
Por Charles V. Simpson
Jesús triunfó sobre los peores casos de hombres atormentados y triunfará sobre el suyo también.
Cuando cursaba mis estudios de seminario, me enseñaron que los únicos que creen en espíritus inmundos son los supersticiosos; que cuando Jesús se enfrentó con espíritus inmundos, solamente se acomodaba a la ignorancia de su día. Algunas personas se molestan con el hecho que Jesús echaba fuera demonios porque no calza con su concepto de que todo tiene que ser lógico y comprensible. Pero la verdad es que Jesús se enfrentó a los espíritus inmundos y personalmente yo me alegro de que lo haya hecho. Uno de los más poderosos relatos que demuestran la autoridad de Jesús sobre los espíritus malignos, es la historia del endemoniado de Gadara, que se encuentra en Marcos capítulo 5. Es uno de los ejemplos más claros de la victoria que Dios quiere darnos sobre las cosas que nos atormentan.
Vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos. Y cuando salió él de la barca, enseguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo. Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él. Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo. Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos.
Estaba allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo. Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos. Y luego Jesús les dio permiso. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil; y el hato se precipitó en el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron (Mar. 5:1-2,6-9,11-13).
Libertando a los cautivos
Para poder entender plenamente el significado de este suceso, tenemos que ver otro pasaje de las Escrituras:
Y se le dio el libro del profeta Isaías: y habiendo (Jesús) abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor (Luc. 4: 17-19).
Quiero enfocar la parte que dice que el Espíritu estaba sobre Jesús para poner en libertad a los cautivos y a los oprimidos. Eso fue lo que hizo con el endemoniado de Gadara y es lo que quiere hacer por nosotros.
Un endemoniado es una persona poseída y controlada por espíritus inmundos, éticamente malignos, destructivos por naturaleza y que sirven al propósito satánico. Un endemoniado está totalmente controlado por algo fuera de él y fuera de Dios. No vemos a muchas personas en esta condición en nuestros días. Usualmente se les recluye en instituciones porque presentan un riesgo para la sociedad y para ellos mismos.
La mayoría de nosotros nunca hemos sido ni nunca seremos endemoniados, pero me atrevo a decir que la mayoría de nosotros, en algún momento, hemos sido influenciados por espíritus malignos. Por lo tanto, nos beneficiará saber algo de la victoria que Jesús ganó sobre ellos.
La operación del enemigo
Ser influenciados por un espíritu maligno significa, simplemente, ser motivados por algo fuera de nosotros, que no es de Dios y que ejerce su influencia sobre nosotros con el fin de causarnos daño. Al final, esta clase de influencia es destructiva. Felizmente, no invade o domina nuestras vidas, pero aún si así fuere, tenemos que saber que el mismo Jesús que confrontó la situación del gadareno, lo hará también con la nuestra.
El endemoniado de Gadara es un buen ejemplo de la manera de operar del enemigo, de su forma de tomar el control en la vida de un hombre y de la manera en que Jesús triunfó sobre el enemigo, liberando al hombre cautivo. Los espíritus inmundos empujaban al gadareno a la destrucción. El enemigo no guía; empuja, siempre forzando. Dios no es así. Él nunca se apodera de nuestra voluntad para empujarnos más allá de nuestro control. El nos motiva, pero eso es diferente a la compulsión. Dios nos pide que ejerzamos nuestra voluntad para hacerla suya.
Yo he oído el testimonio de muchas personas que estuvieron atrapadas en algo destructivo, como la adicción a las drogas y decían: «Yo sabía que me estaba matando y deseaba nunca haberlas probado, pero no podía dejarlas». Eran compelidas a hacer algo que intelectualmente sabían que estaba mal y les estaba haciendo daño. Pero la mente no tiene poder sobre la compulsión. No se puede tratar intelectualmente con los demonios, porque ellos arrebatan las riendas de la voluntad, la persona se vuelve cautiva y es empujada implacablemente hacia el abismo.
Aunque no hayamos sido nunca adictos a las drogas, muchos de nosotros podemos identificar algo en nuestras vidas que a veces se ha salido de nuestro control, y tenemos que darnos cuenta de que hay un enemigo espiritual sin escrúpulos, que asedia para tomar ventaja sobre nuestras debilidades. El nombre Satanás significa adversario. Satanás es nuestro adversario y siempre va en contra de nuestro bienestar. La escritura lo llama el enemigo porque eso es precisamente lo que es, y está intensamente comprometido con nuestra destrucción. El no sólo quiere hacernos daño: quiere terminar con nuestras vidas y con los propósitos de Dios.
Un poder irresistible
Hasta que Jesús no apareció, el enemigo había causado gran destrucción en la vida del gadareno:
Tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas. Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar. Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras (Mar. 5 :3-5).
