Por Bob Sutton

En una importante revista denominacional el pastor de una congregación homosexual de San Francisco, declara: «Soy invertido y ministro. Tengo la intención de ir a casa esta noche con mi amante homosexual con el que vivo desde hace trece años, y mañana predicaré a mi congregación y les administraré la comunión. Doy gracias a Dios porque me siento bien en cuanto a todo ello». –

El Movimiento de Liberación homosexual pide que los invertidos tengan el derecho de casarse legalmente y de adoptar niños. En los kioscos se pueden conseguir películas homosexuales y revistas pornográficas que muestran actos homosexuales, ya sea de hombres o de mujeres.

¿A que se debe esta aparente explosión de libre actividad homosexual en nuestra sociedad?

Durante las últimas décadas la actitud de la sociedad frente a la homosexualidad ha cambiado radicalmente. Hasta hace poco se consideraba la homosexualidad como una perversión y un pecado de los más groseros contra Dios y la naturaleza.

Después de la Ilustración en el siglo XVIII y del comienzo de la ciencia moderna, el hombre empezó a buscar explicaciones acerca de sí mismo y del mundo que le rodeaba por medio de la investigación científica sin contar con la Palabra de Dios. De este clima intelectual salió la psicología, que es el estudio de la conducta humana. No queriendo aceptar una concepción bíblica de la naturaleza humana, los psicólogos trataron de inscribir la conducta desacostumbrada o desviada en un patrón de causa y efecto.

Llevada así a una conclusión lógica, la homosexualidad ya no era pecado, sino una norma deconducta que simplemente difería de lo normal, producida por un conjunto de circunstancias en la vida del individuo -por ejemplo, problemas de los padres o traumas de la infancia y, más recientemente» la configuración, genética de la persona.

Siguiendo las tendencias de la medicina y de la psicología moderna, muchos sectores de la iglesia han tratado de abrir sus puertas a los homosexuales practicantes, no solamente como miembros sino también como parte del clero.

El 25 de Junio de 1973, la Iglesia Unida de Cristo ordenó a William Johnson, homosexual practicante, para el ministerio en su denominación. Johnson dice:

«Soy gay y lo afirmo con alegría y orgullo».

Actualmente es director ejecutivo del Consejo sobre la Religión y el Homosexual de su denominación; y declara resueltamente que su postura «está fundada en el evangelio de Cristo».

En un número de la revista «Trends», publicación de la Iglesia Presbiteriana Unida para jóvenes y adultos, se trataba extensamente el tema de la homosexualidad y se presentaba la historia de William Johnson. ¿Qué intentaba comunicar la revista a los jóvenes presbiterianos? Que los homosexuales deberían ser aceptados como individuos con un estilo de vida diferente, y que la homosexualidad no es ni una enfermedad ni un pecado, ni algo contra la naturaleza. Por el contrario, la practican personas sanas y normales. ¿Cuál debe ser la actitud del cristiano frente a la homosexualidad tanto de hombres como de mujeres?

Una comprensión bíblica  

Nuestra sociedad ha llegado a ser víctima de los patrones morales subjetivos, es decir: el hacer lo que está «bien» para tí según tú lo ves. Hay una acuciante necesidad de un patrón claro, objetivo e imparcial, y nadie mejor calificado para poner ese patrón que el Creador del hombre. La palabra de Dios en la Escritura nos ofrece un patrón objetivo al que no afecta el tiempo, ni la filosofía de moda, ni las opiniones populares.

Para entender la postura bíblica frente a la homosexualidad, necesitamos examinar el proyecto y propósito de Dios para el sexo. Esencialmente hay tres propósitos bíblicos para el sexo:

Primero:Las relaciones sexuales fueron diseñadas por Dios para traer al hombre y a la mujer a una unión física y espiritual. Dios dijo del hombre:

«Y se unirá a su mujer, y serán una sola carne». (Gen. 2: 24). Pablo identifica esto con el acto sexual en 1 Corintios 6: 16 donde dice: «El que se une (tiene relaciones sexuales con) a una ramera, es un cuerpo con ella. Porque dice: (citando Génesis 2:24) «los dos serán una sola carne». Las relaciones sexuales hacen entrar al hombre y a la mujer en una unión de cuerpo y alma que se define como «ser una sola carne».

La unión sexual es solamente una parte del «ser una sola carne», pero está en la esencia de la naturaleza del hombre y de la mujer el hecho de que no fueron creados completos el uno sin el otro. Después de que Dios lo hubo creado todo y declarado que era bueno, miró al hombre y dijo: No es bueno que el hombre esté solo». ¡El hombre, la­ propia creación de Dios, era incompleto! Por ello Dios hizo a la mujer para completar al hombre. La Escritura dice: «Varón y hembra los creó».

