La Verdad Incuestionable
Autor Charles Simpson
La Verdad Incuestionable.
Recuerdo haber estado de pie en la línea de banda como jugador de fútbol americano mi primer año de colegio cuando me enteré de Merlín y Billy, que habían sido mis compañeros de clase. Ellos viajaban al partido sin darse cuenta de que la luz trasera de su moto no encendía. Un vecino venía a exceso de velocidad en la noche y no los vio adelante cuando rodeaba la curva. Ambos murieron al instante. Nos pusimos de pie en el campo de fútbol en estado de shock.
A veces, nuestras suposiciones explotan trágicamente porque la verdad no es lo que pensábamos que era. Si suponemos que algo es cierto, pero no lo es, eso puede tener un efecto desastroso. ¿Cuánto les hubiera importado a las familias y amigos haber sabido la verdad acerca de una simple luz trasera? Era la diferencia entre la vida y la muerte, tal vez una diferencia eterna. La gente muere por la verdad y algunos mueren por falta de la misma. ¿Cómo podemos poner un valor en la verdad más de lo que podemos poner en la vida humana? Las mentiras matan gente todos los días.
El valor de la verdad para cada uno de nosotros puede ser medido por lo que estamos dispuestos a pagar por ella. Y si bien algunos mueren porque no la tienen, muchos la tienen y están muriendo por ella; en todos los casos, la verdad es preciosa.
El enemigo de nuestras almas tiene una mejor comprensión del valor de la verdad que nosotros. Así que se hace todo en su maligno poder para obstruirla, oprimirla, o deformarla. Cuando los tiranos malos toman el control de una cultura, lo primero que hacen es impedir que fluya la verdad o tratar de distorsionarla. Desde el principio, Satanás reveló su deseo de distorsionar, poner en duda, y mentir descaradamente con el fin de traer la muerte sobre Adán y Eva. Muchas almas ingenuas viajan por una carretera en la oscuridad con sus «luces traseras quemadas» y la verdad acelera la hora de su cita. Naciones enteras están afuera dando un paseo en una noche oscura.
La verdad es una realidad eterna; es un regalo de Dios para nosotros. El Evangelio de Juan, capítulo uno, nos dice que Jesús trajo luz; una luz que no se podía apagar. También trajo gracia y verdad. Luz trae el don de la vista, la gracia trae la ayuda para poder levantarnos cuando tropezamos y caemos, y la verdad nos pone en tierra firme. Jesús era la encarnación de los tres tesoros, luz, gracia y vedad que son de incalculable valor.
La verdad es el regalo del cielo que ancla nuestras vidas en Aquel que no cambia, Dios. Él no puede mentir y Jesús es siempre el mismo: la misma Palabra de Dios (Juan 1:1-5; 14: 6; Romanos 3: 4; Tito 1:2).
Una noche, hace muchos años, un amigo y yo, estábamos echándonos una carrera en una noche oscura en un camino que yo no conocía. Pensé que la carretera seguía directo mientras corrimos cuesta abajo y mis luces no enfocaron la curva muy cerrada por delante y cuando me di cuenta ya estaba en la curva. El amigo que venía detrás de mí dijo que vio toda la parte inferior de mi auto, creyendo que me volcaría, pero milagrosamente recuperé el camino. La oscuridad me engañó, la gracia me salvó y la verdad cambió el curso de mi vida.
El Evangelio es la verdad por la cual todas las declaraciones acerca de Dios se pueden medir. La verdad del Evangelio es indisputable y es inmutable. Cuando recibimos la verdad del Evangelio, nos cambia y pone dentro de nosotros un amor por el Dios que lo dio, y la vida misma de Jesucristo. Sentado a la diestra del Padre, él es el ancla firme de nuestra esperanza y de nuestra alma.
Los apóstoles fueron los administradores del Evangelio, ya que fueron testigos de la vida de Cristo y de los acontecimientos que él vivió. El apóstol Pablo, que fue testigo de Cristo resucitado en el camino a Damasco, define el evangelio en 1 Corintios 15:3-4: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas (Pedro), y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.
