Por Joseph Garlington
Hace un tiempo, mientras viajaba en un avión, leía una copia de la revista que publica esa compañía de transporte. Mi atención fue capturada por un aviso de una firma productora de vinos, bajo el título «La poda como medio de producir un fruto casi perfecto». Al leer su publicidad comencé a ver cosas realmente fenomenales con respecto a la poda. Después de muchos años en el ministerio me daba cuenta de los efectos positivos que Jesús intenta que la poda tenga en nuestras vidas. Vi con claridad los beneficios que aporta a nosotros, a la vid, a los viñadores y a los vinicultores.
Después de leer el anuncio, decidí buscar lo que la Biblia tenía que decir al respecto. Mis intereses principales durante los últimos años se han centrado en las relaciones y cómo pastorear, y me sorprendió descubrir que la Biblia tiene más que decir de la poda que de ovejas y pastores.
El pasaje clásico sobre este tema se encuentra en Juan 15 que dice:
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador.
Toda rama en mí que no da fruto, la quita; y toda la que da fruto, la poda para que dé más fruto.
Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como la rama no puede dar fruto por sí misma, si no está unida a la vid, así tampoco vosotros si no estáis unidos a mí. Yo soy la vid, vosotros las ramas; el que está unido a mí, y yo a él, da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer.
Si alguno no está unido a mí, es echado fuera como una rama, y se seca; y las recogen y las echan al fuego y se queman.
En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así probéis que sois mis discípulos (vss. 1-2,4-6,8).
Una de las verdades que he aprendido de este pasaje es que Dios espera que nosotros cooperemos con él en el proceso de maduración o de poda.
Un pastor a quien conozco fue a un hospital para orar por una de los miembros de su congregación. La encontró en el lecho sin mucho ánimo, con tubos en sus narices y toda clase de aparatos de hospital prendidos de ella. Le preguntó que cómo se sentía y ella respondió que miserablemente y que quería irse a casa. El le comenzó a explicar todo lo que se lograría con esos tubos, botellas y agujas metidas en sus brazos. Le dijo: «Tienes que aprender a cooperar con este proceso porque está diseñado para ayudarte». Fue un consejo muy sabio y tal vez ella logró comprenderlo, aunque probablemente no hizo que su dolor disminuyera.
Voy a compartir una ilustración de esto basada en una experiencia que tuve con mi propia familia. Cuando Bárbara y yo nos casamos, trajo consigo a tres hijos. El padre había fallecido en un accidente automovilístico y los muchachos habían estado muy unidos a él. Solo uno de ellos me decía «papá» y los otros no, porque yo no era su verdadero padre. Yo no quería ofenderlos y traté de establecer una buena relación con ellos jugando pelota y pasando tiempo con ellos. Aun así no querían decirme «papá».
Fue una experiencia muy dolorosa. Querían saber si me podían llamar «Joe». Les dije que no. Finalmente decidimos que podían llamarme «reverendo Garlington». La mayoría del tiempo, sin embargo, se referían a mí como a «él», creyendo que era muy gracioso. Decían: «Dile a él» o «Ve a llamar a él».
Después de cuatro meses o más de caminar entre huevos, decidí que ya habían llevado este asunto demasiado lejos. Había tenido cuidado de no ser muy severo con ellos, pero era tiempo de darles un escarmiento.
Los llamé y saqué la Biblia para leerles en Proverbios todos los pasajes que hablan de disciplina, porque todavía no quería ser el único responsable por mi decisión de corregirles. Les dije:
«La Biblia dice que los puedo disciplinar físicamente porque los amo. Así los salvaré de que se vayan al infierno. ¿Entienden eso, hijos?» Cada uno tenía su Biblia abierta y comprendía lo que estaba sucediendo. Sabían que Dios estaba de mi parte. Después fuimos a la sala de juegos, terminé mi tarea y al día siguiente comenzaron a decirme «papá».
La experiencia fue dolorosa para ambos. Para mí porque trataba de escapar de mi responsabilidad en corregirles, y para ellos por razones obvias. Sin embargo, por medio de este proceso doloroso de la disciplina, el propósito de Dios se llevó a cabo.
