Por Don Basham
No deje que el acusador le impida seguir adelante
Los cristianos no deben desalentarse porque Satanás se les oponga tan vigorosamente. La oposición es, por lo general, una señal de que estamos caminando en la dirección correcta. En verdad, el Espíritu Santo a menudo nos lleva a situaciones en las que tenemos que enfrentar directamente a nuestro enemigo para crecer. Esto lo vemos con toda claridad en la vida de Jesús.
En el capítulo cuatro de Lucas encontramos la historia de la tentación en el desierto. Jesús acababa de ser bautizado en el río Jordán por Juan y el Espíritu Santo había descendido sobre él en forma de paloma. Lucas escribe que inmediatamente después Jesús «fue llevado por el Espíritu al desierto … y era tentado por el diablo.» (4:1). Note que no fue por un ardid que llegó allí. Fue llevado por el mismo Espíritu que lo había llenado. Dios se encargó, por medio del Espíritu, que Jesús tuviera que confrontar a su enemigo cara a cara.
Creo que no es sabio que los cristianos crean que pueden vivir en el poder del Espíritu de Dios sin que el enemigo se les oponga. Ser bautizados en el Espíritu generalmente aumenta nuestra sensibilidad a la realidad de Satanás, porque somos introducidos en un ámbito sobrenatural que no conocíamos antes. Parte de ese ambiente está habitado por el enemigo de nuestras almas.
La Biblia es bien clara al demostrar que sólo existen dos reinos: el reino de Dios y el reino de Satanás. Muchas veces las Escrituras se refieren a la vida cristiana como a una lucha entre estos dos reinos. Cuando Satanás le enseñó a Jesús, en un momento, todos los reinos de esta tierra, no le estaba mostrando montañas, ríos, valles y ciudades; le estaba mostrando razas, naciones y pueblos. La batalla no es por los bienes raíces de este mundo, sino por las mentes y almas de los hombres.
En el éxito y en el fracaso
Una de las formas principales en que Satanás se opondrá a nosotros, en su papel de acusador de los hermanos (Apoc. 12: 10), es con la burla y el escarnio, tanto cuando tenemos éxito, como cuando fracasamos en hacer lo que Dios nos ha mandado. Sus asaltos vienen, ya sea en la forma de pensamientos implantados en la mente, o por medio de críticos que colecciona para burlarse y menospreciarnos.
En el capítulo cuatro de Nehemías, leemos la historia de este líder del pueblo de Dios que regresó a Jerusalén para volver a levantar sus murallas. Habían sido destruidas y la ciudad era saqueada y acosada por los enemigos de Dios y de su pueblo. Cuando Nehemías comenzó lo que Dios le había comisionado, Satanás trajo inmediatamente a sus críticos, Tobías y Sanbalat. «Miren lo que esos tontos intentan hacer,» decían de Nehemías y sus hombres. «Piensan que van a reconstruir las murallas, pero ni siquiera son constructores. Hasta una zorra la derribaría.»
No obstante, Nehemías continuó en su trabajo. Cuando Sanbalat y Tobías se dieron cuenta que el ridículo no iba a detener al pueblo de Dios, cambiaron de táctica y acusaron a Nehemías de ambición personal. Lo que dijeron esencialmente fue esto: «Sabemos que lo que quieres es dominar Judá y si no te detienes, se lo diremos al rey. Deja la obra y sentémonos a hablar.»
Cada vez que comenzamos a hacer algo en obediencia a la dirección de Dios, recibiremos esta clase de oposición. Pero Nehemías hizo lo correcto; oró diciendo: «Ahora, pues, oh Dios, fortalece tú mis manos.» (6:9). Nehemías estaba actuando dentro de la voluntad de Dios y el Señor
mostró su fidelidad y le permitió completar la muralla. De igual manera, si caminamos en la gracia del Señor y laboramos en la esfera que él nos ha asignado, él nos hará victoriosos sobre el acusador.
En los errores
Por supuesto, que muchas veces Satanás apunta sus críticas a los errores que hemos cometido. Eso hace que sus acusaciones sean más dolorosas porque tienen validez. Es entonces cuando debemos recordar que no podemos comenzar nada nuevo sin hacer errores.
Una construcción es un lugar desarreglado. El edificio no se ha terminado aún. Alguien definió la fealdad como un estado intermedio hacia la madurez. Una escultura medio terminada es fea. Un edificio medio terminado tiene andamios, boquetes donde irán las ventanas y escombros que se acumulan. No podemos edificar sin hacer desarreglos.
Dios trabaja a través de personas que por falta de experiencia o madurez, generalmente terminan cometiendo algunos errores en sus intentos de obedecerle. Lamentablemente, rara vez Dios imparte la visión de su propósito a personas completamente maduras, y nunca nos da el plano entero que va con la visión. Sería tan fácil si tuviéramos un manual completo que cubriera todos los aspectos de la vida cristiana. Pero como no lo tenemos, tenemos que aprender por nuestros errores.
