Autor Don Basham

Aunque hay millones de cristianos que han sido bautizados en el Espíritu, muy pocos, relativamente, parecen sentir que están siendo dirigidos consistentemente por el Espíritu Santo. Casi en todos los lugares donde ministro la gente me pregunta: «Amo al Señor y quiero servirle fielmente, pero ¿cómo puedo saber lo que El quiere que haga o adónde vaya? Si siento la dirección de hacer cierta cosa, ¿cómo puedo estar seguro que es Dios y no mi propio deseo o hasta el mismo diablo el que me impulsa?

A veces hasta los cristianos maduros confunden sus propios deseos con la voluntad de Dios. Todos hemos sido engañados por Satanás y hecho decisiones imprudentes y actuado precipitadamente. En este artículo no nos mueve tanto tratar con nuestra naturaleza carnal o el engaño del enemigo, sino más bien ofrecer consejo práctico para los miles de cristianos congelados en la inactividad por el temor de «errar el blanco de Dios». Yo creo que la causa principal del problema se debe a que a menudo buscamos una forma de dirección que Dios no provee normalmente.

Examinemos una porción de las Escrituras para contestar a la pregunta: «¿Cómo puedo estar seguro que es Dios?» Está en Hechos 15 y 16 y es el relato de uno de los viajes misioneros de Pablo. En el proceso estaremos ilustrando tres principios mayores involucrados en la recepción y el seguimiento de la dirección. Ellos son:

(1) Todo progreso en la vida cristiana es por fe.

(2) La dirección viene cuando nos movemos por fe y no mientras permanecemos sentados dudando.

(3) Dios tiene una meta para toda empresa que llevamos a cabo para El.

  1. Todo progreso en la vida cristiana es por Fe. La pregunta del título revela a menudo una falta de comprensión de la manera en que Dios trata con nosotros. Existe una gran contradicción entre «estar seguros» y «tener fe.» La seguridad no requiere ninguna fe y la vida cristiana está basada en la fe.

Hebreos 11:6 dice: »Y sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que El recompensará a los que le buscan.»

Lo que esto significa es que si bien Dios está dispuesto a guiamos, normalmente su dirección no es tan explícita o detallada que no requiera el ejercicio de nuestra fe para seguir­ la. Así que Dios nos guía por impresiones y pensamientos sembrados en medio de los nuestros propios, pequeñas presiones y circunstancias; y no tronando en nuestros oídos o alcanzándonos con un rayo. La vida dirigida por el Espíritu consiste básicamente, según la entiendo, en recibir impresiones de Dios para actuar con fe por medio de ellas, confiando que vienen de Dios y que al movernos, El se mueve con nosotros. El pasaje que examinaremos ilustra claramente esta verdad.

Antes de ver la Escritura debemos reconocer que con frecuencia hemos tenido dificultades para relacionamos debidamente con los hechos bíblicos, pues tenemos la tendencia de ver a los personajes bíblicos como si fueran «más grandes que la vida.» Los vemos a través de lentes coloreados por dos mil años de historia. Los llamamos «San» Juan y «San» Pablo. Hemos puesto sus nombres a nuestras ciudades, iglesias e hijos. Miramos alelados las obras maestras de los artistas que los pintan con aureolas sobre sus cabezas y privadamente hemos pensado: «El trato de Dios con esos hombres debió haber sido único.»

Si queremos conocer la dirección de Dios, tenemos que corregir la distorsión de este punto de vista. Los apóstoles eran personas corrientes como nosotros. Ellos pasaron por las mismas tentaciones y lucharon contra las mismas naturalezas rebeldes. Fueron salvos por la gracia de Jesucristo igualmente que nosotros y recibieron el poder y la dirección del mismo Espíritu Santo que está dispuesto a hacerlo con nosotros. Tal vez los primeros versículos de este pasaje nos ayuden a eliminar algunas aureolas.

Hechos 15:36-41: El capítulo 15 de los Hechos comienza con la conferencia de Jerusalén que se había reunido para decidir si los gentiles tenían que guardar la ley. Cuando los apóstoles y los ancianos se pusieron de acuerdo sobre ciertas restricciones que los gentiles deberían de observar para no ofender a los cristianos judíos, Pablo propuso hacer una visita a las iglesias que él y Bernabé habían fundado para darles la decisión del concilio y para ver su desarrollo. Bernabé quería llevar a Juan Marcos quien los había desertado en el viaje anterior y Pablo se rehusaba. El resultado fue una disputa muy grande. »Y se produjo un desacuerdo tan grande que se separaron el uno del otro». (15 :39).

