Por Harold M. Voth, M.D.

¿Qué efecto han tenido las actitudes humanistas en la estructura básica de la sociedad?

La familia es el crisol de donde emana la vida. Los sucesos dentro de la familia pueden hacer quebrar al individuo y, colectivamente, a la civi­lización. Esta unidad fundamental es la pieza esencial sobre la que está edificada toda organiza­ción social, desde la tribu y la aldea hasta la más desarrollada de las civilizaciones. Will Durant dijo que la familia puede sobrevivir sin el estado, pero que sin la familia todo está perdido. Por lo tanto, no sólo tiene que sobrevivir, sino que su estructu­ra interna tiene que funcionar de manera que produzca a hombres y mujeres fuertes; no a débi­les que lleguen a convertirse en bajas o que vayan en contra de los mejores valores y las tradiciones de nuestro país.

Los puntales de la personalidad son biológicos.

Ninguno es tan fundamental como los imperativos biológicos que conducen a las cualidades sicológi­cas del varón y de la mujer. Hay por supuesto una composición de otras potencialidades. Una de las funciones más importantes de los padres es la de evocar, desarrollar y reforzar la identidad genérica y luego proceder a pastorear al niño en su desarro­llo, de tal manera que lleve su lado sicológico a ar­monizar con su lado biológico y así desarrollar un sentido sólido de masculinidad o femineidad.

Las cualidades masculinas y femeninas están íntimamente entrelazadas en la fábrica total de la personalidad. El ser humano no es biológicamente bisexual, como quisieran hacernos creer los libe­racionistas homosexuales. El espíritu humano es sumamente perjudicado cuando el desarrollo en la niñez no conduce a una masculinidad o femineidad plenamente desarrollada. Hombres enteramente masculinos y mujeres femeninas son maduros por definición y el término implica la capacidad de expresar sus aptitudes. Eso incluye a la capacidad de casarse, vivir en armonía con un miembro del sexo opuesto y llevar a cabo las responsabilidades de ser padre o madre.

Las personas maduras son competentes y sobresalientes; no sólo pueden formar familias, también pueden tomar la vida en general y avan­zarla, y en particular, se pueden reemplazar con niños sanos que llegan a ser hombres y mujeres sanos. Los individuos maduros pueden, por su­puesto, elegir no tener hijos y desplegar todas sus energías en su trabajo. El destino de la humanidad depende de la durabilidad de la relación hetero­sexual, y de la estabilidad y la integridad de la familia.

La función más importante

El desarrollo correcto de un niño requiere del compromiso de padres maduros que entiendan consciente o intuitivamente que los niños no cre­cen con la cabeza hacia abajo. La buena materni­dad provee, desde el nacimiento, la esencia sico­lógica sobre la que todo desarrollo subsecuente se efectúa. Ser madre es probablemente la función más importante sobre la tierra. Es una tarea deman­dante y de tiempo completo. Requiere de un alto grado de gentileza, compromiso, perseverancia, capacidad para dar y muchas otras cualidades.

Una mujer necesita de un buen hombre a su lado para que no se distraiga ni se agote, haciendo posi­ble que ella pueda proveer un rico carácter huma­no para sus bebés y niños. Sus necesidades tienen que ser suplidas por el hombre. Sobre todas las cosas tiene que hacerla sentirse segura. Un buen hombre saca lo mejor en una mujer, y ella hará entonces lo mejor para sus hijos. De igual manera, una buena mujer saca lo mejor en un hombre, y él hará entonces lo mejor para su esposa y sus hi­jos. Los hijos sacan lo mejor que hay en sus padres. Todos juntos hacen una familia, un lugar donde se forjan personas fuertes quienes a su vez integran sociedades fuertes. Nuestra nación fue construida por esta clase de personas.