No sabemos cuánto tiempo había estado así, ni cómo había llegado a ese estado. Probablemente comenzó a manifestar actitudes incontrolables cuando niño, comportándose indómita y destructivamente. Cuando quisieron corregirlo probablemente se rebeló. Su comportamiento se volvió, como se dice delicadamente hoy, antisocial. Con malicia, desprecio y regañamientos se salió siempre con la suya hasta que su problema llegó a la atención de las autoridades principales. Trataron de domarlo, pero se dieron cuenta de que lo único que podían hacer era restringirlo a la fuerza. Pero había un poder, que venía sobre él, que lo hacía incontenible. Finalmente llegó a un punto tan devastador en su degeneración, que se hería a sí mismo, destrozando su propia carne con furia autodestructora.
Criado en la apostasía
No sé exactamente cómo llegó este hombre a tal estado, pero creo posible que haya sido criado en una cultura que había negado y hecho caso omiso de la voluntad de Dios. Creo que era el epítome de lo que pueden llegar a ser las personas que se apartan de la voluntad de Dios y escogen una condición apóstata.
Algunos escritores sugieren que Decápolis, lugar de procedencia del endemoniado, era un lugar conveniente para la apostasía. Estaba al otro lado del mar de Galilea; lejos de los centros religiosos. Tal vez sus padres habían apostatado. Muchos de los judíos allí no cumplían con su religión; la verdad es que muchos se dedicaban a la cría de cerdos. Y sabemos que los judíos no eran grandes criadores de cerdos por las prohibiciones de la ley. Eso nos da una idea de dónde estaban espiritualmente.
El capítulo 1 de Romanos describe la condición apóstata:
Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres. . . quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican (vs. 28-30, 32).
Nos damos cuenta de que esta condición no es peculiar del primer siglo. Hoy en día hay iglesias que endosan las prácticas descritas en esta escritura. Algunos líderes religiosos están endosando la homosexualidad y ordenando en el ministerio a personas que profesan estas prácticas. Romanos 1 :22 también dice: «Profesando ser sabios, se hicieron necios». No sólo hacen tales cosas, sino que se deleitan aprobando a otros que las hacen.
Hay gente que cae en una condición apóstata porque se preocupan demasiado por lo que son. Básicamente están ignorando a Dios, alimentando un orgullo que los separa de Dios. Los que sacan a Dios de sus mentes y las llenan de egoísmo, comienzan a degenerar y a abrirse a influencias malignas. Finalmente, Dios los entrega a sus deseos malignos. Una persona en esta condición apóstata, se convierte en morada de todo género del mal. Cuando se apartan deliberadamente de Dios, después de haber conocido la verdad, se les produce un vacío que se convierte en recipiente del enemigo. El endemoniado de Gadara se había abierto de alguna forma al enemigo y éste lo había poseído completamente.
Un encuentro espiritual
Cuando Jesús salió de la barca y se dirigió hacia Decápolis, vio en la distancia a un hombre que corría locamente a su encuentro y supo inmediatamente lo que se acercaba. El hombre vino a Jesús, se arrodilló ante él y dijo: «¿Qué quieres conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Jura por Dios que no me atormentarás».
Este hombre nunca había visto a Jesús antes, pero algo dentro de él le dijo quién era Jesús. Y allí estaba de rodillas, temblando incontrolablemente, atormentado por la presencia de Dios.
Es importante que nos demos cuenta de que Jesús no intentó resolver el problema de este hombre intelectualmente. Debatir o «aconsejar» a un demonio es tan disparatado como tratar de resistir a un león con una bodoquera.
Cuando Jesús preguntó al espíritu cuál era su nombre, no fue porque no lo sabía; ya lo había discernido. Se trataba de un encuentro: los demonios estaban cara a cara con el Hijo de Dios. Era importante que reconocieran la autoridad del Señor y dijeran su nombre.
Entonces el hombre gritó con una voz inhumana: «Mi nombre es Legión; porque somos muchos». La palabra legión es un término del ejército romano para referirse a un grupo de, por lo menos, seis mil hombres.
Esos son muchos espíritus. Tener seis mil motivaciones contrayéndose y estirándose dentro de él, ordenándole: «Haz esto» o «Haz aquello», tenía que haber sido increíblemente miserable.
Pero la legión hizo una petición extraña :»’No nos envíes fuera de esta región».
No estoy seguro de por qué lo pidieron, pero pudiera ser que estaban muy a gusto en Decápolis; a los demonios les gusta la apostasía. Disfrutan al estar con gente que tienen una fachada religiosa sin ningún verdadero contenido espiritual. A los demonios les gusta ir a ciertas iglesias. Muchas son como cementerios, lúgubres, apacibles y quietas. Iglesias donde el Espíritu Santo no se mueve y donde no está la presencia de Dios, son lugares plácidos y seguros para ellos, porque pasan desapercibidos. A nadie se le ocurriría que las personas allí tienen demonios. Es como si estuvieran en una reserva silvestre donde está prohibido cazar.
