Por Oscar Fernando Rinaldi
Cristo vino a proclamar el Reino de Dios, en el cual El es el Rey y Señor. Luego de ser bautizado y tentado, Jesús comenzó su ministerio público y con su autoridad de Señor, llamó a sus discípulos. También, mientras enseñaba y predicaba el Evangelio del Reino, sanaba toda enfermedad y dolencia en el pueblo. La consecuencia directa fue que la gente de los alrededores comenzó a ir en pos de El.
Es interesante notar que las dos primeras frases de Cristo, registradas en Mateo, al comenzar su ministerio, hablan del Reino. Mt. 4:17; 5:3. La frase de Mt. 4: 19 no habla directamente de ello, pero lo manifiesta en forma implícita.
El Sermón del Monte es el manifiesto, la constitución del Reino de Dios. En él se encuentran las leyes básicas que deben regir la vida de cada ciudadano de dicho Reino, o sea, cada cristiano. Y hay sólo una forma de vivirlo: ¡EN CRISTO! Gal. 2:20.
LAS BIENAVENTURANZAS
Las características de los ciudadanos del Reino están descritas en la sucesión lógica de las ocho bienaventuranzas (Mt. 5:3-12). Es la escalera hacia la felicidad.
Humildad – V. 3. Los pobres en espíritu son conscientes de que están sin Dios y lo reconocen. Ellos tendrán el Reino. Este es el primer paso para la salvación: ver la necesidad espiritual de Dios humildemente, sin orgullo, reconociendo la miseria propia.
Arrepentimiento – V. 4. Es el segundo paso para la salvación: cambiar de vida y de dirección. Son consolados con el perdón de sus pecados. Son bienaventurados los que lloran por la situación de los demás. ¡Dios contestará su clamor!
Mansedumbre – V. 5. Este es el tercer paso vital para la salvación. Son los que se someten y se sujetan a la autoridad de Cristo. Lo aceptan no sólo como Salvador. sino como Señor y Amo absoluto de sus vidas. Aceptan la voluntad Suya y viven de acuerdo a ella. Mansedumbre no es debilidad sino poder y valor.
Apetitos benéficos – V. 6. El hambre y la sed son los apetitos vitales del ser humano. Sólo lo experimentan espiritualmente quienes han dado los pasos previos. Es desear ardientemente el gobierno justo y equitativo de Dios. Esta es la única justicia posible.
Misericordia – V. 7. No es lástima, sino bondad, simpatía, comprensión y servicio al prójimo. Aquí encontramos una ley reciproca: sólo los que usan de misericordia con su prójimo (como el buen samaritano) alcanzarán misericordia para ellos mismos.
Pureza – V. 8. El hombre está constituido por espíritu, alma y cuerpo. A su vez, el alma está integrada por sentimientos o emociones, pensamientos o razonamientos y voluntad.
El «corazón» en la Biblia y para los hebreos significa el alma (Sal. 24:2,3). Sólo los puros, limpios santos (apartados y dedicados al Señor) tienen comunión con El y lo verán. Los de limpio corazón aman lo bueno; sus móviles son rectos y justos; sus aspiraciones son sanas; y anhelan ardientemente lo que Dios manda. Entonces … ¡lo verán!
Pacificación – V. 9. Los pacificadores son aquellos que hacen la paz entre el hombre y Dios, entre hombre y hombre, y entre nación y nación. Ellos mismos deben tener paz (vida reconciliada con el Señor). El hombre sin Dios jamás tendrá ni logrará la paz.
Sufrimiento – V. 10-12. El Reino es para quienes sufren vituperio, persecución, mentiras y maldad por causa de la justicia y del Señor. La actitud ante estas circunstancias es el gozo y la alegría, prueba evidente de la presencia de Cristo. Sufrir por la causa es la más alta satisfacción del ser humano, pues comparte la experiencia de Cristo y los apóstoles (Hch. 5 :41; 1 Tes. 1: 5).
INFLUENCIA
La Sal de la Tierra – V. 13. La sal preserva y da sabor a la comida; simboliza la pureza; limpia, sana, mantiene el calor y da sed. La sal es a la comida lo que nosotros somos a la vida. Tanto la sal como la luz «salvan» por contacto. Pierden su propia identidad al integrarse.
La Luz del Mundo – V. 13-16. Es la que ilumina (quita las tinieblas), guía (indica el camino), descubre y advierte los peligros. Es un signo de vida. Dios es luz y nosotros somos luz y sal; no nuestras ideas, opiniones o doctrinas. Hay sólo dos reinos en este mundo y nosotros representamos al de la luz.
La luz no debe esconderse, ni apagarse, ni encandilar. Esto significa que no debe haber secreto en nuestro discipulado, porque el uno excluye al otro.
