Por Charles Simpson

Introducción

El tema de este artículo tiene que ver con los cambios que ocurren en los tiempos de transición. Usaré la palabra pivote como “el punto de giro o cambio de dirección, y pivotear como el movimiento con que algo gira y se trastorna enteramente. Pensaré en este pivote en forma de V como un descenso brusco y profundo y un ascenso rápido y empinado.

Los discípulos enfrentaron una variedad de transformaciones repentinas, pero enfocaré la atención en lo que creo es el pivote más grande de toda la historia, en el que cosas se venían abajo vertiginosamente y otras subían igualmente veloces. En el evangelio de Juan, encontramos gran parte de las últimas palabras de Jesús a los discípulos antes de su crucifixión y que ellos no habían anticipado. Veamos Juan 16: 12-16:

 »Aún tengo muchas cosas que decirles, pero ahora no las pueden sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará, porque tomará de lo mío y se los hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y se lo dará a conocer a ustedes. Todavía un poco, y no me verán; y de nuevo un poco, y me verán…»

La cruz y la resurrección

Hay más de un pivote aquí, pero observemos y repasemos los dos principales que produjeron cambios radicales e inesperados en los discípulos. La cruz y la resurrección, que son el corazón del Evangelio. Estos produjeron en los discípulos gran incertidumbre pues pasaron de ver el poder de Jesús haciendo milagros a ver lo que les parecía una locura, Jesús crucificado.

Cuando Jesús les anticipó que estos acontecimientos vendrían, que él sería crucificado, pero que resucitaría al tercer día, ellos no lo creyeron. Es más, Pedro llevó a Jesús a un lado y realmente lo reprendió diciendo que la cruz no sucedería. No pudieron creerlo y por lo tanto, no estuvieron preparados cuando sucedió.

Eso nos pasa a nosotros también. A menudo no creemos que haya acontecimientos que vengan de la forma en que lo hacen y, por lo tanto, no los anticiparnos y cuando suceden, no estamos preparados. Cuando los acontecimientos que Jesús les había dicho sucedieron, los discípulos huyeron desilusionados y Pedro lo negó tres veces. Es justo decir que llegaron al límite de una situación perjudicial.

Me imagino lo duro que esto los golpeó, porque lo habían dejado todo para seguir a Jesús. Además, habían visto muchas pruebas de que Él era quien decía ser. En un momento de inspiración divina, Pedro dijo que él era el Hijo de Dios, el Mesías y ahora Jesús es juzgado, azotado, coronado con espinas y clavado semidesnudo en una cruz, lo cual era una maldición y un espectáculo inimaginable para ellos. Todos huyeron porque no entendieron cuán radicalmente los planes de Dios cambiarían los acontecimientos. Los planes de Dios son muy diferentes a los nuestros y con frecuencia cambian las cosas rápida y radicalmente.

La resurrección fue igualmente un trastorno fundamental para los discípulos. Primero, no creyeron que la cruz fuera el plan de Dios; ahora Jesús había salido de la tumba como había dicho que lo haría y tampoco lo creyeron. Al igual que la cruz, la resurrección les parecía imposible y es asombroso todo lo que eso cambiaría. Estamos hablando de un ajuste en su manera de pensar en solo tres días. A veces, el mundo entero puede cambiar en pocos días. Los discípulos fueron arrastrados en un descenso increíble y luego levantados en un ascenso igualmente increíble. Pasaron rápidamente de la desesperación a un asombro total. Vieron a Jesús de una manera nueva.

Por cierto, ese es uno de los propósitos de estos pivotes, ver a Jesús y las circunstancias de una manera nueva como nunca antes. Jesús resucitado pasó por una puerta cerrada donde estaban los discípulos y comió con ellos. Tomás el “incrédulo” (todos ellos eran incrédulos) se arrodilló y dijo: «Mi Señor y mi Dios» (Juan 20:28), pues no podía expresar lo que estaba experimentando.

