Autor Ern Baxter

La vida cristiana vista desde gran altura

El desafío de volar ha cautivado la imaginación del hombre desde el principio de su historia. La conquista del aire en nuestra propia generación ha producido una ola de admiración y de romance sin igual en los anales de la existencia del hombre. De algún modo la habilidad de volar ha sintetizado el anhelo del hombre de elevarse más allá de las limitaciones naturales de los mortales terrestres y remontarse hasta el ámbito de lo sobrenatural.

El anhelo espiritual del mundo, el surgimiento del ocultismo y de las prácticas místicas son evidencias del harnbre de la humanidad por conocer y moverse en el universo espiritual. Nuestro mundo se ha convertido en un vacío espiritual y el hombre se está muriendo de asfixia espiritual. Dios ha provisto lo necesario en Su Reino para suplir esta escasez y sin embargo, cuán pocos son los creyentes que encuentran la satisfacción de conocer plenamente lo que Dios les ha asignado.

¿Cómo puede entrar el hombre en el reino de los sobrenatural en su caminar con Dios? Esta pregunta, en una forma ú otra, parece ser una de las inquietudes más urgentes que encuentro por dondequiera que voy.

Hablamos de lo que Dios está haciendo -pero el vivir en esa presencia divina es otra cosa. En vez de meterme en una dissertación pesada, quisiera usar una ilustración muy hermosa que nos ha sido dada por el Autor de la Palabra de Dios – el Espíritu Santo.

(28) «¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance.

(29) El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.

(30) Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen;

(31) Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán. » Isaías 40: 28-31.

La Biblia es un libro intensamente práctico. El Espíritu Santo ha registrado el universo para encontrar toda imagen, ilustración y parábola concebible para impartir a los hombres la verdad de los caminos de Dios. Las actividades cotidianas, las relaciones interpersonales, las cosas de la naturaleza y las partes de nuestro cuerpo; cosas con las que estamos íntimamente familiarizados son capturadas por Él para descubrir algún aspecto del misterio divino.

EL AGUlLA

Este pasaje nos habla del águila.

Así como el león es el rey de los cuadrúpedos, el águila es el rey de las aves. El Espíritu Santo nos ha comparado a nosotros y a nuestro anhelo hacia Dios con la aspiración de ser como el águila.

Mientras contemplaba las águilas en la cuenca del río Columbia, cerca de Portland, Oregón, empecé a entender por qué han representado,» a través de los siglos, el impulso del hombre hacia Dios: poder, libertad, belleza, el señor de su ambiente gracias a su habilidad de dominar el aire. Se mueven con un esplendor real, porque nacen en calidad de reyes. Como el águila que nace con el derecho divino de ser rey, de igual manera venimos nosotros desde el nuevo nacimiento con el potencial innato de remontarnos hasta la pura presencia de Dios mismo. Sin embargo, el hecho de que las águilas estén equipadas para volar no significa necesariamente que se vayan a levantar del suelo.

Deuteronomio 32:11 tiene cierta información acerca de las águilas que es muy interesante:

«Como el águila que excita su nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas …..

Todas las águilas empiezan como aguiluchos y antes de que estos indecorosos, chilladores e inexpertos polluelos puedan tomar su lugar entre la realeza, deben ser entrenados en los caminos del rey de las aves. Este verso tan pequeño es el Manual de Entrenamiento para vuelo de los aguiluchos estudiantes y cristianos confinados en tierra.

Imagine conmigo a dos pequeños aguiluchos acurrucados cómodamente en su nido forrado de plumas, bien alto en la cima misteriosa de una montaña lejana. (Hay cristianos que nacen en circunstancias igualmente precarias.) En el nido todo es maravilloso; mamá águila sale todos los días y trae trozos escogidos para satisfacer sus apetitos voraces. En las frías noches de las montañas se acomoda sobre el nido y los aguiluchos se aprietan contra ella sintiéndose seguros bajo sus cálidas y suaves alas y miran afuera a las estrellas que parecen tan cercanas. Son recién nacidos y han sido bautizados en el Espíritu. ¡Aleluya! ¡La vida es maravillosa y el ser cristiano lo hace todo tan fácil -se acabaron los problemas! ¡Dios sabía lo que estaba haciendo cuando planeó todo esto!