Note que Pablo había recibido y dado el mismo Evangelio (Buenas Nuevas), y que era todo de acuerdo a las Escrituras que Pablo consideraba la Palabra de Dios. Y note que numerosos testigos dan fe del hecho de la muerte de Cristo por nuestros pecados, su sepultura y su resurrección. Esta es la verdad central.
PROCLAMANDO LA VERDAD
No estamos llamados a analizar o modificar la verdad. Estamos llamados a proclamarlo tal y como es, porque es poder de Dios para salvación (Romanos 1:16). Cuando se altera la verdad, se vuelve en un engaño y pierde su poder para salvar. El apóstol predicó el Evangelio y luego recordó a sus oyentes de lo que había predicado. Entendiendo la verdad correcta y continuamente ante todo, “primero” en su pensamiento.
El libro de Judas sólo tiene 25 versículos y probablemente fue escrito por un hermano de nuestro Señor (medio hermano). Al igual que el apóstol Pablo, tuvo cuidado de mantener la verdad del Evangelio «una vez dada a los santos”. Él dijo que les escribía «con gran solicitud acerca de nuestra común salvación» y que le «pareció necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos» (versículo 3).
Judas tenía celo por preservar la verdad del Evangelio. ¿Por qué? “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente… que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo. Al parecer, se requiere de vigilancia para preservar el Evangelio.
Los apóstoles nos dicen que «contendamos» por la fe; no dice nada de ser «contenciosos sobre la fe”. Simplemente tenemos que conocer el Evangelio lo suficientemente bien como para poder decir, «verdadero o falso». La vida misma es una «prueba de verdadero o falso”. Todos hemos tenido ese tipo de pruebas. Debido a que Cristo está en nosotros por el Espíritu Santo, cuando se realizan declaraciones, el Espíritu Santo dentro testificará «si es verdadero» o «¡Amén!» O, nuestro testimonio interior puede decir: «Falso» (ver 1 Juan 2:27). Necesitamos tanto el estudio de las Escrituras como escuchar al Espíritu Santo (Hechos 17:11).
Vivimos en una época en la que estamos inundados de información, y una gran cantidad de material religioso. Algunos de los que se presentan pueden ser extremadamente útiles, algunos extremadamente peligrosos. No considero que mi tarea sea debatir lo que otros dicen; más bien se trata de declarar la verdad con tan suficiente claridad que los oyentes puedan discernir por sí mismos si una cuestión es verdadera o falsa.
Muchos en la cultura contemporánea han perdido su amor por la verdad, si es que alguna vez lo tuvieron. Algunos de los que creen que hay algo que se llama la verdad no han tenido la madurez para discernirlo. Otros han sido enseñados que no hay tal cosa como verdad absoluta y ¡absolutamente creen eso! Ellos creen que la verdad es subjetiva: «Si usted cree que la luz trasera de su motocicleta está funcionando, entonces debe ser así”. Esto ha resultado en expresiones como «Bueno, eso puede ser cierto para usted, pero no para mí.» Así que vemos la verdad de Dios siendo alterada por la cultura en la inviolabilidad de la vida, el matrimonio, la sexualidad, y todo tipo de comportamientos. Nuestra flexibilidad en la definición de la verdad está llevando al desastre. Debido a que la «verdad» no es absoluta y porque las palabras se han convertido en meros instrumentos, la confianza se destruye. El efecto sobre todos los absolutos como el derecho civil se ha hecho evidente.
Entonces, ¿dónde empezamos a restaurar la integridad de la palabra «verdad»? Volvamos al Evangelio; porque es poder de Dios para salvarnos de nosotros mismos y del engaño.
No me avergüenzo
Otra herramienta del enemigo es causar miedo, vergüenza o turbación. Él es un intimidador. Si él no puede intimidar, tratará de hacernos daño de alguna manera. El punto de vista políticamente correcto se opone a la verdad absoluta. Algunos simplemente se guardan el Evangelio para sí mismos y sólo adoran a puertas cerradas en la iglesia. El miedo a ser avergonzado ha detenido a muchos cristianos de compartir la preciosa verdad salvadora.