¡La Sociedad Misionera de Antioquía se había deshecho! Las peleas dentro de la iglesia no son invención del siglo veinte. ¡Pablo y Bernabé que eran gigantes espirituales de su tiempo ¡casi se dan de golpes! Basta de aureolas.

Después de la explosión con Bernabé, Pablo escogió a Silas, otro apóstol, y a Timoteo para que lo acompañaran y partieron. Dese cuenta que hasta el momento no hay nada «super espiritual» en su viaje. No se oye el trueno de la voz de Dios, ni la gran revelación del plan maestro de Dios. Pablo dijo sencillamente: «Volvamos y visitemos a los hermanos», y él, Silas y Timoteo salen con la bendición de la iglesia. Ahora viene el segundo principio.

  1. La Dirección viene cuando nos movemos por Fe y no mientras permanecemos sentados dudando. Hechos 16:4-9: Casi inmediatamente después de haber comenzado su viaje, se encontraron con dificultades de itinerario. «Y pasaron por la región de Frigia y Galacia, habiendo sido impedidos por el Espíritu Santo de hablar la palabra en Asia … «

¿Qué es esto? Aparentemente estos hombres habían salido en dirección equivocada y el Espíritu Santo les cierra las puertas en sus narices. ¿Nos atreveríamos a decirlo? Se equivocaron: ¡erraron su dirección!

No importa la manera que usó Dios para mostrarles su error. Tal vez perdieron la salida de un barco, o alguien se torció el tobillo. La realidad es que intentaron ir donde Dios no quería que fueran y el Señor los detuvo. Así que hicieron otro intento. «Y cuando llegaron a Misia, trataban de ir a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se los permitió…»

¿Nos atreveríamos a repetirlo:

¡Volvieron a errar su dirección! La segunda puerta les es cerrada en sus narices. De nuevo, no importa en qué manera los detuvo Dios, pero eso es precisamente lo que hizo.

Ahora comienza a emerger un cuadro muy intrigante y humillante San Pablo, misionero de renombre y apóstol extraordinario, quien había visto a Jesús cara a cara en el camino a Damasco y quien más tarde recibió revelaciones del tercer cielo demasiado sagradas para compartir; este líder número uno, lleno del Espíritu y de dones, lo encontramos en esta ocasión ¡reducido a recibir su dirección rebotando en las puertas que el Espíritu Santo le cierra en su cara!

No es un relato muy espiritual, dirá usted; ni muy sobrenatural. ¡Cierto! Pero es, no obstante, una forma válida de recibir dirección. La verdad es que esto debiera alentamos en vez de molestamos. Es como si Dios estuviera diciendo: «No tengas miedo de ponerte en marcha. ¡No le temas a las puertas cerradas!» Yo creo que esta historia está en la Biblia para animar a la gente como usted y como yo. Las puertas cerradas no intimidaron a Pablo y Silas; buscaron a Dios con mayor ahínco.

Es precisamente el temor a fracasar y a las puertas cerradas lo que encadena a los cristianos modernos en sus propios patios cuando debieran estar saliendo por fe. La dirección viene cuando nos movemos por fe y no mientras permanecemos sentados dudando.

La clase de dirección que estamos describiendo es como el timón de un barco. El timón funciona únicamente cuando el barco se mueve. Poco tiempo después de mudarnos a la Florida, el barco Queen Elizabeth fue retirado del servicio por la Cunard Lines y anclado en el Puerto Everglades de Fort Lauderdale. Cuando uno pasa por el barco que descansa alto, por arriba del agua, se puede ver su popa con el enorme timón que guió a este majestuoso barco con toda seguridad a través del Atlántico en cientos de viajes. Pero mientras tanto permanezca allí en ese puerto, el timón jamás haré cosa alguna. Es inútil porque el barco no se está moviendo.

De igual manera, la dirección específica, que buscamos de Dios, jamás podrá venir mientras no aprendamos a confiar lo suficientemente en El como para comenzar a movernos en fe. Entonces vendrá su dirección en forma de correcciones de curso cuando fuere necesario. Dios cerrará algunas puertas que nos parecerán muy atractivas. Si así lo hace es porque la puerta por la que El quiere que entremos está todavía más adelante. ¡No le tema a las puertas cerradas!

