Por Stephen Simpson
Querido amigo en Cristo:
Saludos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. El mes pasado tocamos el tema de la relación entre la luz y la vida. No hace falta tener discernimiento de profeta para percibir las tinieblas, pero sí se requiere la gracia de Dios para ver la luz en medio de las tinieblas. Consideremos este mes lo que es la luz de Dios y cómo podemos andar en ella; cómo resplandece en sus hijos para cambiar este mundo. Veamos nuevamente el pasaje que citamos el mes pasado:
Y este es el mensaje que hemos oído de parte de él y les anunciamos: Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas. Si decimos que tenemos comunión con él y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:5-9).
Citamos también Juan 12:35 donde Jesús dice: “Aún por un poco de tiempo está la luz entre ustedes” para que andemos mientras tenemos la luz.
¿Tiene usted la sensación de que el tiempo en que vivimos se está volviendo cada día más urgente? Yo también, pero Jesús ha dejado instrucciones de no entrar en pánico, de no dejarse dominar por el miedo y andar en la luz que él nos da.
LA LUZ DE DIOS
A veces es necesario recordar el terror y los peligros de las tinieblas para apreciar las bendiciones de la luz de Dios. Una vez estuvimos desconectados, sin luz ni dirección, tropezando en la oscuridad y sin indicios de esperanza. Pablo escribe a los cristianos recién convertidos de Éfeso diciendo:
Porque, si bien en otro tiempo eran tinieblas, ahora son luz en el Señor. ¡Anden como hijos de luz! Pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad. Aprueben lo que es agradable al Señor y no tengan ninguna participación en las infructuosas obras de las tinieblas sino, más bien, denúncienlas. Porque da vergüenza aun mencionar lo que ellos hacen en secreto.
Pero cuando son denunciadas, todas las cosas son puestas en evidencia por la luz; pues lo que hace que todo sea visible es la luz. Por eso dice:
“¡Despiértate, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo!” (Efesios 5:8-14).
Cuando nacemos en Cristo, nos convertimos en criaturas nuevas. La naturaleza vieja de pecado vive en las tinieblas, nos hace desear la oscuridad y nos impulsa a andar en su entorno. La vergüenza y la condenación se esconden en las sombras y se convierten en obstáculos que no vemos. Esto nos hace vulnerables a enemigos ocultos y en nuestra ceguera tropezamos y caemos. Andar en tinieblas lleva a la destrucción y a la muerte.
En Cristo, nuestro corazón es transformado y la vergüenza es destrozada. Su luz nos atrajo y recibimos la gracia de Dios. Donde una vez deseábamos tinieblas, ahora anhelamos la luz. La gloria de Dios nos estremece y comunica su amor en la profundidad del corazón. Santiago 1:16-18 dice de nuestro Padre:
Mis amados hermanos, no se engañen: Toda buena dádiva y todo don perfecto proviene de lo alto y desciende del Padre de las luces en quien no hay cambio ni sombra de variación. Por su propia voluntad, él nos hizo nacer por la palabra de verdad para que fuéramos como primicias de sus criaturas.
LA LUZ REVELA LA VERDAD
Dios es la fuente de toda luz y de todo amor. Su amor produce pureza en nuestra vida y revela la verdad. Por su luz vemos y entendemos la realidad. En su oración de arrepentimiento, David dijo: “He aquí, tú quieres la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría” (Salmo 51.6).
Sólo por la gracia de Dios podemos decir eso. Jesús oró al Padre por sus discípulos diciendo: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad”.
Sabemos que Jesús es el Verbo (la Palabra) de Dios hecho carne. Cuando vemos a Jesús, vemos la Palabra y la luz de Dios. La luz revela la realidad y la verdad trascendental que va más allá de lo que pueden ver los ojos y la mente natural. Jesús no solo nos muestra el camino, él es el camino, la verdad y la vida.
Andar en la luz, en una relación correcta con él, nos pone en la senda que lleva a la vida y nos aleja del camino que conduce a la muerte. Quienes aman la verdad, aborrecen las falsificaciones y el engaño. Las teorías de conspiración, el chisme y la especulación no atraen a quienes conocen y siguen la voz del Señor.
La luz del Espíritu produce el fruto de la bondad, la justicia y la verdad. Somos santificados – hechos santos y justos por la sangre, la palabra y el espíritu de Dios. Hay una santificación posicional que se nos imparte cuando recibimos a Cristo como Señor y Salvador en la que somos limpiados de pecado y adoptados en la familia de Dios. Por la sangre derramada de Jesús, somos tenidos como justos por nuestro Padre.
Además hay un proceso de santificación que ocurre cuando aplicamos su palabra en nuestra vida diaria y andamos de acuerdo al Espíritu Santo. Recuerde que la verdad santifica y el amor purifica. Nuestra naturaleza es cambiada. Nuestros deseos ya no son los mismos y nuestro comportamiento cambia.
En Cristo, el deseo de hacer lo bueno se debe a que nuestra motivación ha cambiado. No lo hacemos para agradar a los hombres o para “ganar puntos” con Dios, lo hacemos porque él nos amó primero, nos aceptó como sus hijos y está transformando nuestra mente y corazón. No es necesario luchar para ganar su afecto, sino reflejar y difundir su amor y su carácter a otros.