Cuando las personalidades de los padres son afectadas por los conflictos sicológicos, particular­mente los que deterioran el sentido claro de la masculinidad y la femineidad, o cuando los niños son privados del compromiso continuo de sus pa­dres (de la madre en particular) durante los pri­meros años de la vida, ocurren disturbios en el de­sarrollo de los niños, en diferentes grados de severidad, dependiendo de la duración y la ocu­rrencia de la ausencia de los padres o del grado de severidad en la perturbación de la personalidad de los padres. Estos disturbios en el desarrollo de los niños pueden manifestarse en la niñez, o pueden permanecer ocultos hasta aflorar años más tarde cuando la vida comience a hacer sus demandas y especialmente cuando ellos intenten formar sus propias familias.

Los pioneros que construyeron este país poseían una gran fortaleza interna. Venían de familias fuertes. No había ambigüedad entre el hombre y la mujer. Sus voluntades prevalecían porque habían sido dotados generosamente por sus madres y padres. Los lazos familiares eran íntimos y sólidos. Norteamérica se convirtió en la nación más grande, la más fuerte y la más generosa de todos los tiempos.  

La industrialización rompió lentamente la na­turaleza íntima y continua de la vida familiar. Ine­xorablemente, los padres eran vistos cada vez me­nos, las madres tuvieron que tomar más de las responsabilidades de los esposos y por consecuen­cia les quedaba menos tiempo y energías para descargar sus funciones maternales. Las ciudades crecieron, las distancias para viajar al trabajo au­mentaron y las familias fueron desarraigadas. Lue­go vinieron las guerras: la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y Corea. Mataron a los padres; millones fueron llevados por largos años y los que regresaron eran sólo la envoltura de lo que un día fueron.

Más y más los niños eran privados de la buena vida familiar por causa de estas pérdi­das y ausencias. No sólo estaban los padres ausen­tes, sino que las madres tuvieron que dedicar tiem­po y energías a otras tareas que las de criar a los hijos y cuidar del hogar. Los niños de estas familias sufrieron las consecuencias. Ellos a su vez no pu­dieron ser buenos padres cuando les llegó su tiempo y el deterioro continuó sucesivamente en cada generación.

Las presiones económicas han aumentado los dolores de la familia. Millones han sido destrozadas porque la madre está forzada a trabajar. Más bebés y niños son privados de las funciones de padres buenos. El número aumenta en proporciones geométricas. Cuando a un niño se le priva de sus padres, desarrolla disturbios personales de alguna clase, él a su vez transmite estas dificultades sico­lógicas a sus hijos y finalmente la sociedad pierde su vitalidad cuando aumenta el número de personas perturbadas.

Niñez perturbada

La consecuencia más obvia de una niñez per­turbada es la incapacidad de hacer compromisos permanentes. Especialmente frágil es el compro­miso heterosexual y la capacidad de producir niños para cuidarlos y para que se conviertan en hombres y mujeres saludables.

Vea lo que sucede en nuestro país. El divorcio aumentó al 40%. El 59% de los casados por se­gunda vez también terminan divorciándose. En Cali­fornia aumenta el número de jóvenes que viven jun­tos sin casarse. El número de parejas sin casarse se duplicó entre 1970 y 1975, en toda la nación, alcanzando la cifra de 1.3 millones. Los que viven juntos han respondido al llamado de la naturaleza de buscar pareja, pero carecen de la capacidad para hacer compromisos permanentes. Si bien algu­nos dan razones legales para terminar con el matri­monio, la gran mayoría acaban porque hay conflic­tos de personalidad que impiden que la pareja exprese su amor en un compromiso matrimonial.

Los niños de estos compromisos incompletos y de los millones de hogares rotos, rara vez desa­rrollarán su potencial máximo y muchos se con­vertirán en los riesgos de la sociedad del mañana. Además, el sufrimiento y los desórdenes sicológi­cos que estos individuos deben soportar es incal­culable. También los matrimonios de los jóvenes se rompen, por lo general, cuando vienen los hijos.

En el cuadro típico, estos niños son de entre seis meses a seis o siete años de edad; precisamente cuando el niño necesita de la contribución humana de la más alta calidad.