Hace muchos años, cuando todavía estaba en el Seminario en Oklahoma, sentí el deseo de cambiar de universidad. Solicité admisión y fui aceptado en uno de los mejores seminarios del estado de Maryland. Mi esposa y yo habíamos vivido en ese estado y nos agradaba mucho. Además, creía que mi «instrucción teológica se beneficiaría» si asistía a más de un seminario. Pero al finalizar el semestre que cursaba y al intentar hacer los preparativos para mudamos, nada parecía salirnos bien. Las preparaciones de rutina nos eran una complicación y cuanto más cerca estábamos del día más sombríos nos sentíamos. Finalmente decidimos que Dios nos estaba indicando que no nos mudáramos. Con una mezcla de alivio y de desencanto me enrolé en el siguiente curso. Meses más tarde descubrí que por haber hecho ese pequeño ajuste en mi horario, podía completar los requisitos para graduarme un semestre antes de lo que había anticipado, lo que me hubiera sido imposible lograr si hubiera cambiado de seminario. Mi esposa y yo terminamos alabando al Señor por la puerta que El había cerrado en nuestras narices.

Hay cristianos que constantemente están tratando de derribar las puertas que Dios ha cerrado, sin darse cuenta que si se abren terminarán siendo siempre demoras costosas, callejones oscuros y calles sin salida. Otros, cuando se tropiezan con las puertas cerradas se sientan allí a preguntarse qué fue lo que les salió mal. Recuerde que las puertas cerradas son una parte inevitable de la vida de todo cristiano; son señales que apuntan hacia otra puerta abierta.

En el caso de nuestra historia bíblica, las puertas que Dios cerró, conducían a otra puerta abierta hacia Macedonia, porque en el tercer intento de Pablo de buscar la dirección de Dios, El le dio una visión de un hombre de Macedonia que decía:

«Pasa a Macedonia y ayúdanos.» (¿No le parece muy interesante que Dios no le dio esa visión a Pablo antes de comenzar su viaje?) Pero note que, aunque Dios había dado una visión, sólo les dio la suficiente información para encaminarlos en la dirección correcta. Esto nos lleva a nuestro tercer principio.

  1. Dios tiene una Meta para toda empresa que llevemos a cabo para El. Si examinamos el resto de la historia descubriremos un factor significativo: este equipo misionero estaba caminando por fe hacia lo que ellos creían era su meta, pero ¡Dios tenía otra meta en mente! ¡Dios obra en nosotros también de la misma manera! Puede ser que Dios lo envíe a cierto lugar para hacer cierta cosa, sólo para encontrar cuando llegue allí, que El tiene algo en mente totalmente diferente. Le guste o no, ese es a menudo el camino de Dios. Además si usted hubiera sabido con anticipación lo que habría de suceder, es posible que no hubiera tenido el valor de ir. Yo creo que esa es la razón por la cual Dios es tan parco con Su dirección. Caminar por fe significa dar un paso a la vez.

El salmista dice: «Lámpara es a mis pies tu palabra … » La mayoría de nosotros preferiríamos que fuera un reflector que nos alumbrara el camino tres kilómetros por delante. Todos queremos saber antes de comenzar cómo se desarrollarán las cosas, pero eso va en contra de los principios. Nuestro andar es por fe, no por seguridad.

Hechos 16:9-15: Pablo, Silas, Timoteo y ahora Lucas, el autor de los Hechos que se les une (note el cambio de personas en la conjugación de los verbos en el versículo 8 (ellos) «descendieron» a (nosotros) «procuramos» en el 10), abordan un barco rumbo a Filipos, una ciudad principal de Macedonia. Cuando llegan descubren un lugar donde se reúne, un grupo de mujeres para orar y allí comienza Pablo a predicar con algún éxito. Uno de sus conversos, Lidia, les invita a quedarse en su casa.

Parece que por fin las cosas comienzan a marchar bien. Después de dos comienzos en falso, la gira empieza a dar resultados. No sólo visitaron algunas de las iglesias establecidas sino que también comienzan una nueva. Tenían una congregación, una casa pastoral con alimentación y hospedaje y la gente se estaba salvando. ¿Qué mayor éxito pudieron desear? Sin embargo, Dios tenía otra meta en mente.