Las leyes del Reino
La Justicia del Reino – V. 17-20. Cristo aclara que él no vino a anular la ley, sino a darle su cabal y completo cumplimiento. También estableció que la ley es inmutable, perfecta y se cumplirá.
¡Todo lo que Dios dice y promete se cumplirá!
La justicia del Reino muestra la importancia de vivir y de ese modo enseñar los mandatos del Señor. La justicia del Reino es superior a la de la religión. Sólo viviendo dentro de ella se cumple en plenitud la ley del Señor.
Actitudes
El enojo – V. 21-26. Aquí comienza una serie de seis comparaciones entre la justicia legal y la justicia del Reino: «Oísteis que fue dicho … pero yo os digo». La ley condena el homicidio, pero Cristo enseña que, en el Reino, el enojo y el desprecio al hermano es homicidio.
Cristo juzga el interior, las intenciones, pues de allí surgen los malos actos. Pero, no queda allí, sino que profundiza aún más: usando un acto de culto, dice que si el hermano (tenga razón o no) tiene algo en contra de uno, debemos arreglar primero la relación con él y luego dar culto al Señor.
Termina con un ejemplo de la época: problemas entre judíos y romanos.
La cruz nos enseña algo vital. La relación del cristiano debe ser perfecta, tanto vertical (con Dios) como horizontalmente (con el hermano). No se puede estar bien con el Señor y mal con el hermano. El odio en el corazón destruye la adoración. El enojo no debe existir y menos durar (rencor). Ef. 4:26,27.
El adulterio – V. 27-30. La justicia legal requiere que no haya relaciones sexuales fuera del matrimonio. Pero Cristo enseña que desear una mujer (o viceversa) y «dar rienda suelta» al pensamiento, YA es adulterio. Aquí vemos algo asombroso para nuestros días: la justicia que corta. Para Dios, más vale la integridad espiritual que la física. Esta es la verdadera escala divina de valores. El pensamiento impuro conduce a la vida inmoral.
El divorcio – V. JI ,32. La justicia legal permite divorciarse por causas ínfimas. Pero Cristo enseña que el divorcio forma adulterios. Allí comienza la nefasta rueda de separaciones y concubinatos que tanto dañan al hombre y hacen venir al mundo a tantos niños desgraciados. Hay sólo una excepción que permite el divorcio, y es cuando uno de los dos fornicó.
Cristo y todo el Nuevo Testamento enseñan que el divorcio NUNCA debe ser practicado por los miembros del Reino de Dios. Si los esposos son fieles a los principios e ideales del Reino, NO PODRA HABER DIVORCIO. 1 Cor. 7: 15 muestra que si uno no es cristiano y desea separarse lo haga; no así el converso.
El juramento – V. 33-37. La justicia legal requiere no jurar (menos repetir el juramento), pero Cristo requiere que todo ciudadano de su Reino cumpla su palabra; que sea veraz. Por tanto, NO debe jurar. Su hablar debe ser verdadero, no exagerado, y de «una» palabra.
El verdadero cristiano no necesita jurar para que se confíe en su palabra. Los juramentos brotan del pecado y señalan la desconfianza e inseguridad. En ellos hay condenación (Stgo. 5: 12).
La venganza – V. 38-42. La justicia legal autoriza la venganza, pero Cristo no sólo la condena, sino que enseña a NO RESISTIR al malo. Con cinco ejemplos concretos y muy claros nos muestra cuáles deben ser nuestras reacciones:
Las injurias personales: Poner la otra mejilla en lugar de devolver mal por mal.
Los casos ante los tribunales: No sólo NO ir a juicio, sino dar MAS de lo que se nos demanda.
Las demandas civiles o militares: No sólo NO replicar, sino hacer el doble de lo demandado.
Las súplicas y peticiones: Dar a quien pida (sin pedir informes ni demorando); hacemos aquí una acotación usando un dicho popular y dándole la tónica cristiana: «Si alguien te pide un pescado, DALE un pescado y además, ENSEÑALE a pescar».
Los préstamos: Dar lo requerido (mientras esté a nuestro alcance) y NO negarlo. Esto no quita la responsabilidad del cristiano de denunciar las injusticias y de no guardar silencio ni asumir una actitud pasiva ante ellas.
El amor – V. 43-48. Por último, la justicia legal requiere amor al prójimo y desinterés por el enemigo (tenerlo en menos). Pero Cristo dice que debemos amar a nuestros enemigos, bendecir a quienes nos maldicen, hacer bien a quienes nos aborrecen, y orar por los que nos ultrajan y persiguen.
No es un amor que espera ser retribuido, sino que es desinteresado, y cuando es rechazado … ¡sigue amando! Esta es la prueba de que somos hijos de Dios. Nuestra justicia debe sobrepasar la de los hombres. Cristo establece la ley positiva del amor y del perdón. Y es este amor triunfante que conduce a la madurez espiritual.
