Por Hugh Murr
-¿Te importa si me siento?
-Por supuesto que no.
-Te ves deprimido Adán.
¿Tienes problemas?
¿Lo notaste?
-Tal vez te pueda ayudar. He leído todos los libros de superación personal que hay en el mercado y me considero algo así como un siquiatra aficionado. ¿Cuál es el problema?
– Verás, tengo esta sensación extraña en la boca del estómago.
-Ese no es realmente mi fuerte. No soy ningún especialista gastrointestinal. Ni siquiera me preocupo por la dieta. ¿Comiste algo fuera de lo corriente hoy?
-Pues … sí, …, comí un pedazo de fruta en el almuerzo que mi esposa me sirvió por primera vez.
-Dime. Adán, ¿qué tenía de extraño la fruta que comiste?
-Pienso que no la debí haber comido.
– ¿Demasiadas calorías?
-No, sólo que no debí haberla comido.
-¿Que no debiste? ¿Por qué no? ¿Te prohibió alguien en tu niñez que comieras frutas?
-¿Niñez? ¿Qué es eso?
-Mmmm. Parece que estás reprimiendo algún recuerdo traumático. ¿Te sentiste rechazado por tu madre, Adán?
-Nunca tuve madre.
– Ya lo tengo. Fuiste un niño privado. Esta es la historia: Todos los otros niños del vecindario regresaban de la escuela a sus hogares y sus madres les tenían leche con galletas, pero tú tenías que comer ciruelas, ¿cierto? Y tú odiabas las ciruelas. Por eso ahora tienes una asociación traumática cuando comes cualquier clase de fruta.
-¡No! Ya te dije que no tuve …
-Pero, ¿qué de tu padre, Adán? Tienes uno, ¿verdad? ¿Cómo te sientes con respecto a él?
-Todo iba de maravillas entre nosotros hasta esta tarde. Ahora me pongo nervioso cuando pienso en él. Tengo la sensación extraña que me va a echar de la casa junto con mi esposa.
-Sí, lo veo. Tu padre debe ser un autoritario represivo. Impone sus valores morales personales sobre todo el mundo. Conozco el tipo. Lo que te oigo decir es que estás obsesionado por sentimientos de culpa porque has quebrado alguna regla arbitraria de conducta que alguien ha querido imponerte.
-No exactamente. Yo …
– ¿Te sientes como una víctima de la sociedad, Adán?
– ¿Qué quieres decir? Yo soy la sociedad; es decir, mi esposa y yo. Pensándolo bien, ella me ha estado haciendo sentir como una víctima últimamente.
-Tienes que evitar un complejo de mártir, Adán, pareciera que tienes una hostilidad sumergida contra tu esposa. ¿Te sientes frustrado por sus expectativas irreales de tu conducta? ¿Te hace sentir inadecuado?
-Pues, ella piensa ahora que sabe más que yo. Y se avergüenza por mi modo de vestir. A veces sus comentarios sobre mi apariencia me hacen sentir desnudo.
-Adán, pienso que la naturaleza de tu problema es muy clara. La podemos trazar en varios orígenes: una madre ausente, un padre autoritario, una esposa hipócrita. El problema no es realmente tuyo; es de ellos.
-Entonces, ¿por qué me siento tan mal?
-Estás luchando con un sentimiento falso de culpa. ¿Has pensado en buscar ayuda profesional? Tal vez debieras probar la terapia del grito primate.
-No sé si deba. Parece que a los monos no les ayuda en mucho. Eran tan sociales, pero hoy comenzaron a tirarme piedras. ¿No saben que yo, supuestamente, tengo el dominio sobre ellos?
-Me parece que estás teniendo delirio de grandeza, Adán. ¿Has pensado en tratamientos de electrochoque?
– ¿Que me caiga un rayo?
Prefiero probar algo menos doloroso.
-Podrías tratar de olvidarlo.
-Mi padre no me lo permite. Pero tal vez le puedo decir que el diablo me obligó a hacerlo.
-No, no. No hay necesidad de meterlo a él en esto. Mira, ¿por qué no buscas que te receten algo para los nervios?
-No hay tiempo. Mi padre vendrá en cualquier momento y me dijo que no hablara con extraños. Eso me recuerda, ¿no te conozco de alguna parte?
-Es lo que dicen todos.
Pero si no recuerdas tu propia niñez, ¿cómo te acordarás de mí?
-Es que me pareces conocido. ¿Amigo de mi esposa, quizá? Un momento. Ella y yo somos las únicas dos personas por este lado. ¿De dónde saliste tú? ¿Cómo supiste mi nombre? ¿Quién eres?
-Un caso obvio de identificación equivocada. Te estás angustiando demasiado, Adán. No derrames tu hostilidad reprimida sobre …
-¡Cáspita! Mi padre llegó.
-Mejor me voy. Pero sé que nos volveremos a ver muy pronto.
-¡Espera! Tienes que ayudarme a explicarle mi problema. Dile que no es culpa mía y… ¿A dónde se habrá ido ese tipo? ¿Cómo pudo desaparecer así de pronto? No me puede dejar ahora… ¡Las hojas de higuera se me están cayendo! ¿Dónde …?
«¡Adán, Adán, hijo mío! ¿Dónde estás?»
Reproducido de la revista Vino Nuevo vol. 5-nº 8- octubre 1984