Estas dos palabras hablan de las identidades sexuales del hombre y de la mujer, que son algo más que los órganos físicos; son una parte de la total estructura emocional y mental de la persona. Tienen que ver con la masculinidad y la femineidad.

Bob Mumford lo expresa de este modo en «Viviendo felices para siempre»:

Dios diseñó el matrimonio para traer al hombre y a la mujer las bendiciones máximas. Para que esto se cumpliera, Dios dice en efecto: «Cuando hice al hombre, solamente hice la mitad de él. Así cuando encuentre a su compañera, encuentra su otra mitad». Lo que es en sí mismo inadecuado debe ser completado con esas «partes que faltan» para que resulte la felicidad. (pag. 18).

Las relaciones sexuales son una expresión del propósito de Dios para la unión y realización mutua del varón y de la mujer.

Segundo: El sexo y el matrimonio deben ser una representación física de la unión entre Cristoy el creyente. Pablo compara la relación entre el marido y la esposa a la de Cristo y la Iglesia en Efesios, capítulo 5, diciendo: «Los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos … como también Cristo a la Iglesia». Y termina refiriéndose a nuestro pasaje original del Génesis: «Y los dos (el hombre y la mujer) serán una sola carne. Grande es este misterio; más yo digo esto respecto de Cristo y de la Iglesia» (Efesios 5 :31 ,3 2). Dios diseñó el matrimonio para ser una figura de Su relación con nosotros.

Tercero: Dios hizo el sexo para la procreación.Al hombre y a la mujer Dios dijo sencillamente:

«Creced y multiplicaos» (Génesis 1: 28).

Cualquiera que ministre a los homosexuales, por poco que sea, habrá podido darse cuenta de que la homosexualidad es una esclavitud prácticamente sin igual en el mundo espiritual. El grado de esclavitud variará, generalmente según la intensidad y duración de la actividad homosexual, pero de cualquier modo, el hombre y la mujer que se entrega a la actividad homosexual en cualquier grado que sea se abre, de hecho o potencialmente, a una de las más profundas esclavitudes de Satanás. La Historia y las Escrituras nos dan claves para comprender la seriedad y profundidad de esta atadura.

Primeramente, a los ojos de Dios la homosexualidad es sin lugar a dudas una abominación. Era un acto que en la ley de Moisés era castigado con la muerte (Ley 20: 13). Tan importante es para Dios la propia identidad sexual que aún el uso de ropas del sexo opuesto era llamado «abominación» (Deuter. 22: 5). La homosexualidad equivale a una confusión de las identidades sexuales ordenadas por Dios, y que son innatas en el varón y en la hembra y se considera una perversión o una desviación del orden divino.

En segundo lugar, la historia ha demostrado que cuando hay una aceptación nacional de la homosexualidad, generalmente cae el juicio divino sobre una civilización. Esto puede verse en la destrucción de Sodoma y Gomorra (Génesis 18 y 19) la perversión de las naciones que habitaban Canaán cuando Dios ordenó a Israel que los echará totalmente (Lev. 18:19-24 y Núm. 33:51-53); y también en los registros históricos de Roma, Grecia, Egipto y otras grandes civilizaciones que cayeron bajo el juicio divino.

Y en tercer lugar, hay cualidad en la naturaleza misma de la homosexualidad que la relaciona con la pervertida rebelión de Satanás y de los espíritus demoníacos. La historia y la experiencia demuestran que cuando se permite que las fuerzas demo­ níacas se desenfrenen, éstas, por su misma naturaleza, conducen finalmente a la perversión. Romanos 1: 18-32 describe a lo vivo la naturaleza de esta rebelión que termina con una perversión del orden divino. Tan fuerte llega a ser este poder que aquellos que cometen tales actos reciben «en sí mismos la retribución debida a su extravío» (Romanos 1 :27). Este es el cambio de personalidad que se produce cuando uno se abre completamente y se entrega a una vida de actividad homosexual. Las fuerzas espirituales que se ocultan detrás de la homosexualidad son de tal magnitud que pueden cambiar totalmente las identidades sexuales dadas por Dios al hombre y a la mujer. Pablo reconoce este cambio de personalidad cuando en 1 Cor.6: 9 dice que los homosexuales y los afeminados (o masculinizadas) no heredarán el reino de Dios. Habla, por supuesto, de los cambios de personalidad debidos a la perversión sexual.

