En el Reino somos ovejas del Señor

Tenemos el corazón lleno y agradecido por el año que pasó. Fue un año muy intenso, lleno del favor de Dios, y podemos dar testimonio, como Josué al final de sus días, que miraba hacia atrás y decía: “en ninguna de sus promesas Dios falló”. 

Eso nos da ánimo, nos fortalece para los tiempos que vienen, nos da esperanza el saber que Dios está con nosotros, que sus promesas son “sí y amen”. Dios no falla, él siempre está ahí y lo que ha dicho lo hará. A veces nos cuesta hacer un arranque en alguna situación que estamos enfrentando. Pero la verdad es esa, la verdad, el fundamento de la verdad de Dios es inconmovible.

Yo no sé usted, pero generalmente soy una persona un poco extraña. Para algunas cosas soy muy optimista y para otras muy pesimista. Cuando llego al principio de año, y habiendo pasado en familia, soy muy optimista. Para mí la navidad es algo especial, y este año que pasó la celebración que tuvimos en la iglesia, y la celebración que tuvimos en familia, todo fue muy especial para mí. Y los años anteriores también han sido de gran bendición para mi vida. Así, llego a principio de enero con buenos ánimos, con ánimo y expectativa de qué va a hacer el Señor en este nuevo año.

No somos profetas de cosas malas, pero hay personas que predicen un año muy difícil para el 2019, especialmente en el tema económico. Empezamos a ver algunas cosas el año pasado, pero, con el favor de Dios, se van a ir nivelando un poco: sin embargo, requiere que seamos esforzados.

Y nosotros, como miembros de la iglesia, como hijos de Dios y como pueblo de Dios, también debemos tener una perspectiva un poco diferente a lo que nos están predicando las personas en el mundo.

El pensamiento que traigo hoy es sencillo, el Señor me ha estado impresionando con varias cosas en estos últimos días y quiero que Dios nos hable al corazón, y espero que el Espíritu Santo le esté hablando a usted también. Sabemos que cuando uno actúa por la dirección del Espíritu Santo hay una congruencia con ese mismo mover del Espíritu Santo en otros ejes. ¿Que significa eso? Significa que, si yo, guiado por el Espíritu Santo, estoy hablándole a alguien, el mismo Espíritu Santo le ha estado hablando a esa persona, y hay una concordancia en ese intercambio.

Cuando estoy actuando en mi propia fuerza, no estoy siendo guiado por el Espíritu Santo, entonces las palabras y los esfuerzos caen; pero en el poder del Espiritu Santo de Dios, es Él quien hace la obra, el que dirige los pasos. Y eso también es parte de nuestro deseo para este año 2019.

Lucas 12: 13 al 21, es un pasaje conocido, y veremos algunos puntos básicos para oír qué nos habla el Espíritu de Dios.

13 Le dijo uno de la multitud:

—Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.

14 Y él le dijo:

—Hombre, ¿quién me ha puesto como juez o repartidor sobre ustedes?

15 Y les dijo:

—Miren, guárdense de toda codicia, porque la vida de uno no consiste en la abundancia de los bienes que posee.

16 Entonces les refirió una parábola, diciendo:

—Las tierras de un hombre rico habían producido mucho. 17 Y él razonaba dentro de sí diciendo: “¿Qué haré? Porque ya no tengo dónde juntar mis productos”. 18 Entonces dijo: “¡Esto haré! Derribaré mis graneros y edificaré otros más grandes. Allí juntaré todo mi grano y mis bienes, 19 y me diré a mí mismo: Muchos bienes tienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, alégrate”. 20 Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta noche vienen a pedir tu vida; y lo que has provisto, ¿para quién será?”. 21 Así es el que hace tesoro para sí y no es rico para con Dios.

En este pasaje, Jesús está hablando de la codicia, está hablando de los bienes y de cómo no tenemos que aferrarnos a las cosas materiales. Esto lo tenemos claro.

