Por Bob Munford

Segunda y última parte

La Iglesia se enfrenta a muchas presiones en es­tos últimos años del tiempo final y se hace necesa­rio que nosotros los creyentes «nos sentemos pri­mero y deliberemos» (Luc. 14:31) para ver cuál es la manera más adecuada para prepararnos y cumplir con estos retos. Cuando se habla de pre­parativos para el futuro se incurre en la crítica de «no confiar en el Señor» o de «apoyarse en el bra­zo de la carne». Detrás de estos dos juicios se encuentran dos conceptos erróneos básicos: Prime­ro, ver la fe activa únicamente en situaciones pre­carias. Aún cuando vivir por fe y por milagros es una expresión válida y a menudo necesaria en nuestro caminar con el Señor, bíblicamente, la fe era expresada con mayor frecuencia en la obe­diencia paciente de los principios de la palabra de Dios, con el conocimiento de que ésta produciría al final los resultados de las bendiciones prometi­das. Deuteronomio 6, 7, 8 y Hebreos 11 son ejem­plos específicos de expresiones de este tipo de fe.

El segundo error es creer que prepararse para el futuro implica tener una mentalidad de escape o de sobrevivir a cualquier costo en vez de ser una demostración de obediencia a la palabra de Dios. Hebreos 11:7 dice: «Por la fe Noé … preparó un arca para la salvación de su casa». Noé preparó el arca motivado por su obediencia al mandamiento de Dios, no por un anhelo personal de sobrevivir. Su obediencia demostró la realidad del Reino de Dios y por su fe «condenó al mundo». El acto de justicia de Noé fue parte del testimonio de Dios para una generación pecadora. Los preparativos para el futuro no deben ser motivados por el escapismo o por el temor, sino por un deseo de mani­festar correctamente, ante una generación secular de incrédulos, el cuidado que hay en el gobierno de Dios. En un mundo que no encuentra respues­tas prácticas en sus gobiernos seculares, el pueblo de Dios se destacará en las bendiciones que reciba por vivir de acuerdo a los principios de la vida y del cuidado que hay en un reino de justicia.

Prepararse para el futuro como una demostra­ción del gobierno de Dios en la tierra, no es de ninguna manera inconsistente con la interpreta­ción real en el Nuevo Testamento, del inminente regreso de nuestro Señor. En una plática de aper­tura en la Consultación de Intereses Evangélicos para el Futuro, Leighton Ford hizo la siguiente declaración: «La tradición clásica evangélica muestra que hubo líderes en todos los campos mileniales que trabajaron juntos para expandir el gobierno de Cristo sobre la tierra hasta su máximo alcance entre las naciones antes del regreso corpo­ral de nuestro Señor». El mandato para la Iglesia no es escapar de este mundo con el regreso del Señor, sino el de preparar un Reino para Su venida.

PREP ARACION PARA EL FUTURO

Con base en las presiones que confrontan a la Iglesia, quisiera ofrecer los siguientes consejos prácticos de principios bíblicos que nos ayudarán a vivir en los años venideros.

Estas no son respuestas «enlatadas» ni «pasos fáciles para una preparación instantánea». Parte del engaño de nuestros días es la quimera de que alguien se aparezca con una varita mágica y se en­cargue de todas las situaciones.

Primero, en las cosas naturales …

1. Mantenga una perspectiva correcta. Debemos proceder con el entendimiento de que nuestras vidas y todo lo que tenemos vienen finalmente del Se­ñor. Nuestros recursos naturales no fueron dados sólo para nuestra propia satisfacción y prosperi­dad; nos fueron entregados como a mayordomos o administradores para que estén a la disposición del Señor y de Su propósito universal en la tierra. Comenzamos entregando todo lo que tenemos a El y a Su Reino. Una vez que hayamos hecho es­to, podemos descansar en el conocimiento de que, no importa cómo sean las circunstancias y los pro­blemas, el Señor tiene maneras únicas y especia­les de cuidar de los Suyos.

2. Rompa el síndrome del descontento. No ce­da a la presión que ejercen los medios de publici­dad de necesitar siempre algo nuevo, más grande, más lujoso o más eficiente. Niéguese a comprar por impulso. Póngase metas y aprenda a distinguir entre deseos y necesidades. Espere tres días antes de decidirse a comprar algo. Cuatro reglas senci­llas: cómaselo; arréglelo; úselo y sáquele todo el provecho. Hasta donde sea posible, compre cali­dad – en realidad resulta más barato.

