Autor Bob Munford
Colosenses 3: 16 dice: ¡Que la palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros: con toda sabiduría enseñándoos y amonestándoos unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en vuestros corazones.»
Pablo sabía el efecto que tienen la Palabra, los salmos y los himnos. También sabía el valor de cantar canciones espirituales. Esta es una nueva dimensión. La mayoría de los «servicios de adoración» no van más allá de la lectura de la Palabra y del canto de himnos. Sin embargo, se puede citar el Salmo 23 y cantar los grandes himnos de la antigüedad y ni siquiera ser salvo o sin que resulte en alabanza o adoración. Pablo está mencionando la dimensión del espíritu y ¡cuando Espíritu y espíritu se encuentran hay adoración! Los cantos, los himnos y los salmos están diseñados para llevarnos de la alabanza a la adoración.
Hay dos ambientes distintos representados en Colosenses 3:16. Esta distinción es muy importante si hemos de entender la adoración que enseña el Nuevo Testamento. Veamos lo que dice 1 Corintios 14:14-15.
«Porque si yo oro en lengua extraña, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. Entonces, ¿qué? Oraré con el espíritu pero también oraré con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero también cantaré con el entendimiento. «
¿Qué significado tiene esta diferencia que hace Pablo de orar y cantar con el entendimiento y con el espíritu? Uno es el ambiente de la alabanza y otro el de la adoración. Cuando se sale del ambiente de lo natural (el entendimiento humano) entramos en el espiritual. Nuestro espíritu ora Y canta en un nivel diferente. Este es el ambiente de la adoración; donde nuestro espíritu se encuentra con el Espíritu de Dios. ¿Acaso no dijo Jesús «los que le adoran deben adorarle en espíritu. . .»? Lo que Dios busca es el espíritu. El quiere tener comunión con el verdadero hombre. Pero generalmente todo lo que le damos es el ambiente del alma – nuestro entendimiento limitado de adoración y oración y nuestras emociones.
Lucas 1 :46 revela esta doble relación entre el alma y el espíritu. María, la madre de nuestro Señor, expresa de esta manera su asombro y su agradecimiento por las noticias del nacimiento de su hijo Jesús: «Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.»
Todos estamos familiarizados con una lente de aumento. Con «nuestro entendimiento» engrandecemos a nuestro Dios. Con nuestra voluntad, emociones e intelecto consideramos Su grandeza, Sus bendiciones pasadas y presentes, Sus deseos para nosotros Sus hijos. El resultado es la alabanza. Nuestra fe crece y Dios es mayor que nuestros problemas.
Hasta aquí hemos alabado. La adoración se mueve en otra dimensión. Queremos que quede claro que el «alma» (las emociones, el intelecto y la voluntad) del hombre puede ser llevada a tener armonía con su espíritu. Es con este sentido que la mencionamos ahora. El individuo controla su alma y su espíritu. Con nuestra alma engrandecemos al Señor. Entonces, como María, podemos pasar del ambiente del alma al del espíritu. Con las palabras «Mi espíritu se regocija en Dios.» María pasaba de la alabanza a la adoración.
Aquí quiero hacer la siguiente pregunta: ¿Con qué motivo nos dio Dios el bautismo en el Espíritu Santo? ¿Para nuestra satisfacción personal solamente? Si bien es cierto que el bautismo en el Espíritu Santo nos da una apreciación más elevada de nuestro Dios, la realidad es que las experiencias que seguimos teniendo después quedan en el área del alma. Si bien ésta está ahora en armonía con el espíritu. No está mal que le ministremos a nuestras almas, pero Dios quiere hacer mucho más.
¿Qué quiero decir con ministrar al alma? Es cuando llegarnos a casa, por ejemplo, después de un día agotador, ponemos algo de música suave en el radio o tocadiscos y nos relaja, nos calma y nos refresca. Esto es ocuparse del alma y es una parte importante de nuestras vidas. Pero lo que busca Dios es el espíritu.