Un día, Mamá empieza a actuar de una manera muy extraña. En vez de posarse sobre el nido, flota momentáneamente batiendo el aire con sus enormes alas. Al verla, Aguilucho piensa, «¡Qué alas tan potentes tiene Mamá!» Eso es exactamente lo que la Sra. Aguila quiere que piense el pequeño.

Entonces hace algo absolutamente loco. Agarra un pedazo del nido y lo deja caer al vacío. Luego regresa por otro pedazo, por otro y por otro. ¡Los aguiluchos comienzan a pensar que Mamá se ha vuelto loca de remate! La estructura del nido está ahora menos que firme y las suaves plumas que habían hecho que el pequeño se sintiera tan seguro, ahora están en el fondo del abismo. La vida del nido se está poniendo muy incómoda, sólo hay espacio para pararse en lo que queda de su hogar.

¿Se da cuenta de lo que está haciendo la madre águila? Ella está preparando a su cría para la primera etapa de su entrenamiento. Después que nuestro Señor recibió el Espíritu Santo y la declaración de ser el Hijo de Dios, la Escritura dice que fue guiado por el Espíritu a un lugar desierto para ser tentado por el diablo. En el margen de mi Biblia tengo escrito lo siguiente: «¿Es este el procedimiento normal de operación?» Yo creo que el modus operandi de Dios es comenzar lo más pronto posible a enfrentarnos con la necesidad de madurar para llegar a ser algo más que creyentes circunscritos en un nido.

Pablo dijo a los corintios que él no les pudo hablar como a hombres maduros porque eran como niños. No dijo que eran niños, sino que eran como niños. Todos pensamos que es muy gracioso y reímos cuando un bebé deja correr su cereal por su barbilla y la leche se desliza hasta sus orejitas. Pero cuando un hombre de 21 años hace lo mismo. entonces es como un bebé y el efecto es nauseabundo. A Dios no le importa que un cristiano pase por la etapa del cereal; es una parte de su crecimiento. Pero para Dios es trágico si nunca salimos de la infancia.

lnteresantemente, la incomodidad de nuestros perplejos aguiluchos ha sido causada deliberadamente por la que les ama más que nadie. Cuán a menudo nos lamentamos cuando pasando por una racha de problemas. «¡Es el diablo que me está atacando!» ¿Está seguro que es el diablo? Tal vez sea El que más le ama quien esté sacudiéndole su nido.

Igual que muchos creyentes. los aguiluchos concluyen que al menos es tolerable estar parados sobre aquella saliente ventosa y se disponen a sacar el mejor partido de la situación. Pero la querida Mamá tiene en mente más que una sacudida de nido. Agarra a uno de los pequeñines en su poderoso pico y lo empuja hacia la orilla misma del abismo. El pobrecito se pregunta qué estará pasando? Su corazoncito palpita más y más rápidamente y al ser empujado aún más cerca de la orilla, él piensa, «NO, no puede ser!» ¡Pero lo es!

Con un último empujón comienza a desplomarse hacia el fondo del abismo, seguro de que este es el fin. Entonces. como saliendo de la nada se oye el zumbido de las poderosas alas de Mamá y el pequeño se encuentra, muy aliviado, sobre su potente espalda camino a la seguridad de la saliente. La primera vez que Dios nos empuja del nido y nos toma antes de llegar al fondo decimos entrecortadamente. «¡Gracias al cielo! Creí que Dios me había abandonado.»

De regreso en la saliente, nuestro aspirante a rey se está apenas recobrando de su mareo cuando Mamá comienza a empujarlo otra vez. «No, no de Nuevo,» gime mientras cae por segunda vez. «¿Y qué si Mamá falla esta vez?» Pero ella llega justo a tiempo. Después de varios viajes el pequeño comienza a darse cuenta que Mamá está tratando de enseñarle algo. De pronto se acuerda de las enormes alas de Mamá dando vueltas sobre el nido. El mira sus propias exiguas alas y piensa, «¡Será posible que … Si me vuelve a empujar voy a probar las mías!» Ya tendrá otra oportunidad. Mamá no cesará hasta que el pequeño tenga el sentido común de hacerlo.