Nos ayuda a seguir adelante con Dios, si aprendemos a cooperar con lo que El está haciendo aunque sea doloroso. Cuando le resistimos, somos como el paciente en el hospital rechazando la medicina o la aguja en su brazo o los tubos que entran en su cuerpo. Aunque todo eso sea un proceso doloroso, el resultado final es salud mejorada.
En mi estudio de la poda, descubrí siete principios bien establecidos que quiero compartir en el resto de este artículo.
La poda es inevitable
El primer principio es que la poda es inevitable. Jesús es la Vid y si usted es una rama unida a la Vid, usted será probado. No importa cuánto haga para evitarlo, la ‘poda vendrá. Si una rama no da fruto, el Padre la corta. Si da fruto, la poda. Si eres bueno, te recorta, si eres malo, te corta. No hay excepciones. El corte no se puede evitar. Aunque sea doloroso, es peor si nadie viene con la podadora.
La rama se torna frondosa y gorda y comienza a prosperar. Aparenta estar creciendo y madurando en el Señor, pero todo lo que tiene en realidad son ramas y hojas y nada de fruto.
Otro ejemplo, también de mi familia, ilustra este principio que discutimos. Mi esposa y yo aprendimos hace mucho tiempo que cuando hablamos con los muchachos, es esencial que ellos repitan nuestras instrucciones. Una vez les dije: «Escuchen bien. Su madre ni yo queremos que jueguen pelota en la sala familiar. ¿Lo entienden?»
«Sí, señor».
«Eso significa que no la deben patear, ni tirar, ni sentarse en el suelo para rodarla de un extremo a otro. Tampoco pueden arrollar medias para tirarlas. No hagan nada que se relacione de cualquier manera a un juego de pelota dentro de la sala. ¿Entienden?
«Sí, señor».
«Muy bien, ahora díganme lo que dije».
Ellos repitieron mis instrucciones palabra por palabra.
Una semana más tarde vine a casa y mi esposa me dijo que mientras jugaban pelota en la sala familiar, los muchachos habían quebrado la lámpara. Bajé a la sala y, efectivamente, la lámpara estaba rota. No podía creer que lo hubiesen hecho, así que le pregunté a uno de ellos:
«¿Estuvieron jugando pelota en la sala?»
«Papá, déjame explicarte». «No quiero una explicación.
Quiero una respuesta. ¿Estuvieron jugando pelota en la sala?»
«Pero papá, solo déjame explicarte».
Las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos cuando vio la inevitabilidad de lo que venía.
Volví a decirle que no quería su explicación y le administré un poco de disciplina bíblica.
Por medio de esa experiencia comencé a darme cuenta de lo que mi hijo ya sabía: así como no hubo nada que él pudiera hacer para evitar la vara, no hay nada que nosotros podamos hacer para eludir la poda del Señor.
Nos gusta pensar que hay algunas cosas dolorosas en el reino que podemos pasar por alto. Pero porque hay solo una manera que Dios tiene de hacer producir a su vid (quitando todas las ramas que no dan fruto y podando las que dan) la poda es inevitable.
La poda es inexplicable
El segundo principio es que no se puede explicar la poda. A nosotros nos gustaría entender por qué algunas personas son podadas y otras no. Uno puede preguntarle al Señor por qué hace lo que hace, pero probablemente no recibirá respuesta. El Señor sabe quienes necesitan poda en determinado tiempo y quienes no.
Además, ¿ha intentado usted que Dios le dé una explicación cuando El no quiere darla? Dios no siempre explica lo que hace, porque está en su naturaleza esconder ciertas cosas. Isaías 45: 15 dice: «Verdaderamente tú eres Dios que te encubres, Dios de Israel, que salvas». Y Proverbios 25:2 dice: «Gloria de Dios es encubrir un asunto: Pero honra de reyes escudriñarlo». Es para la gloria de Dios esconder lo que a El le plazca y por esa razón nosotros nunca entenderemos completamente el proceso de la poda.
Dios no se deleita en dar un montón de respuestas; más bien su deleite está en esconderlas. ¿Cuántas veces no hemos caminado por situaciones imposibles sin entender lo que Dios estaba haciendo hasta que estuvieron solucionadas? Si Dios tuviera que explicar todo lo que hace en nuestras vidas, entonces no sería realmente soberano. De manera que la poda es inexplicable.
