Por Ron Milton

EL CUERPO DE CRISTO está pasando por un período de res­tauración. La palabra «restaura­ción» se ha usado ampliamente entre los cristianos, sin embargo, pienso que muchos de nosotros no comprendemos con plenitud sus implicaciones, debido en par­te a que nosotros mismos esta­mos también en un proceso res­taurador. La restauración de Dios incluye el orden y la disciplina de la iglesia, los milagros, los dones, el compromiso y las relaciones de pacto. Pero eso es sólo el princi­pio o el fundamento. La inten­ción de Dios es renovar muchos otros aspectos de la vida, pero primero debe asegurarse que ha­ya un fundamento de fuerza y de carácter y la estructura necesaria que pueda retenerla. El compro­miso, el pacto y la autoridad son la base necesaria en nosotros para cumplir con el plan de Dios para su pueblo. Y esto es sólo el comienzo.

Por tradición, los cristianos tienden a enfocar cierta doctrina o principio en particular, la hacen funcionar bien, la enlatan y dicen: «Esto es lo último que Dios tiene para nosotros». No obstante, Dios desea ponernos en condición de recibir más de El y de esa manera capacitarnos para producir más.

Cuando repasamos la historia eclesiástica nos damos cuenta que uno de los errores más corrientes que cometieron nuestros antepasados fue el de llegar hasta cierto punto y decir: «Lo logra­mos. No iremos más lejos. Es to­do lo que necesitamos». Hacían una religión de lo que Dios esta­ba haciendo en el «presente» y limitaban lo que Dios quería ha­cer en el futuro. Es muy fácil pa­ra nosotros reconocer este error cuando vemos en retrospectiva la historia de la iglesia, pero eso no nos garantiza que no vayamos a cometer la misma falta. Espero que lo podamos evitar mante­niéndonos sintonizados con lo que Dios está diciendo y formando parte de su plan progresi­vo para la iglesia en el mundo.

Efesios 1: 15 dice: «Por esto, como sé que ustedes tienen fe en el Señor Jesús y amor para con todos los que pertenecen al pue­blo de Dios, no dejo de darle gra­cias por ustedes … » Es obvio que Pablo estaba impresionado con la fe de los efesios, pero con­tinúa diciendo: » … recordándo­los en mis oraciones. Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, al glorioso Padre, que les dé sabidu­ría espiritual para entender su re­velación y conocerlo mejor». (V.P.). Esto nos indica que, si bien Pablo consideraba a los efe­sios como bastante maduros en su fe, aparentemente sentía que todavía había mucho más que podían aprender del Señor y que había más que restaurar en sus vidas.

El Cristianismo es progresivo

La vida cristiana es progresiva. Cuanto más se crece en el conoci­miento del Señor, más se llega a comprender sus caminos, lo que El está haciendo y lo mucho que le queda por hacer en la tierra. El punto que queremos enfatizar es este: no le pongamos límite a lo que Dios quiere hacer y puede hacer a través nuestro. Aún cuan­do hayamos alcanzado un lugar loable de madurez, el deseo de Dios es llevarnos más allá a un grado mayor de madurez y a una restauración más completa.

Las Escrituras dicen: «Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, y que no han entrado al corazón del hombre, todo eso Dios ha preparado para los que le aman» (1 Cor. 2:9). No podemos ni co­menzar a imaginarnos la magni­tud de lo que Dios tiene reserva­do para nosotros.

El pasaje en Efesios uno habla de «cuán gloriosa y rica es la he­rencia que Dios da a los que per­tenecen a su pueblo» (v. 18). ¿Sabía usted que Dios tiene una herencia en nosotros? Una de las razones por la que Dios quiere que nuestros ojos sean ilumina­dos es para que podamos ver su herencia en nosotros y todo lo que El es capaz de hacer en noso­tros y a través nuestro. Lo que Dios quiere cumplir en nosotros se extiende también a lo prácti­co.

La tendencia en el pasado ha sido pensar en la restauración únicamente en el sentido espiritual y se ha restringido allí. A ve­ces, aquellos que han sido bauti­zados en el Espíritu Santo han sobre enfatizado tanto al Espíri­tu y se han vuelto tan super espi­rituales que dejan de ser personas normales. Pero no es lo que Dios quiere. Tenemos un espíritu, un alma y un cuerpo, y el plan de Dios es la restauración de todas estas tres áreas en nosotros.