El Señor concluye mandando que seamos PERFECTOS como Dios. Esto es, estar completos e íntegros en EL. Es sólo el amor de Cristo manifestado por nosotros a todos que llegamos a este estado.
Prácticas
Aquí pasamos a considerar los motivos del ciudadano del Reino en su vida espiritual (6: 1). Sucede muchas veces que hay hipocresía en la vida de relación con el Señor, haciendo algo bueno con motivos erróneos. Para esto, el Señor nos introduce con el primer versículo mandando que nos guardemos de los actos o expresiones exteriores de la relación con Dios. Estas deben ser sinceras, pues de otra manera no tienen valor alguno en la presencia de Dios.
Si hacemos lo bueno para ser vistos, el premio lo tenemos del hombre y no de Dios.
La limosna – V. 2-4. El verdadero motivo es ayudar al necesitado y NO engrandecer al dador, como lo hacen los falsos (hipócritas). La justicia del Reino pide humanamente un imposible -que al ayudar, ¡no sepa una mano lo que hace la otra!
La oración – V. 5-15. El verdadero motivo es acercarse a Dios y NO aparentar ser «super» espirituales (hipócritas). La oración debe ser sincera. Sin condenar la oración en público, aconseja la oración (charla, diálogo, y no monólogo) privada.
Al orar, debe evitarse la palabrería y repeticiones vanas, pues es comunión con Cristo y NO esfuerzo humano. Cristo dice algo fundamental: ¡Dios sabe lo que necesitamos antes que se lo pidamos! ¿Por qué orar entonces? Porque es un mandato, nos ayuda y al Padre le agrada escuchar la voz de sus hijos.
Pasa luego a enseñar la oración «modelo». Si bien es hermoso y da bendición recitarla, El desea que captemos el espíritu de la oración y que nuestra fe esté puesta en Dios y no en la oración.
El ayuno – V. 16, 18. El verdadero motivo es la comunión más íntima con Dios y NO la apariencia de un mero acto superficial. La justicia del Reino nos pide aún más: que nos arreglemos y no mostremos por el aspecto físico que ayunamos. Algunos motivos de ayuno son: para salud, disciplina, evitar la esclavitud de costumbres, ayudar a apreciar lo que Dios nos da.
LOS TESOROS DEL REINO
Cristo manda que hagamos tesoros en el cielo (V. 19-21). Los tesoros terrenales tienen tres peligros: la polilla (la ruina), el orín (la corrupción) y los ladrones (el robo). Hacemos tesoros en el cielo cuando usamos nuestros recursos materiales para bien de nuestros semejantes.
Cristo da varias razones de por qué debemos hacer tesoros en el cielo. (l) Los tesoros terrenales son pasajeros; (2) roban el corazón; (3) nublan la visión y (4) es IMPOSIBLE servir a Dios y al dinero al mismo tiempo.
La pureza de la mirada – V. 22,23. «La lámpara del cuerpo es el ojo». De acuerdo a su estado, así estará todo el cuerpo. ¿Con qué intención miramos? ¿Para qué observamos algo?
La pureza en el servicio – V. 24. Debemos definir cuáles son los valores supremos en nuestra vida ¿materiales o espirituales? NO podemos tener ambos. No se puede servir a dos señores. ¡No se puede ser esclavo de dos dueños! Dios no desea tener como parte de Su esposa, la Iglesia, adúlteros espirituales. Debemos servir al Señor, quien es Señor también del dinero y vivir sometidos a El.
La paz en la vida – V. 25,34. La vida es dada y sostenida por Dios. Por tanto, no debemos preocupamos por la comida, la bebida, o el vestido. La vida requiere trabajo y NO ansiedad. Jesús pone un ejemplo muy claro: las aves (en su ambiente natural NUNCA se mueren de hambre). ¡Y nosotros valemos más que ellas!
La ansiedad es inútil. Nadie puede crecer por afanarse. El amor de Dios a la creación se multiplica para con nosotros. No debemos, por tanto, preocupamos por el vestido. Aquí pone otro ejemplo claro: los lirios del campo con su belleza inigualable.
La ansiedad es falta de fe. No debemos desconfiar en lo que respecta a nuestras necesidades. La ansiedad es propia de los paganos. El Padre sabe qué necesitamos. ¡Qué ridícula es, con esta luz, la ansiedad! Es un arma diabólica (l Pe. 5 :7).
La solución del problema es buscar primero el reino de Dios y su justicia, luego Dios agrega lo que necesitamos. No crucemos el puente antes de llegar al río y confiemos en Cristo día tras día pues cada día tiene su propio afán (mal).
