Querido amigo en Cristo:

Confío en que usted y sus seres queridos estén bien. Con frecuencia ustedes están en nuestras oraciones aquí en CSM. En nuestro estado de Alabama ha llegado la primavera, con toda su belleza y también sus tormentas. Es un buen momento para reevaluar las prioridades, hacer la limpieza de primavera y prepararse para las cosas nuevas que Dios está haciendo.

El mes pasado, en mi Carta Pastoral, escribí acerca del tema «Cuando llega el avivamiento». Los avivamientos son movimientos soberanos de Dios, que nos llaman a la humildad, la oración y el arrepentimiento. Cuando lo buscamos de corazón, él derrama su Espíritu Santo en nosotros. Nuestra respuesta no es sólo con cantos de alabanza, sino también con la entrega de nuestras vidas a él al pie de la cruz. En su presencia somos transformados. Nuestra visión se vuelve más clara y más centrada en él y en su Reino.

El Rey sentado sobre una asna

  Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos. Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: 5 Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre una asna, sobre un pollino, hijo de animal de carga.

6 Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; 7 y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima. Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. 9 Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! 10 Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es este? 11 Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea. (Mateo 21:1-11)

Era la semana de la Pascua y la ciudad estaba preparada para la entrada de Jesús. La ciudad estaba llena de peregrinos y fieles que celebraban esta fiesta sagrada en reconocimiento de la liberación de Israel de Egipto. La gente hablaba cada vez más de Jesús. Las historias de sus milagros corrían por la ciudad como pólvora. Según Juan 12, la gente había oído que Jesús había resucitado a Lázaro. Estaban impacientes por su Mesías, su Salvador, que vendría triunfante y los liberaría de sus opresores. Pero también había una gran confusión entre los líderes religiosos y el pueblo acerca de quién o qué sería el Mesías.

Algunos de ellos estaban preocupados de que la gente viera a Jesús como el Mesías esperado, tanto que tramaban matar a Lázaro, para que la gente no creyera más en Jesús. Qué pensamiento más perverso era todo esto. Hubiera sido más fácil aceptar a Jesús como el Hijo de Dios que luchar para evitar que alguien más creyera en él. Cuando una persona se aferra a su propia opinión de lo que Dios debiera de hacer hará todo lo posible para que todos se ajusten a sus planes. Es imposible intentar dictar a un Dios soberano lo que debe hacer.

Otro factor del problema que tenían los líderes religiosos era su ambición política. Querían mantener sus propias posiciones de poder e influencia. No entendían la misión del Mesías. Consideraban que él sólo los salvaría a ellos y no a todo el mundo. Que como un conquistador militar él los conduciría a una gran victoria sobre sus opresores romanos.

También tenían un alto grado de egoísmo en su manera de pensar acerca de Jesús si fuera el Mesías. Podía multiplicar los panes y los peces, convertir el agua en vino, sanar a los enfermos, expulsar a los demonios y resucitar a los muertos. Él resolvería todos los problemas de la gente.

Además, ni siquiera sus propios discípulos entendían que Jesús había venido a Jerusalén para morir. Y nadie más que Jesús sabía que muchas de las mismas personas que lo aclamaban como Mesías y gritaban «Hosanna» estarían pidiendo su crucifixión pocos días después. Sin embargo, Jesús siguió concentrado en obedecer la voluntad de su Padre y en proclamar su mensaje hasta el final.

El profeta Zacarías había profetizado mas de 500 años antes que el Mesías vendría a Jerusalén montado en un asno (Zacarías 9:9). El hecho de que viniera montado en un asno era un indicio para la gente sobre la naturaleza de su misión y vocación. Un asno no era precisamente el medio de transporte preferido por los reyes: era modesto, humilde y pequeño.

Jesús, la Palabra Viva, hizo algunas afirmaciones muy concretas cuando entró en Jerusalén. En primer lugar, se estaba revelando claramente como el Mesías. La profecía de Zacarías era bien conocida por el pueblo. Jesús cumplió todas las profecías del Antiguo Testamento relativas al Mesías. También estaba haciendo una declaración sobre el propósito de Dios para el Mesías y la naturaleza de su Reino. Nunca fue una demostración de fuerza o arrogancia. Vino como rey, pero para servir humildemente. Al ver todos los milagros y la forma en que Jesús entró, la gente creyó que Jesús era realmente el Mesías.

No por la fuerza 

Pero habían olvidado las palabras de Zacarías 4:6, que dicen: “No es por la fuerza, ni por el poder, sino por mi espíritu, dice el Señor de los ejércitos» (Zacarías 4:6). Durante siglos, entre los líderes y el pueblo había surgido un falso razonamiento de la misión del Mesías. Por eso no lo entendieron bien cuando por fin llegó.