3. Controle su dinero. Primero, entregue su diezmo. Dé el diez por ciento de sus entradas al Señor y a su reino. El diezmo es nuestra manera de demostrar nuestra dependencia de El y de Su provisión para nosotros. Cuando el diezmo es bien comprendido, lleva la bendición de Dios de una manera única (Mal. 3: 10).

Segundo, ¡salga de deudas! Deje de abrir cuen­tas nuevas y por la gracia de Dios pague las deudas que tiene, aunque eso signifique que tenga que cambiar radicalmente su manera de vivir. Aprenda a ahorrar su dinero y a pagar al contado en vez de comprar al crédito. Algunos artículos, sin embargo – casas, inversiones, y en algunos casos, au­tomóviles – pueden pagarse a plazos ya que éstos aumentan su valor o son una necesidad en el em­pleo o para vivir. Las necesidades no son artículos de placer o algo más grande de lo que ya tenemos o ropa de última moda.

Tercero, haga un presupuesto y manténgalo. Un presupuesto le llevará a Ud. y a su familia a una liberación económica y emocional como nun­ca antes la había conocido. El presupuesto es una forma de administrar sus recursos para el Señor. Ponga en orden sus propiedades, haga un testa­mento y aprenda a vivir con alegría dentro de la provisión de Dios.

4. Invierta donde las ganancias son reales. In­vierta su dinero donde la tasa de utilidad sea más alta que la de la inflación. Bienes raíces, antigüe­dades, monedas y otros artículos que aumentan de precio son verdaderas defensas contra la infla­ción. Cualquier programa que ofrezca menor ga­nancia que el porcentaje anual de inflación, es una mala inversión.

S. Encamínese hacia la auto-suficiencia. Apren­der a proveerse de ciertas necesidades por sí mis­mo, el resultado será no sólo deleitable, sino también beneficioso en un tiempo de inflación galo­pante y de mercados inciertos. Si tiene un poco de tierra, aprenda a sembrar su huerta, no impor­ta lo pequeña que sea. Las esposas pueden apren­der a coser. Desarrolle su capacidad haciendo trabajos usted mismo en la casa. Aprenda a con­servar alimentos; almacene lo que pueda usar en casos de emergencias civiles, naturales o econó­micas.

6. Cooperación comunitaria. Los conceptos inherentes en la comunidad cristiana y el Cuerpo de Cristo, se prestan para un grado más alto de auto-suficiencia del que pueda alcanzar un solo individuo. Hay medios para reducir gastos en una sociedad moderna, tales como cooperativas, com­prar en conjunto, compartir las herramientas, intercambiar destrezas, etc. Los negocios que estén dedicados al Señor y que funcionan dentro del contexto de la comunidad pueden ofrecer empleo y pueden ser de bendición económica para sus miembros. Las escuelas que operen con el propó­sito de educar a los niños en los caminos de Dios pueden hacer una contribución incalculable a las generaciones futuras.

7. Cultive una buena reputación y una buena relación con la comunidad secular. Involúcrese en el sistema político, educativo y en los asuntos cívicos de la comunidad secular. El cristiano es el representante de la palabra de Dios que es ley pa­ra el mundo y debe estar en primera fila en todos los campos de esfuerzo para la humanidad. Una relación adecuada con el gobierno secular provee líneas de comunicación y un buen canal de in­fluencia para los principios del reino de Dios. Un escritor ha dicho muy acertadamente: «El poder fluye en tiempos de crisis hacia quienes asumen voluntariamente la responsabilidad».

PREPARACION ESPIRITUAL

El fundamento en el área espiritual es un en­cuentro personal con Jesucristo como salvador y el bautismo en agua y con el Espíritu Santo. Estos pre-requisitos no son optativos. Sepa que las si­guientes sugerencias son, como en el caso de las que hicimos en lo natural, principios generales que deben ser aplicados y considerados en su si­tuación individual.

1. Aprenda a vivir dentro de las bendiciones de Dios. Detrás de esta declaración hay algo más que un deseo hedonista de ser bendecido. ¡La bendi­ción de Dios es costosa! Jacob tuvo que luchar con el Señor y finalmente fue cambiado para po­der recibir la bendición de Dios. La bendición de Dios en su vida en una forma de provisión conti­nua y especialmente con la capacidad de recibir respuestas específicas. a la oración, le dará un fundamento vital de experiencia y seguridad en tiem­pos de tormenta.