Hechos 16:16-24: De repente el ministerio exitoso de este equipo se convirtió en pesadilla. Pablo echó fuera el demonio de adivinación de una muchacha esclava y sus amos prendieron a Pablo y a Silas y los arrestaron. Furioso por la liberación de la muchacha, Satanás convirtió la corte en una turba enfurecida, de manera que los magistrados los trataron como si hubieran sido los enemigos públicos número uno y número dos. Fueron azotados y se les echó en la cárcel de adentro con las manos y los pies asegurados en un cepo para que no escaparan.

¡Qué revés de circunstancias! Éxito por la mañana y a media noche ya habían sido arrestados, azotados y echados en prisión. ¿Dónde fallaron? ¿Cómo habían perdido su dirección?

Suponga que usted fuera arrestado por testificar de su fe. ¿Cómo lo tomaría? Me temo que la mayoría de los cristianos pensarían estar fuera de la voluntad de Dios. Vivimos en circunstancias tan protegidas y cómodas que si nuestra fe nos comenzara a costar algo, creeríamos haber perdido su dirección. Sin embargo, la Biblia no nos da ninguna razón de pensar así. Al contrario, nos advierte que «todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos» (2 Timoteo 3: 12).

Estamos tan orientados hacia el éxito que cuando éste no viene según nuestra expectativa, a menudo nos ciega y no vemos la voluntad de Dios. Recuerde que Dios no nos ha llamado a tener éxito, El nos ha llamado a ser fieles.

Hechos 16:25-34: Afortunadamente, el drástico cambio en las circunstancias no desesperaron a Pablo y Silas. La verdad es que todavía tenían victoria aún en la prisión. Sus manos y sus pies estaban en el cepo, pero ¡sus espíritus permanecían libres! Comenzaron a cantar y a alabar a Dios y a predicar a los otros prisioneros.

Dios honró la fidelidad de ellos y mandó un terremoto para acentuar el sermón de Pablo. Si habláramos de señales y prodigios confirmando el evangelio, nos detendríamos aquí. El terremoto abrió las puertas de la prisión, las cadenas de todos se soltaron y las luces se apagaron. El carcelero que estaba en el cuarto contiguo vino corriendo y cuando vio que las puertas de la cárcel estaban abiertas, asumió que todos se habían escapado; pero el mismo Espíritu Santo que había abierto las puertas y las cadenas, mantuvo a todos los prisioneros en su lugar.

Sorprendido por el doble milagro del terremoto y de los prisioneros sentados quietamente en sus celdas, el carcelero cayó sobre su rostro delante de Pablo y le preguntó cómo podía ser salvo. Después de que él y su familia aceptaron a Cristo y fueron   bautizados, les sirvió un banquete. A la mañana siguiente, los magistrados enviaron orden de que soltaran a Pablo y a Silas y nuestra historia termina felizmente.

¿Cuál era el plan de Dios?

Dijimos que Pablo y Silas ministraban con un propósito en mente mientras que Dios obraba soberanamente hacia otra meta. Pablo y Silas salieron en obediencia a los primeros dos principios (todo progreso en la vida cristiana es por fe; y la dirección viene cuando nos movemos por fe y no mientras permanecemos sentados dudando) mientras Dios obraba Su plan de acuerdo al tercero: Dios tiene una meta para toda empresa que llevamos a cabo para El.

El propósito básico del viaje misionero era la conversión del carcelero y su familia. Sin embargo, no le fue dado a conocer a Pablo ni a Silas sino hasta después que se había cumplido.

Recuerde que el viaje comenzó con el deseo de Pablo de volver a visitar a las iglesias y a entregar los decretos del concilio de Jerusalén. Dios, aunque les permitió que visitaran algunas de las iglesias, tenía una meta más específica: la conversión del carcelero y su familia. El espacio no nos permite decir completamente el por qué de la importancia de este hombre para el Señor. Sea suficiente decir que en la guerra espiritual, como en la física, ciertos objetivos son considerados vitalmente estratégicos en el curso total de una guerra. Considero que el carcelero era un objetivo estratégico. Por lo menos, lo era para Dios en este viaje. Cuando Pablo y Bernabé se separaron y se fueron por distintos caminos, el objetivo de Dios quedó igual. Cuando Pablo y Silas partieron juntos, Dios los acompañó para hacer los cambios necesarios en su itinerario para que cumplieran con Su propósito.