Le pido a Dios que cuando mi vida termine y deba presentarme ante él para responder por todas las cosas que he hecho, pueda decir: «Señor, creo que como el ochenta por ciento de lo que hice fue en obediencia fiel a tu llamado.» Yo sé que no puedo aspirar a un porcentaje más alto. Sé que como un diez por ciento de las veces no tuve la suficiente sabiduría para hacer lo que intentaba. Otro cinco por ciento fracasé por pura testarudez y debo pedir el perdón de Dios por eso. Y el otro cinco por ciento de las veces no alcancé la meta por razones conocidas sólo por Dios. Aunque pude haber seguido los principios correctos, por alguna razón los resultados no fueron los esperados.
Los errores son una parte casi inevitable cuando se sigue a Dios. El diablo siempre los usa en contra nuestra y está listo para echárnoslos a la cara: «Lo que estás haciendo es feo. No está correcto. Mira todos los errores que has hecho.» Es una de sus tretas favoritas enfocar los fracasos. Dios sabe también que hemos errado y que seguramente lo volveremos a hacer. Sin embargo, su gracia nos permite continuar en su obra hasta que termine con éxito.
Haciendo frente a la tormenta
Los ataques de Satanás contra nosotros, ya sea en nuestros éxitos o en los fracasos, son como tormentas; y podemos reprender o hacer frente a la tormenta. A veces tenemos que hacerles frente y debemos estar preparados. Hay por lo menos tres métodos específicos que Satanás usa contra los hombres.
Primero, el enemigo puede distorsionar la perspectiva. Cuando Satanás ataca la mente lo que quiere es intensificar el problema que ya existe. No quiere decir que todos los problemas en sí sean engrandecidos, sino nuestros sentimientos con respecto a ellos. Pareciera que de ese modo tendremos que usar tres veces más la fuerza que normalmente ejerceríamos. Nuestros temores son magnificados. Enfermedades insignificantes cobran una importancia desmedida. Cualquier resfrío parece estar destinado a convertirse en noticia nacional, y las cositas que normalmente sólo son pequeñas frustraciones nos llevan al borde de la desesperación. Sin embargo, si pudiésemos ver nuestros problemas objetivamente, sabríamos que Dios todavía tiene el control. El sol todavía está brillando, el cielo no se ha caído, ni ha ocurrido una gran catástrofe. Estamos sufriendo sencillamente la oposición de Satanás.
Segundo, Satanás nos ataca con la culpa. ¿Ha sentido Ud. alguna vez que no da la talla de un cristiano? No conozco ningún otro ataque más dañino que la culpa. Debemos reconocerlo como otra tormenta que el enemigo puede traer. A veces podemos orar y se disipa; pero en otras se hace necesario que alguien nos ayude, nuestra familia, el pastor u otra persona.
Tercero, el enemigo confunde la comunicación. «¿Cómo es posible que mi esposa haya creído que yo dije eso?» Satanás es quien distribuye las medias verdades y nos aguijonea para ver y oír lo malo y no lo bueno, e inflama las sospechas silenciosas. Cuando hay esposas, maridos, padres e hijos, pastores y sus congregaciones que no se están comunicando como debieran, Satanás se aprovecha para que la gente anide sus rencores.
Una estrategia
Todas estas son estratagemas del enemigo, pero si estamos preparados, podremos dominar la tormenta sin que nos mueva fuera de curso. Como ya lo mencionamos, estos ataques pueden ser parte del propósito de Dios. Fue el Espíritu Santo quien llevó a Jesús al desierto donde fue tentado por el diablo, y esa prueba hizo algo en él. Estamos seguros que tendremos oposición del enemigo y es necesario que recordemos algunas cosas cuando estemos pasando por esas experiencias:
1) Neutralice los ataques cuando y donde sea posible. Proverbios 15: 1 da este sabio consejo:
«La blanda respuesta quita la ira.» La confrontación suave, cara a cara y el deseo de ser directo en la comunicación, debilita muchas veces la fuente de la crítica.
2) Mantenga una actitud positiva. Pablo escribe en 1 Corintios 13: 7 que el amor «siempre protege, siempre confía, siempre espera, siempre persevera.» Mi amigo Charles Simpson dice que la madurez se manifiesta cuando actuamos redentivamente en cada situación. Parte de la acción redentiva es una disposición a perdonar, igual que lo hizo Jesús desde la cruz cuando oró:
«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.» Cuando los hombres estaban haciéndole lo peor, él estaba haciendo lo mejor por ellos. Esa actitud es positiva y redentiva.