Algunas ideas corrientes   

Dentro de la iglesia han surgido varias líneas de pensamiento acerca de la homosexualidad, mayormente debidos a la influencia de la psicología moderna y del Movimiento de Liberación Gay, las cuales podrían examinarse a la luz de lo que acabamos de ver en las Escrituras.

Uno de los comentarios más corrientes que se oyen es: la homosexualidad no es nada malo; es solamente una manera de vivir distinta. Las Escrituras sólo reconocen una manera sana y normal de relación sexual: la relación heterosexual dentro del contexto del matrimonio. La homosexualidad dice muy claramente, es contra la naturaleza (Romanos 1 :26-27); no hay nada de natural en ella.

Si aplicamos esta lógica a la homosexualidad, podemos decir también que el adulterio, la fornicación, el incesto y un montón de otros pecados que están en la misma lista que la homosexualidad no son más que «distintas maneras de vivir» dejando aparte la ofensiva etiqueta de «pecado».

Otro comentario que se oye a menudo es: La homosexualidad es una enfermedad o una desviación genética por la que debemos sentir compasióny con la que debemos ser comprensivos. Primeramente, la Escritura nunca sugiere ni remotamente que la homosexualidad sea una enfermedad emocional. Si lo fuera, la Escritura nos mandaría que visitáramos y consoláramos al homosexual como tenemos que hacer con los enfermos, los afligidos y los de poco ánimo. Antes bien, la Escritura claramente la llama pecado y afirma que  el homosexual es responsable de sus actos. En cuanto a lo de desviación genética, el único defecto genético que Dios reconoce respecto a la homosexualidad es el que hay en todos nosotros heredado denuestro padre Adán, y es la tendencia de nuestra naturaleza a pecar.

Sin duda, los cristianos tienen que ser compasivos y comprensivos cuando tratan con los problemas de la gente. Hay un peligro, sin embargo, en permitir que la compasión sea conformada por el humanitarismo en lugar de serlo por el Espíritu Santo. ¡Podemos llegar a ser más humanitarios que Dios! Los críticos de la postura cristiana en lo concerniente a la homosexualidad hacen notar que Jesús le dijo a la mujer sorprendida en adulterio: «Ni yo te condeno». Olvidan que añadió: » … ve y no peques más». Un cristiano lleno del Espíritu que había vivido durante años atado por la homosexualidad le comentaba a un amigo cristiano que le había guiado a Cristo. «Lo que más necesitaba era un hombro sobre el cual llorar; pero también necesitaba a alguien que no tolerara mi manera de actuar y que me lo dijera».

Se acusa a menudo a los cristianos de discriminar a los homosexuales que desean formar parte de sus iglesias o grupos. El decir esto es no comprender en absoluto la naturaleza de la iglesia. Dios no nos ha dado ningún derecho a discriminar a los no regenerados; todos son iguales a Sus ojos. Sin embargo, en el cuerpo de la iglesia está muy claro el mandamiento de que tenemos que discriminar y tratar con aquellos en la iglesia que no quieren vivir conforme a la Palabra de Dios. Pablo dijo a los corintios que nunca les había mandado que dejaran de relacionarse con la gente del mundo por mala que fuera, pero sí les dijo:

Más bien os escribí que no os juntéis con ningno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente o borracho, o ladrón … Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros». (l Cor 5:11-13).

La iglesia debe abrir los brazos a todos aquellosque quieren arrepentirse y ser cambiados por el evangelio, pero tiene la obligación de no permitir dentro de ella a aquellos que obstinadamente rehusan admitir su pecado y cumplir los mandamientos de Dios.

Ministrando     

¿Qué hacéis si un homosexual viene a vuestrogrupo y pide ayuda? Si eres un homosexual practicante o alguien que ha dejado de practicar la homosexualidad pero está todavía atado por los deseos, -¿cómo puedes ser liberado? Durante demasiados años los cristianos han puesto parches religiosos sobre las heridas mortales de los homosexuales con fracesillas ligeras, tales como: «Jesús puede liberarte», «Sólo tienes que confiar en el Señor», y después dejan al homosexual luchar solo para encontrar la victoria. Si un homosexual es nuestro hermano en Cristo y desea ser liberado de su pecado, entonces tenemos la obligación de permanecer a su lado en su lucha.

No hay curas rápidas ni fáciles para el problema homosexual. El problema está profundamente arraigado y las raíces son a menudo escondidas y complicadas. El prometer liberación rápida o libertad instantánea es crear falsas esperanzas que pueden llevar al fracaso y al descorazonamiento. Aunque no hay respuestas fáciles, hay varios factores que deben considerarse y con lo que hay que tratar si se quiete obtener una liberación definitiva.