Pero, qué interesante es que un hombre se le acerca a Jesús y le dice: “¡necesito que arregle este conflicto entre mi hermano y yo. Tiene que ver con la herencia, con las cosas que papá nos dejó; él se lo está dejando todo, no lo comparte conmigo, yo tengo mis derechos, lo que es mío me pertenece, por favor haga algo!”

Y me cayó como un balde de agua fría, que Jesús se negó a inmiscuirse, y le dice: “¿sabe qué?, yo no voy a intervenir en esto. Esta situación no me toca a mí resolvérsela”.

Qué interesante ¿verdad? ¿A usted no le extraña eso ni un poquito? Que un hombre, que según su parecer, está sufriendo una injusticia de parte de su propio hermano, cuando va donde Jesús para que le resuelva su situación, Jesús le dice: no, no, no.

Cuando mi esposa está dando clases y los niños tienen un problema que ellos hacen parecer muy grande, ella les dice…: “póngalo en perspectiva, este es un problema pequeñito”;  Jesús básicamente le está diciendo a este hombre: “ yo no voy a entrar ahí; aquí hay un problema mayor, aquí hay un tema que no es la injusticia que usted está sintiendo en la relación con su hermano”.

Muchas veces nosotros también estamos en situaciones similares; a veces en nuestra relación laboral, tal vez nuestro jefe nos trata mal, o no nos paga lo suficiente; o quizás en otra clase de relación que puede ser de familia, alguna amistad, alguien dentro de la iglesia, o alguna relación en la que usted está incómodo, alguna inconsistencia con su sentido de justicia, y de lo que es correcto. Si usted está haciendo un alboroto dentro de su corazón, algo le está robando la paz.  Yo soy el primero, estoy reconociendo que nuestra actitud, muchas veces, en situaciones de conflicto entre nosotros, no es la correcta.

Jesus dice: “¿sabe qué?, el problema no es que tu hermano no comparte la herencia.  El problema aquí es que tanto tú como tu hermano están enfocados en temas de aquí abajo. Hay un tema más arriba, un tema superior”.  

El tema del dinero y de la herencia es muy complicado. Yo creo en el trabajo, Dios lo instituyó para los seres humanos. Creo que la humanidad fue creada y su propósito era que laborara, que fuéramos productivos.

Y el trabajo debe producir algo, ese es el motivo del trabajo. La Biblia dice que el que no trabaja, no coma. Si usted está bien de salud y tiene habilidad para trabajar, debe hacerlo.  No estamos hablando de que Dios está condenando el trabajo ni el dinero; ni está diciendo que usted debe trabajar gratis. Hay un tema mayor, un tema que tiene que ver con asuntos más allá de las cosas físicas, más allá de los bienes.

Ahora, en el mundo y en nuestra sociedad tenemos diferentes maneras de enfrentar el tema económico. Estuve en Cuba recientemente. Fue un choque cultural completo para mí. Estuvimos ahí para ayudar a un misionero y a una iglesia cubana que asiste a personas necesitadas, y que quieren entrenar a otros pastores de la zona. Pero, llegamos y no había ni siquiera jabón para bañarse. No tenían pan, la harina escaseaba. Entonces el pastor que nos estaba atendiendo se despedía en la noche, nos daba las buenas noches, y él no nos decía nada. Pero, al día siguiente, decía: “tuve que caminar hasta la media noche para encontrar un lugar que tuviera pan para el desayuno de hoy”.

Debemos tener cuidado con los sistemas económicos que se promueven por ahí. En Cuba están pagando por haber escogido su sistema económico. Es más que un sistema mundano, es una manera de pensar, y permea hasta el pensamiento del pueblo de Dios en ese lugar.

Hay otro sistema económico, con otra manera de escoger cómo manejar nuestros bienes y nuestro dinero. Hay mucho incentivo para producir más, para acumular más, y para gastar más también. Ese incentivo no existe en Cuba, ellos dicen: “¿para qué voy a producir?, apenas produzco unas piñas o bananos, viene el gobierno y me quita un porcentaje altísimo y no me queda nada para vender. Me como mis tres bananos, y el resto se los tengo que dar al gobierno. No hay ningún incentivo para producir”.