Revela la soberanía de Dios
El tercer principio es que la poda revela la soberanía de Dios. Porque Dios es soberano, nos poda cuando y donde El lo juzga necesario. Decimos que Jesús es el Señor, pero me pregunto si en realidad sabemos lo que la palabra significa. No significa «camarada», sino «dictador benévolo». Cuando él ordena, se obedece. Isaías 43 dice:
Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve.
Yo anuncié, y salvé, e hice oír, y no hubo entre vosotros dios ajeno. Vosotros, pues, sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios.
Aun antes que hubiera día, yo era; y no hay quien de mi mano libre. Lo que hago yo, ¿quién lo estorbará? (vss. 11- 13 ).
-La Biblia dice que nadie lo puede librar de la mano de Dios.
¿A quién puede acudir cuando usted se mete en problemas con el Señor?
Cuando Dios comienza a ejercer su voluntad y propósito en la Iglesia y la poda viene, nadie puede decirle al Señor quien necesita el corte. Uno pudiera clamar diciendo que es suficiente, pero Dios es soberano y nadie puede decirle lo que deba hacer. Dios sabe exactamente lo que hace y nosotros no tenemos ningún derecho de instruirle.
A menudo es irreconocible
El cuarto principio es que la poda es a menudo irreconocible. A veces, cuando Dios está podando y nosotros no lo sabemos, decimos que el diablo está ocupado y tal vez no estemos completamente errados. Cuando Dios comienza a podar, una de sus herramientas es el enemigo.
Por ejemplo, Dios le dijo a la iglesia de Jerusalén que fueran sus testigos en esa ciudad, en Judea, Samaria y en los más remotos confines de la tierra. Pero cuando Dios los bendijo, se olvidaron de su gran comisión de ser testigos en todo el mundo. Durante trece años, la iglesia de Jerusalén se quedó allí y creció. Se hizo tan grande que comenzó a tener problemas internos y a experimentar la persecución. Esta era la forma en que Dios les decía que, si no iban por cuenta propia, El les daría un incentivo. Hechos 8:4 dice que «los que habían sido esparcidos, iban predicando la palabra».
Cuando Saulo comenzó a azotar a la iglesia, muchos se sintieron «dirigidos» a emigrar a otras comunidades, llevando la semilla del evangelio. Iban por todo el mundo, como el Señor les había dicho trece años antes.
La razón detrás de su obediencia era este hombre feroz que les perseguía. Dudo que muchas de estas personas pudieran ver la mano de Dios en esta poda. Es una lección para nosotros que la persona que Dios usa para podarnos pudiera no ser siempre alguien discernible como el instrumento suyo.
La persecución y el esparcimiento subsecuente de la iglesia primitiva fue la obra del diablo permitida por el Señor, y aunque nadie la reconoció como poda. finalmente produjo el propósito de Dios. Eso nos lleva a nuestro próximo principio.
El propósito de la poda
La poda tiene propósito. La siguiente cita es tomada del anuncio que leí en el avión: «La poda es para hacer que nuestras vides produzcan menos, pero mejores uvas – uvas de madurez óptima y con el potencial pleno de su variedad».
Menos, pero mejores uvas. La sicología del mundo es que más es mejor, pero no es lo que Dios piensa. Más no es mejor; ¡cualitativamente es peor! La idea en la poda, es cortar algunas ramas para aumentar la calidad de la fruta que la planta producirá después. Cortar un árbol en la figura del Ratoncito Miguel no es pactar, es adornar. Yo solía pensar que Dios iba a recortar a su pueblo para darle una forma más hermosa para que el mundo lo viera, pero nada de eso. La poda no tiene nada de hermoso – a menudo da la apariencia de muerte donde ha sucedido. Pero después del choque inicial, las ramas se recuperarán para llevar una cosecha aun más abundante.
Dick Coleman, un pastor en la Florida me contó que cuando él y su esposa se mudaron a su nueva casa, tenían toda clase de árboles frutales y vides en el patio. Compró fertilizantes, insecticidas y toda clase de artículos para cuidarlas. El resultado fue tiempo y dinero perdidos porque una vid solo dio veinte uvas y la otra treinta. Decidió que no podía perder su tiempo con ellas y las cortó desde el tronco a ras del suelo y se olvidó de ellas.
