Por Bob Mumford
La vida es una guerra continua. La única elección que tenemos es contra quién vamos a luchar – Dios o Satanás. Cuando un hombre hace la paz con Dios, por medio de Jesucristo, en ese instante declara la guerra a Satanás.
Cuanto más caminamos con el Señor, más útiles debemos ser para Dios y su Reino; y eso es precisamente lo que nos hace peligrosos ante nuestro enemigo Satanás. El diablo no se pone tan nervioso con una veintena de personas que alcanzan su salvación; como con un creyente que seriamente marca su curso dentro del Reino de Dios y determina, no importa el costo, permitirle al Señor que cumpla Su voluntad en su vida. Esa persona se convierte en el blanco de aquél cuyo propósito es seducirlo, engañarlo y eliminarlo de su llamamiento y designio en Dios.
Es una batalla cotidiana, de la que no tenemos conciencia, -por lo menos parcialmente, debido a nuestra ignorancia de las tácticas, estrategia y armas de nuestro enemigo. Este artículo tratará con un aspecto de ese conflicto –el engaño– y cómo se relaciona con la vida del creyente. En vez de entrar en un estudio detallado del tema, esta será una introducción y material de asistencia para tratarse en un grupo o en la familia. Nuestra intención es abrir esta vital área de la verdad bíblica.
La definición bíblica de «engaño» es «desviarse del camino». Ser engañado es desviarse del camino que Dios ha trazado. «Desviarse del sendero» tenía un significado muy gráfico para el que vivía en el Medio Oriente, pues eso implicaba terminar en un desierto sin vías, ni señales, ni puntos de referencia, ni agua. Desviarse significaba la muerte. Espiritualmente, desviarse del sendero de la verdad tiene resultados similares. Por eso es que el engaño es una de las tácticas favoritas del enemigo.
Una definición de engaño dice: «imponer una idea o creencia falsa que causa desconcierto o impotencia o promueve el propósito del agente». Una definición muy práctica es la que dice: «creer estar bien cuando se está equivocado». El engaño es una trampa mortal para el creyente. A diferencia de otras armas más obvias en el arsenal del enemigo, esta hace caer al creyente en la red sin que él se dé cuenta de ello.
Un creyente atrapado en alguna forma de engaño, está por lo general, totalmente inconsciente de haberse desviado del camino de la verdad y si se le pregunta contestará que él sabe que está en el sendero correcto. Así es la naturaleza del engaño.
Si usted piensa que es una pelea sucia, ¡tiene razón! La guerra de guerrillas entre el Reino de Dios y el dominio de las tinieblas no se libra abiertamente con reglas y restricciones. No hay uniformes que distingan al enemigo, ni tretas prohibidas.
Un soldado recién llegado a Vietnam preguntó a un veterano: «¿Cómo se conoce al enemigo?»
«Cuando trata de matarte», replicó éste.
Las bajas del engaño en nuestra guerra son tan reales como las de Vietnam, Corea, o la Segunda Guerra Mundial. Por ejemplo, un hombre que conozco, creyendo haber recibido «una palabra de Dios», vivió 13 años con una mujer sin casarse. Aunque amaba al Señor, su vida y su ministerio acabaron arruinados.
Está también la joven mujer cuyo matrimonio fue destruido por una de las «ayudantes de Dios» que le dijo que Dios le había revelado que su matrimonio no iba a durar mucho. La inseguridad y el temor que este engaño le causó destruyeron su vida. Y la señora de una congregación de la que fui pastor en un tiempo, engañada, hizo un trato con Dios de dar la mitad de su salario a la obra por el resto de su vida. Su insistencia en intentar cumplir con ese voto la llevó a la apostasía y a perder literalmente el juicio.
Estas bajas son verdaderas. Satanás no está jugando. El engaño pudiera no ser siempre tan efectivo como en estos tres ejemplos, pero el enemigo intentará torcer y distorsionar por lo menos nuestro andar en la verdad lo suficientemente como para neutralizar nuestra efectividad en el servicio del Reino de Dios.
Nadie está eximido del engaño. Puede venir a un individuo, a una familia, a un grupo, a una iglesia, a un movimiento, o a una nación. Todos son vulnerables -nadie puede estar cien por ciento libre de su presencia. Todos los que han caminado con Dios, con excepción de Jesús, han experimentado un grado de engaño mezclado con su comprensión de la verdad.
Algunos podrán aproximarse a un puntaje perfecto de claridad o viceversa, de engaño; pero la mayoría venimos por un proceso que nos saca gradualmente de las tinieblas, del engaño y de la incredulidad en que estábamos antes de conocer al Señor, a un conocimiento de Él cada vez más completo con cada paso que damos.