En 1 Tesalonicenses 5:23 Pablo ora de la siguiente manera: “Que Dios mismo, el Dios de paz, los haga a ustedes perfectamente santos y les conserve todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, sin defecto alguno, para la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que nos ha llamado es fiel y cumplirá todo esto” (V.P), El plan que Dios tiene es la santificación total -espíritu, alma y cuerpo.

Pero su mente es de suma impor­tancia para Dios. Su plan es re­novarla para que tengamos la mente de Cristo; para que poda­mos pensar como Dios y El pue­da decirnos «Vengan, vamos a discutir este asunto» -esa es una relación intelectual con el Señor. Dentro de su propio contexto, no hay nada malo con eso. Hay un lugar para ello. Se puede caer en extremos de cualquier mane­ra, pero Dios desea que haya un equilibrio. Su deseo es la restau­ración del espíritu, el alma y el cuerpo.

Hay cristianos que tratan con sus mentes como si no tuviesen ninguna importancia. Cuando son salvos tiran prácticamente sus mentes por la borda fingiendo como si no las necesitasen.

Pero su mente es de suma importancia para Dios, Su plan es renovarla para que tengamos la mente de Cristo: para que podamos pensar como Dios y El pueda decirnos “Vengan, vamos a discutir este asunto” -esa es una relación intelectual con el Señor.

Dentro de su propio contexto, no hay nada malo con eso. Hay un lugar para ello, Se puede caer en extremos de cualquier manera, pero Dios desea que haya un equilibrio. Su deseo es la restauración del Espíritu, el alma y el cuerpo.

La Comunidad comprometida en un Pacto

Don Basham escribió recien­temente un párrafo que describe la manera en que una comunidad comprometida en un pacto ex­presa el Reino de Dios y siento que esta declaración resume los puntos que quiero establecer.

Una comunidad comprometi­da en un Pacto: una comunidad del pueblo redimido de Dios: li­gada entre sí por un amor de pac­to, sujetada a autoridad y gobierno compasivos, manifestando paz, santidad y fidelidad familiar, expresada a través de una pater­nidad reverenciada, una femini­dad y maternidad apreciadas, con hijos obedientes y seguros. Una comunidad en la que la correc­ción y la instrucción amorosa produce un crecimiento y una madurez saludables; donde la dedicación a la excelencia produ­ce los resultados de mayor cali­dad en las artes, artesanías, ofi­cios y comercios, proveyendo prosperidad y abundancia para todos sus miembros. Una comu­nidad de fe, adoración, alabanza y ministerio desinteresado, mani­festando, individual y con­juntamente los dones y el fruto del Espíritu Santo. Una comuni­dad donde toda la vida es inspira­da y dirigida por el Espíritu de Jesucristo y vivida para su gloria como una prueba y testimonio para el mundo.

Pienso que esta declaración es inspirada por Dios. Los líderes de nuestra comunidad estuvieron de acuerdo que resume e incorpora las metas que Dios ha puesto en nuestros corazones.

El objetivo de todos los tratos de Dios es producir su naturale­za, su carácter, aquí en la tierra para que cuando El regrese se pueda sentir en su casa. Dios quiere que el reino de los cielos descienda a la tierra.

Antes de mi conversión a Cris­to y aún durante un tiempo des­pués, tenía la impresión de que el cielo sería un lugar aburrido. Por alguna razón me imaginaba que el cielo sería una reunión larga y aburrida. Cuando Dios comenzó a renovar mi mente empecé tam­bién a comprender que el cielo era algo más de lo que sospecha­ba. Cuanto más entiendo lo que Dios persigue en realidad, más me doy cuenta que el cielo es una vida totalmente nueva.

El cielo no es sólo una cosa, sino muchas. Es la restauración total de todas las cosas: la realidad de lo que hemos esperado. Es la suma total de todo lo que la capa­cidad creativa de Dios y su amor compasivo pueden producir en los hijos que ama. Es difícil des­cribir lo que el cielo será, pero Dios quiere darnos un anticipo aquí en la tierra.

Dios desea reproducir en la tierra el mismo tipo de cuidado y de provisión para su pueblo que experimentarán en el cielo.

El mundo busca respuestas que no puede encontrar. Noso­tros tenemos la respuesta y podemos demostrarlo. He llegado a la conclusión que si una comuni­dad comprometida alcanza algo menos que la grandeza es un fra­caso. Cuando un grupo de perso­nas se comprometen, aman al Se­ñor, conocen el poder de Dios en sus vidas y ceden sus derechos individuales en favor del bien co­mún los beneficios que resultan deberían ser tan grandes como incontenibles y así la comunidad prosperaría y se multiplicaría.