Los aguiluchos son criaturas torpes que se bambolean trémulamente con sus alas sin probar. Pero cada salto desesperante les da un poco más de dominio de sus alas. Llega el día en que las extiende y en vez de caer se encuentra subiendo, más y más alto, llevado por las poderosas corrientes de aire, mucho más alto que su hogar en la saliente y que el nido que lo confinaba. Ya no es más un volantón implorando bocadillos, ahora está aprendiendo a ser una de las águilas … Un día llegará a ser un rey.

Muchas veces los ministros y los evangelistas hacen creer que convertirse en cristiano es como nacer sobre una almohada de seda con un cordón de ángeles que nos llevan flotando a través de la vida hasta depositarnos ante el trono celestial. Sólo después de que estamos bien acomodados en nuestro nido, aprendemos que Dios está más interesado en la producción de nuestro carácter que en la provisión de nuestra comodidad. Hemos hecho de Dios nuestro Santa Claus celestial y si no obtenemos todo lo que queremos, pataleamos como niños respondones y chillamos pidiendo golosinas. Pero porque El es nuestro Padre y no Santa Claus, nos corregirá rigurosamente y nos mandará callar. El no tolerará nuestra malacrianza, sino que nos empujará a situaciones que exijan de nosotros madurez y el uso de las alas que nos ha dado. El quiere que lleguemos a ser águilas. Dios jamás hizo un nido del cual pudiésemos salir caminando; todos han sido diseñados para salir de ellos volando. Hay cristianos que han caído de la saliente tantas veces que se gozan del paseo y no tienen ningún interés en aprender a volar. Jamás subirán más allá del nido donde nacieron.

REYES

En la Tierra Santa había dos tipos de águilas: el Aguila Dorada y el Aguila Imperial. El Aguila Dorada habla de nosotros como participantes de la naturaleza divina y el Águila Imperial de ser reyes. En la Escritura, los dos van mano a mano.

¡Nuestro derecho divino es reinar como monarcas en nuestras propias vidas! Las circunstancias que confunden y ofuscan al mundo, se convierten en plataformas de lanzamiento hacia nuevas alturas en Dios. Satanás y sus secuaces llegan a ser las serpientes que un águila biseca con un tajo de sus poderosas garras o que deja caer desde alturas vertiginosas para que sean aplastadas contra las rocas abajo. Esta es nuestra herencia.

Hace algunos años estaba dirigiendo una campaña en Cleveland, Ohio. Iba a salir de la ciudad por algunos días y antes de hacerlo dije a uno de los comités, «Consiga un lote donde podamos levantar una carpa para más o menos tres mil personas y arreglaremos la cuenta más tarde.»

A mi regreso el presidente del comité me dijo, «Tenemos un sitio maravilloso para la carpa.»

«Magnifico,» le contesté. «¿Yen cuánto tuvo que alquilar el terreno?»

«En mil quinientos dólares diarios. »

«¿Cómo?» dije con asombro. (En aquellos días mil quinientos dólares eran como quince mil de los de hoy.)

Habíamos decidido no hacer gran cosa del dinero, así que no nos quedaba más que confiar en el Señor. Después de un día y medio teníamos una deuda de cinco mil dólares –estábamos en una posición muy incómoda.

Esa tarde prediqué sobre Romanos 5: 17: » … más reinarán en vida por medio de Uno, Jesucristo … » Cuando finalicé les dije, «Ahora, salúdense los unos a los otros como reyes. A mí me pueden saludar como el Rey Baxter. »

Esa noche alguien me entregó un sobre dirigido al «Rey Baxter.» Lo abrí y leí la siguiente nota: «Querido Rey Baxter, Mi esposa y yo sentimos que nuestro hermano rey tiene una necesidad. De nuestro tesoro real queremos que acepte el cheque adjunto por la suma de cinco mil dólares.» Es posible que yo no lo tenga todo el tiempo, pero hay dinero en la familia real.