Otra perspectiva chocante son los millones de niños que tienen que ser criados por uno solo de los padres, por lo general, la madre. Las estadísti­cas revelan el fracaso de la vida familiar en el sen­tido de establecer compromisos heterosexuales que permanezcan. Hay otra forma de fracaso en la vida familiar que no se puede medir con estadís­ticas. Me refiero a las familias que no se desinte­gran, pero que tienen relaciones tirantes entre el marido y la esposa, causadas casi siempre por las imperfecciones en la personalidad de ambos, sien­do las más comunes la irresponsabilidad y la debi­lidad del hombre y las cualidades poco femeninas de la mujer.

En un sinnúmero de matrimonios existe el dis­tanciamiento emocional o guerra abierta o la inca­pacidad de cooperar uno con el otro y vivir en armonía. Estos patrones producen siempre niños con dificultades sicológicas. Para que tengan una idea de lo débil que se están volviendo los hom­bres, una encuesta de 10.000 familias reveló que el 70% de los hombres no manejan las finanzas de la familia. Los hombres están siendo castrados por las mujeres «liberadas» de su destino biológico primordial que, si no se cumple, asegurará el co­lapso y la extinción de la humanidad. La revista Newsweek publicó un reportaje describiendo la inversión de los papeles entre el hombre y la mu­jer en el hogar, y anota que 2.2 millones de hom­bres se han vuelto «amos de casa» y sus esposas son las que ganan el pan.

¿La ola del futuro?

Estos cambios presagian un nefasto movimien­to social que muchas mujeres creen ser la ola del futuro y que les proveerá su merecida recompensa aquí en la tierra. Me refiero al éxodo masivo de las mujeres de sus hogares cuando todavía tienen niños pequeños y la creencia que es más prove­choso entrar en la fuerza laboral que criar hijos. El liderazgo en el movimiento de liberación feme­nil cree que eso es constructivo y alienta el éxodo. Algunas aplauden cuando las mujeres se divorcian de sus maridos.

Cada vez menos familias están produciendo niños saludables. Cuando estos niños llegan a adultos, buscan una forma de vida que les sea tolerable y que no incluya comprometerse a formar una familia propia. Los hombres que no pue­den ser buenos padres tienen una salida fácil por­que tradicionalmente y por necesidad han tenido que trabajar fuera del hogar para satisfacer las necesidades de la familia.

No cabe duda que el movimiento de liberación femenina surgió debido a algunas desigualdades sociales genuinas, pero he llegado a la conclusión que gran parte de la motivación mayor detrás de este rnovimiento era y es la necesidad sicológica de crear un estilo de vida que excluya el formar un hogar y criar a una familia. Las raíces de estas necesidades sicológicas se pueden encontrar en el desarrollo de su niñez.

Mujeres con aflicciones sicológicas

Tengo la impresión que algunas de las líderes más militantes del movimiento tienen problemas sicológicos y están amargadas porque fracasaron en sus esfuerzos por formar una familia feliz; y esto implica que los hombres eran probablemente irresponsables, o tiranos o sencillamente las abandonaron.

Algunas de estas mujeres admiten ser homo­sexuales. El impacto negativo de este movimiento en las jóvenes y en la familia es enorme. A las mu­jeres que están formando sus familias se les dice que pueden encontrar su verdadero valor y su realización máxima únicamente cuando desarrollen una vocación o una profesión. Muchas jóvenes que no se han casado, pero que luchan con con­flictos inconscientes que tienen que ver con la identidad femenina y el compromiso hetero­sexual, son atraídas para que no formen una familia. Por favor comprenda que yo no estoy abogando para que todas las mujeres formen una familia. Digo que muchas jóvenes están siendo tentadas por el movimiento liberacionista para que no cumplan con su destino supremo, Y en el momento en que descubran su error, pudiera ser demasiado tarde si quisieran optar por una carrera familiar.

Sé muy bien que muchas mujeres tienen que buscar trabajo por necesidad. La inflación tiene un efecto profundamente destructivo en la familia. También sé que cuando los niños han crecido, tiene sentido que una mujer reasuma su trabajo fuera del hogar si así lo desea. Y que las mujeres solteras tienen que trabajar para mantenerse.