Don Basham dice que la dedi­cación a la excelencia dentro de la comunidad produce los resultados de mayor calidad en las artes, artesanías, oficios y comer­cios, proveyendo prosperidad y abundancia para todos sus miembros. No debemos conformarnos con lo  mediocre. Tenemos que li­brarnos del pensamiento que dice que a los cristianos se les permite ser de segunda clase en lo que ha­gan.

Reflejando a Cristo por Medio de la Excelencia

A menudo pensamos que por­que estamos haciendo algo para el Señor, podemos hacerlo de la manera más barata y fácil posi­ble, creyendo que Dios no está interesado en hacer las cosas con excelencia. Nada está más aparta­do de la verdad que eso. El es quien nos enseña a producir ver­dadera calidad. Eso no significa que siempre tengamos que hacer­lo de la manera más costosa; sig­nifica sencillamente que El quie­re que lo hagamos de una manera sobresaliente.

 A Dios no le debe­mos dar un botón como ofrenda o como gesto de gratitud -debe­mos hacerlo con todo nuestro co­razón. La verdadera obediencia nos llevará a buscar al Señas to­dos los días para que aumente nuestro entendimiento y revela­ción de su palabra para después hacerla con excelencia.

Dios demanda una actitud de esmero para que haya calidad y buena administración en las pose­siones y tareas que El nos ha da­do. Es querer reflejar la majestad de Dios en la manera de enfocar y manejar los asuntos, asegurán­dose cada vez de hacerlo con to­do su corazón para la gloria de Dios.

No quiero adoptar un tono de crítica, pero debo decir que en ocasiones me siento avergonzado de entrar en lugares donde hay artículos «cristianos» para la ven­ta. Muchos de ellos son de muy baja calidad y todo deja un gusto de hacer negocio con la religión.

En contraste conozco a herma­nos que producen verdaderas obras de arte que no son necesariamente cuadros religiosos ni tampoco carnales. Pero lo que hacen refleja y glorifica a Dios, sea la pintura una escena pastoral o un tema de la naturaleza o cualquiera otro. Lo que hacen glorifica a Dios porque hay cali­dad en su trabajo. Reconocen que Dios es la fuente de su talen­to y le dejan que El sea su inspi­ración y así producen obras de calidad.

Por mucho tiempo la música cristiana era de segunda clase. Pe­ro en los últimos años ha habido una restauración en la calidad de la música producida por los cris­tianos, que han usado los talen­tos que Dios les ha dado para ofrecer música de primera y glori­fica a Dios. Repito, los cristianos no tienen que tomar el asiento de atrás. Podemos ofrecer productos de calidad aún en el campo del entretenimiento sin tener que sa­crificar ni la moralidad ni el deleite verdadero. Está dentro de nuestra capacidad y contamos con la creatividad de Dios y el poder que El nos da para hacerlo si logramos captar esa visión.

La habilidad de un artista no viene del hombre sino de Dios. Dios es un artista. El es creativo y las facultades para la música, el arte, la edificación, etc. vienen de El. Por ejemplo, ¿quién le indicó a Noé cómo construir el arca? El arca fue diseñada a perfección de manera que le era imposible vol­verse quilla arriba. El hombre to­davía usa sus proporciones y di­seño para construir sus barcos.

Infelizmente se arroja lo bue­no con lo malo cuando se trata de las artes y el entretenimiento. Estas son áreas donde la ética y la moralidad han sido abierta­mente abusadas y los cristianos las han desechado totalmente. Pero no tiene que ser de esa manera.

Dios puede tomar el gobierno total de la televisión y usarla para su gloria. Es una estupenda  ma­nera de comunicar si se comuni­caran cosas que valgan la pena. Cualquiera puede sacar su apara­to de televisión de su hogar, pero eso no va a eliminar la influencia que tiene en todo el mundo. Lo que necesitamos es cambiar la influencia que tiene en vez de echarse atrás para no involucrar­se.

 

Esto es precisamente lo que la iglesia ha hecho en muchas áreas de la vida. Se ha retirado paso a paso. No se ha involucrado hasta tal punto que el mundo controla y motiva muchas cosas que la Iglesia debería tener. El mundo de la música y de las artes es un ejemplo. Algunas de las obras más grandes en el arte y la músi­ca del pasado fueron inspiradas por el Espíritu Santo. El Cuerpo de Cristo no tiene por qué tomar un segundo lugar en nada. Si nos dedicamos a la excelencia, produ­ciremos lo mejor en las artes, artesanías, oficios y comercio -en todo.

