Por Derek Prince

En el vocabulario griego del Nuevo Testamento hay una palabra muy importante que describe el estilo de vida que nos distingue y en el que somos iniciados por medio del Nuevo Pacto. Esa palabra es koinonía, un sustantivo derivado del adjetivo koinos que significa común. Literal y básicamen­te, koinonía es «tener en común». Cuando dos o más personas tienen cosas en común, hay koino­nía. Si hay alguna área en la que se tienen cosas en común, en esa área hay koinonio; En Hechos 4:32 la Biblia dice de la iglesia en Jerusalén, «que todas las cosas eran de propiedad común». Eso es koinonía.

La koinonía es el desarrollo de la verdadera unidad, el compartimiento de su vida con el pue­blo de Dios. Se necesita esta clase de relación para llegar a tener una verdadera realización espiritual. Sin esto, una persona jamás llegará a ser todo lo que Dios quiere que sea. Esto es igualmente cierto para las personas solas como para las parejas de casados. Todos necesitamos ser parte de algo más grande que nosotros mismos.

En 1 Corintios 12: 13-27 Pablo compara a los creyentes individualmente con las diferentes par­tes que componen un cuerpo. Allí explica que ninguna de las partes puede funcionar efectivamente por sí sola. Ca­da una necesita de las otras. «Y el ojo no puede decirle a la mano: ‘No te necesito;’ ni la cabeza a los pies: ‘No os necesito.’ » (v.21). El cristiano in­dividual no podrá alcanzar su verdadera realiza­ción e integración, si no entra en una relación de compromiso con otros creyentes y pueda de esa manera y juntamente con ellos, funcionar como un solo cuerpo.

Una relación de esta naturaleza no es optativa. Es esencial para nuestro propio bienestar espiri­tual. Veamos un versículo en 1 Juan 1 :7: «Mas si andamos en luz, como El mismo está en luz, tene­mos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos purifica de todo pecado».

El «si» introductorio nos confronta con dos factores relacionados que determinan nuestra ex­periencia espiritual. Primero, la evidencia princi­pal de que estamos caminando en la luz es que te­nemos koinonía los unos con los otros. Si no te­nemos esta relación de koinonía con otros creyen­tes es una manifestación de que no estamos caminando completamente en la luz. Segundo, si no andamos en la luz de la koinonía, no seguiremos experimentando la limpieza continua de la sangre de Jesús, que es lo único que nos puede mantener puros y libres de pecado.

Nuestra responsabilidad de mantener comunión regular con un grupo* de creyentes se declara· también en Hebreos 10:24-25:

Y consideremos cómo estimulamos unos a otros, al amor y a las buenas obras, no dejando de congregamos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca.

Tenemos nuevamente dos verdades que se rela­cionan entre sí: la primera es que somos respon­sables de estimularnos y alentarnos el uno al otro al amor; la segunda es que lo podremos hacer si no dejamos de congregarnos; obviamente en un gru­po con el que estemos debidamente relacionados.

El paso esencial que nos lleva a este tipo de relación es el mismo que nos lleva a una relación adecuada con Dios o con nuestro cónyuge, es el compromiso – no solo con otro individuo, sin embargo, sino con un grupo que está unido por un compromiso mutuo. Si ya ha hecho un com­promiso con Dios y con una persona en el matri­monio, deberá seguirlo con esta tercera forma de compromiso – con un grupo de creyentes.

Desafortunadamente, no siempre es fácil en nuestro cristianismo contemporáneo, encontrar un grupo que esté practicando un verdadero com­promiso mutuo con una saludable base bíblica. Pero si usted reconoce delante de Dios su necesi­dad de identificarse con un grupo así y le busca diligentemente para recibir Su dirección, esté confiado que Dios le mostrará lo que debe hacer. Recuerde que Dios ha prometido recompensar a los que le buscan (Heb. 11 :6). Si usted es sincero y le busca con diligencia, recibirá su recompensa.

Las siguientes nueve preguntas son una guía que le ayudará a reconocer la clase de grupo que llenará sus necesidades y con el que puede hacer un compromiso definitivo:

  1. ¿Honran y ponen en alto al Señor Jesucristo?
  2. ¿Respetan la autoridad de las Escrituras?
  3. ¿Hacen lugar para la acción del Espíritu Santo?
  4. ¿Demuestran una actitud calurosa y amis­tosa?
  5. ¿Se esfuerzan en el ejercicio de su fe en la vi­da práctica de todos los días?
  6. ¿Proveen el cuidado pastoral que incluye a todas sus necesidades legítimas?
  7. ¿Están abiertos para, tener comunión con otros grupos cristianos?
  8. ¿Se siente usted cómodo y en casa con ellos? Si la respuesta a todas o casi todas de estas pre­guntas es «sí,» entonces anda cerca. Continúe, sin embargo, buscando una dirección definitiva del Señor.

Recuerde que es posible que no encuentre al «grupo perfecto». Es más, si cree haberlo encontrado, usted no podrá ser parte de él, porque si lo hace  ¡ya no será perfecto!

Finalmente, aquí tenemos una palabra de alien­to y también de advertencia en el Salmo 68:6:

Dios hace habitar en familia a los desampara­dos;

Saca a los cautivos a prosperidad;

Mas los rebeldes habitan en tierra seca.

Si usted se siente «desamparado», Dios lo hará habitar en un «hogar» espiritual – una familia de hermanos y hermanas cristianos, unidos en compromiso mutuo. Si usted es un «cautivo» de las circunstancias o de fuerzas malignas, Dios lo sacará y lo llevará a la libertad. Pero, y aquí está la advertencia, si es un rebelde, continuará habi­tando en una tierra seca.

En última instancia, las únicas barreras que pueden impedirle encontrar la clase de koinonía que usted necesita, serán sus propias actitudes in­ternas de orgullo, egoísmo o individualmente in­transigente. Pídale a Dios que le muestre si hay es­te tipo de barreras en su vida; y si las hay cómo romperlas y derribarlas.

En el Salmo 27:4, David expresa el deseo pro­fundo de su corazón:

Una cosa he demandado a Jehová; ésta buscaré;

Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida … »

Si estas palabras expresan su propio deseo, ¿por qué no decirlas a Dios? Si se siente capaz de hacerlo en sus propias palabras, hágalo. Si necesi­ta ayuda, dígale algo así:

Señor, me siento solo e incompleto y lo reco­nozco. Mi deseo es «estar en tu casa», ser parte de una «familia» espiritual de creyentes compro­metidos. Si hay barreras en mí, te pido que ‘las derribes. Guíame a un grupo donde estos anhe­los se puedan cumplir y ayúdame a hacer el com­promiso necesario con ellos. En el Nombre de Je­sús. Amén.  

* Uso la palabra «grupo» por su significado más amplio. Un grupo pudiera ser lo que usualmente se flama una «iglesia». O pudiera funcionar de una forma diferente. Hay espacio para una variedad considerable.

Reproducido de la Revista Vino Nuevo Vol. 3 nº 10 diciembre 1980