El año siguiente, sin ninguna ayuda, las uvas crecieron en enormes racimos. Comió uvas, enlató uvas, regaló uvas, hizo mermelada de uvas y bebió jugo de uvas. Llegó a la conclusión que si algo necesita ser podado hay que casi matarlo para obtener resultados. No se puede ser compasivo cuando se poda. Hay que hacerlo con deliberación y calculadamente si se quiere obtener el resultado de la poda.
La poda es una paradoja
El sexto principio es que la poda es una paradoja. Hay muchas paradojas en el Reino. Por ejemplo, Jesús dijo que el que quisiera ser grande en el reino tenía que aprender a servir, que el que quisiera recibir tenía que aprender a dar; que el que se humillara sería enaltecido, y si rehusaba humillarse sería rebajado.
La poda es también una paradoja. «toda rama en mí … que da fruto, la poda para que dé más fruto». Más y más viene de menos y menos.
¿Ha descubierto usted en su relación con Dios que a veces hay demasiado de usted? Juan el Bautista lo dijo de esta manera: «Es necesario que El crezca y que yo disminuya». Si he de tener más de El, tendrá que haber menos de mí. El plan de Dios es obtener más de lo menos. Si usted le dice al Señor: «Quiero servirte. Quiero darte todo lo que tengo y soy. Quiero que me uses», entonces El vendrá a su vida con sus tijeras y lo podará hasta que lo pueda usar.
En el pasado le he preguntado al Señor: «Dios, si este árbol da fruto, ¿para qué cortarlo? Está dando gloria a tu nombre. Por favor, déjalo que crezca». Pero Dios responde: «Si está dando fruto, podémoslo».
Imagínese la siguiente conversación entre el Viñador y la vid en Juan 15:
«¿Tienes fruto?»
«Sí, Señor». Tic.
» ¿Tienes más fruto ahora?» «Sí, Señor». Tic. Tic.
» ¿Tienes mucho fruto?»
«Sí, Señor». Tic. Tic. Tic. Mientras más productivo seas, más serás recortado. La meta de Dios es abundancia y los cortes no cesarán hasta que produzcas.
¡Y aun cuando estés produciendo, no escaparás a las tijeras de podar!
La poda es dolorosa
El séptimo y último principio es que la poda es dolorosa. Yo no encuentro mucha alegría cuando soy recortado y dudo que usted lo haga. Recientemente leí lo que el Dr. Karl Menninger, del Instituto Siquiátrico Menninger, dijo: «Todas las personas consideran todo cambio como pérdida y es seguido por enojo».
Al leerlo me dije a mí mismo: «Esa es una revelación. Ahora sé por qué las personas reaccionan a la verdad nueva que viene a la iglesia». Considerando todo este asunto de cambio, dolor, pérdida y enojo, ¿será por eso que recibimos esa clase de reacción de la gente? ¿Será por eso que nosotros mismos reaccionamos? ¿Debido al cambio?
Cuando Dios dice que es tiempo de cambiar, aunque sintamos que nos va a costar algo, no será pérdida sino ganancia. Si lo que veo es pérdida, no he comprendido a Dios. Pablo dice: «Para mí, vivir es Cristo y morir es ganancia». Lo que mucha gente piensa que es una pérdida, se convierte en ganancia cuando Dios lo toma.
La poda y su dolor no nos emocionan, pero finalmente el dolor se tornará en fruto. Hebreos dice: «Al momento ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; sin embargo, a los que han sido ejercitados por ella, después les da el fruto apacible de justicia» (Heb. 12: 11). Si logramos recibir esa verdad, no solo soportaremos la poda, sino que la abrazaremos y nos someteremos a lo que Dios está haciendo, con agradecimiento. Si podemos aprender a hacer ajustes al cambio que la poda trae, aceptándola como una parte necesaria en el crecimiento espiritual, entonces un día nos encontraremos disfrutando del «fruto apacible de justicia».
Joseph Garlington es uno de los ancianos de Gulf Covenant Church en Mobile, Alabama, donde reside con su esposa Bárbara y sus tres hijos. Joseph es un vocalista con talento y ha viajado extensamente como conferenciante. Su sentido del humor es ex traordinario.
Tomado de New Wine Magazine. Mayo 1980.
Reproducido de la Revista Vino Nuevo Vol. 4 nº 2 agosto 1981