FACTORES QUE CONDUCEN AL ENGAÑO
El engaño no es alguna fuerza terrible que se desliza furtivamente para devorarnos de pronto como una criatura en la noche. El engaño comienza en nuestro propio corazón como un aspecto de nuestra naturaleza caída. Casi toda forma de engaño puede ser rastreada hasta pequeñas «semillas» que yacen adormecidas en el corazón y que, en cierto punto, bajo las condiciones apropiadas, comienzan a crecer y a echar raíces.
«El engaño comienza en nuestro propio corazón como un aspecto de nuestra naturaleza caída».
El engaño echa sus raíces y se alimenta de nuestro ego. No solo del orgullo, sino de todo lo que está dentro de una persona que lo impulsa a promoverse o preservar su propia vida y bienestar.
Todas las situaciones con las que he tratado donde ha habido formas de engaño, tenían sus raíces en algún deseo, aspiración o motivo egoísta y no en Dios, Su Reino o Su propósito.
Las semillas del engaño son motivos y actitudes de los que pudiéramos no estar conscientes. Los motivos y las actitudes son el metro que yo uso para medir nuestro progreso en la vida. Son las operaciones internas de nuestro ser que nos impulsan a actuar o reaccionar de cierta manera en una situación específica.
Si el enemigo encuentra en nosotros motivos y actitudes que no estén de acuerdo con la verdad bíblica, los estimula, los riega y los alimenta como semillas hasta que germinen y se desarrollen para llevar a cabo su propósito.
Por ejemplo, si una actitud de confianza en sí mismo y de independencia permanece sin cambiar o sin ser intervenida dentro del corazón de un hombre, lo podría dejar expuesto a todo tipo de engaño con respecto a sus propias habilidades y capacidad para habérselas sin necesitar a otros creyentes.
Un motivo sutil en el corazón pudiese ser el deseo de las riquezas. Si no se sujeta a la luz y a la disciplina de la palabra de Dios, hará a la persona vulnerable al error con respecto a la prosperidad y a la provisión que vienen de Dios. Esta persona podría llegar hasta el extremo de ir en contra de la clara enseñanza bíblica sobre la honradez y la integridad en los asuntos de dinero, creyendo que está actuando de acuerdo con la bendición y el favor de Dios.
A menudo, estos motivos y actitudes pasan desapercibidos hasta que echan su raíz y crecen. Hasta entonces nos damos cuenta de que nos hemos apartado del camino trazado por la palabra de Dios. Cuando encontremos de nuevo el sendero, tendremos que contender con lo que hizo que nos apartáramos de la verdad de Dios.
CLASES DE ENGAÑO
Hay básicamente tres clases de engaño: el engaño propio, ser engañados y engañar a otros.
El engaño propio:
Gálatas 6:3 dice: » … si alguno se cree que es algo no siendo nada, se engaña a sí mismo». A esto, Santiago 1 :22 agrega: «Demostrad ser hacedores de la palabra, y no solamente oidores que se engañan a sí mismos».
Estos dos versículos definen con precisión lo que es el engaño propio: Es vivir fuera de la realidad … creer y actuar como algo que no se es. Hay dos lados en esta situación. Uno, que la persona «tenga una opinión más elevada de sí misma que la que deba tener» (Rom. 12: 3), dando una importancia exagerada a su vida y ministerio.
El otro, que irónicamente está arraigado también en el ego, que la persona se sienta inferior impidiéndole funcionar dentro del marco legítimo que Dios le ha concedido. «Yo no sirvo para nada. Nadie se preocupa por mí en esta iglesia». Un hermano querido lo ha catalogado como un «complejo de verruga», «¡Soy una verruga en el Cuerpo de Cristo!»
El engaño propio hace que las personas justifiquen el pecado abierto, la rebelión, la inmoralidad, el odio, el partidismo y un sinnúmero de otros pecados en que caen muchos cristianos pero de donde no quieren salir. Sencillamente tuercen las Escrituras, las «direcciones» del Espíritu, las circunstancias, y el consejo de otros cristianos para que concuerden con sus ideas predeterminadas y justifiquen su posición. La tragedia es que en realidad ellos creen que están bien.
Ser engañados:
Esta clase tiene su raíz en la anterior y es cuando Satanás o alguno de sus agentes vienen para generar impresiones, sueños, visiones, profecías, circunstancias y racionalizaciones que desvían al cristiano de la verdad.