Los bebés necesitan constancia objetiva, es decir, el influjo continuo de una buena madre. Algunos de los daños más severos en el desarrollo humano pueden ocurrir en el espíritu del niño cuando su vínculo con su madre es inconstante o roto durante los primeros tres años de su vida.

Un síntoma mundial

No me sorprende que el suicidio sea la segunda causa de las muertes de los jóvenes, ni que la sole­dad se haya convertido en un síntoma mundial. Estos jóvenes están perdidos, están llenos de an­gustia y finalmente, están tan dominados por la desesperación que terminan con el más precioso don, la vida misma. Rompe el corazón oír el de­rramamiento de los jóvenes quienes ven lo que la vida ofrece, sin poder afianzarse y hacer que sus vidas marchen adelante. Esos disturbios fueron causados por una vida familiar distorsionada. La gente no es solitaria porque esté sola, sino porque está vacía por dentro y eso viene por no haber tenido una vida familiar buena cuando niños.

El abuso de las drogas entre los jóvenes no es una moda pasajera; es una expresión de la condi­ción interna del adicto, quien busca un escape de su dolor síquico, de su soledad, de la vida que lo llena de ansiedad y desesperación. El estado excitado le da valor. Otras drogas lo adormecen. El resultado es un espíritu humano envenenado que pierde su efectividad. Un descubrimiento consistente en los que usan drogas es la ausencia del padre durante los años formativos de su niñez. Su ausencia causa excesiva tensión en la madre quien no puede cumplir completamente con su papel.

Destrucción de las escuelas

En vista del deterioro de la vida familiar, no es de sorprenderse que, en un año, más de 70.000 maestros fueron golpeados por sus alumnos, 100 asesinatos ocurrieron en escuelas y que los daños a las escuelas ascendieran a los cien mil millones de dólares. Los estudiantes de las ciudades gran­des están atrasados entre cuatro y cinco años en comparación con los niños de ciudades más pe­queñas. Estos niños están llenos de ira como resul­tado de las privaciones emocionales y de la falta de autoridad en el hogar; carecen de los controles internos para obedecer reglas externas y vivir por el código más sencillo del comportamiento humano.

Las enfermedades venéreas han llegado a nive­les epidémicos y quién sabe cuántos casos ni si­quiera se reportan. El control realista del impulso sexual es parte de la moralidad. Ceder a los impul­sos en cualquier tiempo, en cualquier lugar, con cualquiera, se ha convertido en la ética moderna en «haz lo tuyo.» Las enfermedades venéreas en epidemia junto con los millones de hijos ilegítimos, son parte del precio que estamos pagando. Las culturas que no ejercen una restricción apropiada sobre la sexualidad terminan declinando. El des­pliegue abierto de la pornografía refleja esta declinación.

Prostitución y pornografía infantil

¿Qué hacen los adultos con los niños que es­capan de sus hogares? No son recogidos en los brazos de una sociedad compasiva; más bien son ex­plotados por adultos malignos por medio de la prostitución y la pornografía. La pornografía infantil se ha convertido en un negocio multimillonario.

El homosexualismo va en aumento como se pudo predecir. Esta condición es anormal; la cau­sa ha sido trazada inequívocamente a las experien­cias de la niñez y a las personalidades de los padres y su tipo de relación. No hay causa biológica que produzca esa condición. El aumento de esta forma sicopatológica está directamente relacionada al desarrollo sicológico facultativo del niño dentro de su perturbada familia.

Es un factor ominoso que el movimiento ho­mosexual haya redefinido su modo de vida como una simple variante de la sexualidad humana nor­mal y esté siendo entretejida en la textura de la sociedad.

