Primera de dos partes sobre el tema del futuro.

Por Bob Mumford

Charlie Weaver era un cómico rústico que terminaba su acto parándose en medio de una calle imaginaria para esperar el bus que siempre pasaba en dirección contraria. Nos reímos de la falta de perspicacia de Charlie, pero en la vida real, ser sorprendido por detrás mientras se mira en dirección opuesta pudiera ser trágico y hasta fatal.

En diciembre de 1977, líderes evangélicos clave de todas partes de los Estados Unidos, se reunieron en Atlanta, Georgia, para tratar sobre el tema: «Consulta sobre Intereses Evangélicos Futuros».

La asamblea consideraba la pregunta: «Si el Señor Jesucristo no regresa en los próximos diez, cien o hasta mil años, ¿qué hacemos nosotros los evangélicos para enfrentar el futuro? Por lo general, la iglesia evangélica, especialmente en los Estados Unidos ha considerado este enfoque al futuro impertinente y hasta herético, a la luz de la popular enseñanza sobre la profecía bíblica y el pronto regreso del Señor.

Sin embargo, ya no se puede descuidar la posibilidad de otra generación de historia eclesiástica. La iglesia sería la tragicomedia de nuestra era si, como Charlie, somos tomados desprevenidos en medio del camino de la historia mirando en una dirección en espera del Señor, mientras que el futuro nos arrolla por nuestro lado ciego con la velocidad indiferente de un enorme autobús.

La transcripción de la Conferencia de Atlanta que ha sido publicada en forma de libro con el título «Los Evangélicos Enfrentan el Futuro «, indica que estos líderes luchaban cuerpo a cuerpo con los efectos de la mentalidad de la «generación terminal» («Nosotros somos la última generación antes de que regrese el Señor»), que ha penetrado el Cuerpo de Cristo desde hace unos años.

La mentalidad de la generación terminal ha sido el resultado de una perspectiva al estilo avestruz, que en décadas recientes ha sepultado su cabeza en las arenas escatológicas de la profecía bíblica, creyendo que los cristianos no tienen realmente necesidad de interesarse por el futuro, ya que el Señor regresará para hacer a un lado el sistema del mundo en algún momento en nuestra generación.

Yo no tengo ningún problema teológico con la inminencia del retorno visible, literal y corporal de nuestro Señor Jesucristo. Pero cuando la profecía bíblica es interpretada a la luz de los sucesos actuales y presentada al Cuerpo de Cristo de una manera desbalanceada, a menudo produce un fruto que terminará siendo contrario a los propósitos declarados del Reino de Dios.

Existen tres síntomas de esta mentalidad de la generación terminal que son progresivos y están relacionados entre sí:

El primero es el Pesimismo Progresivo. Una interpretación «sombría y ruinosa» de la historia y de los acontecimientos mundiales que ve a la cultura y a la historia descender a un abismo diabólico en el que toda la sociedad degenera hasta que el Anticristo viene a dominarlo todo y el Señor tiene que regresar para salvar lo que queda de la Iglesia.

Los que se apegan a este pensamiento se mantienen al tanto de toda hambruna y terremoto; se fijan en cada uno de los nuevos líderes mundiales para ver si uno de ellos pudiera ser el Anticristo; y esperan que el comunismo nos domine a todos cualquier día. El pesimismo progresivo ve el regreso del Señor en relación al grado de maldad presente en el mundo, en vez de a la fortaleza creciente de su Reino. Cuando las cosas se pongan bien malas, El regresará. Este pesimismo progresivo conduce inevitablemente a un segundo síntoma: el escapismo.

El escapismo afecta la manera de ver tanto el presente como el futuro. Debido a que la sociedad está degenerando realmente, es difícil ver el Señorío de Cristo en nuestro tiempo. Nuestra falta de confianza nos fuerza a retroceder cuando hay que involucrarse, tomar responsabilidad y participar activamente en el escenario mundial como representantes de Cristo.