Engañar a otros:
Esto puede ocurrir en tres grados. Primero, está el engaño leve, que sucede cuando permitimos que impresiones incorrectas con respecto a nosotros mismos queden sin corregir porque eso nos pone en posición ventajosa o halagadora. No estamos engañando activamente a nadie; solo permitimos que una falsa impresión quede sin corregir.
En segundo grado está el engaño moderado. Por lo general es cuando me proyecto a un nivel de espiritualidad que está muy por encima de mi crecimiento real. ¡Repito citas bíblicas, menciono nombres distinguidos, hablo de «verdades profundas» para hacer creer a la gente que estoy al mismo nivel que mi pastor cuando en verdad no podría enseñar una clase de niños en la Escuela Dominical!
Engaño serio es cuando atraigo gente a mis revelaciones y cruzadas privadas, buscando activamente seguidores para que caminen en lo que yo creo es el sendero correcto, después de haber sido engañado yo mismo.
AREAS DE ENGAÑO
Todas las formas de engaño se pueden acomodar dentro de las siguientes nueve categorías:
- Engaño religioso. Es el más común. Su énfasis está en las acciones externas y en las apariencias y no en las cualidades del corazón. Es el tono afectado de la voz que se hace pasar por espiritual; el atuendo extravagantemente sencillo; los letreros religiosos; y los aparejos por todas partes que hacen una exhibición de espiritualidad.
«Las semillas del engaño son motivos y actitudes de los que pudiéramos no estar conscientes».
- Engaño doctrinal. Es el desvío del significado claro de las Escrituras. Alguien toma un versículo aislado de su contexto y dice: «El Señor me ha mostrado que ya no es necesario que oremos.
- Engaño ético. El error aquí es por lo general hacer trampa, robar, o mentir con la supuesta aprobación del Señor. «Todo mundo miente para no pagar impuestos. El gobierno no merece tanto de todos modos; es el sistema del Anticristo».
- Engaño moral. Esta tendencia está marcada por una evasión de la responsabilidad de nuestras acciones remitiéndolas a otros. «Mi madre nunca me amó», o «El pastor no quiere ayudarme». En situaciones extremas las personas cometen actos crasos de inmoralidad alegando que el Señor les dio permiso especial o los condujo a hacerlos.
- Engaño intelectual. Una forma de manifestarse está en hacer un premio de la ignorancia. «Nada de educación; nada de enseñanza; solo la dirección del Espíritu Santo». Hace a un lado la mente que Dios nos ha dado y urge a las personas a vivir por impulsos y estímulos subjetivos. O puede sobre enfatizar la razón hasta el punto de desechar la dirección del Espíritu o la revelación de las Escrituras si no calza dentro de cierto patrón o esquema doctrinal.
- El zelote o fanático. Es uno que se ha nombrado a sí mismo defensor de la fe. Nada es tan importante que su propio concepto de la verdad. Contradice, pisotea y destruye a otros para que su propio estandarte se mantenga en alto. Esta es la clase de engaño que motivó a los cruzados y a la Inquisición Española. Se olvida que Dios y su palabra permanecen por sí solos y no necesitan de nuestra defensa.
- Error místico. Estos son los de la «vida profunda» que están empapados en revelaciones, sueños, profecías y otras experiencias como un fin en sí. Por lo general tienen un aspecto espectral y dan la impresión de caminar en el aire, removidos de la realidad de la vida cotidiana.
- Engaño sexual. Es más común de lo que se pueda imaginar. Es encontrar una justificación para gratificar los deseos sexuales fuera de los límites bíblicos del matrimonio. Va desde «permisos especiales del Señor» hasta «experiencias en formas de relación más sublimes que las del matrimonio».
- Engaño espiritual. Incluye formas de extremismo sobre cualquier enseñanza o verdad. Nace de un deseo sincero de hacer la voluntad de Dios, pero lleva los mandamientos y los requisitos de Su palabra, más allá del intento del Señor.
SINTOMAS
No nos sorprende que el engaño sea uno de los problemas más difíciles de diagnosticar en nuestra propia vida. Cuando se cree que están bien, estando mal, no hay preocupación para examinarse. Ofrecemos ahora algunos síntomas que pueden darse en un individuo o grupo:
Insipidez o falta de gozo. Cada vez que nos desviamos del camino de la verdad, se debilita la alegría espontánea y la satisfacción de la vida cristiana.
Compulsión. «El Señor me obligó a hacerlo» o «Tengo que hacerlo». Ser empujados por la compulsión no es ni la libertad del Espíritu Santo ni el verdadero gobierno de Dios. Bajo el reino de Dios hay libertad de hacer preguntas, esperar y estar seguros que se está siendo dirigido por el verdadero espíritu. La compulsión es una señal de un espíritu que no es de Dios.