El apóstol Pablo dice en Romanos 1:16: Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.» Aprendí este versículo cuando yo era joven, un momento en que era más fácil compartir el Evangelio. Ahora, si se contiende por el Evangelio, se le puede llamar un intolerante que pone abajo otras religiones o comportamientos. Sin embargo, así era cuando Pablo escribió ese versículo; su osadía le costó la vida.
Hemos hablado de la verdad, ahora vamos a ver el motivo para contarla. Efesios 4:15 dice: «Siguiendo (hablando) la verdad en el amor…». Primera de Corintios 13 nos dice que si no tenemos amor, somos sólo ruido. Juan 3:16 es claro: Dios envió a su Hijo, que es verdad, porque «de tal manera amó Dios al mundo”.
Los profetas hablaron la verdad a la nación porque amaban. Sí, por lo general, primeramente los mataban y más tarde los elogiaron (ver Mateo 23: 29-37). Jesús amaba a su nación, lloró sobre ella; porque él amaba a la gente, muchos se salvaron. El amor es el puente sobre el que pasa la verdad. Sin amor para la persona a la que compartimos el Evangelio, el mensaje no alcanza su propósito.
El Evangelio va más allá de amar a quien damos testimonio; se nos dice que amemos a nuestros enemigos y a los que nos maltratan. Hay numerosos testimonios de mártires que amaron a sus asesinos. Eso, por supuesto, comenzó con Jesús y los apóstoles. Si no amamos la verdad nosotros no seremos perseguidos; si no amamos a los perseguidores, nos quedamos cortos de revelar a Cristo.
LA VERDAD MÁS DIFÍCIL
El Evangelio no sólo nos da la verdad sobre Cristo, nos da la verdad sobre nosotros mismos. Nos dice que Jesús murió por nuestros pecados, que somos pecadores que necesitamos ser salvados de nosotros mismos. El arrepentimiento es un don del Espíritu Santo que viene cuando nos damos cuenta de nuestra verdadera condición. La fe en Jesucristo y su sufrimiento en nuestro lugar es el reconocimiento de que no podemos salvarnos a nosotros mismos, pero él puede.
Jesús y los que le siguen aman a los demás lo suficiente como para decirles la verdad. El amor divino habla la verdad divina. Esa amistad es difícil de encontrar y a menudo difícil de recibir. Preferimos afirmación; pero la afirmación sin la verdad nos engaña haciéndonos creer que el arrepentimiento es innecesario. Estoy profundamente agradecido por aquellos en mi vida que me dijeron la verdad en amor.
Hace poco visité a mi cardiólogo. Me gusta su actitud; pero más me gusta el hecho de que él me dice la verdad. Mi vida depende de la verdad, sin embargo, muchas personas quieren un pastor o una iglesia que anden de «puntillas» en torno a la verdad. Nos hacen sentir bien, aunque «nuestras luces traseras no estén funcionando”. La mayoría de los «amigos» nunca herirán nuestros sentimientos, pero ¿será eso el amor verdaderamente divino? Los que simplemente dan lo que queremos, pero nunca lo que necesitamos quizás no estén ahí cuando más los necesitamos. El Señor es un tipo diferente de amigo que nos dice la verdad, pero nunca nos dejará ni nos abandonará.
Nuestro llamado es a abrazar la verdad con nuestras vidas, y compartirla con todos los que escuchen, en el amor de Dios. Atesore la verdad; mantendrá sus luces traseras encendidas.»
Por favor, ore por nosotros pues deseamos practicar lo que Jesús predicó. También agradecemos profundamente a todos los que están dispuestos a apoyarnos financieramente, y necesitamos ese apoyo para seguir adelante. ¿Consideraría un regalo especial este mes? Continúe orando por la Iglesia Perseguida. Estamos trabajando para crear conciencia y animar a los creyentes a identificarse con los creyentes perseguidos en todo el mundo.
Apreciamos su oración, amistad y apoyo, y oramos que las bendiciones del Señor los alcancen a usted y a sus seres queridos.
En Cristo,
Charles Simpson
CHARLES SIMPSON es el escritor de la Carta Pastoral. También ministra extensamente en los Estados Unidos y en otras naciones.