LEVANTANDO ALAS

El autor de Proverbios dijo que entre los misterios del universo que eran más difíciles de entender, estaba «el rastro del águila en el aire.» El simbolismo de este pasaje es la potencialidad inexplicable del cristiano que es como la del águila, que puede volar más alto que cualquiera otra ave sin batir sus alas una sola vez.

¿Ha notado que la Escritura dice que las águilas se «remontan» y no que suben «aleteando»? Las águilas no fueron creadas para ir de un lado a otro dando aletazos; fueron creadas para remontarse a grandes alturas y para ser libres. Las águilas aprenden a volar sin luchar porque entienden las corrientes de aire. Una águila se posa sobre una roca y espera, probando el viento. Cuando la corriente es favorable, se remonta con un chillido real. He aquí uno de los secretos del águila para remontarse – esperar: Los que esperan, dice la Escritura, son los que se van a levantar. «Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas … «Esta es también la clave para la adoración pública. «El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.» Un cristiano debería volar sin esfuerzo porque entiende el secreto de los vientos.

Una vez estaba en un culto público de adoración dirigido por un ministro, amigo mío, quien tenia todos los dones naturales para dirigir esta clase de servicios: voz, talento musical y personalidad. La adoración era buena, pero no era todo lo que el Espíritu quería. En la parte de atrás del auditorio un hombre levantaba su mano con insistencia como si desease algo muy urgente. Finalmente el pastor le dio su atención diciendo, «Sí, hermano.» El hombre comenzó a cantar un viejo coro «Gloria y Honor … » Todo lo que queda era la oportunidad de dejarse llevar por la corriente que había sentido desde hacía un buen rato. La reunión alzó vuelo y todos nosotros nos elevamos en la brisa del Espíritu durante toda la noche. Hay una brisa en cada reunión que encontraríamos si tuviésemos la paciencia de esperarla. Si no esperamos, nos sumamos al grupo de los que tratan de animar con un esfuerzo humano. ¡No, gracias, es más fácil flotar que aletear!

VUELO ENCUMBRADO

Hay algo dentro de una águila que demanda que vuele más alto que las otras aves. A veces vuela más allá del alcance del ojo humano.

Se eleva más allá de los cuervos que se posan en los alambres del teléfono chillando, «cao, cao, detente y te diremos el último chisme sobre el superintendente de la escuela dominical, cao, cao.»

Pero el águila responde, ¡No me interesa! Voy a subir más allá de las nubes donde pueda mirar de lleno en la cara del sol.»

Aunque una águila vuela a grandes alturas mirando al sol cegador, también se adapta con igual facilidad a los valles oscuros de las montañas. Tiene dos pares de párpados. Con sus párpados terrenales puede ver perfectamente al nivel del terreno, o puede bajar los celestiales y deleitarse en la refulgente gloria del sol.

Es necesario que los cristianos sepan caminar sobre la tierra así como también volar en la gloria. Es posible llegar a ser tan espirituales que no podamos ver la realidad en nuestras vidas diarias. No se vuelva nunca tan espiritual que no provea para su familia, ame a su esposa, juegue con los niños, o ayude a sacar la basura.

«¡Sacar la basura! ¡Pero si soy un hijo de Dios!», podría objetar usted. ¡Amigo, sabe usted con qué dignidad puede un hijo de Dios sacar la basura!

Cuando el águila se levanta más allá de las nubes, es llevada majestuosamente por las grandes corrientes de aire hasta la misma presencia de Dios. Usted y yo no hemos sido formados para la suciedad y la contaminación. No nacimos para ser sucios cuervos posados sobre la línea de un teléfono. Somos diseñados para la adoración pura de Dios, para escalar hasta la atmósfera enrarecida del Lugar Santísimo.

Algunos preguntan, «¿Baxter, hasta dónde puedo ir?»

«Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios.» ¡Esa águila voló alto! Un día voló tan alto que Dios le dijo, «Enoc, está más cerca subir hasta acá que regresarte.»