Fijación. Aquí está de nuevo la mentalidad de cruzada. No puede hablar de ninguna otra cosa que su doctrina o experiencia favorita. Todo el resto gira alrededor. Aunque la doctrina o la experiencia no sea necesariamente un engaño, el enfoque desequilibrado sí lo es.
Exclusivismo. Tener comunión con base en una experiencia, doctrina, persona o grupo excluyendo a los demás, es un engaño. Hay un lugar legítimo en el que una «familia» se reúne para tener comunión; donde solamente miembros de la comunidad estén incluidos. Sin embargo, la señal de engaño viene cuando hay una mentalidad de élite que dice: «Si no eres miembro de nuestro grupo o no has tenido nuestra experiencia, no vales nada».
Dogmatismo y falta de tolerancia a puntos de vista opuestos. Cuando una opinión engañosa es retada, por lo general hay una reacción negativa acompañada por una renuencia, aún después de una prolongada consideración, de dar lugar a puntos de vista opuestos.
Estos cinco síntomas ocurren en grados distintos según la extensión del engaño. Si están presente, no importa la intensidad, es señal segura de engaño en alguna forma.
LA SALIDA
Si encontramos síntomas de engaño en nuestra vida y logramos identificar el área afectada, ¿qué podemos hacer para volver al camino de la verdad? Hay siete pasos que he visto funcionar efectivamente cuando hay determinación de regresar al sendero trazado por Dios.
- Reconozca la posibilidad de ser engañado. 1 Corintios 13: 12 dice que apenas conocemos parcialmente. Ninguno de nosotros tiene un conocimiento cabal de las cosas, así que en nosotros residen la mezcla y el engaño parcial. No debemos ser tan intolerantes y fanáticos como para creer que solo nosotros podemos estar en lo correcto. Tenemos que abrirnos a la posibilidad de que nuestros puntos de vista y nuestras formas de hacer las cosas pudiesen necesitar ajustes o correcciones.
- Determine limpiarse. Hay una elección que encarar en este punto. Están de por medio nuestra «dignidad y nuestra liberación». Pudiese ser que estemos más interesados en nuestra imagen y en «salvar las apariencias» que en salir limpios de nuestros problemas. Cuando Samuel señaló el pecado de Saúl, éste exclamó: «Yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel» (1 Sam. 16:30). Saúl apreciaba más su imagen de espiritual que el mismo estado de su corazón; esto terminó costándole la vida.
- Establezca una relación justa con la autoridad espiritual. Por la misma naturaleza del engaño espiritual ésta es una necesidad indispensable. El ajuste individual y corporativo de aquellos que velan por usted en el Señor es probablemente el medio más efectivo de salir del engaño. En la vida del apóstol Pedro, el Señor tuvo que hacer muchas correcciones hasta que Pedro se dio cuenta de la realidad de su manera de ser.
- Comprenda que la unción, las señales, las visiones, las profecías, los sueños, los vellones, las circunstancias y las impresiones no son el criterio final de validez en la dirección. Todo esto está sujeto al juicio y al escrutinio de la palabra de Dios. Cualquier cosa que contradiga la palabra de Dios, sea en espíritu o en letra, es error y engaño.*
- Acepte la poda del Señor. Las actividades religiosas que no den fruto están sujetas a ser podadas. Asistir a nueve reuniones semanales y emplear tres horas de evangelismo al día pueden ser grandes disciplinas, pero si no son nacidas del Espíritu y no dan fruto permanente, son lo que las Escrituras llama «madera, heno y hojarasca».
El fruto es del Espíritu, según las Escrituras, en la maduración del carácter y en el desarrollo del ministerio. Fruto en el carácter requiere una combinación equilibrada de tiempo y de inversión en las dos áreas de la vida: la natural y la espiritual, en los siguientes cinco aspectos:
Mental-intelectual: Permita que la mente se expanda y crezca. Si todo lo que le ocupa son cosas espirituales, se volverá desproporcionado y seco.
Espiritual: Con la mira puesta en las cosas celestiales y los pies bien asentados sobre la tierra.
Social: Conozca a sus vecinos, aunque no sean cristianos, y tenga comunión con cristianos que no sean de su propio círculo.
Físico: Ejercítese, coma bien y descanse apropiadamente.
Familia: Separe tiempo para recrearse con su familia; aprendan a jugar juntos y disfrute de su relación con cada miembro.