Jesús se refirió al bautismo en el Espíritu Santo como a «la promesa del Padre» en Lucas 24:49 y en Hechos 1 :4, porque el Padre está particularmente interesado en que recibamos este poder de lo alto. «Porque el que habla en lengua extraña no habla a los hombres, sino a Dios; porque nadie le entiende, sino que en su espíritu habla misterios» (I Coro 14:2).
Quien habla en lenguas habla a Dios; quien canta en el espíritu, canta a Dios. El Espíritu de Dios viene a mi espíritu y me permite adorarle. En la alabanza engrandezco al Señor. Los himnos que canto conmueven mi alma, pero todavía no he entrado en el ambiente donde espíritu toca al Espíritu.
Hablar en lenguas es muy importante. Algunos dirán que es el menor de los dones, pero ¿cómo se comienza en la escuela? ¿Cuántos comienzan estudiando álgebra? Ninguno. Se comienza estudiando el abecedario y aun si se graduase con un doctorado en filosofía, continuará usando el mismo que aprendió. ¿Por qué razón nos da Dios el don de lenguas? Porque quiere que oremos y cantemos de espíritu a Espíritu. Hay un desarrollo y un crecimiento en las cosas espirituales. Dios espera que aprendamos, maduremos y entremos a poseer Su provisión para nosotros.
Reglas fundamentales
Si está dispuesto (1) a agradar al Padre; (2) a aceptar las prioridades de Dios en su vida y (3) a tomar su lugar en el sacerdocio neotestamentario, los siguientes consejos prácticos le ayudarán a entrar en la adoración y a disfrutar de la presencia de Dios:
- ¡Venga a Su presencia con acción de gracias y alabanza! Ya sea en la privacidad de su dormitorio, estudio, automóvil, en la iglesia o la reunión de su grupo, ¡hágalo, literalmente! Actualice y verbalice su apreciación.
- No venga a Su presencia vacío – ¡traiga algo!
Cuando oramos el Padre Nuestro, le traemos algo a Dios. Lo estamos engrandeciendo y alabando. Cuando venimos en una actitud de agradecimiento por cosas específicas, le traemos el sacrificio de alabanza, el fruto de nuestros labios. Dígale cuánto le agradece por estar en Su presencia y no en un bar; por haberle dado dirección en alguna decisión que tuvo que hacer: por el aumento de salario que recibió. Traiga algo consigo. No venga con una actitud de «Dios quisiera que hicieras algo para mí, como lo haces con los de más. Yo soy tu siervo, doy mis diezmos puntualmente y leo diariamente tres capítulos de Tu Palabra.
- 3. ¡Trate de seguir la dirección del Espíritu Santo!
La adoración es un proceso que se aprende y parte de ese proceso es la sensibilidad a la dirección del Espíritu Santo.
Dondequiera que esté, si la presencia de Dios lo invade, comience a alabarle. No resista la corriente del Espíritu. Recuerde que El es una Persona con intelecto, voluntad y emociones, pero en un plano divino. Esta es una de las implicaciones de «esperar en el Señor». En cierta ocasión, cuando enseñaba en un instituto bíblico, entré a la capilla y encontré a uno de los estudiantes golpeando la silla y diciendo: «¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios!» Cuando le pregunté que le sucedía me respondió que estaba tratando de entrar en la presencia de Dios. Mejor le hubiera ido al buscar Su dirección en vez de tratar de forzar su entrada en Su presencia.
También es posible entrar en adoración cuando se está totalmente callado. No puedo explicar completamente lo que sucede, pero el hombre anímico parece hacerse a un lado y el hombre espiritual comienza a levantarse adentro y cuando se da cuenta, ¡SU espíritu está adorando al Señor! Esta experiencia se aprende también.
- Haga un esfuerzo para participar y cooperar con la dirección del Espíritu sobre la reunión y sobre quien la dirige.