1 Corintios 10:31 dice: «En­tonces, ya sea que comáis, que bebáis, o cualquiera otra cosa que hagáis, hacedlo todo para la gloria de Dios». Cualquiera cosa que se haga debe producir la ima­gen de Dios y reflejar su carácter, su corazón y su naturaleza.

Dios quiere quitar la imagen negativa que la iglesia ha recibido del mundo para que podamos sa­lir del molde que se nos ha im­puesto. Para lograrlo debemos ser personas equilibradas que puedan funcionar de diversas maneras y capacidades con excelencia. Cuando el pueblo de Dios se une mostrando su amor de pacto, sin­tiendo plenamente el poder de Dios en sus vidas exhibirá una ca­lidad de vida que superará cualquier cosa que el mundo haya visto.

A quien mucho se ha dado …

Cuando Derek Prince estuvo enseñando en Kenya, un número de sus estudiantes fueron bauti­zados en el Espíritu Santo. Su actitud hacia ellos era que debían ser mejores que los otros estu­diantes, porque tenían el poder que da el Espíritu Santo. De ma­nera que demandaba y esperaba más de ellos. Si somos llenos con el Espíritu, se espera más de nosotros; no menos. Debemos hacer más y mejores cosas.

Una de las áreas donde los cris­tianos necesitan mostrar la exce­lencia es en sus trabajos. Efesios 6: 5-7 dice: «Esclavos, obedezcan ustedes a los que aquí en la tierra son sus amos. Háganlo con respe­to, temor y sinceridad, como si estuvieran sirviendo a Cristo. Sír­vanles, no solamente cuando ellos los están mirando, para quedar bien con ellos, sino como siervos de Cristo, haciendo de todo corazón la voluntad de Dios. Realicen su trabajo de bue­na gana, como un servicio al Se­ñor y no a los hombres» (V.P.).

A través de toda la Escritura hay un énfasis puesto en la dedi­cación y la diligencia de hacer las cosas con todo el corazón. Como cristianos llenos del Espíritu de­bemos sobresalir y hacer nuestro trabajo como para el Señor y no sólo para agradar al patrón. La actitud que necesitamos es la de producir con calidad todo lo que hacemos. Dios se interesa por to­das las áreas de nuestras vidas que, aunque muy prácticas son espirituales. Dios está interesado en nuestra comida, nuestro dor­mir, nuestra recreación y otras actividades. Se interesa por el entretenimiento Y las artes.

Dios se preocupa de cosas tan prácticas porque reconoce que vi­vimos en un mundo que tiene es­te tipo de intereses. Tenemos que trabajar, comprar ropa y alimen­to; tenemos que ejercer nuestros oficios y las aptitudes que El nos ha dado. En el Antiguo Testa­mento, cuando los muros de Je­rusalén se estaban reedificando y el Templo se estaba construyen­do los hombres hábiles en sus oficios eran considerados como fuente de destreza como carpinteros, labradores de piedra, etc. Nosotros también tenemos que damos cuenta de ello y recono­cer la verdadera inspiración que refleja nuestra nueva naturaleza.

Los artistas en el mundo, co­mo los músicos, por ejemplo, ejer­cen sus talentos porque llenan al­guna necesidad interna que tie­nen y usan las artes como vía de expresión de alguna emoción o sentimiento. Sus metas son por lo general carnales y egocéntricas -están programados para satisfa­cerse a sí mismos.

Dios quiere que tomemos el talento que El nos ha dado, que aprendamos a entregárselo a El como siervos suyos y permitamos que El sea la fuente de vida y la motivación para que nuestro arte o música no refleje nuestros sen­timientos sino el propósito, la mente, y el corazón de Dios, por­que para eso fueron diseñados el arte y la música.

La motivación, la fuente y la inspiración que El da a nuestros talentos no son para que nos exhibamos nosotros, sino para edificar al Cuerpo reflejando la naturaleza de Dios, su plan y su propósito.

La dedicación a la excelencia producirá óptimos resultados en todas las áreas. Nuestros ojos tie­nen que ser iluminados para que podamos ver que su herencia en los santos producirá una calidad de vida en la tierra que refleja la vida en el cielo.