- Dele a su hogar y a su familia su prioridad bíblica. La raíz de todo ministerio con vida y que da vida es una vida de hogar equilibrada. La Biblia es bien clara al respecto. 1 Timoteo 3: 1-13 – indica que el engaño opera dentro de las demandas de la necesidad humana, pero que la verdadera espiritualidad siempre funciona de acuerdo con la revelada voluntad de Dios.
Una causa básica del fracaso y el engaño espiritual es la no implementación de las prioridades bíblicas que son: Dios y Su Reino, la familia (ambas la natural y la espiritual) y el matrimonio, y luego el ministerio o la vocación.
- Prepárese para la sensación de caminar contra la luz. La siguiente ilustración lo explicará:
En alguna etapa de nuestra vida, llegaremos al punto A donde seremos confrontados con la decisión de caminar en el sendero de la verdad, hacia el punto C, o desviarnos del camino, hacia el punto B. Digamos que, por algún mal motivo, elijamos salirnos del camino de la verdad, siguiendo impresiones falsas, profecías o consejo errado.
Cuando llegamos al punto B, nos damos cuenta que nos hemos apartado del camino y queremos regresar. Pensamos que podemos cruzar directamente del punto B al punto C. Sin embargo, no es posible. Se requiere que volvamos al punto donde abandonamos el camino y comencemos de nuevo.
En este proceso, vamos a tener la sensación de «caminar contra la luz». Creímos que toda la dirección que recibimos era de Dios y si nos movemos contrariamente (de regreso) nos dará la sensación de estar actuando en desobediencia a Dios. Aquí es donde fracasa la mayoría de las personas que quieren salir del engaño y donde se necesita la mano fuerte y amorosa del espiritual.
PREVENCION y CURA
Hay ciertos pasos que podemos dar y cualidades que podemos cultivar que nos ayudarán a mantenernos dentro del sendero de la verdad.
- Establezca un fundamento seguro. Las tres piedras del fundamento cristiano son: una relación firme con el Señor Jesucristo, el bautismo en agua, y el bautismo en el Espíritu Santo.
- Aprenda a mantenerse dentro de su llamamiento en el Señor. No trate de ser lo que no es.
- Mantenga su ojo saludable. Jesús dice en Mateo 6:22 que «si tu ojo es saludable, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Después explicó que esto significa tener un solo propósito y motivo. Nuestro propósito singular debe ser seguir los mandamientos de nuestro Señor Jesucristo, no importa el costo.
- Aprenda a actuar con naturalidad y conserve su simplicidad en Cristo. Existe una gran tentación en volverse «espiritual». Nos gusta sentirnos fantasmales y dar la impresión que estamos en el mismo nivel de Elías. Lo que Dios hace es sencillo y directo. En raras ocasiones es complicado o místico.
- Deje que Dios purifique los motivos y las actitudes. Pídaselo ¡Ello hará!
- Júzguese usted mismo antes que Dios lo haga. Mídase constantemente con la palabra de Dios. Si hay áreas donde no da la talla, especialmente con respecto a los motivos y actitudes, entonces haga las correcciones usted mismo antes que el Señor tenga que corregirlo y disciplinarlo.
- Hable la verdad en amor. Aprenda a confrontar y a ser confrontado. Invite y acepte la confrontación de aquellos que están alrededor y sobre usted en el Señor. ¡Eso incluye a su esposo-esposa también!).
- Aprenda a discernir el silbo apacible. Hay una voz dentro de nuestros espíritus que debemos oír. Es la voz del Espíritu y si somos sinceros admitiremos que en la mayoría de los casos que nos desviamos, la voz nos advirtió muy por adelantado. Pídale a Dios que le enseñe a seguir esa voz y a prestarle atención.
- Conozca a los que ministran en su medio. Nunca siga a un ministro que no viva según las normas de la palabra, ni lleve a cabo ninguna recomendación en que no pueda confiar.
- Mantenga la primacía de la palabra con respecto a señales, profecías, sueños e impresiones. No importa si alguien dice que el arcángel Miguel le dijo que mintiera en su declaración de impuestos: va en contra de la palabra de Dios y ella es siempre el juez supremo en todas las situaciones.
En conclusión, el engaño es una de las armas que el enemigo usa para ponernos fuera de comisión en el Reino de Dios. Dediquemos tiempo para entender su operación y edificar defensas en su contra.
* Un estudio más concienzudo sobre este tema es el libro de Bob Mumford, Tres Señales Seguras, publicado por Logos International.
Reproducido de la Revista Vino Nuevo Vol. 3- nº 10 diciembre 1980