Igual que el profeta Jonás, nos sustraemos hasta una colina libre de peligro, vigilando a esta sociedad réproba, en espera del juicio final y el descenso de la destrucción. Jonás malinterpretó el llamamiento de Dios llevando la palabra a Nínive como un mandato de destrucción en vez de un testimonio de amor y de interés por un pueblo ciego. Muchos «profetas» a través de la historia han descendido de sus colinas para enfrentar la realidad cuando su expectativa del futuro no encajaba con los planes de Dios. El señorío de Cristo no está solo en algún milenio futuro; ¡es para el presente! Si hemos de verle como el Señor del futuro, tenemos que verle también como Señor del presente.

El escapismo presente se preocupa por fechas, señales y una perspectiva fatalista de los sucesos mundiales que impide que los creyentes se involucren. La extensión total del escapismo es correr a una cueva en la montaña con alimento enlatado para sobrevivir a la Gran Tribulación.

El escapismo futuro ve a la Iglesia sitiada y moribunda en medio de un mundo cada día más perverso para ser finalmente arrebatada de las garras de la destrucción justo a tiempo por el regreso del Señor. Contempla «el Gran Escape», como ha sido llamado Su regreso, con la esperanza de nuestro futuro, quedándose miserablemente corto al mandato dado a la Iglesia de discipular las naciones y de ministrar el Reino de Dios a toda la creación. Frente a las circunstancias naturales en nuestro mundo, muy difíciles y penosas, el retorno del Señor se puede convertir fácilmente en un deus ex machina, i. e. algo que aparece de repente para resolver una situación aparentemente insoluble.

Esto es rememorativo de un grupo de cruzados que cuando marchaban para liberar a Jerusalén alrededor del año 1100 d. C., fueron rodeados y asediados por un ejército superior de turcos hostiles. Los cruzados estaban seguros que habían entrado en la batalla de Armagedón y esperaban que el Señor regresara en cualquier segundo para rescatarlos de la matanza que se avecinaba.

Hasta el último hombre murió mirando hacia arriba, confiando que el cielo se abriría para permitir el descenso del ejército del Señor para entrar en la batalla. Ellos no fueron los primeros, ni los últimos en ser sorprendidos por el gran bus de la historia. El escapismo nos hace ver inevitablemente a nuestro mundo y a nuestra visión en la tierra con una actitud de recluta que está por terminar su servicio militar.

El recluta al que le falta unos pocos días o semanas para recibir su licencia se sienta a esperar ese día. La mayoría de ellos llegan a ser personas indispuestas con las que no se puede contar y casi es imposible motivar para que hagan algo útil. Esta actitud es el fruto maduro y la tercera etapa del que razona como la generación terminal. Su manera de pensar es que, si el Señor va a regresar en poco tiempo, ¿por qué ponerse metas en la vida a largo alcance? o ¿para qué esforzarse en construir obras permanentes cuando apenas nos quedan unos pocos años? En sus vidas naturales esta actitud les hace titubear en perseguir alguna carrera, aumentar su educación, tratar de obtener alguna estabilidad económica, o hacer cualquier plan razonable para el resto de sus vidas. «¿Para qué casarse, ir a la escuela o aprender un oficio si el Señor está por venir en cualquier hora y es necesario concentrarse en predicar la palabra antes que venga el fin?»

En lo espiritual, la tendencia es hacer énfasis en los dones y ministerios espontáneos en vez de edificar las vidas y el carácter. El liderazgo nuevo habrá de ser una «obra rápida», -predicadores instantáneos. El resultado del desarrollo instantáneo del liderazgo es por lo general, vidas y ministerios inestables carentes de contenido bíblico y una lastimosa falta de entendimiento de los caminos del Reino de Dios. La preparación y el entrenamiento pobre y la falta de madurez producen ministerios y grupos que florecen por pocos meses o años y después son destruidos o se secan porque no hay profundidad o madurez de vida.