¿Hasta qué altura? Un magnífico hombre de mi congregación cuyo trabajo es el de cuidar a hermosos caballos de raza, se me acercó una mañana después del servicio. Era un hombre muy tímido y gentil; con un tono de disculpa me dijo, «Pastor, uno de los caballos que cuido está muy enfermo hasta el punto de la muerte. Ud. cree que … «, dijo sin terminar.

«¡,Estás pensando si yo creo que Dios puede sanar tu caballo?» le pregunté.

El admitió que eso era lo que quería saber.

«¿Crees que Dios lo puede hacer?» le pregunté.

“Sí, pastor, lo creo.” me respondió. Le tomé de las manos y juntos oramos para que Dios sanara al caballo.

Yo soy uno de los pocos pastores que conozco que tienen la fotografía de un caballo colgando en la pared. La gente puede decir, «¡No creo que Dios sana a los caballos!» Ellos pueden permitir que sus caballos mueran pero Dios sanó a éste.

¿Hasta qué altura? Una vez, el capitán de una nave en la cual viajaba Jorge Mueller, le dijo que no podrían llegar a Nueva York a tiempo debido a la densa neblina que había. «Pues veremos.» dijo Jorge Mueller. Oró, la neblina levantó y la nave llegó a tiempo para cumplir con su compromiso en Nueva York.

No faltará quien diga: «¡Yo no creo que Dios levanta neblinas!» Ellos se quedarán en la niebla, pero Dios las levantará para aquéllos que tengan la fe para hacer que las levante.

¡Dios nos ha hecho águilas como El Mismo es y El quiere que volemos! Todas las experiencias con las que nos emocionamos — nuestra conversión, nuestro bautismo en el Espíritu Santo, los dones espirituales — son sólo una parte de nuestra introducción a la vida sobrenatural que demanda que lleguemos a ser conforme a Su semejanza porque somos participantes de la naturaleza divina,

El águila ha sido destinada para las grandes alturas — Abdías 4 nos dice que el águila pone su nido «entre las estrellas». Si nos encontramos infelices y frustrados, si la vida cristiana no llega a ser lo que esperábamos, entonces pueda ser que no hayamos comprendido el llamamiento de Dios de anidar en las alturas. Somos creados para vivir en una atmósfera divina y moriremos si moramos en un mundo contaminado.

¿Hasta qué altura? Mi respuesta es: ¿Qué bien conoce las corrientes de aire? ¿Cuánta comprensión tiene del movimiento del Espíritu de Dios? El percibir el Espíritu de Dios es más que un sentimiento subjetivo. Es poner la mente en las cosas del Espíritu. Es recta conducta, obediencia a la Palabra de Dios, conocer y hacer la voluntad de Dios. El Espíritu y la Palabra son inseparables. Si no permite que la Palabra de Dios gobierne su vida y deja entrar al pecado entonces cancela su habilidad de remontarse en las corrientes de aire. Todo será un aleteo. Puede gritar más y MAS FUERTE, cantar más y MAS DURO, orar más y MAS LARGO; pero no se levantará ni un centímetro del suelo; todo será un vano batir de alas.

NECESIDAD DE LlBERTAD

Una águila libre en su ambiente natural. es una ave muy limpia. Pero en cautiverio es una de las aves más sucias del mundo. De igual manera. un cristiano cautivo, sin libertad en el Espíritu de Dios, se convierte en “una ave sucia”. ¿Sabe cuál es el cautiverio más profundo en el que pueda caer un cristiano? Desviarse en formas religiosas que no están de acuerdo con la Palabra de Dios. El cautiverio religioso no es solamente la ceremonia eclesiástica; es con mayor frecuencia aquello que una vez estuvo lleno de vida, pero que ahora es sólo una parte de «la manera en que hacemos las cosas». Es confinar a Dios a su sistema. «Y fue para libertad que Cristo nos hizo libres, por tanto, perrnaneced firmes, y no os sometáis otra vez a yugo de esclavitud.» (Gálatas 5: 1). Pablo está hablando de la esclavitud de la forma religiosa. El vino del Espíritu es siempre nuevo y si intentamos ponerlo en odres viejos, los odres se reventarán y ambos se perderán. No hay nada más cruel y más muerto que un grupo de gente religiosa que haya perdido la unción.