2. Resuelva el asunto de la autoridad. T. P. Forsythe ha dicho: «[La autoridad] es el primero y último tema en discusión de la vida. Tan pronto levanta su cabeza el problema de la autoridad, to­dos los otros quedan atrás». Dios ha diseñado esta vida de modo que nos veamos forzados a escoger un líder. Algunos sienten que buscar liderazgo es optativo; otros, debido a malas o dolorosas expe­riencias, rechazan totalmente el concepto de la autoridad. El Señor escogió a los hombres que di­rigen Su pueblo (Ef. 4: 11-13). El nos pide que­ los recibamos porque El los envió. Jesús dice en Juan 13:20: «En verdad, en verdad os digo, el que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió». Rechazar a quien envía el Señor, equivale a rechazarlo a El. Si Ud. rechaza la autoridad que Cristo ha delega­do no significa que se ha quedado sin líder, sino que usted mismo se ha escogido para ser su propio líder. Las implicaciones debieran ser obvias.

3. Establezca con claridad las prioridades y viva por ellas. Nuestra prioridad más alta es, por su­puesto, nuestra relación con el Señor. En segun­do lugar está nuestro matrimonio y nuestra fami­lia. La siguiente en el orden del gobierno de Dios es nuestro ministerio y llamamiento dentro del Cuerpo de Cristo. De último debe venir nuestra ocupación o profesión secular. A menudo estas prioridades son exactamente al revés. Las demandas de nuestra ocupación o ministerio dentro del Cuerpo son tan presionantes que descuidamos las necesidades básicas de nuestra relación con el Se­ñor y las del hogar. Los resultados son la desinte­gración de la vida por todas partes.

4. Cultive relaciones de pacto claras y proba­das. No podemos enfrentar el futuro solos – ni si­quiera como familia. El pacto expresa la naturale­za cohesiva de Dios – en ambos, el Antiguo y el Nuevo Testamento. Conozca a quién ha escogido Dios para que camine a su lado. Cuando se entien­de bien el Pacto y las relaciones y se practican adecuadamente, hay cambios de conducta que se ejecutan según el patrón bíblico y eso produce unidad y lealtad espirituales; ingredientes necesa­rios para nuestra vida en los días que se avecinan.

5. Prepárese para considerar un cambio de lo­calidad. Talvez no tenga que hacerlo, sin embargo, debe considerar la posibilidad de un cambio geográfico para que pueda participar más activa­mente en la vida de la comunidad cristiana. En los días que queden por delante, necesitaremos dar nuestra vida y fuerza a las cosas que son de verda­dera importancia para el Reino de Dios. La proxi­midad geográfica será cada vez más una necesidad cuando comencemos a requerir el apoyo es­piritual y natural de los hermanos.

6. Traslade a grupos pequeños, iglesias o comu­nidades para que estén juntos. Por años hemos sentido que el Señor algún día nos forzará a juntarnos: ¡Y ya está sucediendo! ¡Muchos grupos de oración y confraternidades comienzan a reco­nocer su independencia y su pobreza! Con alegría estamos viendo el depósito del Señor en la vida de otros. Cuando nos juntamos para enfrentar el fu­turo, Dios nos da Su provisión -en nuestros her­manos y hermanas- la fortaleza adicional, los mi­nisterios como dones, el liderazgo y los recursos que tanto necesitamos. Allí han estado todo el tiempo; ¡preparémonos para recibirlos!

7. Estudie y considere el ministerio del diaco­nado. Tal vez pareciera fuera de lugar que consi­deremos el ministerio del diácono en nuestra preparación para el futuro, sin embargo tiene un ver­dadero lugar dentro de la Iglesia. Este ministerio es importante en dos áreas: Primero, debemos ha­cer un nuevo examen del gobierno de Dios sobre las áreas naturales de nuestras vidas. Demasiado tiempo ha pasado en el que las verdades bíblicas han sido apartadas de los asuntos de negocios, fi­nanzas y educación. Sin embargo, los principios de la palabra de Dios tienen que ser aplicados en todas las áreas de la vida por aquellos que tienen ese llamamiento si es que el Cuerpo de Cristo ha de prosperar y crecer.

Una segunda área de actividad para el diácono es el ministerio para los pobres, los que no tienen recursos y los afligidos, El cuidado que el pueblo de Dios ofrece a los menos afortunados es un te­ma predominante tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Es de suma importancia que haya un buen gobierno de las cosas materiales y gran parte de esta responsabilidad debe ser confia­da a los diáconos.

Espero que estas observaciones y sugerencias nos motiven a pensar objetivamente en el futuro. Pida con diligencia la sabiduría del Señor antes de lanzarse en cualquier dirección y asegúrese que la motivación de su acción sea la obediencia al Espí­ritu de Dios y no al temor.

Reproducido de la Revista Vino Nuevo Vol. 3-nº 10 diciembre 1980.