Es interesante saber que du­rante la Segunda Guerra Mundial, cuando los judíos fueron confi­nados en ghettos y después en campamentos, una de las prime­ras cosas que hacían era organi­zar teatros, orquestas y escuelas. Siempre se proveían de estas co­sas ellos mismos. Creo que el Es­píritu Santo nos está motivando -en una forma similar para produ­cir una atmósfera que confirme nuestra relación con el Señor, en la que nuestros talentos y destrezas sean usados para glorificar al Señor, tanto en el canto, en la interpretación de un papel, en la danza, construyendo casas, preparando las comidas, como vendiendo bienes raíces.

Dándolo todo para servir al Cuerpo

Dios nos ha redimido, espíritu, alma y cuerpo y el fruto que eso produce en nosotros es para la edificación de los demás. Hemos pactado juntos y estamos bajo autoridad y nuestros talentos y dones pueden ser canalizados de una manera adecuada para el bien común. Por ejemplo, en el libro de Los Hechos cuando los cristianos se reunían, ninguno reclamaba que las cosas eran propias, sino que las juntaban y todos las com­partían. El resultado era que nadie tenía necesidades.

Ese principio es eterno, si bien su aplicación es transitoria: dar lo que sea que tengamos; cosas materiales, talentos o tiempo. Dios nos ha hecho a todos admi­nistradores de algo. Debemos considerarlo no como nuestro si­no Suyo. Es para usarlo en su propósito y para servir a su reino, para edificar a su pueblo en el bien común.

¿Se puede imaginar los resul­tados de una comunidad de per­sonas que han dado todo hacia esa meta y le han permitido a Dios que les dirija? ¿Aún dentro de áreas donde no han pasado antes?

Yo he visto lo que los herma­nos y hermanas de varias comuni­dades unidas por un pacto han logrado. Es sorprendente. Pero requiere personas, actitudes, y corazones rectos. Actitud y ca­rácter vienen primero. Hasta que una persona no los tenga en las proporciones correctas no debie­ra ser lanzado al ministerio sólo porque tenga habilidades. Pero una vez que el carácter de Cristo y la disposición de un siervo se hayan desarrollado, entonces se les deberá dar toda libertad den­tro de sus habilidades para que las cultiven y produzcan con el mayor éxito posible,

La reina de Saba en 1 Reyes lo vio y quedó asombrada por la sa­biduría de Salomón y por el pala­cio que había edificado. El mun­do también debe ver la sabiduría de Dios y la excelencia de lo que producimos. Lo que Salomón mostró a la reina de Saba fue un reflejo de la imagen de Dios. To­do el mundo había oído de su riqueza, su grandeza, su sabiduría y como Israel vivía en paz que en realidad era un ejemplo de la ciu­dad de Dios: prosperidad y justi­cia para todos sus miembros, san­tidad y rectitud. Se habían dedi­cado al Señor, para obedecerle y seguirle.

Dios está restaurando la des­treza en los negocios. Además, es­tamos viendo el poder del testi­monio de empleados que en vez de ser ordinarios e irresponsables en sus trabajos, siempre deman­dando salarios más altos, están a cambio obedeciendo al Espíritu de Dios, dedicándose a cumplir con sus propósitos en su disposi­ción de rendir un día completo de trabajo sin robar a sus patro­nos. Por otra parte, vemos a due­ños de negocios que no tratan de sacar ventaja de sus emplea­dos, sino que como un padre con sus hijos se interesan por ellos y les proveen lo necesario.

También vemos en comunida­des relacionadas en un pacto a personas con talentos en la arte­sanía y oficios que requieren des­treza, montando negocios con to­do éxito. Eso no quiere decir que no tengan sus luchas, pero sabe­mos que las superarán. Estas personas proveen prosperidad para la comunidad, empleo para otros y un testimonio de exce­lencia. Donde esto sucede se re­fleja la imagen de Dios ante el mundo.

En estos días cuando el servicio es impersonal, los pro­ductos de baja calidad y la artesa­nía deplorable, podemos restau­rar la excelencia a todo lo que hacernos, Es una forma de alcan­ce evangelístico y un testimonio que dice: «Vivir con Cristo es mejor en todo sentido: en nues­tros trabajos, en nuestros hogares y en nuestras comunidades. Todo es mejor porque Cristo ocupa el centro».

Ron Milton es pastor de Shiloh Fellowship en Lansing, Michigan, Estados Unidos. Es casado y tiene cuatro hijos.

Reproducido de la Revista Vino Nuevo Vol. 3 nº 12 -abril 1981