En el otro sistema económico es al revés. Produzca más y más; entonces nos hacemos adictos al trabajo, y eso se traduce en adictos a acumular más y más cosas.

Nosotros en Costa Rica tenemos una mentalidad hacia la izquierda, pero tenemos un comportamiento hacia la derecha, es un comportamiento extraño. Nosotros creemos que todos debemos compartir todo, que el Gobierno debe estar a cargo de suplir todas nuestras necesidades; pero a la vez nos gusta, nos brillan los ojos, se nos hacen estrellitas, para gastar en el último celular, en los antojos, en lo bienes.

Pero, ningún extremo es saludable. El reino de Dios es otra cosa, hay otra manera de  pensar. Porque el acumular no es bueno y el no producir tampoco es bueno; ninguno de los dos vale la pena. Nosotros compramos para satisfacer nuestras necesidades o nuestros deseos. Hay expertos que estudian cuáles son los procesos mentales de un comprador. Tomamos la decisión de qué comprar, cuánto comprar y cuánto gastar al comprar. Todo eso está bien estudiado. Para que usted no sea ingenuo, cuando ve un anuncio comercial de un producto, le están tratando de decir: “usted necesita esto, un celular, el mejor. Usted necesita, usted necesita…”. Entonces, como a usted ya lo tienen estudiado y medido, ya tienen su perfil de comprador definido, que dice “porque usted tiene cierta edad, ciertos gustos, cierto ingreso”, entonces la publicidad va dirigida específicamente a usted.

Estamos dentro de un perfil de consumidor en el que nos catalogan los vendedores y los productores, porque quieren que caigamos en la trampa de hacernos creer que tenemos una necesidad cuando no la hay. Intentan generar en nosotros una necesidad que no es real, y perdemos nuestra perspectiva saludable del dinero y los bienes.

El dinero le asigna valor a todo; al tiempo, al esfuerzo, al conocimiento. El conocimiento tiene un valor en dinero. Por ejemplo, estudie en la universidad, gánese un título de bachiller, de licenciatura, maestría, doctorado, y cuantos más títulos tenga, la expectativa de un mejor salario va subiendo. Ese esfuerzo cuesta dinero, tiempo y dedicación, y tiene una expectativa de mayor productividad el que tiene mayor conocimiento.

El conocimiento también se obtiene por la experiencia. Si tiene una trayectoria laboral extensa, y es experto en su área, le van a pagar mejor.

Entonces, el dinero asigna valor, no sólo al televisor, al celular, al arroz; pero también a su conocimiento experto, a su esfuerzo, y a su tiempo. Hay un dicho que dice: “el tiempo es dinero”, porque hay un cierto dinero que se le paga por su tiempo productivo.

Entonces el dinero es una unidad de medida; mide tiempo, esfuerzo, conocimiento. Al final de cuentas, esa es la actividad de nuestras vidas, y al final de cuentas el dinero puede ser hasta una medida de vida, por lo que  debemos tener mucho cuidado, pues a veces también medimos y comparamos el valor de nuestra vida en términos de dinero.

Es importante para nosotros manejar bien el dinero. Hay principios bíblicos que nos enseñan cómo manejar adecuadamente el dinero. Y Dios tiene la expectativa de que no solamente el dinero, sino que también nuestro tiempo, esfuerzo y conocimiento, nuestros dones, nuestras capacidades que vienen de él, las utilicemos para producir y no solamente para acumular.

Dios cuida de los suyos

Continuemos con Lucas 12:22-33  

22 Dijo a sus discípulos:

—Por tanto, les digo: No se afanen por su vida, qué han de comer; ni por su cuerpo, qué han de vestir. 23 La vida es más que el alimento y el cuerpo es más que el vestido. 24 Consideren los cuervos, que ni siembran ni siegan ni tienen almacenes ni graneros, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valen ustedes que las aves! 25 ¿Quién de ustedes podrá, con afanarse, añadir un día a su vida[a]26 Pues si no pueden lo que es menos, ¿por qué están afanados por lo demás? 27 Consideren los lirios, cómo crecen. No trabajan ni hilan; y les digo que ni aun Salomón, con toda su gloria, fue vestido como uno de ellos. 28 Si Dios viste así la hierba que hoy está en el campo y mañana es echada en el horno, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!