Enfrentándose con el pecado   

Uno de los primeros y más importantes pasos que debemos dar es el comprender que los deseos y prácticas homosexuales son pecado. Cuando hablamos de enfermedad, de desviación genética, de fracasos de los padres, de influencias tempranas, etc., como razones del problema, no estamos tratando con la raíz del problema, que es el pecado. Lo más cruel que podemos decirle a un homosexual es que su homosexualidad es debida a sus padres, a sus genes, etc. Si la falta es de los padres, entonces no hay esperanza. No obstante, si puede verse como un problema del pecado, entonces hay esperanza. Cristo murió para librarnos del castigo y del poder del pecado.

Cuando un homosexual puede llegar a admitir honradamente: «Soy un homosexual… soy responsable de mi vida y de mis actos … sé que es un pecado y necesito ayuda», entonces – a causa de su honradez y humildad – el Espíritu Santo tiene libertad para empezar a ministrarle nueva vida y fuerza.

Aún en esta área la palabra de consigna es «andad con tiento». Hay algunos que, a causa de experiencias sobre las que no tuvieron control, v.g. una violación homosexual o seducción antes de que ellos fueran moral o físicamente capaces de resistir, han quedado atrapados en este tipo de vida. En estos casos tenemos siempre que dejar suavemente al Espíritu Santo que ministre la convicción de pecado y la necesidad de arrepentimiento. Nuestro legalismo y fariseísmo puede fácilmente agravar un sentimiento ya aplastante de rechazo por parte de la gente «bien «.

Cuando el homosexual quiere dejar atrás su vieja vida o arrepentirse, puede haber necesidad del ministerio de liberación de espíritus malos, especialmente si la atadura es de largo tiempo y estáprofundamente arraigada. Aquí la ayuda de otros cristianos es importante. Después del arrepentimiento y de la denuncia del pecado de homosexualidad se puede ordenar al espíritu demoníaco con el que deje la vida de la persona en el nombre de Jesús.

La posibilidad de posesión demoníaca, no obstante, no debe nunca permitir alimentar una actitud de «el diablo me obligó a hacerlo». El homosexual tiene que comprender que él es responsable de la presencia del espíritu demoníaco por dos razones: 1) porque el espíritu fue invitado a entrar por medio de la participación en la lujuria y actividad homosexual; y 2) porque en Cristo tenemos la autoridad para ordenar al espíritu demoníaco que salga. El permitirle que se quede es desobedecer a Dios, de lo cual somos responsables. La liberación sin embargo tiene que ir precedida de un verdadero arrepentimiento y una entrega de nuestras vidas al señorío de Cristo.

Un patrón de libertad   

Pablo nos da un patrón de libertad para los que han estado esclavizados por el pecado. En 1 Corintios 6: 9-11, da una lista de varios tipos de personas que, a causa de sus vidas de pecado, no entrarán en el reino de Dios: entre ellos están los homosexuales. Pero juntamente con el terrible pensamiento de no tener herencia en el reino de Dios, hay una declaración maravillosa de esperanza. A aquellos que, en la iglesia de Corintio, habían estado exclavizados por el pecado, les dice:

«Y esto erais algunos; más ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espiritu de nuestro Dios». Cinco palabras nos hablan desde este pasaje.

Primero, lavados: Esta palabra nos habla de la limpieza del pecado por la sangre de Jesús que limpia nuestra conciencia y corazón de la culpa del pecado (1 Juan 1: 7 y Heb. 10: 19 y 20). Esto sucede inicialmente con la salvación y debe ser aplicado diariamente.

Un segundo lavamiento se realiza en las aguas del bautismo.Ved Hechos 22: 16 y Romanos 6: 1-11. El bautismo en agua, adecuadamente entendido, trata con el poder del pecado en nuestras vidas y debe ser parte de la experiencia fundamental de cada cristiano.

La palabra justificados nos habla de nuestra postura legal ante Dios sobre la base de la obra consumada de Cristo en la cruz. El condenarse a sí mismo y el ser condenado por los demás es una de las luchas más grandes para el homosexual. Una vez que se ha arrepentido debe permanecer en la fe de que Dios está con él y de su parte, aunque falle una y otra vez (Romanos 8: 1 y 31-39).