LAS EVIDENCIAS DEL REINO
El juicio de los demás – 7:1-5. Aquí encontramos una ley muy importante en el Reino… ¡y también recíproca!: si juzgamos seremos juzgados. Cristo manda enfáticamente, ¡no juzguen! No condena el juicio de opinión, sino el juicio crítico y condenatorio. Tal como juzguemos- seremos juzgados. Esta es una medida inescapable de cada ciudadano del Reino.
Debemos confesar y pedir al Señor que nos libre del «ojo crítico». En una hoja grande y blanca, donde hay un puntito negro, siempre estarnos predispuestos a ver ¡el puntito!
Sabiduría – V. 6. Cristo nos manda a ser sabios en nuestros testimonios y compartir lo de Dios con otros. No debemos juzgar si alguien sea digno o no de escuchar; eso es pecado.
Todos deben oír el mensaje de la salvación, pero no debemos compartir lo santo, las perlas (las cosas más santas del Señor) con quienes las pisoteen. Hay revelaciones del Señor que no son para compartir con cualquiera. Necesitamos la sabiduría y la guía del Espíritu para comunicarlas a los que son espirituales y han alcanzado madurez.
Pide, busca y llama – V. 7-11. Aquí el Señor nos enseña una nueva ley recíproca de su Reino. Esta es diferente. Tanto la actitud humana como la respuesta divina son positivas. Todo el ser está involucrado y la promesa del Señor es maravillosa.
El ejemplo humano de fidelidad acrecienta nuestra seguridad y fe en El.
La regla de oro – V. 12. Cristo enseña una nueva ley recíproca: debemos hacer con los demás TODO lo que queremos recibir de ellos. En esto consiste el Antiguo Testamento en lo que respecta a la relación con el prójimo.
LA PUERTA y EL CAMINO
V.13,14. Cristo nos manda andar el camino angosto, difícil y afligido: el de la cruz. Es el camino por donde van los menos; no hay aplausos, fama, ni es fácil la vida … ¡PERO ESTA CRISTO!
Los falsos profetas – V. 15-20. Un falso profeta. no sólo es alguien que dice mentiras y no hala de parte de Dios, sino que no vive la Palabra. No nos dejemos guiar por las apariencias, sino «captemos» el espíritu de la persona.
Tales personas son árboles malos y sus frutos lo son también. El fruto del cristiano es: discípulos, carácter de Cristo y buenas obras.
Las falsas profesiones – V. 21-23. Cristo llega a la piedra de toque del cristiano. Si la sujeción a El es sólo de palabra, es un religioso y su fin es el infierno. Si Cristo es el Señor de tu vida, debes hacer su voluntad. Muchos usando el Nombre del Señor (pero sin hacer su voluntad) profetizan, echan fuera demonios y hacen milagros. En ellos Dios respalda su Palabra y no sus vidas.
No nos confundamos. Podemos hacer cosas en el Nombre del Señor, pero si no vivimos como El quiere, aunque haya buenos resultados, seremos condenados. Para Dios es más importante lo que SOMOS que lo que HACEMOS o TENEMOS.
El cimiento firme* – V. 24,25. La evidencia final de un evangelio de demandas es la vida eterna. Quien oye la Palabra y la pone en práctica es comparado a un hombre prudente que edificó sobre la ROCA: Cristo. El testimonio es que … ¡NO CAYO!
El cimiento inestable – V. 26,27. La arena es todo lo que no es Cristo (moralidad, obras de caridad, buena filosofía, religión, etc.). Al venir pruebas y dificultades diversas, esa vida (no afirmada en Cristo) cayó y fue grande su ruina.
Todos los hombres están edificando. Todos tienen el privilegio de escoger los cimientos. Todos los cimientos serán probados por las tempestades de la vida. Todas las palabras de Cristo proporcionan el único cimiento seguro para el tiempo y la eternidad.
CONCLUSION
La Palabra es inigualable e insuperable y causa admiración (v. 28). Es Cristo que causa admiración. Su doctrina no sólo habla del conocimiento y la opinión, sino de VIDA.
La gente se admiraba de Su autoridad, porque ésta provenía de Dios.
Vivamos de tal manera que causemos impacto, para que el mundo glorifique a Cristo en nosotros y para que día a día sea realidad en cada uno el SERMON DEL MONTE.
Oscar F. Rinaldi nació en La Plata, Argentina, el 30-8-51. Cursó estudios universitarios y de seminario del que egresó en 1977. Actualmente es representante de una editorial cristiana en la Argentina; es profesor de Seminario y su ministerio se extiende a un Hogar de Niños Huérfanos y a una comunidad cristiana que funciona en los hogares. El, su esposa Lucy y sus tres hijos residen en La Plata.
Reproducido de la Revista Vino Nuevo Vol. 3 nº 8- agosto 1980