¿Qué es lo que queda cuando se va la unción? Se nos dice en II Reyes 6 que en el sitio de Samaria todo lo que quedaba para comer eran cabezas de asnos y estiércol de palomas. ¿No es un cuadro muy bonito, verdad? Esto es lo que Dios ve que queda cuando se ha ido Su unción. Las cabezas de asnos representan la sabiduría humana sin Dios y el estiércol es todo lo que queda cuando se va la paloma.

Cuando usted entra en la presencia de Dios puede estar seguro que no es por su doctorado en filosofía, o porque se habrá aprendido de memoria todo el Nuevo Testamento, desde Mateo hasta Apocalipsis. Llegamos a vivir en la presencia de Dios conociendo la ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús. Entender el movimiento de los vientos es la única manera de poder encontrar la altura para morar en la presencia de Dios. No importa que usted sea Doctor en Filosofía, o colector de basura, usted está en pie de igualdad en el orden de Dios. ¿Entiende lo que estoy diciendo? De otra manera el cristianismo está redu­cido a un sistema filosófico que es comparado a cabezas de asnos. Es meramente sabiduría humana sin contenido divino. Dos mil ochocientas veces en su libro «El Origen de las Especies, Carlos Darwin dice. «Asumamos». Esta es sabiduría humana sin contenido divino.

El estiércol de paloma representa lo que queda cuando el Espíritu Santo se ha ido. En todas partes del mundo y en cada segmento de la vida religiosa, encontramos edificios, recuerdos y prácticas que sirven como monumentos a épocas cuando la presencia divina del Espíritu Santo se movía repartiendo Sus hermosos dones. El Espíritu Santo fue forzado a salir — no fue deseado porque amenazaba la estructura de eclesiásticos ambiciosos. Pero cuando se fue, tuvieron que mantener las formas por causa de la gente. Los fariseos quisieron mantener la forma, pero a Jesús no le aceptaron; era demasiado imprevisible y disruptivo.

Muchos de los ritos y ceremonias en la iglesia tradicional son lo que queda de algo que en su principio fue espontáneo y lleno de vida.

A menudo, cuando estoy bajo una fuerte unción, comienzo a cantar llanamente mi mensaje. Una vez, en un servicio en Fénix, Arizona, entré bajo una fuerte unción y empecé a hacerlo. Después del culto, un joven griego ortodoxo, professor de ingles de la Universidad de Atizona, se me acercó y comenzó a abrazarme según la costumbre del Medio Oriente y me preguntó, «¿Mi hermano, dónde aprendió usted el canto Gregoriano?» «¿El qué?», pregunté yo a mi vez. «El canto Gregoriano», insistió él.

«Conozco a sacerdotes que lo han estudiado por años tratando de dominarlo tan bien como usted lo ha hecho.»

Con un poco de pena y perplejidad, tuve que admitir que ni siquiera estaba seguro de lo que era un canto Gregoriano.

«¿Entonces, de dónde vino?» me preguntó.

«Creo que eso sí se lo puedo decir,» le contesté. Lo que una vez se hizo naturalmente bajo la unción del Espíritu de Dios, ahora se continuaba como parte de un rito de la iglesia, sin la espontaneidad del Espíritu. No es mi intención decir estas cosas irrespetuosamente, pero hubo un tiempo cuando se impusieron manos sobre cabezas para la confirmación y las palabras fueron dichas, «Recibid el Espíritu Santo,» y algo sucedía. Ahora, a menudo son manos vacías sobre cabezas vacías. Es la tragedia del estiércol de paloma. Todo lo que nos queda es un recuerdo de una hermosa ave. El cristiano tiene que experimentar la libertad de subir sobre el viento hasta la cara del sol.

CUANDO LAS AGUILAS MUEREN

Toda águila tiene su tiempo de decaimiento. Puede que esté enferma o mudando su plumaje, pero nunca se deja apoderar del pánico. Busca una roca y se posa allí dejando que el poder sanador del sol haga su labor. Si usted llega a un lugar bajo en su vida, no empiece a correr por todos lados buscando a Dios –porque la gente le dirá. «Aquí está el Cristo, allí está» y le traerá frustraciones. David dijo, «Pacientemente esperé a Jehová.» (Salmo 40: 1) Muchas veces Dios tiene una obra que realizar y todo lo que se nos pide es esperar. Ya vendrá otra vez el tiempo de levantar alas, pero la espera tiene que venir primero.