29 »Ustedes, pues, no busquen qué han de comer o qué han de beber, ni estén ansiosos. 30 Porque todas estas cosas busca la gente del mundo pero su Padre sabe que necesitan estas cosas. 31 Más bien, busquen su reino[b], y estas cosas les serán añadidas. 32 No teman, manada pequeña, porque a su Padre le ha placido darles el reino. 33 »Vendan sus bienes y den ofrendas de misericordia. Háganse bolsas que no se envejecen; un tesoro inagotable en los cielos donde no se acerca el ladrón ni la polilla destruye. 34 Porque donde esté el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón.

Puntos interesantes:

Ahora, estos versos no están hablando de dinero, sino de vida. “No es la vida más que el alimento, no se afanen”. Dice además: “Dios nuestro padre sabe que tenemos necesidad de estas cosas”.

No está abogando porque dejemos de trabajar. No está abogando porque dejemos de comer. Está hablando de una manera de vivir, y la manera de vivir es la del Reino de Dios.

El tema no es el manejo del dinero, está relacionado, pero no es el punto central. No es un tema de mayordomía, es un tema del Reino de Dios que vive y reina en mi vida, que dirige mis pasos, no sólo en el manejo del dinero sino en el manejo de mis relaciones. Porque Jesús le dice a este hombre: “mira tú y tu hermano están completamente fuera de foco”.  Ustedes están pensando en sus derechos, en sus cosas, en sus bienes, y están reclamándose una y otra cosa, y no se trata de eso. Se trata del Reino de Dios, el reino de Dios está cerca, y ese era el mensaje de Dios, cuando él envió a sus discípulos a predicar a las diferentes ciudades, “vayan y digan a todas las ciudades que el Reino de Dios se ha acercado, y después de que ustedes  vayan, voy a ir yo, detrás de ustedes a visitar todos esos lugares”.

Ellos  fueron anticipadamente para dar el anuncio y Jesús iba detrás de ellos.

El tema central es que el Reino de los Cielos está cerca. ¿Qué hago yo con mis bienes, qué hago yo con mi tiempo, mi esfuerzo, mi trabajo, cuáles son mis metas de año nuevo: estudiar algo, tener un mejor trabajo? El reino de Dios es lo que hace la diferencia, es una forma diferente de vivir.

¿Por qué esto suena tan simple y nos es tan difícil? Porque nos casamos con un sistema o con el otro. Tenemos pensamientos e ideas de cómo vivir nuestra vida, de cómo manejar nuestros asuntos. Hemos edificado ciertas estructuras las cuales tenemos que entenderlas y convivir e interactuar con ellas.

Estamos en el mundo, a pesar de que no somos del mundo. Cuando usted va a la pulpería, el pulpero no le va a decir “ah, usted me cae bien, aquí está el arroz gratis” (a menos que el pulpero sea su mamá, papá o abuelo). Usted va a tener que ir a trabajar y ganarse el dinero para pagarle al pulpero por el arroz. Estamos dentro del sistema, tenemos que saber cómo funciona, porque nos podemos meter en problemas si no lo hacemos bien.

Además, nosotros, en esta manera de vivir del reino de Dios, cuando vayamos a trabajar y a hacer negocios en este mundo y sistema, podemos mantenernos dentro de los principios del reino de Dios. No haga las cosas aprovechándose del otro. Estamos aquí para bendecir, para dar un buen testimonio del Reino de Dios, de lo que Dios hace en la vida de las personas.  No estamos aquí para vernos bien nosotros y hacer sentir menos a los demás.

El reino de Dios es un reino de bendición. Es un pacto que Dios hizo con Abraham: “Abraham vas a ser bendición a todas las familias de la tierra”, y Dios bendijo a Abraham. Él tenía muchas posesiones, siervos y siervas que le atendían. Pero era un hombre fiel, un hombre de pacto, y que servía a Dios con todas sus cosas. Ese es el punto.