Cuando salieron para el Asia, Dios les cerró la puerta porque el carcelero no estaba allí; estaba en Filipos. Cuando quisieron ir a Bitinia, Dios les cerró de nuevo las puertas. ¿Por qué? Porque el carcelero no estaba allí; estaba en Filipos.

Entonces Dios le dio una visión a Pablo para que se encaminara en la dirección correcta. Cuando llegaron a Filipos de Macedonia, comenzaron un ministerio con éxito – la congregación a la orilla del río, la casa pastoral, el cuarto, la alimentación, los convertidos. Pero aunque estas eran grandes bendiciones, el propósito básico de Dios no se había cumplido aún; Su meta era ganar al carcelero y éste no asistía al grupo de oración a la orilla del río; estaba en la cárcel. Por lo tanto, para llevar el evangelio al carcelero, Dios tuvo que meter a los predicadores a la cárcel.

Así que cuando Dios le permitió a Pablo liberar a la muchacha esclava, El se hizo a un lado y permitió que Satanás levantara el furor en la corte de la ciudad para que Pablo y Silas fueran echados en la cárcel de adentro (contiguo a la oficina del carcelero) para que él oyera el evangelio.

Hasta aquí, la estrategia y la meta de Dios le son desconocidas a Pablo y Silas. Para ellos es el sufrimiento de las penalidades por causa de Cristo en su caminar por fe. En la prisión su ministerio fue para los prisioneros y no para el carcelero. Seguramente que el carcelero lo oyó todo, pero no se impresionó.

Pero cuando Dios acentuó el sermón de Pablo con un terremoto, el carcelero tuvo un cambio de corazón. «Estos hombres deben ser de Dios,» debió pensar dentro de sí y después cayó de rodillas delante de Pablo diciendo: «Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?» ¿De dónde había oído el mensaje de salvación? De Pablo predicando a los prisioneros. ¿No es extraño que la Biblia no menciona que se haya convertido ni uno de los prisioneros, sólo el carcelero, quien ni siquiera era parte de la audiencia? Esta es una ilustración gráfica de la manera en que Dios a menudo usa nuestro caminar por fe para cumplir no lo que nosotros nos proponemos, sino lo que El quiere hacer. Por eso es que no debemos temer movemos por fe, ni sentimos derrotados cuando tropezamos con puertas cerradas o circunstancias adversas. Lo que pareciera ser difícil y humillante, con frecuencia es revelado más tarde como el desarrollo de Su gran propósito!

Creo que en algún punto de la historia, probablemente cuando lo bautizó, Pablo debió haberse dado cuenta que el carcelero le era familiar y seguramente exclamó: «¡Me parece haberte visto antes en algún lugar!» Yo creo que el carcelero era el hombre a quien Pablo vio en la visión.

De todas formas, Pablo y Silas reconocen fielmente la obra de Dios en su situación y que con la conversión del carcelero se ha cumplido el propósito de Dios en su estadía en Filipos. Porque cuando fueron puestos en libertad al día siguiente (por qué cree usted que los mismos magistrados que la noche anterior habían considerado a Pablo y a Silas como enemigos número uno y dos, decidieron por la mañana que eran inofensivos? ¿Tendría Dios algo que ver con eso?, no intentaron seguir su ministerio. Fueron a casa de Lidia, se despidieron de los hermanos y partieron.

Ahora nos toca a nosotros  

Creo que Dios le ha mostrado que Él quiere que dé algunos pasos en fe. Es posible que ya sepa lo que tiene que hacer, pero el prospecto de lanzarse en fe lo inquieta y atemoriza. Tal vez es cambiar de empleo o abrir su casa para grupos de oración. Tal vez sea el sacrificio de algún dinero que Él quiere que dé para la obra del Señor o dejar su empleo secular y entrar en el ministerio a «tiempo completo».

Es posible que el pensamiento lo haya tenido por semanas, meses o hasta años, pero ha titubeado preguntándose: «¿Cómo puedo estar seguro que es Dios?» ¿Se da cuenta ahora que hay una sola manera de averiguarlo? Haga el intento y pruébelo, recordando que al comenzar su camino de fe, el Señor que lo ama, va con usted para cerrar las puertas que no son y para abrir las que cumplen con su propósito divino en usted y a través suyo.

Vino Nuevo Vol 2-#2