Al principio, lo aclamaron gritando «Hosanna», que significa «¡Salva ahora! Reconocieron que Jesús era el Salvador y el Mesías (una cita profética directa del Salmo 118, que habla explícitamente del Mesías). Tendieron sus mantos y ramas de palma en el camino delante de él como muestra de honor y reconocimiento.

No sabían que su plan de salvación incluía hacer frente a la corrupción en el Templo y entre los fariseos y entre el pueblo mismo… no sabían que su plan incluía la cruz, una forma maldecida e inimaginable de muerte… no sabían que su plan de salvación incluía salvarlos a ellos y a sus enemigos y, de hecho, a todos los pueblos de la tierra.

El hecho de que él entrara a Jerusalén durante la semana de la Pascua también parecía haber pasado desapercibido para la gente. Habían olvidado las palabras de Juan el Bautista: «¡He aquí! El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». (Juan 1:29). La gente aceptaba que él es realmente el Mesías, el Salvador, el Rey. Pero no podían entender ni aceptar que era también el Cordero.

Tampoco vieron que la Fiesta de la Pascua era una manifestación profética sobre el verdadero Cordero de Dios; no estrictamente un cordero como sacrificio temporal por el pecado, sino el Cordero que pagaría por nuestros pecados de una vez por todas. Juan 12:16 dice que incluso los discípulos no entendieron la importancia de todo esto. Los líderes religiosos, que deberían haber estado al frente aclamando a Jesús como Mesías, estaban disgustados porque todo el mundo le seguía en lugar de a ellos.

La entrada de Jesús en Jerusalén fue un gran acontecimiento. Mateo 21:10 dice: «Toda la ciudad se conmovió», de la misma manera que un terremoto lo haría. A los que preguntaban: «¿Quién es éste?», las multitudes respondían: «Jesús, el profeta de Nazaret». Conocían las profecías, sabían que Jesús era el Mesías, pero no entendían lo que significaban las profecías y cuál era la misión del Mesías. Por eso se enfadaron cuando no entendieron sus métodos… y como su entendimiento era deficiente y confuso, al final lo rechazaron.

¿Quién mató a Jesús? ¿Fueron los romanos, fueron los judíos? Fuimos todos nosotros. Su muerte fue por los pecados de toda la humanidad, de todos los tiempos. Pero es en su muerte y resurrección que todos podemos tener el perdón de los pecados y recibir vida abundante y eterna. Cuando recibimos al Salvador resucitado como nuestro Señor, podemos entrar en su vida y en el refrigerio que trae su Espíritu Santo.

Cuando comemos juntos el pan y bebemos la copa, recordamos su sacrificio; no simplemente como un memorial de un buen hombre que vivió hace mucho tiempo y que fue crucificado para perdón de nuestros pecados, sino también que él está vivo hoy. Su sacrificio en la cruz pagó por nuestros pecados y nos abrió un camino para tener comunión diaria con él. ¡Hosanna!

Los ritmos de la gracia

Quedan pocos días para inscribirse en nuestra Conferencia anual para el liderazgo que se celebrará del 9 al 11 de mayo en Gatlinburg, Tennessee. Nuestro tema es «Los ritmos de la gracia», basado en Mateo 11:28-30, donde Jesús dice: » 28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

¿Está consumido por la religión? El Señor lo invita a que vaya a él y recobrará su vida. Él le enseñara a descansar de verdad. Camine y trabaje con él y observe cómo lo hace él. Aprenda los ritmos no forzados de la gracia. Él no le impondrá nada pesado ni inadecuado. Acompáñelo y él le enseñará a vivir con libertad y liviandad» (El Mensaje).

Nuestros conferenciantes este año son Charles Simpson, Gerard Montenegro, Tim Parish y este servidor. Las habitaciones están garantizadas hasta el 4 de abril. Para más información y para inscribirse ahora, por favor visite csmpublishing.org hoy. O llámenos al 1-251-633-7900. Por favor, acuérdese también de nosotros en sus oraciones y en sus donaciones este mes, que es un momento muy significativo para nosotros. Muchas gracias.

En Jesús,

Stephen Simpson

Presidente

STEPHEN SIMPSON es el Director de CSM Publishing; de 2004 a 2013 fue pastor principal de la iglesia Covenant Church de Mobile, Alabama y ministra en iglesias y misiones en Estados Unidos y en otras naciones. Él, su esposa Susanne y su hija Gracie viven en Mobile, Alabama.

A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de la Reina Valera 1960

Usado con permiso.