La palabra santificadoses de mayor importancia. Santificación quiere decir consagración o ser puesto aparte para Dios. La santificación es a la vez una separación de y una separación para. Para que la liberación del homosexual sea completa, tiene que haber primero una separación de todos los hábitos y asociaciones que llenaban su vida. A menudo un homosexual quiere continuar tratándose con sus antiguos amigos con el interés sincero de testificarles. Ni aún esto debería permitírsele. ¡La ruptura debe ser completa! Amigos y lugares asociados con la vida pasada, ropas, literatura, manera de hablar, hábitos expresivos, etc …. y cualquier vehículo de tentación debe abandonarse. Si no se da este paso, siempre habrá un camino abierto para la tentación.

La separación para, implica una consagración a Cristo y a Su voluntad sea cual fuere el precio y el sacrificio. El libro de Watchman Nee, «La Vida Cristiana Normal», (Capítulo 6) trata de el estar apartado y consagrado a Dios y debería leerse. De hecho todo el libro debería leerse y releerse como una ayuda para comprender la lucha contra la carne.

El aspecto siguiente que este pasaje nos aclara es el Señorío de Cristo. Como cristianos tenemos la tendencia a decir: «No tienen más que seguir a Jesús», olvidando que mucha gente no sólo no sabe lo que queremos decir cuando decimos eso, -sino que tampoco serían capaces de hacerlo aunque lo supieran. Si esperamos que un cristiano reciente o inmaduro experimente la plenitud del Señorío de Cristo, tenemos que estar dispuestos a ser para él los pastores y padres que lo lleven a esa relación.

Uno de los problemas básicos del homosexual es con frecuencia que en el principio de su vida faltó de una manera trágica la verdadera autoridad. Una madre dominante y agresiva, un padre pasivo y evasivo o a veces también lo contrario, una madre excesivamente atenta y protectora y un padre demasiado crítico y áspero – confundirán la divina autoridad que fue establecida en el hogar. La pérdida de la autoridad que fue establecida en el hogar. La pérdida de la autoridad no sólo puede producir problemas en cuanto al papel de la identidad sexual, sino también dejar al niño espiritualmente al descubierto y vulnerable a los ataques maliciosos.

El establecer una relación saludable bajo la autoridad de un pastor o anciano a través de la guía del Espíritu Santo serán muy eficaces para reestatablecer la necesitada autoridad divina. A causa del compromiso implicado en tal relación, el homosexual tendrá a alguien ante quien tendrá queser responsable de sus actos y al mismo tiempo alguien que le apoye cuando las cosas se pongan difíciles. En este tipo de relación bajo un líder maduro y calificado podrá aprender el principio del servicio dentro de una relación que ayudará a quebrantar el orgullo y la rebelión que este tipo de pecado fomenta, apartando su mirada de un estilo de vida de autosatisfacción y dirigiéndola a otro de servicio a los demás.

El Espíritu Santo se menciona como parte del instrumento por el cual se ministra la gracia divina y como sucede con cada cristiano nuevo debe haber un bautismo de plenitud en el Espíritu del cual derivará fuerza y edificación.

A pesar de la profundidad de esta esclavitud hay esperanza. Muchos de aquellos que conocemos personalmente testifican de muchos casos de libertad plena y completa para aquellos que han deseado andar libres de este estilo de vida.

Donde está la necesidad  

Por ignorancia y falta de compasión, la iglesia, que debía haber sido la portadora de salvación para el pecador, a menudo ha hecho más para frustrar y apartar al homosexual de Cristo que para ayudarle. Somos nosotros los únicos culpables.

Primeramente debemos comprender la profundidad del problema. La homosexualidad a causa de su naturaleza básicamente espíritual está ligada a un estilo de vida que implica frecuentemente problemas médicos, fracasos y deficiencias en las relaciones familiares y sociales, compasión de sí mismo, apuros financieros, problemas maritales, incapacidades en el trabajo o en el colegio y otros muchos. Debemos estar preparados a ministrar y a tratar con cada uno de estos aspectos.

Antes de presentarnos como ministros de Cristo tenemos que estar dispuestos a hacer como El, a identificarnos con el pecador. Cuando Ezequiel fue a ministrar a la nación en la cautividad, el Señor le exigió que «se sentara donde ellos estaban sentados» (Ezequiel 3: 15). Nosotros como Jesús tenemos que estar dispuestos a llevar el pecado y la carga del homosexual. Supongamos que el Señor nos dijera» ¿Estarías dispuesto a consagrarte de tal manera a la liberación de un homosexual que le pedirías que viviera en tu casa y participara de un ambiente sano de familia? ¿Estás lo bastate muerto a tu propio orgullo para no sentir ver­ güenza de andar con él en el amor de Cristo?»  ¿Qué responderíamos?

Traducido por Agencia de Bendición. España.

Reproducido de la revista Vino Nuevo Vol. 2-Nº 11, Febrero 1979