Querido amigo
Recientemente, tuve el privilegio de tomar la santa cena con un amigo de otra denominación. Lo he conocido durante muchos años. Sé de su amor y servicio para Jesús, y para mí. Por primera vez él y yo compartíamos la Cena del Señor. Fue especial cuando celebramos a Cristo y su sacrificio por nosotros y el nuevo pacto.
Estos pensamientos que siguen han venido a través de muchos años de orar por la unidad del cuerpo de Cristo. Quizás el escándalo más grande en el cristianismo son nuestras divisiones, ¡y son muchas! Si bien no me opongo a las denominaciones, la mayoría de ellas se originaron en desacuerdos que nunca se han resuelto. Pero no se trata simplemente de desacuerdos no resueltos entre grupos; las divisiones afectan directamente nuestras vidas personales dentro de esos grupos. La división es la herramienta favorita del enemigo para silenciar nuestra efectividad en el mundo. Me entristece decir que somos una «casa dividida», o incluso fragmentada en muchas astillas. ¡Qué lejos nos hemos alejado del nuevo pacto!
Necesitamos volver a nuestros orígenes, al establecimiento del nuevo pacto en «la última cena», porque tiene implicaciones muy serias (ver Mateo 26: 17-30; Marcos 14: 12-16; Lucas 22: 7-39; Juan 13: 1-17; 1 Corintios 11: 17-34), los cuatro evangelios relatan este evento. Es imposible explicar completamente este sagrado acontecimiento, cuando Dios en Cristo hizo un nuevo pacto con sus discípulos y con todos los que lo recibirían después. Nuestro Señor mismo expresó su «ferviente deseo» de comer esta comida con sus discípulos antes de sufrir la agonía de la cruz.
Los discípulos eran un grupo muy unido que habían seguido a Jesús durante más de tres años. Se habían hecho amigos, incluso eran una familia. Jesús anhelaba hacer un nuevo pacto con ellos y con nosotros para que ellos y nosotros superásemos los momentos más traumáticos en nuestra relación con él. Más allá de eso, este pacto cumpliría el pacto mosaico, revelaría más plenamente el amor de Dios y cambiaría la historia. Este pacto no sería solo para Israel, sino que se extendería a «Todo aquel que cree».
Los elementos de la comida del pacto fueron una hogaza de pan sin levadura que él bendijo, partió y dio a cada uno de ellos y una copa de la que todos bebieron: «Este es mi cuerpo que por ustedes es dado… Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre que por ustedes se derrama» (Lucas 22: 19-20). ¡Nada podría ser más sagrado!
La ocasión
El nuevo pacto se inauguró cuando la nación judía se reunía en familias para conmemorar el comienzo del Éxodo. La primera Pascua, al inicio de un nuevo año en el calendario judío, fue cuando el Señor les dio instrucciones sobre una última comida en Egipto que consistiría de pan sin levadura, cordero o cabra y hierbas amargas. En esa primera Pascua, los judíos untaron la sangre del cordero en los postes de la puerta, y el ángel de la muerte pasó por encima de esa casa y su familia (de ahí el nombre de “Pascua”, del original hebreo Pasjá que significa saltar, o pasar de un salto). La comida duraba hasta la medianoche y debían comerla vestidos y listos para salir de Egipto e iniciar la jornada a la Tierra Prometida.
Así fue que Jesús estableció el nuevo pacto, durante la celebración de la Pascua, cumpliendo el pacto mosaico y comenzando una jornada para todos los que lo recibieran como el «Cordero de Dios» (ver Juan 1:29). La Pascua de Jesús con sus discípulos fue conmemorada el primer día de un nuevo año.
Los peligros
Ciertamente los discípulos no tenían idea alguna acerca de los peligros que enfrentaban, como a menudo nos pasa a nosotros, pero el nuevo pacto era la garantía de la fidelidad de Dios. Un pacto se entendía mucho mejor en su cultura que en la nuestra. La ruptura del pacto podría significar la pérdida de la vida (note el fin de Judas).
Pedro negaría a Jesús tres veces y los otros huirían, excepto Juan. Cuando alguien participa de la comida del pacto, esa persona está prometiendo dar su vida contra todas las contingencias para impedirlo. Creo que la ingenuidad de los discípulos coincide con la nuestra, y a menudo no vemos los posibles peligros al tomar la Santa Cena. Veamos algunos peligros:
- Intercambiar la realidad por mero ritual.
- Ver los elementos, pero no recibir el espíritu que representan.
- Recibir los elementos como personales, pero no como familia o comunidad.
- Recibir los elementos con falta de perdón en nuestros corazones (ver 1 Corintios 11:30).
- Aceptar nuestras profundas divisiones como «normales».
Cada uno de estos y otros peligros, tienen consecuencias negativas. Cuanto mayores sean las posibles bendiciones, mayores son los peligros de participar descuidadamente. Debemos tomarla con el temor de Dios y la realidad de lo que hizo en Cristo. Nunca debemos permitir que la reputación nos ciegue ante la presencia de Cristo en los elementos. Mi preocupación personal es la de nunca llegar a ser confianzudo con los misterios de Dios.
Los misterios
La comunión representa numerosos misterios que nos traen bendiciones cuando se los observa con seriedad.
- La presencia de Dios.
- Recibir el cuerpo y la sangre de Cristo.
- Recibir su amor fiel.
- Recordar lo que hizo por nuestra salvación.
- Recibir su misericordia y perdón.
- Recibir sanidad. Si el mal uso puede traer enfermedad, el uso apropiado puede traer sanidad.
- Recibir a los demás en el cuerpo de Cristo.
- Recibir cosas eternas que nunca pasan.
- Recibir los vínculos que nos hacen más fuertes y nos dan un mejor testimonio frente al mundo (ver Juan 17:21).