El mandamiento del Señor a sus discípulos fue: «Negociad con esto mientras regreso» (Luc. 19: 13). Yo creo que el Señor Jesucristo puede regresar antes de que Ud. termine de leer este artículo. Eso, sin embargo, es asunto de Dios, no nuestro. Si el Señor desea venir hoy, mañana o este año, yo me alegraré y me gozaré. Pero si el Señor tarda otros diez o cien años, mi deseo es poder recibirle con el producto de una vida de trabajo edificada fielmente y con seguridad según el patrón establecido en su Reino. Debemos edificar de tal manera que nada sea derribado.

PUNTOS DE PRESION

Hay siete puntos de presión y de conflicto con los que la Iglesia tiene que luchar en nuestra generación si ha de representar idóneamente a Cristo y a su Reino en el mundo.

1. La Presión Económica.

La inflación se está convirtiendo en una realidad de la vida y los economistas dicen que diez o doce por ciento anual de inflación es sólo el comienzo. Todo cuesta más si hay que comprarlo, repararlo o reponerlo. Si nuestro sistema político continúa su tendencia actual, podemos esperar aumentos significativos en los impuestos en años venideros. Estos datos económicos de la vida hacen que la manera tradicional de ahorrar y de planear nuestras finanzas se vuelvan anticuados e inseguros.

2. La Presión Política

Nuestra crisis política se da en dos niveles: ¡nadie quiere dirigir y nadie quiere seguir! Un ensayo de la revista Time de agosto 6, 1979 dice: «Parece que a veces los americanos en los años 70 casi han desarrollado una aversión sicológica de dirigir y de seguir, aún cuando se quejan diciendo que pareciera que ya no hay nadie en el mando». La crisis de líderes es política, moral, intelectual y espiritual. El resultado es el miedo, la incertidumbre, la desconfianza y el pesimismo con respecto a nuestras metas y futuro nacionales.

3. La Presión del Futuro

Es difícil ver el futuro con optimismo. Ninguna administración ha sido capaz de encontrar las soluciones a nuestros problemas nacionales. El fracaso que pende en el sistema de seguridad social y la siempre creciente inflación hacen inestables los planes de una jubilación tradicional. La amenaza internacional de la escasez de alimentos, la merma de energéticos, y el fracaso de la tecnología en encontrar las respuestas esperadas, hacen que el sueño de América de una utopía futura parezca cada vez más imposible.

4. La Presión Sicológica

«Todo el mundo lo hace … » «Esta es la nueva onda … » La presión social para conformarse a una norma popular es tremenda. El incesante asedio de las técnicas de publicidad, están diseñadas para presionarnos a adoptar un estilo de vida y una calidad de existencia en particular. Las imágenes de los superhéroes de la pantalla son consideradas lo normal y cualquiera que no dé la talla impuesta por ellos, experimenta un sentimiento sutil de subnormalidad.

El creciente énfasis sobre normas externas, el materialismo y las metas humanistas centradas en el yo, son una constante «espina en la carne» para el hombre y la mujer que aspiran a dar buen fruto en el Reino de Dios.

5. La Presión Social

Los tradicionales fundamentos judío-cristianos de nuestra sociedad se están debilitando. La degeneración de la estructura bíblica de la familia, el surgimiento del liderazgo matriarcal, la abdicación de la masculinidad, la liberación femenina, la liberación homosexual, los derechos de los niños y la naturaleza igualitaria de nuestro medio ambiente cultural hacen que los cristianos que viven por los principios bíblicos queden cada día más al margen de la sociedad «normal».

Los padres que castigan corporalmente a sus hijos son catalogados como «abusadores». Los hombres que conducen sus hogares con cualquier clase de autoridad son «machistas». Las mujeres que desean el gobierno de sus maridos en sus vidas son despreciadas como «esclavas sin inteligencia». Los que defienden la relación sexual normal entre un hombre y una mujer son llamados «remilgosos victorianos». La presión a conformarse será eventualmente puesta en vigor por la ley y las cortes.