Toda águila sabe cuando ha llegado su tiempo de morir, busca una roca alta donde pueda mirar la puesta del sol y allí se acomoda para esperar y allí muere mirando el sol.

En la pared de mi estudio hay sólo una fotografía; la de mi santa abuela materna. Desde que era muy niño abuelita asumió la responsabilidad de gran parte de mi formación. Recuerdo que cuando apenas empezaba a caminar solíamos visitar su casa los sábados por la mañana, anticipando el olor delicioso de aquellas golosinas que sacaba de las profundidades cavernosas de su antiguo horno. Cuánto la amaba.

A causa de la confusión religiosa que existía en nuestro hogar, fui un rebelde en mi adolescencia, pero mi abuelita. nunca se soltó de mí. Para entonces estaba viviendo con nosotros y me acuerdo muy bien llegar a casa dando traspiés a las tres o cuatro de la madrugada y ver su luz prendida bajo la puerta. Podía escucharla sollozando, «¡Oh Dios, oh Dios!» Aún cuando me entraban ganas de derribar la puerta a puntapiés, yo sabía lo que significaba.

Llegó el tiempo cuando Dios me alcanzó. Había disipado mi vida y estaba totalmente arruinado, moral, física y espiritualmente. Con el talento musical que tenía, comencé a servir en la obra del Señor y pronto me encontré en el ministerio.

La abuelita se vino a vivir con nosotros a Vancouver donde obtuve mi primer cargo de importancia. Venía a todos los servicios y se sentaba en la banca de adelante con una gran sonrisa para mí. (No creo que oyera ni una sola de mis palabras). Estaba diciendo, «Contestaste, Señor, contestaste.» Tenía casi ochenta años y el pelo blanco más hermoso que se haya visto.

Por cuatro horas, todos los días, Abuelita se sentaba en su vieja mecedora y componía un himno de alabanza y de súplica a Dios a mi favor. Hasta después que se fue me dí cuenta cuánto me habían sustentado sus oraciones.

La abuela siempre vivió sola — era demasiado independiente para vivir con nosotros. Un día que la visitaba para una comida me dijo de repente, «Me voy para casa.»

» ¿Para casa?» le pregunté, «¿Para cuál casa?»

«¡Me voy para mi hogar celestial para estar con el Señor,» me contestó como si fuese la cosa más normal. «¡No, abuela, no lo hagas!» le dije objetando.

«¡Sí,» insistió ella, como si ya todo había sido arreglado entre ella y el Señor.

Un poco inseguro de qué conclusión sacar, le pregunté, «¿Y qué va a hacer?»

De una manera muy positiva me contestó, «Voy a entregar mi cuarto, luego pasaré la Navidad en las llanuras con mis hijos y después me iré para casa.»

Eso es exactamente lo que hizo.

Tres meses antes de la Navidad se fue a las praderas, mandó sus tarjetas de Navidad y puso todas las cosas en orden. Cuando estaba lista, llamó a todos sus hijos e hizo todas las cosas decentes que uno hace cuando se muere. Llamó a su pastor y le pidió que leyera su Salmo favorito (ella iba dos versículos más adelante que él, repitiéndolos de memoria) y se despidió de todos. Cuando hubo cumplido con todas las cosas volvió su rostro hacia el sol y quietamente pasó a la presencia de Dios.

Mi abuelita era una águila. Murió como las águilas, mirando al sol. A mí me parece que la intención de Dios es que los santos pasen a la eternidad de esta manera.

Hay gran galardón en Dios para los que se atreven a ser águilas y aprenden a remontarse hasta alcanzar lo que Dios ha propuesto que seamos.

Ern Baxter fue un maestro de la Biblia y Conferencista de renombre, quien trajo a la renovación carismática un ministerio dedicado a la «unidad del Espíritu» y a la madurez cristiana.