La religión sin el Espíritu Santo es peligrosa. Puede ser una cobija para problemas espirituales profundos. Sólo el Espíritu de Dios, no la religión, nos puede tener realizados, y libres de las influencias malignas.
La fuerza destructiva de los demonios
Cuando los demonios le pidieron que no los enviara fuera de aquella región, Jesús decidió dar una demostración visible del poder de los espíritus malignos y de su propio poder sobre ellos. La Escritura dice que les dio permiso para que entraran en un hato de cerdos.
Cuando salieron del hombre, puedo ver el cuadro: lo desgarraron, seguramente, con convulsiones y contorsiones. Pero cuando entraron en el hato de cerdos, lo hicieron con tanta fuerza que los animales enloquecieron instantáneamente, corriendo hacia los acantilados, precipitándose en el mar y ahogándose.
Fue una demostración dramática de la fuerza destructora de los espíritus malignos y de la manera de enfrentarlos. A los demonios no hay que controlarlos, reprimirlos o ignorarlos; tienen que ser echados fuera.
A veces hay personas que, externamente, se comportan bien, pero por dentro están siendo destrozadas. Tal vez quieren servir a Dios, pero algo adentro se los impide y resiste todo esfuerzo para agradar a Dios. Es lamentable, pero muchas personas que pudieran ser calificadas como «religiosas» son miserables la mayoría del tiempo. Si uno es miserable sirviendo a Dios, algo anda mal.
Este aire desdichado me recuerda la historia que me contó una señora en Jamaica, con respecto a la ocasión en que su iglesia esperaba la llegada de un predicador visitante, que venía por tren. Nadie sabía exactamente cómo era él, pero cuando el tren llegó, se bajó un hombre vestido de negro, de saco, chaleco y con sombrero, y ellos pensaron que seguramente era el ministro; se miraba tan serio. Se le acercaron y le preguntaron: «¿Es Ud. El reverendo Smith?»
«No, no lo soy», replicó él.
«Lo sentimos mucho», dijeron ellos. «Ud. parece un ministro».
«Es que tengo dolor de estómago»; dijo él.
Si algo le está atormentando, la solución no es meterlo más adentro en su espíritu, pretender creer que no está allí: ¡sáquelo en nombre de Jesús! Tenemos que estar libres para servir a Dios con alegría.
De regreso a Decápolis
El endemoniado fue liberado. Por primera vez en un largo tiempo ya no quería gruñir o gritar, ya no quería hacerle daño a nadie, ni a sí mismo. Podía sentarse y estar quieto. Había sido un gran milagro. Los demonios se habían ido. Cuando Jesús subía a la barca para partir, el hombre le dijo: «Señor, déjame ir contigo. No quiero regresar a Decápolis. Has salvado mi vida. Jamás he experimentado paz como ésta. Por favor; déjame ir contigo».
El quid del asunto en esta situación era su voluntad o la voluntad de Dios; porque Jesús le dijo: «No, no quiero eso. Quiero que regreses y cuentes cómo Dios tuvo misericordia de ti. Te necesitan en Decápolis».
Así que regresó y los vecinos de Decápolis lo vieron como a una verdadera persona. Antes, la gente cerraba sus puertas cuando él pasaba cerca; las mujeres se escondían y los niños temblaban de miedo. Pero ahora lo veían caminando por las calles humildemente, justificado y en control de sí mismo. Con sólo verlo la gente sabía que Jesús era el Hijo de Dios.
El endemoniado gadareno es el caso más extremo, que yo he leído, de la opresión del enemigo … y el Señor lo liberó. Si Jesús pudo con él, también podrá con su situación.
¿Cuántos de Uds. que leen este artículo, pueden decir lo siguiente?: «Cierto, hay algo que me impide servir al Señor con gozo. Hay cosas que me empujan a hacer lo que no quiero y quiero ser libre. Quiero que Dios me libere para servirle con alegría»
Dios le ayudará a liberarse. Él le dará el poder para enfrentarse a los espíritus que corrompen su vida, su familia, su iglesia. Pido a Dios, en el nombre de Jesús, que Ud. sea libre de la influencia de todo espíritu inmundo para que pueda servir a Dios con toda la paz, el gozo y la justicia que son suyos por medio del poder libertador de Jesucristo.
- Simpson recibió su educación en la Universidad de William Carey en Hattiesburg, Mississippi y en el Seminario Teológico Bautista de Nueva Orleans. Además de sus responsabilidades pastorales y ministerio internacional, fue presidente de la Junta Directiva de New Wine.
Reproducido de la Revista Vino Nuevo vol.5-nº 12- abril 1985