pronto estaba comiendo con ellos de nuevo.

La presencia real de Dios quita la duda y el miedo. Comer el pan, bendecido y partido, con él y entre sí abre los ojos; ¡él revela en la comunión que él es el Príncipe de paz!

Reflexión personal
Me maravilla este pasaje de la Escritura. Estos hechos ocurridos un día y entrada la noche nos dicen lo que sucede cuando Jesús está manifiestamente presente. El alejarse de Jerusalén es demasiado parecido a tantos discípulos desanimados para quienes la vida ha dejado de tener sentido. La esperanza se ha desvanecido y el no reconocido Jesús está caminando al lado de ellos. Cuando él comienza a abrir las Escrituras, la perspectiva cambia. Todo era necesario.

Para muchos discípulos, todo es acerca de meter a todo el mundo en la casa. Pero mi ruego es que podamos sacar a sus discípulos y ponerlos en el camino para que hagan frente a la duda y la desesperanza de sueños rotos. Las reuniones de más alto valor son cuando Jesús se acerca a nosotros en el camino. Cuando nos reunimos dos o tres y lo reconocemos en el partimiento del pan juntos. Es cuando finalmente vemos su perspectiva que hace a un lado la nuestra.

Es una invitación legítima decir, «Ven y ve» o «Ven y escucha», si es a Jesús que les invitamos a ver y escuchar, y no es venir sólo al pastor, o a un equipo de adoración o a las instalaciones. Cuando verdaderamente nos encontramos con Jesús, él explicará su Palabra, se revelará a sí mismo y cambiará la forma de pensar y lo que pensamos. Cuando nos encontramos con Jesús, habrá un resplandor al reflexionar sobre él y su Palabra. Y, habrá un ardiente deseo de contar a otros que «¡él ha resucitado!» El evangelio de la muerte, sepultura y resurrección de Jesús no se puede mantener en secreto o ser restringido por ninguna fuerza.

Hay muchos entre nosotros que se están regresando a Emaús desalentados. No han reconocido al Señor que les está hablando o no han visto que los acontecimientos que los han desalentado eran necesarios para una nueva revelación de Jesús. Quizá podamos tener comunión, partir el pan con ellos y Jesús se manifieste y se dé a conocer. No se quede en la casa demasiado tiempo cuando él se revele; vaya y busque a otros que aún no se han dado cuenta de que ¡él está vivo!

Nota
1. Traducción libre

CHARLES SIMPSON es el Editor en Jefe de One-to-One Magazine. También ministra extensamente en los Estados Unidos y en otras naciones.

Citas bíblicas de la Reina-Valera Contemporánea