3) No discuta con los críticos. Una vez más, Nehemías nos sirve de ejemplo: Cuando sus enemigos le pidieron una respuesta a sus críticas, él respondió:
«Hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros» (Neh. 6:3). Si nos detenemos en la obra que Dios nos ha mandado a hacer para dar explicaciones a los críticos, habremos perdido ante el enemigo, poniéndonos bajo su autoridad. Nunca podremos responder a todas las críticas. Por supuesto, que hay ocasiones cuando debemos dar respuesta de nuestra fe, pero cada vez que le concedemos demasiado tiempo a
los críticos nos metemos en su red. Lo mejor y lo más sencillo es continuar con la obra que Dios nos ha encomendado.
4) Recuerde que estamos en guerra. El Salmo 23 dice: «Preparaste mesa delante de mí en presencia de mis enemigos.» Dios bendice a su pueblo, pero debemos recordar que el enemigo está presente. Ocasionalmente hay descansos breves en la batalla cuando no es muy intensa, pero las victorias se ganan peleando.
5) Encare los problemas con honestidad y aprenda de los errores. No tenemos que pedir excusas y ponernos a la defensiva porque no podemos hacer con nuestra propia fuerza, lo que se nos ha encargado. Si somos sinceros con nosotros mismos y con Dios, podremos aprender más de nuestros errores que de nuestros éxitos, y él continuará usándonos para cumplir con sus propósitos:
6) Luche contra la carga emocional del enemigo. Para lograrlo tenemos que orar y alabar al Señor con frecuencia y comunicarnos con los que pueden ayudarnos. No debemos permitir que los pensamientos negativos nos infecten. La mejor táctica del diablo es aislarnos y meternos en una esquina para que alimentemos nuestras preocupaciones solos. Cuando eso sucede, encontraremos que nuestros problemas se agigantan miles de veces con respecto a su tamaño real.
7) Ore en conjunto. No tenemos la capacidad de enfrentarnos solos contra todas las huestes de Satanás. Los gobernantes y principados tienen que ser destronados conjuntamente en oración.
8) Busque liberación periódicamente. La liberación es parecida a la sanidad. Porque hayamos sido sanados una vez no significa que ya no nos volveremos a enfermar jamás, y porque hayamos sido liberados una vez de alguna peste satánica no significa que tarde o temprano no encontremos otra. Sin embargo, la virtud de Dios está siempre dispuesta.
9) Cultive un corazón agradecido. Pablo dice en l Tes. 5: 16 y 18: «Estad siempre gozosos. Dad gracias en todo.» Tal vez no podarnos lograr estar siempre alegres, pero podemos cultivar el agradecimiento. Es bueno recordar el himno que dice: «Bendiciones, cuántas tienes ya»: nos sorprenderá saber cuántas bendiciones podemos contar.
10) Manténgase firme en el cuerpo de Cristo. Aunque en ocasiones nuestro caminar con otros cristianos se vuelva duro y doloroso, nos necesitamos mutuamente. Nuestro compromiso con otros en el cuerpo de Cristo nos costará, igual que el pacto que hicimos en el matrimonio es costoso.
Los matrimonios no se «hacen en el cielo» según el dicho popular. Viene en pequeñas partes desarmadas y tenemos que aprender a armarlas en la tierra. Nuestras relaciones con nuestros hermanos y hermanas cristianos-de igual manera. Dios es quien nos unió y debemos confiar para que él nos mantenga unidos, aún cuando estemos enojados unos con otros y no nos pongamos de acuerdo. A pesar del costo tan alto del compromiso, necesitamos permanecer firmes en el cuerpo de Cristo porque nuestra vida depende de ello.
Crecimiento a través de la lucha
Algo hay al enfrentar las tormentas con éxito que nos fortalece y nos capacita para seguir adelante con Dios victoriosamente y con esperanza. Lucas comienza la historia de la tentación de Jesús diciendo que «volvió del Jordán, lleno del Espíritu Santo» (v.l). Pero concluye su relato diciendo que regresó a Galilea «en el poder del Espíritu» (v.14). ¿Qué diferencia hay entre ser lleno del Espíritu y estar en el poder del Espíritu? Estas dos frases indican algo especial que sucedió como resultado de su encuentro con Satanás en el desierto. Yo creo que algo debe pasarnos a nosotros también cuando nos encontramos con el enemigo y lo derrotamos. La fuerza y la madurez vienen por medio de la prueba.
Usted y yo jamás llegaremos a ser como Dios quiere si no pasamos por la lucha. Jesús peleó sus batallas con el enemigo, y si hemos de ser sus discípulos, no existe razón alguna para pensar que estamos eximidos de la guerra. Dios nos lleva a la batalla y nos arma para pelear. Por esta razón, podemos vivir con la esperanza inquebrantable que su victoria final será nuestra también.
Reproducido de la Revista Vino Nuevo vol-5- nº 8 -agosto 1984
Don Basham
Licenciado en Arte y Divinidad de la Universidad de Phillips, y graduado del Seminario de Enid, Oklahoma. Fue editor de New Wine Magazine y autor de varios libros, entre ellos «Líbranos del Mal» y «Frente a un Milagro «.