6. La Presión Moral

La consigna ética de la filosofía moderna es «¡Hazlo si te da placer!» Nuestra cultura hedonista y libertina está edificada sobre la premisa: «Consigue todo lo que puedas para el número uno». Quien se aventura a poner por delante cualquier noma absoluta de moralidad y de conducta más allá de la felicidad humana, es considerado como un retardado intelectual y filosófico.

7. La Presión Espiritual

Como si estos seis puntos no fuesen suficiente presión espiritual, existen los enormes asaltos espirituales y religiosos desde adentro y fuera de la Iglesia. Primero, está la multitud de voces religiosas dentro de la Iglesia proclamando una variedad de mensajes y de interpretaciones de la palabra de Dios. Muchos son humanistas y antinómicos; otros son escandalosamente antibíblicos y heréticos.

Por fuera, la Iglesia está sometida a una enorme presión de parte de la popularidad continua del ocultismo, el satanismo, la actividad demoníaca, y la liberación general del mal en nuestra sociedad. Desde adentro y fuera de la Iglesia, aquellos que desean caminar bajo los principios del gobierno del Reino, son retados con acusaciones de sectarismo, fanatismo de grupo, lavadores religiosos de cerebro, en el que todo liderazgo fuerte es sospechado de ser otro Jim Jones.

La Iglesia está encarando estas y otras presiones en los años que quedan de este siglo y nosotros los creyentes debemos sentamos a deliberar (Luc. 14:31), para ver cómo podemos prepararnos adecuadamente para el reto que enfrentamos.

Todo este asunto de prepararse para el futuro ha sido visto como «falta de confianza en el Señor» o como «confiar en el brazo de carne». Detrás de estas dos declaraciones hay dos conceptos básicos equivocados. Primero, los que así piensan ven la fe activa únicamente en situaciones precarias.

Aún cuando vivir milagrosamente por fe es una expresión válida y a menudo necesaria en nuestro caminar con Dios, bíblicamente, la fe fue expresada más a menudo en la obediencia paciente a los principios de la palabra de Dios, con el conocimiento que dicha obediencia sería finalmente recompensada por la herencia de las bendiciones prometidas. Deuteronomio 6, 7 y 8 y Hebreos 11 son ejemplos específicos de la expresión de este tipo de fe.

El segundo concepto errado es creer que prepararse para el futuro se deba a una mentalidad de escape o de supervivencia a toda costa, en vez de obediencia a la palabra de Dios. Hebreos 11:7 dice: «Por la fe Noé … preparó un arca para la salvación de su casa». La preparación del arca por Noé fue motivada por su obediencia al mandamiento de Dios y no por su anhelo personal de sobrevivir. Su obediencia demostró la realidad del Reino de Dios y por su fe «condenó al mundo». El acto de justicia de Noé fue parte del testimonio de Dios a una generación pecaminosa.

Prepararse para enfrentar el futuro no debe ser motivado por el escapismo o el miedo, sino por el deseo de manifestar fielmente el cuidado del gobierno de Dios delante de una generación secular incrédula. En un mundo que no encuentra respuestas prácticas de sus gobiernos seculares, el pueblo de Dios sobresaldrá como aquellos que son bendecidos porque viven de acuerdo a los principios y bajo el cuidado de un reino justo.

Prepararse para el futuro como una demostración del gobierno de Dios en la tierra no es de ninguna manera inconsistente con la interpretación real del inminente regreso del Señor. En un discurso que sonó la nota clave en la Consultación sobre Intereses Evangélicos Futuros mencionado arriba, Leighton Ford dijo: «La tradición clásica evangélica demuestra que los líderes en todas las persuasiones mileniales laboraron juntos para extender el gobierno de Cristo en la tierra dentro del círculo más extenso posible de naciones antes de su regreso corporal».

El mandato a la Iglesia no es el de escapar de este mundo con el retomo del Señor, sino preparar un Reino para su regreso.

Reproducido de la Revista Vino Nuevo, Vol. 3-nº 9 octubre 1980