Hay una manera de vivir en el reino de Dios que es diferente a la del mundo, una cultura que nos caracteriza. Los pueblos tienen su propia cultura, y hay cosas que se pueden rescatar de cada una. Pero hay una cultura que no se negocia, ni se entrega y es la cultura del reino de Dios.

La oración que hago para mi vida y para la vida de la iglesia es que empecemos a entender cuál es la cultura del Reino. Cuando empecemos a ver lo que es verdadero, empezaremos a entender lo que no es verdadero. Empecemos a dejar por fuera los conflictos que son pequeños y empecemos a ver los temas que son mayores. El problema es que no estamos viviendo de acuerdo a la cultura del reino de Dios.

Estamos viviendo de acuerdo a las culturas que tenemos en la sociedad. Y es muy fácil apuntar el dedo a Cuba y decirles “uds están haciendo las cosas mal” o ir a EEUU, Europa, África y decirles que están haciendo las cosas mal.

Pero es muy difícil vivir dentro la cultura propia, habiendo nacido, crecido y desarrollado en ella, y decir “¿qué es lo que quieres cambiar de mí, Señor?”

Es difícil. Pero eso es lo que Jesús nos está diciendo. La situación no se arregla dividiendo la herencia en dos partes iguales, el problema se arregla cuando viene el reino de Dios a morar en nuestro corazón.

El problema de sus relaciones, de su necesidad, de sus faltas o pecados, los amarres que el enemigo tiene sobre su vida, y que no le permiten extender sus alas espirituales y surgir como las águilas, tiene que ver con el Reino de Dios.

Los estudiosos de ese tiempo se le acercaron a Jesús, que estaba enseñando en el templo la semana anterior a su crucifixión, y después de haber entrado triunfalmente a Jerusalén, le preguntaron “¿cuándo es que vendrá  el reino de Dios?”

Tenían un concepto diferente de cómo era el Reino de Dios, ellos creían que era algo externo, que eran ciertas formas que había que cumplir. Y Jesús les dice algo muy clave: “el reino de Dios no vendrá con advertencia, porque el reino de Dios está en medio de ustedes”, es un reino espiritual, es un reino que nace por medio del Espíritu de Dios, no hay otra manera.

Usted podrá cumplir todas las reglas, como el joven rico que se le acerca y le dice: “¿maestro, que haré para heredar la vida eterna? Ya cumplí con todo”. Y Jesús le dice: “falta lo más importante, el  cambio de corazón, tienes que vivir tu vida de acuerdo al reino de Dios, tienes que entregarte completamente, tienes que dejar las reglas, aunque son buenas, son morales, no son suficientes”.  Cuando venga el reino de Dios, las vas a cumplir igualmente, pero las vas a hacer cumpliéndolas con el amor que Dios deposita en tu vida, y bajo la unción y el poder del Espíritu Santo.

En Filipenses 3:2-11: Pablo está diciendo: “yo nací en una familia completamente judía. De acuerdo a mi herencia de sangre, yo soy judío de judíos. Cuando crecí fui a la escuela de los judíos, aprendí la manera de vivir y creer de los judíos, y cuando fui más grande, me hice de los más estrictos, me hice fariseo. Y todo lo que hice lo hice con toda excelencia, a tal grado que perseguía a la iglesia.” Y, ¿qué dice Pablo de todo eso? ¡Todo eso lo tiro a la basura! Porque su identidad y su justicia no dependía de esas cosas.  ¿Por qué? ¿Cuál era la alternativa que lo atraía más que su genealogía, su identidad cultural y religiosa, ¿por qué lo tiró a la basura? Por conocer a Cristo, y a Cristo crucificado.

Eso se aplica a nosotros también. Culturalmente tenemos identidad y afinidad a ciertas cosas que nos han rodeado y han definido nuestra manera de pensar y actuar. Tendemos a hacer trampa y no seguir las reglas. Eso es parte de nuestra cultura, pero no es parte de la cultura del reino de Dios. Nos viene fácil mentir, es la cultura del mundo. Somos orgullosos. Hay aspectos  de nuestra idiosincrasia que nos impiden servir en el reino de Dios, e impiden el fluir del Espiritu Santo, porque tenemos estas ataduras culturales que nos desvían. Luego le reclamamos a Dios: “Señor, resuélveme esto”; y él dice: “la solución no es por ahí, pensemos de otra manera, y verás que todo se va a resolver. No te afane con estas cosas.”