Pasar de los milagros a la locura de la cruz y de esta a la resurrección y a una euforia inimaginable es un pivote radical y, como si eso no hubiera sido suficiente, Jesús les dice: “Los voy a dejar, pero les enviaré el Espíritu Santo y estaré con ustedes en el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo los guiará a toda la verdad y les mostrará cosas nuevas; cosas que ahora no puedo decirles” (ver Juan 16: 5-14).

Hay cosas que Dios no puede decirnos ahora, pero nos las dirá a medida que pasemos por situaciones que requieran una revelación nueva. Para eso suceden esas situaciones, nos preparan para escuchar al Señor de una manera nueva. Jesús les dio un nuevo guía, no un nuevo plan, y eso es también una diferencia radical. Sus viejas estrategias habían fracasado y, a decir verdad, creo que si hubieran pensado en nuevas, estas fallarían también. Pero el Espíritu Santo nunca falla,

Estos acontecimientos también nos enseñan que Dios no está muy interesado en darnos a conocer el futuro. Hay mucho en la Biblia sobre el futuro, pero incluso lo que sabemos de la Biblia está condicionado al proceso por el que Dios nos hace pasar para llevarnos a lo que está por venir, y eso no lo sabemos. No les dio un nuevo plan, les dio un nuevo Guía.

Digo lo siguiente con mucho cuidado. El propósito de Dios no es que conozcamos el plan, el propósito es que conozcamos al Guía. Si conocemos al Guía, llegaremos al plan de Dios, y si nosotros hacemos un plan, puede ser que no sea de Dios. Jesús les dijo muy claramente que debían escuchar al Espíritu Santo y permanecer con él.

Ya dijimos que en un pivote las circunstancias cambian radical y rápidamente, pero también es importante observar qué es lo que cambia y lo que no cambia. Hay elementos que permanecerán, y necesitamos saber cuáles son, porque ellos nos ayudarán a entrar y a progresar en la nueva temporada. Por ejemplo, la gravedad es una ley natural inalterable. Las estaciones cambian, pero la gravedad en medio de estas no. Así son los principios, no cambian. El Sermón del Monte permanece inalterable.

Nuestras circunstancias pueden cambiar radicalmente, pero hay un fundamento que es inalterable. Necesitamos saber la diferencia, porque muchas veces confiamos en las circunstancias y cuando éstas cambian, no sabemos qué hacer. Necesitamos confiar en el Señor y en los principios para que cuando todo cambie veamos lo que queda igual. Hay un antiguo verso que dice:

Los métodos son muchos, los principios son pocos,

Los métodos siempre cambian, nunca los principios.

Los métodos siempre cambian

 Tengo ochenta y tres años de edad y quizás el mismo número de métodos han cambiado en mi vida, pero no los principios que me enseñaron de niño, como confiar en el Señor, ser obediente a sus palabras, sembrar para cosechar, ser fiel en lo poco y otros principios que nunca se modificarán. No obstante, la forma en que se aplican o lo que sucede a nuestro alrededor puede cambiar mucho. Todos estamos en movimiento, en transición y, en realidad, yo lo he estado durante la mayor parte de mi vida.

Hemos llegado al final de una era y estamos entrando en una nueva, un nuevo período con principios y métodos intercalados. Estamos donde los tiempos chocan y habrá muchos pivotes en este período de transición. Estamos pasando de una forma de pensar a otra. Por ejemplo, nos estamos alejando de las categorías y las etiquetas. Por observación, solíamos decir: “Ustedes son de esta persuasión o ellos son de aquella, pero estamos pasando de lo externo al contenido personal. No es suficiente ver por fuera a las personas; tenemos que aprender a discernir lo que hay en ellas. Todo se está volviendo personal. Estamos en movimiento; estamos cambiando lo que pensamos y pasando de lo visible a lo invisible.

Contenedores y contenido

Un amigo mío me dijo recientemente que Dios lo había reprendido por ver el contenedor sin discernir el contenido. Esta es a una declaración extraordinaria, porque por años hemos visto contenedores, hemos mirado la apariencia exterior y rara vez el corazón. Es imperativo que veamos lo que hay en las personas, no solo lo que está delante de los ojos (ver 1 Samuel 16:7). Cuando Jesús llamó a sus discípulos y vio a Natanael, dijo de él: «Aquí tienen a un verdadero israelita, en quien no hay engaño» (Juan 1:47). Jesús vio lo que estaba en Natanael; algo que Natanael mismo no había visto.