La verdad y el amor no están reñidos, ambos son dones de Dios necesarios y complementarios y parte de su naturaleza. Como dijimos el mes pasado “Dios es luz, y en él no hay ningunas tinieblas” (1 Juan 1:5).
ANDANDO EN LA LUZ
Andar implica movimiento. La luz de Dios nos conduce a alguna parte. Cuando Dios liberó a Israel de la esclavitud en Egipto, ellos siguieron la presencia visible de Dios en la nube y en el fuego de su gloria. Hombres sabios del oriente siguieron una estrella que los condujo a Belén para adorar a Jesús, el recién nacido rey. La luz no es para dormir o estar ociosos, es para guiarnos en una jornada y para ser transformados de gloria en gloria.
Por cierto que no es para volver a las tinieblas. Pedro lo dice de esta manera:
Ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido, para que anuncien las virtudes de aquel que los ha llamado de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9).
Dios lo eligió a usted y lo ordenó para su servicio. Lo llamó a ser parte de su familia y de una nación santa. Su Creador y Padre tiene todo el derecho y la autoridad para escogerlo y llamarlo a tener una relación con él, no para que ande en tinieblas.
Como hijo de luz, las tinieblas ya no son su ambiente; ahí se asfixia, de la misma manera que no está hecho para vivir a 30 kilómetros bajo la superficie del mar. Pablo dijo a los efesios: “No tengan ninguna participación en las infructuosas obras de las tinieblas sino, más bien, denúncienlas” (Efesios 5:11). La luz que vivimos y reflejamos, denuncia las tinieblas en las personas con quienes tenemos que relacionarnos en el mundo. También nos enseña las manchas que tenemos todavía y que necesitan atención. Dios nos sacó de las tinieblas individual y colectivamente y puso el deseo de no querer volver ahí.
Andar en la luz es acercarse más y más a Dios y a su propósito. Andamos en compañía de la familia espiritual de Dios, no solos. Nos necesitamos unos a otros para poder caminar en la luz. Compartimos su amor y su verdad unos con otros y eso nos mantiene en el Camino. (1 Juan 1).
Necesitamos a un “Pablo” que sea nuestro mentor, que nos cuide, nos pida cuentas y nos ayude a crecer. Necesitamos a un hermano, un “Bernabé”, que camine a nuestro lado, que ría y llore con nosotros y nos ayude a seguir adelante. “El hierro con hierro se afila y el hombre afina el semblante de su amigo” (Proverbios 27:17).
También necesitamos invertir nuestro tiempo y nuestra vida en un “Timoteo” que reciba nuestro entrenamiento, sabiduría y amor; alguien que se abra para ser discipulado por usted, para crecer en Cristo y en sus caminos, para que él también haga discípulos. Somos llamados a ser discípulos para hacer discípulos de Jesús. Es parte vital del proceso de andar en la luz.
LA LUZ DE DIOS TRANSFORMA
Cristo da la luz de Dios a los suyos para que alumbren el mundo y cambien a los hombres. Jesús dice:
Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser escondida. Tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cajón, sino sobre el candelero; y así alumbra a todos los que están en la casa. Así alumbre la luz de ustedes delante de los hombres, de modo que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos (Mateo 5:14-16).
Invierta en la luz que Dios le ha dado. Cultívela en oración, comunión y en la lectura de la Palabra para entender los tiempos en que estamos viviendo. Ore por denuedo para hablar la verdad en amor a esta generación. No profetice solo palabras, viva proféticamente de manera que el poder, el amor y la sabiduría de Dios sean demostrados tangiblemente en usted.
Sea parte de una comunidad de pacto que viva en amor, integridad, esperanza y valor, porque eso atrae la atención del mundo y da gloria a Dios.
Hay gente en el mundo que tiene hambre de una genuina revelación del reino de Cristo en la tierra así como el cielo. Su reino no está en el ingenio o en el poder humano, sino en la justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. En Romanos 8:19, Pablo dice por revelación que “la creación aguarda con ardiente anhelo la manifestación de los hijos de Dios.”
¿A quién o qué lee, ve, sigue y lo está formando? Busque la luz del Señor.
Hemos sido trasladados de las tinieblas a la luz, no sólo para provecho personal, sino para liberar a otros. Dios no quiere sacarnos del mundo. Nos dejó aquí para que seamos luz en el mundo ahora. Por más tenebrosos que parezcan los tiempos, la luz resplandece en las tinieblas (2 Corintios 4:6) y ¡la misericordia se gloría triunfante sobre el juicio! (Santiago 2:13).
Ore por este ministerio este mes y considere enviarnos una ofrenda especial para que continuemos alcanzando las naciones. Por su gracia, Dios nos está retando a vivir este mensaje. Gracias por acompañarnos en esta jornada.
En Cristo Jesús,
Stephen Simpson, Presidente
Acerca del autor: STEPHEN SIMPSON es el Editor de One-to-One Magazine y el Director de CSM Publishing. Su ministerio también se extiende al liderazgo de iglesias y ministerios en los Estados Unidos y otras partes del mundo.
Usado con permiso de Pastoral Letter (Carta Pastoral) de septiembre de 2020
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son de Reina Valera Actualizada 2015.
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