Cuatro aspectos en los que tenemos que conocer al Rey del Reino: Jesús es el Rey del Reino.

Cuando Jesús decía: “El reino de Dios se ha acercado”, es porque Jesús había descendido, había caminado entre nosotros, y había dicho: “aquí vamos a establecer una manera de vivir diferente. Ustedes  habían oído que la ley dice esto y lo otro, pero ahora yo les digo que el estándar es más alto. El pecado no es sólo si usted hace algo malo, sino que cuando piense algo malo ya es culpable de incumplir la ley. Es una manera nueva de vivir y pensar, es la del Reino de Dios”.

A Jesus lo conocemos con 4 funciones diferentes:

  1. Jesús es nuestro Salvador: el mundo no tiene esperanza sin Cristo. Sin Cristo el mundo está perdido. Por eso él vino, se humilló, dejó su lugar en el cielo donde estaba exaltado como Rey de reyes y Señor de señores.  Y se humilló para vivir una vida perfecta y luego morir en la cruz para pagar el precio de nuestros pecados. Esa es una verdad que no podemos eliminar nunca; no importa lo que diga el mundo. La verdad de Dios no se puede cambiar. Cristo es nuestro Salvador y sin Él estamos perdidos. No hay caminos alternativos. La Biblia da testimonio de esto.
  2. Jesús es nuestro Señor: Es fácil cuando Dios nos saca de los problemas, pero cuando lo hacemos nuestro Señor, empezamos a decir “¿qué pasa con mi voluntad? ¿qué pasa con mis deseos y derechos?” Pero, si Jesús es el Señor, él es el que manda, no usted, no yo.

Si a usted no le parece algo de lo que Él dice, ¿adivine quién debe cambiar? Por eso estábamos perdidos desde un principio, estábamos haciendo lo que nos daba la gana. Queremos ser salvos, pero seguir haciendo nuestra propia voluntad, pero no funciona así. Entonces tenemos que conocerlo a él como Salvador y como Señor; señor significa dueño, amo, el que tiene la autoridad. Tenemos que humillarnos ante El, no ante el mundo.

  • Jesús es nuestro maestro: tenemos que conocer cuál es la verdad y los principios de Dios. Estamos en un aprendizaje, somos discípulos. Si estamos buscando el Reino de Dios, estamos siendo formados. El maestro es más que un “mandón”, el Señor manda, el maestro enseña, forma, edifica, llena. Todo está relacionado. Él es el Señor, pero también nos enseña. Debemos humillarnos y estar deseosos de aprender.
  • Jesús es el Cristo: el Mesías, el Ungido, el que bautiza en el Espíritu Santo. Juan decía: “yo los bautizo en agua, pero el que viene tras de mí los bautiza en Espíritu Santo y fuego.” Él nos llena y nos imparte el Espíritu Santo. No podemos hacer nada en nuestra propia fuerza, debemos ser llenos del Espíritu Santo.

En este año 2019, nuestra meta como iglesia es conocerlo a Él. Cada uno de nosotros estamos en un nivel diferente y con necesidades diferentes, pero tenemos una promesa lindísima, Él sabe que tenemos necesidad de muchas cosas. ¿Necesitas sanidad? Él sabe. ¿Necesitas ser consolado? Él sabe. ¿Necesitas arreglarte con alguien? Él sabe. ¿Necesitas un mejor trabajo? Él sabe. ¿Necesitas más fe para creer estas cosas? Él sabe.

Oremos y pidamos al Señor que nos ayude a conocerlo a él, para que podamos vivir de acuerdo al Reino de Dios.

Prédica dada por el pastor Carlos Zelaya en la iglesia I.D.P.N.E. el 6 de enero del 2019.