Entonces, tenemos que aprender a ver lo que hay en las situaciones y no sólo la situación por sí misma. Debemos ver las situaciones como parábolas cuyo significado verdadero está tras de esta y es la verdad eterna. “Hemos sido trasladados del reino, del dominio, de las tinieblas al reino del Hijo de su amor.” Las Escrituras dicen también en Colosenses 1:13, que hemos sido trasladados de lo visible a lo invisible, de lo aparente a lo que no lo es. Por lo tanto, es necesario pivotar más allá de lo que salta a la vista, al significado espiritual detrás del hecho natural y visible.

Estamos pasando a ver hacia adentro. La verdad está bajando de la cabeza al corazón; de la razón a la revelación de Dios; de cómo pensamos a lo que Dios está pensando en una situación determinada. También estamos pasando de la razón a los motivos. Los motivos importan; recuerde que Dios puede perdonar y ser misericordioso aunque el motivo no sea correcto. Dios ve el corazón y no solo lo que ha sucedido, y nosotros también necesitamos ver así. Hay mucha gente con buenos motivos que comete errores y hay quienes parecen hacer lo correcto pero tienen malos motivos y necesitamos detectar cuando hay astucia o engaño.

Estamos pasando de predecir el futuro a enfocarnos en la palabra que Dios nos está diciendo ahora, para que nuestras mentes se proyecten hacia adelante y pensemos dónde vamos a estar dentro de uno o cinco años y anticipar qué debe pasar aquí y allá. Debemos escuchar al Espíritu Santo. Él sabe lo que va a suceder y si lo escuchamos, no solo nos lo revelará a su debido tiempo, sino que también nos preparará para estar listos cuando suceda. La obediencia es realmente una preparación para lo invisible y lo desconocido.

Lo animo a entrenar su oído para escuchar y obedecer al Espíritu Santo; para que la parte inferior del pivote no se vea sólo como que hemos tocado fondo, sino como un ascenso potencial, como algo que Dios está a punto de hacer. He visto (y quizá usted los ha visto o lo verá) algunos pivotes vertiginosos e inesperados. Las siguientes son algunas recomendaciones de lo que podemos hacer y por supuesto que la lista no es exhaustiva:

  1. Mantenga sus ojos en el Señor

            Concéntrese en el Señor. La Biblia dice: “Fijemos la mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo que le esperaba sufrió la cruz y menospreció el oprobio, y se sentó a la derecha del trono de Dios” (Hebreos 12: 2). Véalo como el creador y ejecutor de nuestra fe. Pídale más de la fe que él tiene para soportar cualquier cruz que estemos enfrentando o enfrentaremos. Es posible que haya más cruces de las que hemos tenido en el pasado. En todas digamos como el Señor, «Que no sea como yo lo quiero, sino como lo quieres tú» (Mateo 26: 39).

  1. Sea sensitivo al Espíritu Santo

            Pídale a Dios que le ayude a ser sensitivo. La mayoría de los hombres no lo somos. Confieso que por naturaleza yo no soy ese tipo de persona. No sé cuántas señales he dejado de percibir por eso. Mi personalidad es tipo A, agresivo, inquieto y con un fuerte sentido de urgencia del tiempo y por eso he perdido muchas señales. Pido a Dios que me ayude a ser más sensible al Espíritu Santo. No a todo lo demás necesariamente, aunque siempre es bueno que seamos más sensitivos de lo que somos.

  1. Sea flexible

            No se vuelva intransigente. Otro de mis problemas es que puedo ser terco. Yo preferiría llamarla perseverancia o tenacidad, pero lo cierto es que nos cuesta cambiar los planes que hemos hecho y así perdemos nuestra flexibilidad. Sea ágil, escuche a Dios. Él puede, en un segundo, darle una dirección, una palabra que usted no esperaba. Prepárese para pivotar, no se deje atrapar por la depresión o la desilusión, porque las cosas no resultaron como usted pensaba. Confíe en Dios.