Hay legislación que protege a los homosexua­les. Esto significa que se pueden «casar» entre ellos y tener acceso a todos los aspectos de la so­ciedad incluyendo las aulas de nuestros hijos. Los jóvenes deben ser presentados, guiados y enseña­dos por los individuos más saludables posibles. El homosexualismo es una anormalidad y también hay muchos heterosexuales que no debieran ser maestros.

Feministas militantes

El concepto fino y democrático de igualdad de oportunidades está siendo mal interpretado como si todo el mundo fuera igual. Como resulta­do, la industria y el mercado laboral están siendo forzados a colocar a mujeres en puestos que de­bieran ser manejados por hombres, y los hombres están siendo empleados en puestos que tradicio­nalmente llenaban las mujeres.

El fuego de esta tendencia es atizado, por su­puesto, por feministas militantes y por muchos hombres que se han vuelto progresivamente pasi­vos y menos responsables hacia sus familias y hacia sus otros compromisos. Todo el mundo debiera tener una oportunidad igual, pero en su paso por la vida, emergen diferencias de habilidad y capa­cidad, y por consecuencia, algunos individuos dan mejor resultado en ciertas posiciones que otros. La tendencia del día es considerar que los hombres y las mujeres son intercambiables en un sentido vocacional y aún dentro de la familia. Se nos dice que los hombres pueden ser madres, mientras la mujer asume el papel de ganadora del pan. Es casi ya un crimen reconocer las diferencias entre el varón y la mujer.

El fenómeno pudiera parecer risible si las im­plicaciones no fuesen tan formidables. Hay un esfuerzo sistemático para eliminar toda fraseología «sexista» de los libros de texto, es decir las que hacen referencia a si es masculino o femenino. El Dr. Benjamín Spock hizo una revisión de su libro sobre la crianza de los niños, eliminando toda re­ferencia a si es niño o niña. ¡Qué tontería más grande!

Los patronos en todos los niveles temen no emplear a las mujeres en puestos que los hombres podrían desempeñar mejor. Nuestras academias militares están forzadas a recibir mujeres. Estas academias son las que producen el cuerpo oficial de nuestras fuerzas armadas y debieran formar, hasta donde les sea posible, oficiales competen­tes, seguros y versátiles que se adapten a cuales­quiera o a la mayoría de las circunstancias. Las oficiales femeninas no son tan ampliamente útiles como los hombres en la milicia, especialmente en tiempo de guerra.

Cuando se emiten leyes que impiden que los individuos tengan la suficiente libertad para en­contrar dónde calzan mejor en el ambiente, es­tamos en un serio problema. Nuestra manera de vivir se basa en la individualidad, la libertad personal y la libertad de expresión de nuestras habi­lidades. Las habilidades personales están relacio­nadas con la identidad sexual: hay diferencias fundamentales entre los hombres y las mujeres. Cuando se interfiere el proceso de la selectividad entre el individuo y la sociedad, el resultado es una eventual declinación, sencillamente porque unos se ven forzados a ocupar posiciones que otros podrían llenar mejor.

El contraataque

Los individuos tienen que contraatacar inme­diata y vigorosamente. El eslabón principal y el eje sobre el que giran todas las sociedades es la familia. Todos debemos prestarle nuestra aten­ción y darnos a la tarea de hacerla florecer. Tam­bién es necesario que se oiga su voz como indivi­duo y como organización o coalición de organiza­ciones. Tenemos que luchar contra los movimien­tos sociales que destruyen nuestra manera de vivir. Tenemos que preservar la vitalidad de nuestros pueblos y proveer un contexto para que su vigor encuentre la libertad de expresar su individualidad.

Eso significa, sobre todo, evitar que se emitan leyes que ignoren la diferencia entre las personas, particularmente entre el hombre y la mujer y que mine la seguridad y la estabilidad de la familia y la nación. Familias pioneras fuertes construyeron este país; familias fuertes y líderes fuertes lo salvarán.

Harold M. Voth, M.D., siquiatra y sicoanalista. Este artículo es reproducido con permiso de la Asociación Médica del Estado de Alabama.

Reproducido de la Revista Vino Nuevo, vol. 5-nº 7-junio 1984.