Nos referimos a la adoración en grupo. Nuestra contribución es necesaria si hemos de recibir algún beneficio. Abra su boca, cante, alabe u ore siguiendo la dirección de quien tiene la responsabilidad de llevar al grupo a la presencia de Dios. Levante las manos, palmee y únase a la alegría de todos.
No haga excusas de que «Yo soy muy quieto … Cuando el Señor quiera me puede dirigir a mí también … No siento ganas. . . Voy a adorarle a mi manera.» Pudiera ser que debajo de estas reacciones estén ciertas ataduras de tradición religiosa, temor a lo que otros pudieran pensar, o hasta una actitud de hipocresía o desdén.
Recuerde que Satanás también está circulando en la reunión. Su intención es interferir con la adoración – ya sea personal o en conjunto. El es quien trae a la mente las circunstancias y las pruebas que agobian su espíritu y lo roban de su disposición de adorar. El sabe que «el gozo del Señor es su fortaleza.» ¡Derrote a Satanás! ¡Siga la dirección del Espíritu!
- ¡Aprenda a superar la condenación!
La acusación es la obra de Satanás, pero usted puede derrotarlo con la palabra de su testimonio. Dígale que es cierto que es un granuja, que hizo mal, que no dio en el blanco, que está siendo disciplinado, pero que ¡va a adorar a Dios de todas maneras! La sangre de Cristo nos limpia y la adoración nos cambia. Reclame su herencia y goce de sus privilegios como miembro de la familia de Dios.
- ¡Anticipe, con algún esfuerzo y lucha, que la alabanza se convierta en adoración!
Decimos «con esfuerzo y lucha» porque a veces existen problemas, resistencias, o pesadez que tendrán que ser superados. Hay otras ocasiones en que la alabanza y la adoración fluyen juntas sin ninguna dificultad. El Espíritu Santo es quien nos lleva a la presencia de Dios, pero necesita nuestra cooperación para hacerlo.
El hombre No. 1 (nuestro cuerpo y alma) pudiera ofrecer mil razones por las que no quisiera cooperar. Pudiera que hubiese barreras físicas, mentales o emocionales que habría que derribar. Aquí es donde nos ayudan el hablar y el cantar en lenguas. El Espíritu Santo está siempre listo para ayudarnos con nuestras enfermedades y debilidades.
- Sepa que la adoración aporta las siguientes cosas: La adoración incrementa nuestra visión espiritual. Este es el pensamiento de Pablo en 1 Corintios 12:1 cuando dice: «En cuanto a los dones espirituales, hermanos, no quiero que ignoréis.» El Padre quiere que conozcamos y entendamos los dones que El ha dado para la edificación personal y la del Cuerpo de Cristo.
La adoración ilumina y revela todas las áreas de nuestras vidas. La Palabra de Dios cobrará luz y significado nuevos. Habrá dirección en nuestras vidas cotidianas.
La adoración es la fuente de la vitalidad y estabilidad espiritual. Jamás he conocido a una persona que supiese entrar en la adoración y disfrutar de la presencia de Dios que fuese inestable en sus relaciones personales. La adoración cumple con los cambios necesarios para llevar a cabo los ajustes en las relaciones. Si no hay fruto evidente de nuestra adoración es mejor cuestionar la realidad de nuestra experiencia.
La adoración es una experiencia que va siempre en ascenso. Cuando más adore y disfrute la experiencia, más oportunidades buscará para hacerlo.
Finalmente, es posible pasarse toda la vida en el ambiente de la alabanza y nunca entrar en la adoración como la hemos considerado. Sin embargo, no sería lo normal según el Nuevo Testamento. El Padre ha provisto los medios y desea nuestra comunión. Nos ha dado todos Sus dones para enriquecer nuestra adoración; de esta manera fraterniza con nosotros, derrama Sus bendiciones y nos usa para bendecir a otros.
Vino Nuevo Vol 2-#2