  1. Pídale valor a Dios

            Nuestro ADN como movimiento está en el bautismo del Espíritu Santo. El Espíritu Santo cambió todo en mi vida en 1964 cuando Dios pasó por toda la tierra y muchos recibimos su bautismo y su denuedo. Cuando los discípulos fueron llenos del Espíritu Santo, la Biblia dice que pidieron denuedo para anunciar el evangelio del reino. Hechos 4:29 dice: “…concede a estos siervos tuyos proclamar tu palabra sin ningún temor.” Hay un valor humano, pero no es suficiente en este tiempo. Necesitamos el valor que viene de Dios. Es posible que nos cueste la vida y tengamos que decidir qué es importante, si protegernos de todo daño o mantenernos fieles a lo que Dios está diciendo. Necesitamos valor y no olvidar que nuestro ADN, nuestra herencia está en el Espíritu Santo.

  1. Cultive relaciones personales fuertes

            La Biblia dice en Eclesiastés 4:9-12:

            Dos son mejor que uno, porque sacan más provecho de sus afanes. Si uno de ellos se tropieza, el otro lo levanta. ¡Pero ay de aquel que tropieza y no hay quien lo levante! Si dos se acuestan juntos, mutuamente se calientan; pero uno solo no puede calentarse. Uno solo puede ser vencido, pero dos presentan resistencia. El cordón de tres hilos no se rompe fácilmente.

            Nos necesitamos el uno al otro. No es bueno estar solos en esta temporada y es lo que el enemigo quiere hacer; es como separar carbones encendidos para que se enfríen y el fuego se apague. Dios quiere unirnos y que permanezcamos unidos; esta es una de las razones por las que Dios hizo del amor una virtud de prioridad. Pereceremos sin uno y el otro Así que establezca relaciones personales sólidas y edificantes. Alguien dijo: «Muéstrame a tus amigos y te diré quién eres». Necesitamos una cobertura de personas para conservar el fuego espiritual, para que no nos enfriemos. Jesús dijo: “Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20), y allí está el fuego del Espíritu Santo.

Conclusión

            Estamos en un pivote en el que Dios quiere cambiar nuestros métodos, nuestros pensamientos, nuestra manera de ser y muchas otras cosas. Lo animo a buscar entre los escombros esos principios que no cambian con las estacione y comprométase a vivir por ellos.

            Enfóquese más en el Señor y en el Espíritu Santo y deje que Él lo guíe a través de lo que nunca ha pasado antes, por acontecimientos que nunca antes había conocido. En verdad es emocionante y maravilloso porque fue Jesús quien lo dijo: »Aún tengo muchas cosas que decirles, pero ahora no las pueden sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que habrán de venir« (Juan 16).

            Es emocionante saber que como discípulos hay muchas cosas que Jesús quiere decirnos, que sólo nos las dirá si seguimos adelante sin darnos por vencidos. La salvación, nacer de nuevo, es algo maravilloso, pero hay mucho más que eso. No es sabio dar un automóvil a un niño, porque no lo puede manejar. Tiene que crecer y madurar para ser capaz y responsable de conducirlo. Dios quiere darnos muchas cosas, pero tenemos que crecer, y creo que cada situación que enfrentamos está diseñada para hacer precisamente eso y formarnos a la imagen de Cristo.

            Pido al Espíritu Santo que venga sobre usted y lo guíe a medida que avanza en este tiempo de transición. Recuerde que si algo muere, hay una resurrección y algo increíble que va a pasar. Vamos a ver la gloria de Dios. Prepárese con esperanza para lo que él va a hacer en nosotros. Dios lo bendiga

Todas las citas bíblicas son de la Biblia Reina Valera Contemporánea.

Acerca del autor: Charles Simpson es un autor, maestro de la Biblia y pastor de aceptación internacional, que se desempeña en el ministerio desde 1955. También es editor en jefe de la revista One-to-One y ministra extensamente en los Estados Unidos y en otras naciones.

Observación: Este artículo está basado en el mensaje predicado por Charles Simpson en la Conferencia de Boy With a Ball, el 9 de octubre del 2020 sobre el tema de Pivotes y es usado con permiso.