Cristo no está dividido. No todos estamos siempre unidos en doctrina, o formas, o con personas a quienes seguimos, pero estamos unidos en Cristo a quien recibimos (ver 1 Corintios 1:12; 3: 4)
Seguridad
La Santa Cena no es mi pacto con Jesús; es su pacto conmigo. Como él fue fiel a sus discípulos en la ingenuidad de ellos, él será fiel a nosotros en nuestra debilidad, ¡y ciertamente tenemos debilidades! Esa es otra buena razón para no juzgar a nuestros hermanos o hermanas (ver 1 Corintios 11:31). Debemos juzgarnos a nosotros mismos; si lo hacemos, estaremos seguros. Debido a que el Señor no cambia en su naturaleza y amor, estamos seguros y firmes en esta jornada que tenemos por delante. Tenemos que saberlo ahora y cuando nos encontremos en algún desierto o lugar de gran decisión.
Acomodado entre 1 Corintios 12 (el capítulo sobre los dones espirituales) y el capítulo 14 (el capítulo sobre cómo deben usarse) está el capítulo 13, el gran capítulo sobre el amor. El amor debe ser el motivo detrás de cada acto hacia los demás. El apóstol Pablo dice que el amor es aún más grande que la fe y la esperanza, ¡y eso es decir mucho! La motivación es importante, especialmente en el camino hacia las promesas de Dios para nosotros.
No hablamos del amor humano, sino del amor de pacto de Dios. Solo eso nos unirá en la jornada a veces desalentadora. El amor de Dios envió a su Hijo único a morir en nuestro lugar. «Nadie tiene mayor amor que este: que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan 15:13). Si estamos dispuestos a dar nuestras vidas el uno por el otro, es por el amor de Dios y el vínculo de la unidad. ¡Eso es pacto y eso es seguridad!
El plan principal de Lucifer es dividir y ha tenido mucho éxito con el odio, la falta de perdón, las guerras y todo tipo de heridas que produce. Si peleamos unos con otros, ya estamos derrotados y bajo el dominio de la oscuridad (ver Gálatas 1:13). Si realmente nos amamos unos a otros con el amor de Dios, podemos vencer las obras de las tinieblas.
Recientemente un querido ministro e íntimo amigo, tuvo una caída moral. Su pecado causó mucho dolor, pero todavía es amado. Él no está solo en su pecado. Yo no estoy, ni otros lo están, en un lugar para ser su juez. Hizo lo debido y renunció a su posición para entrar en un proceso de restauración. Lo que odio ver es la naturaleza hipócrita de muchos que «hacen leña del árbol caído». Esto ha sucedido con demasiada frecuencia.
Pablo dijo a los gálatas: “Hermanos, en caso de que alguien se encuentre enredado en alguna transgresión, ustedes que son espirituales restauren al tal con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrelleven los unos las cargas de los otros y de esta manera cumplirán la ley de Cristo»(Gálatas 6: 1-2). La cultura que Pablo describe es una cultura segura. Donde hay fallas y críticas, todos estamos en peligro. Recuerde, sin amor, solo somos ruido.
La jornada
Cuando los judíos salieron de la esclavitud, mucho de Egipto todavía estaba en ellos. Y así es con nosotros. 1Corintios 10 dice que la jornada de Israel es un ejemplo para nosotros. Aunque todos tenían la misma Pascua, el mismo bautismo y líder, Dios no estaba complacido con la mayoría de ellos (ver el versículo 5). No alcanzaron las promesas. Fueron ingenuos en creer que llegarían, además de ser rebeldes.
Los discípulos también fueron ingenuos, pero el pacto de Dios los reunió de nuevo y recibieron las promesas. Creo que la mayoría de nosotros empezamos con mucho de «Egipto» en nosotros y no una pequeña cantidad de ingenuidad. Yo comencé así. Tenía mucho temor y temblor de entregar mi vida al Señor porque mi padre era un predicador. Vi los desafíos un poco más cerca que algunos, pero todavía era ingenuo. Ninguno de nosotros sabe realmente lo que depara el futuro, pero debemos saber quién tiene control del futuro.
Me bendice la estrofa de Sublime Gracia que dice: “A través de muchos peligros, engaños y aflicción
que yo he tenido aquí, su gracia siempre me libró y su gracia me llevará a mi hogar.” (John Newton). Todo el himno me ministra, pero esta parte es especial para mí. “¡Su gracia me llevará a mi hogar!”1 Entonces, si queremos gracia y misericordia, debemos dar gracia y misericordia. El amor cubre.
Recuerde
La próxima vez que tome la santa cena y reciba esas bendiciones, recuerde el sufrimiento de Cristo por nosotros. Y, recuerde los peligros de tomarlo sin meditar lo que hace. Dale a los demás el mismo amor que él le dio a usted. No importa cómo la tome, tenga presente que su oblea realmente proviene de «un pan» y que su copa de vino de «una copa» de la que todos compartimos. Véase a sí mismo como miembro de una familia; un cuerpo diverso con muchas partes, pero un cuerpo.
Solo Dios sabe lo que está por delante en nuestra jornada, pero Jesús es el Camino. Pido a Dios para que no vaya solo en su jornada, sino que sea parte de una gran compañía que ya la venció y espera que lleguemos; que está en compañía de amigos que ya han sacrificado sus vidas y continuarán haciéndolo para ayudarlo a usted en el camino.
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En Cristo,
Charles Simpson
CHARLES SIMPSON es el escritor de la Carta Pastoral. También ministra extensamente en los Estados Unidos y en otras naciones.
Tomado con permiso de la Carta Pastoral de Junio- 2019
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de Reina Valera Actualizada 2015
Nota
- Traducción libre